sábado, 26 de febrero de 2011

EL MISTERIO DE LAS BOLSAS DE BASURA



El otro día mientras pensaba en el contenido del post sobre legalidad, me acordé de las múltiples veces que, casi siempre de manera involuntaria y por pura ignorancia, he quebrantado la inquebrantable ley suiza.

Y es que en este país tienes leyes que rigen hasta cuando puedes pasar el aspirador en tu casa, (absolutamente prohibido los domingos) o cuando puedes tirar la basura al contenedor (también absolutamente prohibido los domingos).

Y precisamente fue por la basura, o mejor dicho, las bolsas de basura, que tuve mi primer encontronazo con la legalidad de este país.

Recordando aquellos tiempos me entró la risa tonta, y pensé que me apetecía añadir un nuevo apartado a este blog donde pudiera contaros las múltiples anécdotas vividas como consecuencia de mi reeducación para vivir en un país donde las leyes sí se cumplen, o al menos se intenta que se cumplan bastante más en serio que en mi país natal.

Así que siguiendo el ejemplo de Mamá en Alemania con sus apartados de “alemanadas” y “antialemanadas” abro un apartado que llamaré: “chocolatadas”.

Y paso a contaros la primera "chocolatada" que me tragué nada más llegar a este montañoso, maravilloso y verdísimo país:

Todo empezó cuando llegué por primera vez a  mi habitación en la residencia de estudiantes donde me alojaría un par de meses, hasta encontrar un pisito de alquiler. A un lado, debajo de un pequeño lavabo, había un cubito de basura con una bolsa y un letrero que decía algo que yo, evidentemente, no entendí (estaba en Alemán y yo casi no tenía ni idea). Cuando le pregunté al que en ese momento era mi novio, y que hoy en día es mi ex, que significaban esas palabras, me vino a decir algo así como que la bolsa era muy importante y que había que tirar la basura siempre en esa bolsa. No entendí nada, pero bastante tenía con deshacer el equipaje, buscar los baños y la cocina, y ver como podía empezar a sobrevivir en aquel ambiente extraño; así que me despreocupé del asunto.

Al cabo de unos días, la mañana indicada por un letrero en el portal de la residencia, hice un nudo a mi bolsa de basura,  la bajé a la calle y la coloqué en línea con el resto de bolsas de mis compañeros.

Y me fui a la universidad feliz de la vida y de estar en ese país tan, tan, tan….. lluvioso…..

Por la noche, al volver a mi residencia ¡Oh Sorpresa! Mi bolsita estaba sola y desamparada en el mismo lugar donde la había dejado. Todas las demás habían desaparecido. No sabía muy bien que hacer, así que se me ocurrió buscar un contenedor y meterla dentro. Así seguro que se la llevaban. Cogí la bolsa y empecé a buscar.  

Allí en la esquina había uno…. Perfecto!

Oh! Vaya…. Tiene un candado….

Tal vez aquel de allí…..
Tampoco. Otro candado.

Vi y corrí hacia 4 ó 5 contenedores más, siempre cargando con mi bolsa de basura, sólo para encontrarme que todos tenían candados de seguridad.

¡Pues sí que eran valiosas las basuras en este país, que tenían que cerrar  los contenedores con candado!

Acabé por subir mi basura de vuelta a la habitación y cuando me crucé por el pasillo con otro residente, le pregunté en Inglés porque no me habían recogido la bolsa. Me dijo que la basura sólo se recogía en las bolsas que comprabas en el supermercado.

Y la que me pusieron en el contenedor de basura de la habitación ¿No servía?

Pues no.

Y entonces ¿Por qué me la pusieron?

Ni que decir que lo primero que hice al día siguiente al salir de la universidad fue ir al super a comprar bolsas de basura. Las encontré en una estantería, junto a los productos de limpieza. Todas negras con unos dibujos blancos. Cogí un rollo y me fui a la habitación a meter mi basura en esa bolsa.

A la semana siguiente, el mismo día que la semana anterior y a la misma hora, puse mi basura – esta vez en su bolsa del supermercado – en la acera, en línea con las basuras de los demás. Reconozco que me llamó la atención  que el resto de las bolsas eran blancas con dibujos y letras azules (bolsas que yo no había visto en el super a donde fuí), mientras que la mía era negra y con dibujos y letras blancas. Pero tenía cosas más importantes en la cabeza y no me lo pensé más.

Por la noche me  encontré mi bolsa sola y desamparada en la acera, otra vez. Las demás bolsas habían desaparecido. No me molesté en buscar contenedores y me subí a mi habitación con la bolsa. Empezaba a preocuparme por la posibilidad de no ser nunca capaz de librarme de mi basura. Ya me veía volviendo a España con una maleta llena de mis bolsas de basura (¿Me dejarían facturar semejante porquería?)

No llegué a ese extremo porque tenía la suerte de tener un novio, mi actual ex, cuyos padres vivían en Alemania relativamente cerca de Zurich.  Así que el Viernes siguiente mi ex, mi basura y yo nos fuimos a Alemania rumbo a la casa (unos) y al contenedor de basuras de la casa (la otra) de mis ex futuros suegros.

Lo cierto es que me sentía realmente estúpida por no saber  ni tirar mi propia basura en Suiza. Después de dos semanas de vivir allí, me avergonzaba ir a preguntar a ningún compañero de trabajo, que cuernos estaba pasando; por qué los basureros no cogían mi bolsa. Me había pasado un buen rato analizando las bolsas de la estantería del supermercado para ver si había de diferentes tipos (bolsas diferentes para cada barrio, bolsas diferentes para hombres o mujeres, bolsas diferentes para Suizos o emigrantes….. ya no sabía que esperar). Pero no veía nada raro. Todas negras, con los mismos símbolos blancos. Ni sombra de las blancas con dibujos azules. Miré en otros supermercados y era exactamente igual. ¿Como conseguiría las misteriosas bolsas blancas?

Una mañana, estaba yo sentada en mi mesa en el laboratorio de la universidad, cuando entró por la puerta del despacho una recién llegada compañera italiana, Chiara, con cara de asombro, ojos como platos y…… su bolsa de basura. No os podéis ni imaginas el alivio que sentí: ¡mal de muchos, consuelo de tontos!

Resulta que aquella mañana Chiara bajó su bolsa (negra) con la intención de meterla en el contenedor de basuras de su edificio. Cuando estaba abriendo la tapa y se disponía a tirarla dentro, notó que un coche frenaba bruscamente y se detenía a su lado.

Si,si…. Frenaba BRUSCAMENTE, se detenía a su lado. Y encima quedaba ¡¡¡¡MAL APARCADO!!!

Del coche salio una señora de mediana edad, autóctona a todas luces. La mujer le gesticulaba y despotricaba en suizo-alemán, mientras le señalaba la bolsa de basura que Chiara todavía tenía en su mano. Mi compañera intentó decirle que no entendía nada, que si por favor podía hablarle italiano o inglés. Pero la mujer no atendía a razones y se limitaba a señalar la bolsa y el contenedor mientras soltaba palabras suizo-alemanas con evidente enfado.

Después de dejarle muy claro a base de NEIN-NEIN-NEINs y gestos que ni se le ocurriera meter esa bolsa en ese contenedor, la buena mujer se fue hacia su coche, se metió dentro y no arrancó hasta asegurarse de que la pobre Chiara se fuera del lugar con la bolsa de basura. Y eso que estaba ¡ MAL APARCADA! (Aquello debió de costarle a la mujer una reacción alérgica)

Así que allí apareció Chiara, con su cara de asombro, sus ojos como platos,….. y su bolsa de basura. Ella lo tenía  peor que yo porque no se iba a Alemania con ningún ex los fines de semana, así que el problema requería una solución urgente. So pena que desarrolláramos las dos un galopante síndrome de Diógenes.

Decidimos preguntar a la técnico de laboratorio de nuestro grupo, que en ese momento estaba trabajando sola en uno de los laboratorios (lo que nos garantizaba una cierta discreción). Así que  nos fuimos hacía ella:

-   Nosotras: Buenos días Andrea, tenemos un problema. Tal vez tu puedas….
-   Andrea: Tengo mucho trabajo. No puedo hacer nada para vosotras…
-   Nosotras: No si no se trata de eso….. es que no sabemos porque los basureros no nos cogen nuestras bolsas de basura.
-   Andrea (sin mirarnos ni dejar de trabajar): Porque tenéis que poner la basura en las bolsas que se compran en los supermercados.
-   Nosotras (Yo con ganas de meterle la pipeta que en ese momento ella tenía en la mano, por un agujero de la nariz): Eso es lo que hacemos. Hemos comprado bolsas en el supermercado y en ellas hemos puesto nuestra basura
-    Andrea: Bueno, es que hay dos tipos de bolsas. Vosotras tenéis que comprar el “Zuri-sack”
-    Nosotras (emocionadas porque parecía que ¡por fin! Nos acercábamos a la solución del misterio): ¿Qué bolsas son el “Zuri-sack”? Las negras con letras blancas?
-    Andrea: No, las blancas con letras azules
-    Nosotras: pero esas no las hemos visto por ningún sitio
-    Andrea: Es que las tenéis que pedir en caja

¡LAS TENÍAMOS QUE PEDIR EN CAJA!

Andrea nos dijo que como eran tan caras, porque llevaban añadido el impuesto de recogida de basuras (20.20 francos para 10 bolsas de 35 litros), eran un tesoro tan preciadísimo que se tenían que pedir en caja. ¡No estaban expuestas al público!

Reconozco que el sistema de cobrar el impuesto en las bolsas me parece de lo más acertado porque así, no sólo paga más el que más basura tira, sino que las bolsas son tan caras que te sientes terriblemente motivado para reciclarlo todo: papel, cartón, compost (la recogida de lo reciclable es gratis)…… todo con tal de no llenarla demasiado pronto.

Pero teniendo en cuenta que es un sistema tan particular ¿No podían hacer algo para informarnos a los recién llegados? ¿No podían poner en la estantería de las bolsas de basura del supermercado un cartelito  diciendo: “No compre estas bolsas negras. No le van a servir para nada. Pida el  Zuri-sack en caja, por favor”?

Pues no. Aquí a espabilarse. Ahora entendí lo que ni mi ex gemanoparlante había entendido cuando vimos el cartelito en el cubo de basura de mi habitación en la residencia: que tenía que meter la basura en el dichoso Zuri-sack; no en la bolsa que dejaban puesta las de la limpieza. Y yo me pregunto ¿Para que dejaban ninguna bolsa? Tan carísimo y dificil era dejar un zuri-sack puesto en el cubo (aunque luego te lo cobraran con la habitación).

Y además: ¿Para que vendían OTRAS bolsas (las negras con símbolos blancos) en los supermercados si no servían para nada?

Cuando le pregunté eso a Andrea, aprovechando que ya estaba lanzada a darnos toda la explicación y completamente mentalizada de que nos tenía que ayudar, nos contó que ese sistema no era igual en todos los edificios. En el suyo lo que hacían era poner una pegatina a las bolsas. Pero lo más popular era, a todas luces, el uso del Zuri-sack.

Desde entonces intento tener siempre al menos 5 paquetes de mi preciadísimo Zuri-sack en casa, aunque eso supone un desembolso considerable el día que los tienes que comprar. Pero no sabéis lo difícil que se me hace acordarme de pedir las dichosas bolsas cuando estoy en caja, con toda la compra sobre el mostrador, pagando y metiendo a toda velocidad mis cosas para dejar el sitio libre al siguiente. Casi siempre acabo saliendo por la puerta del supermercado cargada hasta las orejas (y ahora con tres niños colgados de aquí y de allá) sólo para pararme en el umbral, tirar todo al suelo y darme una palmada en la frente:

¡MIERDA (con perdón)….. LAS BOLSAS!!!!!!

Y vuelta para adentro……



miércoles, 23 de febrero de 2011

TRES CONCEPTOS IMPORTANTES (III): LEGALIDAD



“Sostengo que quien infringe una ley porque su conciencia la considera injusta, y acepta voluntariamente una pena de prisión, a fin de que se levante la conciencia social contra esa injusticia, hace gala, en realidad, de un respeto superior por el derecho”.

Martin Luther King.


Una buena frase de un gran hombre y perfectamente comprensible en el contexto en el que se dijo. Pero aplicada fuera de contexto tiene un punto débil: ¿Qué es una ley injusta? Porque conciencias hay tantas como personas en este planeta. Para los de derechas son injustas la gran mayoría de lo que dictan los de izquierdas, y viceversa. Para los musulmanes son injustas algunas muy diferentes que para los cristianos o para los ateos. Para los que no son racistas son injustas las racistas y para los racistas lo son las que promuevan la integración de todos. Para los solteros son injustas las que promueven la conciliación familiar y bajan impuestos a las familias y para las familias lo son las que no consideran sus necesidades como tales equiparándolos a los solteros…. En fin, que hay para todo los gustos. Si todos nos pusiéramos a desobedecer leyes que nos parecen injustas esto sería un caos (todavía mayor del que es). No cabríamos en las cárceles.

España es un país donde la sociedad es muy permisiva respecto al incumplimiento de algunos tipos de leyes. Todos conocemos gente que cobra el paro y trabaja de negro, que está muy “sanamente” de baja, que hace trabajos sin dar factura o que compra sin recibir factura. Todos hemos aparcado en zona prohibida (total, si sólo es un momento y sería mala suerte que justo ahora pasara la poli) o hemos superado el límite de velocidad.

Yo me di cuenta hasta que punto soy de un país de “manga ancha” cuando llegué a Suiza y experimenté como las leyes de convivencia están “para cumplirlas”. Sólo os diré que en doce años conduciendo en España tenía dos multas mínimas (y eso que cogía el coche casi cada día, sobretodo los últimos cinco años) y en 3 años conduciendo en Suiza (ocasionalmente) ya deben de tener de mí y mi coche un álbum fotográfico especial y una de estas navidades seguro que recibo una preciosa cesta, porque debo de estar financiando yo solita el departamento de multas de tráfico de la policía. Y no creo que mi estilo conduciendo haya cambiado tanto, no, lo que pasa es que, según dice mi marido, soy absolutamente ciega a las señales de límite de velocidad (“Pero…. ¿Cómo es que me han sacado una foto? ¡Si voy a 55!!!!!; pues porque el límite era a 50, mujer querida……; NO! Aquí????! Pero ¿Dónde LO PONÍA??????”). 

En fin, que me voy del tema…… lo que quiero decir es que puede ser bastante pernicioso si cada uno de nosotros nos cogemos el derecho de desobedecer lo que no nos parece justo. Las leyes están para cumplirlas porque su objetivo es mantener una convivencia justa y pacífica. Ese “Hecha la ley, hecha la trampa” tan popular en nuestras tierras, puede tener, y de hecho tiene y ha tenido, efectos muy poco deseables.

A veces sólo es molesto para los demás (como cuando paramos en doble fila inutilizando un carril, porque “sólo será un momento y no pasa nada”),  pero otras veces supone una violación en toda regla de los derechos de otras personas. Y todos tenemos ahora en mente un clarísimo ejemplo.

Por eso, y por fin poniéndome en el contexto que me toca, quiero decir bien alto y bien claro:
  
LA ADOPCIÓN SIEMPRE LEGAL

- Sin chanchullos
- Sin informaciones a medias
- Sin truquitos
- Sin papeles falsos
- Sin papeles a medio llenar
- Sin puntos negros
- Sin abusos de poder
- Sin favoritismos
- Sin “vistas gordas”
- Sin dinero por medio
- Sin perjuicios por medio
- Sin “polítiqueo” por medio

Y con mucha, mucha, mucha profesionalidad y mucho, mucho, mucho compromiso por parte de TODOS los intermediarios

Pero de la misma manera, reivindico una legislación centrada PRIMORDIALMENTE en el BIEN DEL MENOR. Algo que actualmente no tenemos. Y para explicar esto os remito al post anterior, escrito por Beatriz Beneitez, abogada especialista en la infancia desamparada. Ella explica la situación actual de manera clara y honesta.

Hasta que no tengamos estas leyes seguirá existiendo gente que se cogerá la justicia por su mano y, amparada porque es lo que su conciencia le dicta, y con el convencimiento de que así hace lo mejor para el menor (y probablemente, teniendo razón) realizará adopciones irregulares o ilegales. Y, seamos absolutamente honestos,  los que defendemos las adopciones siempre legales no tendremos más que admitir que ese niño está mejor donde está ahora, que donde hubiera estado de caer en manos de la administración.

Por favor, profesionales implicados en este asunto tan delicado e importante, os hago un llamamiento como hija adoptada:

-     Sed honestos y no cerréis los ojos.

-     Sed valientes y tomad de una vez la decisión de estudiar a fondo toda esta cuestión.

-     Estudiadla abarcando todas las ciencias que puedan ayudar a encontrar una solución realmente eficaz: biología, psicología, psiquiatría, antropología… etc  y valorando hasta el más reciente de los descubrimientos que pueden tener repercusión en vuestras conclusiones.

-     Estudiadla con la mente abierta y mucha, mucha, mucha información en vuestras cabezas. Mucha. Mucha, mucha formación por vuestra parte.

-     Sed abiertos, muy abiertos, porque tal vez las soluciones puedan parecer escandalosas, pero tienen que ser lo más universales posibles y siempre centradas en el bien del menor.

-     Y, por favor, centraros SIEMPRE EN EL BIEN DEL MENOR. Ni en el bien de la familia biológica, ni en el bien de la familia adoptiva, ni en el bien vuestro, ni en el bien de los poderes públicos, ni en el bien de Pepito el de los palotes. EL BIEN DEL MENOR.

Nuestros (y digo nuestros porque, como adultos pertenecientes a una comunidad, son responsabilidad de todos nosotros) niños desamparados, abandonados, no deseados, no amados y/o maltratados son las personas más vulnerables y débiles de nuestra sociedad. Y están en esa situación por culpa y responsabilidad nuestra (y cada uno tenemos que cargar con la parte de responsabilidad que nos toca). Así que hay que hacer un grandísimo esfuerzo, hay que invertir lo que haga falta y pagar cualquier precio (político o económico) para encontrar una solución que dé a estos niños lo que se merecen POR DERECHO: una familia amorosa donde crecer desde el mismo momento de su nacimiento.

Darles  menos que esto no es aceptable.

lunes, 21 de febrero de 2011

SOBRE LA PATRIA POTESTAD

La abogada Beatriz Beneitez ha escrito un interesantísimo comentario para el artículo: ¿Es mío? que el programa del blog le rechaba por pasarse de caracteres. Así que os lo publico como una entrada propia, ya que vale la pena leer los conocimientos y opiniones de esta gran profesional. Muchas gracias por tus palabras Beatriz.

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¿Son NUESTROS los hijos que parimos? SÍ ¿Son de NUESTRA PROPIEDAD? NO, como bien dices son NUESTRA RESPONSABILIDAD.

Eso precisamente es lo que supone la patria potestad, un conjunto de deberes y obligaciones respecto a nuestros hijos, a saber: velar por ellos, tenerlos en nuestra compañía, alimentarlos, educarlos y procurarles una formación integral.

Además he de decir que la patria potestad viene determinada por la filiación, y esta a su vez por naturaleza (por parto) o por adopción (por auto judicial), es decir, que si no hay filiación, porque se desconoce, no hay quien se haga responsable del ejercicio de la patria potestad.

Y ahí es donde entra el "papá estado" y la "mamá administración" a hacerse cargo del ejercicio de la patria potestad de los menores que no tienen padres por naturaleza, o los tienen pero no cumplen con los deberes antes mencionados.  Y entonces se convierten en jueces y parte, porque "evaluan" la capacidad de las familias que no cumplen, y además se encargan de sustituirles en el ejercicio de las obligaciones.

Algo perverso desde mi modo de ver, además de injusto. Aquello de "quitate tú para ponerme yo" o sencillamente quitar a unos "malos" para poner a otros "buenos" decidiendo quienes son los malos y quienes los buenos, y en todo caso sin tener en cuenta realmente el interés superior del menor, dando por supuesto que lo mejor para cualquier menor es estar con su familia biológica, que cualquier familia biológica, por "mala" que sea es mejor que cualquier institución o familia de acogida o familia adoptiva. Incluso en el caso de que la madre no quiera ser eso, madre, se le convence de que sí que tiene que serlo, de que sí que puede serlo, aunque no se sepa, y se procura que asuma una maternidad muchas veces, ni buscada, ni querida, ni deseada, fruto de un embarazo imprevisto, y poniendo con ello en grave riesgo la salud, la integridad y la vida de ese menor, y todo ello basándose en un principio de propiedad del menor, de como es suyo que asuma las consecuencias, aunque no quiera, o no pueda o no sepa.

Lo tienen mal, no peor,  los menores que llegan al mundo sin avisar, sin que sus familias puedan hacerse cargo, sin que quien juzga la capacidad lo haga de forma totalmente imparcial, sin prejuicios y permitindo que sean otros los que lleven a cabo el ejercicio de una patria potestad que ellos han detectado y calificado como inadecuada. Aquí nadie, absolutamente nadie, asume los errores propios. Pero, eso sí, señala los ajenos.

Como bien dices hace años se tomaban decisiones basados en unos criterios, más o menos validos, más o menos acertados, pero en cualquier caso rápidamente y para siempre. Ahora el panorama es el opuesto, casi nadie toma decisiones, y menos aún de forma rápida y definitiva. Ahora se pasa la propiedad de los menores de las familias "malas" a las manos "buenísimas" de la administración y de ahí la mayoría ya no sale, porque el estado se apropia de los niños sin hacerlos realemente suyos, sin asumir la responsabilidd del eficaz y efectivo ejercico de las obligaciones de la patria potestad y sin dejar que otros lo hagan. Y casi siempre motivado por un miedo atroz a equivocarse, a que venga una familia "no apta" a reclamar lo que es suyo, y rueden cabezas y tengan que pagar indemnizaciones millonarias. Así pues su máximo empeño está en cumplir con los protocolos y lo mismo da el interés superior del menor, que sí sale de una familia posiblemente maltratadora o negligente, pero no por ello se le asegura otras personas - una familia - que sí se asuman su papel haciéndole "suyo", no como una propiedad, sino como lo que son: una responsabilidad.

No puedo evitarlo, soy abogada y se me nota, y siempre que hablo o escribo sobre menores y sus derechos se me viene a la cabeza el Rey Salomón, y pienso lo necesitados que estamos de muchos Salomones, que tomen decisiones drásticas, incluso dramáticas, pero al fin y al cabo definitivas sobre la "propiedad" de los niños, de forma que vean rapidamente atendidas sus necesidades y sus derechos, ya sea por una familia por naturaleza, o por adopción. Y no me olvido de las de acogida que merecen una especial mención porque en definitiva son tratadas por la administración como meros instrumentos, que mientras cumplan con la obligación de custodiar sus "propiedades" bien, pero como se "desmanden" ya no les sirven y le piden la "devolución" de la "mercancía".

En definitiva, los hijos son "propiedad" de quien puede y quiere asumir la responsabilidad, ya sea la familia por naturaleza, la familia por adopción, la familia de acogida, o la familia universal o "sociedad ideal" donde efectivamente todos los niños sean bienvenidos, y adecuadamente atendidos.

domingo, 20 de febrero de 2011

TRES CONCEPTOS IMPORTANTES (II): ABANDONO


Laura Heckel en el último artículo de su blog Adopmundi, habla sobre la dificultad de algunos adoptados de asumir la realidad de que fueron abandonados por su madre. Si bien estoy de acuerdo con ella en cuestionar ese masivo robo de niños que nos intentan hacer creer, discierno con el uso de la palabra abandono.

En el mismo artículo, una madre biológica nos  dice en su comentario que ella no abandonó a su hija, que la cedió. Yo estoy completamente de acuerdo con ella. Ceder no es abandonar.

Según la RAE abandonar tiene varias definiciones. La primera es Dejar, desamparar a alguien o algo. Si tomamos esta definición como referente entonces no me cuadra. Cuando una madre pone en manos de otra mujer a su hijo porque ella no puede o no quiere ser madre, no lo está abandonando ya que no lo está dejando desamparado. Lo deja bajo el amparo de otra mujer (y/o otro hombre) así que en ningún momento hay abandono.

Pero si leemos la definición número 6: Entregar, confiar algo a una persona o cosa entonces tal vez sí que cuadra. EL problema es que, aunque la RAE también defina así la palabra abandono, la gran mayoría de personas no la usamos pensando en esta definición precisamente, sino más bien en la primera.

La definición número 8 va más acorde con la primera: Descuidar los intereses o las obligaciones. ¿Descuidaron nuestras madres biológicas sus obligaciones al darnos en adopción? Este sería un tema controvertido, desde luego. Todos estamos de acuerdo en que, ante un embarazo no deseado, una mujer no tiene la obligación de ser madre. Por lo tanto tiene dos opciones: abortar al bebé o dejarle nacer y darle en adopción. Si tal cual están las leyes hoy en día, la mujer ni siquiera tiene la obligación de respetar la vida de su hijo, me parece muy hipócrita que se considere que, si el bebé llega a nacer, ella sí tiene la obligación de ejercer como madre, so pena de ser considerada un "mala madre" que abandona a su hijo. 

Si miramos en el mismo diccionario la definición de la palabra ceder encontramos lo siguiente:

Dar, transferir, traspasar a alguien una cosa, acción o derecho


Por lo tanto, bajo mi punto de vista, esta es la palabra que mejor define lo que nuestras madres biológicas hicieron en su momento y, por lo tanto, no considero que nos hayan abandonado. Bajo mi punto de vista ellas nos cedieron. Y sus razones tendrían. Yo no soy quién para juzgar la decisión que (espero que voluntaria y conscientemente) tomó la mía, y lo único que puedo decirle es que le estoy profundamente agradecida por darme la oportunidad de vivir a pesar del dolor que eso pudo suponer para ella.

Lo cierto es que nunca me he sentido abandonada. Tal vez porque mis padres me han repetido tantas veces a lo largo de mi vida todo lo que me han deseado, lo que me quieren, lo feliz que les hace mi existencia, lo importante que soy para ellos. Nunca sentí que ella me abandonó y tampoco nunca sentí que me cedió por culpa mía - porque yo no le gustaba o no era buena, tal como - según  dice Nancy Newton Verrier en su libro "El niño adoptado. Comprender la herida primal". (Ed Albesa 2010) - parece que sienten muchos adoptados.

No recuerdo la primera vez que mis padres me hablaron de mi adopción. Lo que si me acuerdo fue el momento en que me di cuenta de que esta condición no era “lo normal”. Que el resto de niñas habían nacido de la barriga de sus mamás. Entonces fui consciente de que yo había nacido del cuerpo de otra mujer y de que mi madre, esa mujer que lo era todo para mí, en algún momento de mi vida había sido una auténtica desconocida. Recuerdo que era de noche, yo estaba en mi cama, y por un momento sentí una angustiosa soledad.

Fue entonces cuando se me ocurrió una idea: en realidad yo nunca había estado sola porque siempre estuve bajo la protección de una mujer: todas las mujeres, de hecho todos los adultos, formaban una gran red que protegía a todos los niños. Así que, como la mujer que me parió no pudo o no quiso cuidarme, me puso en manos de una “hermana”, otra mujer que en ese momento se transformó en mi madre, la madre que yo conocía y quería. Con este pensamiento el sentimiento de soledad desapareció y pude dormirme tranquila.

Años más tarde la idea de “red de mujeres” o “red de madres” ha vuelto a aparecer en mi vida en el contexto de mi propia maternidad. He aprendido que esa red es la manera más natural y sana para criar a nuestros hijos. Desgraciadamente en nuestra sociedad actual está muy deteriorada, y como consecuencia de ello muchos niños crecen abandonados y desamparados, mientras que muchas madres se sienten obligadas a renunciar a su maternidad (en lugar de cederla voluntaria y conscientemente) o a intentar criar a sus hijos en condiciones precarias.

Que diferente serían las cosas si esa red fuera tan real como yo la imaginé de niña. Yo creo que si fui capaz de imaginarla fue porque en algún momento de nuestra historia fue una realidad que se mantiene presente todavía en nuestro inconsciente colectivo. Me pregunto si es posible “revitalizarla”, volverla a formar: una red acolchada y protectora que sostiene a toda la infancia para que ningún niño se crié en el desamparo, la soledad, la pobreza y el miedo y donde la palabra “abandono” no tenga cabida.

viernes, 18 de febrero de 2011

TRES CONCEPTOS IMPORTANTES (I): IDENTIDAD

No quería escribir más sobre el tema de la adopción, de mi adopción. De hecho llevo una semana intentando escribir un artículo sobre la lactancia, para apoyar la campaña de Jesusa, pero es evidente que la elección del tema sobre el que escribo no es del todo voluntaria porque no he tenido la mínima inspiración sobre lo que quería escribir. En cambio mi cabeza no ha dejado de dar vueltas sobre todo lo que se está hablando últimamente sobre las ya tristemente famosas “adopciones irregulares” (me niego en redondo a sumarme a la corriente que quiere calificarlas como “robo de niños” antes de demostrarse nada). Debe de ser mi inconsciente el que me empuja a seguir con ello, a sacar mis sentimientos y opiniones y plasmarlos en la pantalla del ordenador. 

Y no me extraña. Con todo lo que se está diciendo en los medios de comunicación no puedo dejar de pensar y reflexionar sobre cosas que me están afectando mucho más de lo que yo quisiera. He oído declaraciones que me han producido sentimientos que sólo puedo definir como "repugnacia". Sí, así de fuerte.

Este será el primero de tres artículos en los que quiero dejar reflejados mis sentimientos y opiniones respecto a tres conceptos de los que últimamente se ha hablado mucho. Empiezo con el primero: la identidad. 

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1- IDENTIDAD

Se quien soy y como me llamo. No tengo problemas de identidad. Esto, que parece una afirmación bastante obvia para la mayoría de la gente, en mi caso sorprenderá a algunas personas. Muchas dirán que lo que tengo es un problema no resuelto y oculto de no aceptación de mi realidad. Tal vez tengan razón, pero el caso es que yo nunca he dudado de mi identidad, aunque no conozca a mi familia biológica.

¿Me falta algo? ¿Es de verdad tan importante saber de donde viene mi herencia genética? De toda la vida el “link” genético que une a padres e hijos, o a los integrantes de una misma familia, se ha considerado algo absolutamente fundamental: la base de la relación existente entre los diferentes miembros. Pero teniendo en cuenta que las similitudes genéticas entre todos los seres humanos de este planeta son tales que ni siquiera podemos hablar de razas ¿Es realmente tan importante de quién me viene a mí el DNA de cada uno de mis cromosomas?

Bajo mi punto de vista, los genes que yo he heredado son como los ladrillos de una casa. El ambiente en el que me he criado es el constructor, el que ha puesto los ladrillos en orden y concierto para construirme como persona. Es indiscutible que la María Berrozpe actual es absolutamente irrepetible y nunca se hubiera desarrollado de criarse en otro ambiente. Si el bebé que nació hace 40 años no hubiera sido puesto en manos de E y B, 40 años más tarde sería otra persona, no sólo llamada de otra manera, sino también con otra forma de ser,  e incluso otro  físico diferente a mi yo actual (más gorda o más delgada, más rubia o más morena, con la piel mejor o peor, e incluso más alta o más baja).  

Para creerse esto no hace falta más que fijarse en las diferencias tanto físicas como psicológicas que existen entre los gemelos univitelinos. Cualquier padre de gemelos idénticos os dirá que existen diferencias obvias entre ambos. A pesar de que mi herencia genética es la que es y muy difícilmente hubiera cambiado (aunque por supuesto existe la posibilidad de mutaciones puntuales con más o menos efectos), su expresión admitía desde el principio numerosas posibilidades, y con esto jugó el ambiente donde me crié, crecí y me desarrollé, para hacer de mí la persona que soy hoy en día.

Lo cierto es que el mundo científico lleva muchos años intentando discernir entre lo que es producto del ambiente y lo que es hereditario. Y las cosas no deben de ser tan obvias porque, a pesar de los cientos - o incluso miles- de estudios dedicados a este tema, todavía se han llegado a pocas conclusiones inamovibles. Las grandes dificultades que en ocasiones se están encontrando para determinar que gen o genes están detrás de tal o cual característica y los numerosos estudios que demuestran como factores ambientales que anteriormente no se tuvieron en cuenta, eran en realidad los determinantes para desarrollar unas determinadas características o tendencias (como los últimos descubrimientos en salud primal, los cuales indican que el ambiente intrauterino es absolutamente determinante para la salud física y psicológica del individuo), parecen subrayar  la importancia del ambiente en detrimento de la herencia genética como único factor determinante (*).

El otro día, mi ciber-amiga Chus me preguntaba por qué los hijos adoptados, cuando se ponían a buscar, buscaban siempre a la madre. Supongo que es porque, ya intuitivamente, sabemos que la conexión con ella va mucho más allá de 23 cromosomas (además del ADN mitocondrial, pero eso ya es rizar el rizo) que compartimos. Fuimos concebidos dentro de ella, y en ella vivimos nuestras 40 semanas de gestación. Durante ese tiempo estuvimos absolutamente fusionados con ella. Todo nos afectaba: desde lo que comía hasta lo que sentía y pensaba. Y todo nos influyó: nuestros programas genéticos se activaron de acuerdo a ese ambiente donde nos estábamos desarrollando, intentando prepararnos para el ambiente exterior que nos recibiría tras el nacimiento. Así que, de la misma manera que si ella no comió lo suficiente durante la gestación nosotros podríamos tener ahora cierta tendencia a engordar,  si ella estuvo nerviosa, angustiada o triste nosotros podríamos tener una capacidad para reaccionar ante el estrés o para ser felices completamente diferente a la que hubiéramos tenido de vivir el embarazo con optimismo, confianza y felicidad.

Creo que todos los adoptados somos conscientes de que ella, mas esos 9 meses que compartimos, siguen presentes en nuestra vida actual y podrían explicarnos muchas cosas. Y algunos necesitan esas explicaciones. A otros, simplemente, nos gustaría tenerlas. Pero, al menos a mí, ignorarlas no me supone un problema de identidad.

Admito que en mi vida he tenido dos madres: una 40 semanas y la otra (hasta ahora) 40 años. Gracias a la primera he tenido la oportunidad de vivir. Como bien dice mi otra ciber-amiga, Beatriz, ella me dio la OPORTUNIDAD. Y la segunda me ha dado LA VIDA, mi vida. Soy quien soy gracias a ella. Ella es MI MADRE. Así de simple. Actualmente sólo tengo una madre y esa madre es ella: la que me ha criado, sostenido, nutrido, dado todo por mí  y amado profundamente durante toda mi vida.

En cuanto a él, para mí no tiene más importancia que la que tendría el donante de semen para cualquier hijo producto de la inseminación artificial o la fecundación”in vitro”.  De él sólo me quedan otros 23 cromosomas que así, sin más influencia por su parte, no me significan demasiado. Como he dicho anteriormente: sólo son unos millares de ladrillos (=genes) en cuya utilización (=expresión) han influido otros muchos factores, factores que durante mi vida han tenido mucho más peso que él. Es absolutamente incomparable la importancia de ese desconocido con la de mi PADRE: ese señor que lleva conmigo los 40 años de mi vida educándome, nutriéndome, sosteniéndome, enseñándome, compartiendo todo conmigo, haciendo todo por mí y amándome con locura. Cuando miro los ojos increíblemente azules de mi padre me siento absolutamente identificada con él, parte de él y “producto” de él (Lástima que, precisamente el color de ojos, si que está determinado al 100% por los genes).

Un día leí a un adoptado que decía que él no compartía los antepasados de su familia (adoptiva). Yo no estoy de acuerdo. Tras cuarenta años de crianza inmersa en mi familia, mis antepasados son los suyos. Mi herencia es la suya. Sus historias han llenado los cuentos de mi infancia, sus tradiciones se han convertido en mis tradiciones, sus enseñanzas pasadas de generación en generación hasta llegar a mis padres, se me han transmitido a mí. Ahora yo también soy producto de ellos. He heredado sus sombras y sus luces, para bien o para mal. De mis antecedentes biológicos sólo me queda un puñado de genes, de alelos que, con toda seguridad, muchos serán compartidos por mi verdadera familia actual. Al fin y al cabo toda la gran familia humana estamos emparentados, así que si nos vamos suficientemente atrás en el árbol genealógico, seguro, segurísimo, que llegaremos a antepasados comunes para mis dos familias: la biológica y la verdadera.

Y SÍ: digo VERDADERA. Porque mis verdaderos padres y mi verdadera familia son los que tengo. Independientemente de los papeles que acompañen a mi proceso de adopción e independientemente de los intermediarios involucrados en el mismo, mi familia es mi verdadera familia. A mí nadie me ha engañado nunca así que, tal vez por eso, no tengo ninguna sensación de “falsa identidad” como últimamente he oído mucho (demasiado) en los medios de comunicación. A mí estas palabras como “falsos padres” o “falsa identidad” me chirrían en los oídos.

¿Qué me gustaría conocer a mis progenitores biológicos? Puede ser. Tal vez no esté preparada para aceptar algunos de los posibles dramas que pudieron haber llevado a mi concepción (como violaciones o incesto), pero si mi caso es uno más de los que seguro son la gran mayoría - mujer joven y soltera que se embaraza del noviete de turno -  estaría encantada de conocerles, especialmente a ella, y me haría mucha ilusión tener hermanos biológicos (aunque ya nunca podrían ser hermanos a secas). Pero no conocerlos no me supone ningún problema de identidad.

Se que muchísimos adoptados no coincidís en todo esto conmigo. Otra de mis nuevas ciber-amigas, María “San Ramón”, (coordinadora de la plataforma de afectados en la clínica San ramón, hija adoptada y futura madre adoptiva, por lo que es una mujer que sabe de lo que habla) siempre le da una importancia fundamental a la necesidad del adoptado de conocer a su familia biológica para construir su identidad. En la página web de dicha plataforma hay una frase:

Sin raíces  no hay hojas

 En eso estoy de acuerdo pero para mí mis raíces no están sólo asentadas en mis antecedentes biológicos. Mi familia también me ha provisto de raíces al compartir las suyas propias conmigo.

Actualmente, los adoptados que tienen más visibilidad suelen ser los que consideran necesario e imprescindible conocer a sus familias biológicas, ya que  para lograr su objetivo se mueven mucho en los diferentes medios de comunicación. Eso hace que parezca que todos sentimos y pensamos así. Bueno, pues aquí he plasmado mis sentimientos en este tema. Estoy segura de que otros muchos sentirán también como yo. 

martes, 8 de febrero de 2011

¿ES MÍO?



A raíz de los comentarios de Lady A en los artículo “Historias montadas” y "La historia de Chus", y del documental emitido en TV3 el Miércoles 2 de Febrero en el programa “Sense fició”, titulado “Torneu-me el meu fill” (Devolvedme a mi hijo) he reflexionado mucho. Concretamente, una de las cosas que más me ha hecho pensar  han sido las palabras de una madre biológica que cuando contaba como las religiosas del hospital donde parió le habían arrebatado a su hijo, ella entonces había gritado: “pero es MIO.....¡ MIO!”

Una frase que se me ha clavado dentro y me ha hecho preguntarme: ¿Son NUESTROS los hijos que parimos? ¿Son de NUESTRA PROPIEDAD?

Hace años que encontré la famosa poesía de Khalil Gibran y que se corresponde perfectamente con lo que yo pienso sobre este tema:

Tus hijos no son tus hijos,
son hijos e hijas de la vida,
deseosa de sí misma.


No vienen de ti,
sino a través de ti,
y aunque estén contigo,
no te pertenecen.


Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos,
pues ellos tienen sus propios pensamientos.


Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas,
porque ellos
viven en la casa del mañana,
que no puedes visitar,
ni siquiera en sueños.


Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerles semejantes a ti,
porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer.

Tú eres el arco del cual tus hijos,
como flechas vivas,
son lanzados.


Deja que la inclinación,
en tu mano de arquero,
sea para la felicidad.


No, Definitivamente no. Nuestros hijos no son nuestra propiedad. Son NUESTRA RESPONSABILIDAD, eso sí. Pero todos estamos de acuerdo en que cuando unos padres no ejercen esta responsabilidad convenientemente, las autoridades pertinentes tienen derecho a quitarles la “patria potestad” de sus hijos por el bien de estos. Pero esta afirmación, que así escrita parece tan evidente, es en el fondo una cuestión extremadamente polémica. ¿Quién juzga que es LO MEJOR para nuestros hijos? ¿Quién juzga si los padres serán capaces de  ejercer convenientemente esta RESPONSABILIDAD? ¿Hasta donde tienen estas autoridades el derecho o el deber de meterse dentro de cada familia? ¿Puede esta autoridad ser objetiva y guiarse por unos “principios universales? ¿Existen siquiera estos principios?

Preguntas muy incómodas pero, para mí, son el “kit” de la cuestión.  Lo que ha pasado con las adopciones irregulares ocurridas durante el franquismo y principio de la democracia no es más que una prueba de cómo una autoridad, en este caso la religiosa, ejerce su poder basándose en sus propios principios morales. En aquella época la madre soltera era una “puta” que no tenía capacidad para ser madre. Lo mejor para ese niño era criarse con un matrimonio de bien, con una madre decente y religiosa y un padre que representara su papel con la autoridad conveniente y mantuviera económicamente a ambos.

Bajo el punto de vista de aquellos tiempos todo era una buena acción: buena para el bebé que tendría unos padres “como Dios manda” y no crecería como un bastardo; buena para los adoptantes porque tendrían un hijo recién nacido sin la necesidad de airear la adopción (ni siquiera al propio niño); y hasta buena para la madre biológica, que podría rehacer su vida y “enmendarse” sin quedar para siempre marcada por su papel de madre soltera. Si con la buena acción se llevaban unas pesetillas, pues “normal” ¿no?, o ¿no se paga el trabajo bien hecho? Os confieso que, a diferencia de la mayoría de vosotros, yo estoy convencida de que el dinero no fue la causa principal. La causa principal fue la autoridad que se concedió a un grupo de personas o a unas instituciones para intervenir en una situación según sus principios morales. Sin más.

¿Y hoy en día? Hoy en día toda una serie de profesionales (psicólogos, asistentes sociales, jueces…etc) también toman sus decisiones basándose en unas leyes, unos conocimientos y unos principios. Todos pensamos que mejores que los que hace 40 ó 50 años utilizaron los intermediarios de aquellas adopciones, regulares o irregulares (la mayoría gente muy vinculada a la iglesia católica). Pero a mí me da que, desgraciadamente,  el sistema sigue sin funcionar y que dentro de 50, 40 ó 30 años habrá un número significativo de estos bebés, ya adultos, muy descontentos con lo que en su momento se hizo con su vida (por no hablar de los que ni siquiera van a tener la oportunidad de llegar a adultos, pero ese ya es otro tema que no quiero tratar aquí).

Ya no es sólo el dramático número de niños que pasan su infancia institucionalizados ante la incapacidad de las autoridades de darles lo que es su derecho: una familia. Además, cada cierto tiempo vemos casos muy dramáticos en los medios de comunicación: desde niños maltratados o incluso asesinados por sus propios progenitores, y en este caso echamos en cara a las autoridades correspondientes no haber ejercido su poder con la prontitud y la dureza necesarios para prevenir la tragedia; hasta niños que son separados de las familias que los han criado durante años – y ellos consideran suyas – para devolverlos a unas familias biológicas que los reclaman, y en este caso criticamos la insensibilidad del juez en cuestión que no toma en cuenta los sentimientos de la familia de acogida ni los del propio niño, el cual muchas veces debe ser separado traumáticamente de su madre (de acogida) y mantenerse institucionalizado hasta que se resuelva el litigio. En estos casos no entendemos como la familia biológica, que no supo estar a la altura de sus obligaciones para con el niño desde el momento de su nacimiento, tiene derecho a reclamarlo haciéndole tanto daño. Por no hablar ya de la madre biológica que primero no quiere, al mes si quiere y luego, cuando descubre que criar un hijo “no es pan comido” vuelve a no querer, devolviendo un niño herido y traumatizado a un sistema que lo vuelve a ofrecer en acogida (no en adopción, no, no vaya ser que ella cambie de nuevo de opinión y se le ocurra poner una demanda millonaria)

La polémica está servida. Todos coincidimos en que el bien del menor es lo que debe dictar el camino a seguir pero ¿Quién marca que es LO MEJOR para el menor? Todos los niños tienen el derecho a permanecer con su madre biológica. Vale. Pero ¿Y si esta madre no quiere? Entonces el sistema tiene la obligación de proporcionarles una adoptiva. Vale. Hasta aquí todos de acuerdo pero ¿y si la biológica quiere pero NO PUEDE? AY!!! Ahí ya duele. Porque ese “no poder” no tiene porqué estar relacionado obligatoriamente con los motivos económicos (algo relativamente fácil de solucionar con el soporte y la ayuda adecuada) sino que pueden ser motivos de muy difícil solución.

¿Tiene ella el derecho aunque no tenga la capacidad? Y además ¿Quién evalúa esta capacidad? ¿Qué pasa cuando los derechos del niño entran en conflicto con los de su madre o familia adoptiva? Para mí está claro que deben de prevalecer los del niño pero el asunto realmente polémico es ¿Cómo se determina que existe este conflicto? O sea ¿Cómo se determina que el niño está realmente mejor alejado de su entorno familiar? ¿En base a que principios, conocimientos o preceptos morales?¿Son realmente más válidos los de hoy en día que los de hace 40 años? ¿Los de un grupo de personas que los de otro?

Porque si a mí me dieran voz y voto en este asunto, les quitaba la custodia a todos aquellos padres capaces de aplicar el método King de crianza, por ejemplo. Y si se lo dan a otras personas, nos la quitarían a los que criamos a nuestros hijos con “apego” (esto lo leí una vez en un comentario a un artículo “contra” la crianza corporal: que nos tenían que quitar la custodia de nuestros hijos a todos estos que alimentábamos a nuestros hijos con comida orgánica, les dábamos el pecho a demanda y dormíamos con ellos, porque estábamos criando monstruos…. En fin, ahí queda eso)

Todas estas polémicas preguntas me llevan, de hecho, a la pregunta original: ¿De quien es cada nuevo bebé que nace, a parte que de sí mismo? ¿De la madre que lo pare (o de la familia biológica) o de la sociedad que lo recibe? Supongo que se trata de equilibrar la balanza porque si consideramos que el niño es sólo de su madre y de su padre dejamos desprotegidos a todos esos niños que son maltratados, desatendidos y mal cuidados por sus progenitores hasta extremos muy dramáticos. Si consideramos que son de la sociedad, representada ésta por la autoridad competente,  podemos sumergirnos en un sistema que impone sus normas de manera que todo aquel que no case con ellas tiene el peligro de perder hasta a sus propios hijos. Así, cualquier método de crianza alternativo puede ser un peligro real para perder la patria potestad de los niños, aunque objetivamente no suponga ningún peligro para ellos.

Tal vez, tal cual funcionan las cosas actualmente, es imposible encontrar una solución perfecta. Así miles de niños seguirán condenados a vivir infancias miserables en manos de progenitores incapacitados para ser padres, o en instituciones, o de familia de acogida en familia de acogida; o por el contrario, añorando a una madre que le arrebataron injustamente.

Tal vez la solución a este problema estaría en una sociedad absolutamente diferente, donde la maternidad/paternidad no es ni una carga ni un derecho, sino un honor y un privilegio. Donde la madre embarazada es siempre felicitada y nunca avergonzada o repudiada. Donde un embarazo nunca es una maldición. Donde todos los adultos nos sentimos responsables de todos los niños. Donde apoyar a una mujer en su maternidad no es un acto de caridad sino una acción natural que hacemos por el bien de todos. Donde la mujer embarazada que no quiere ser madre se siente apoyada en su decisión de ceder su hijo a otra mujer, sin sentirse nunca juzgada por una decisión que, todos sabemos, es la mejor para el niño (porque yo creo que siempre será mejor para un hijo ser criado por una madre que le desea aunque no le haya parido, que por una que no le desea, aunque le haya parido). Donde una mujer que quiere ser madre cuenta con el apoyo, no sólo de su compañero o de su familia si los tiene, sino principalmente de toda la comunidad, la cual se siente responsable del bienestar del binomio madre-bebé ya que considera que los niños, su cuidado y su bienestar son la primera de sus prioridades.

Tal vez en esta sociedad ideal si que sería posible llegar a un equilibrio entre los derechos del niño y los derechos-responsabilidades respecto a él de su familia biológica y de la sociedad (representada esta última por las autoridades competentes). Tal vez así conseguiríamos que todos los niños crecieran criados por unos padres que les deseen y les quieran, los cuales están a su vez sostenidos por una familia o una comunidad.

En mis conversaciones con Lady A a través de los comentarios a los artículos anteriormente publicados sobre este tema (aquí, aquí y aquí) hay algo que me ha llamado la atención: las dos consideramos que hemos tenido “suerte”. Ella porque no cayó en manos de la autoridad moral de la época y pudo quedarse con su madre biológica a pesar de las precarias condiciones en las que esta se encontraba. Pero también reconoce que su infancia no fue fácil, sino muy solitaria y con una madre que “no supo ser madre” a pesar de quererla más que nada en el mundo. Yo porque me he criado con unos padres maravillosos, inmersos en una familia y en una comunidad acogedora y sostenedora. Pero reconozco la existencia de la “herida primal” y de que hoy en día, tal cual están las cosas, no es fácil lidiar con la incertidumbre (¿Me habrá cedido voluntariamente o por el contrario le obligaron a cederme y así mi nacimiento le ha destrozado la vida?).

Dos bebés nacidos más o menos en la misma época y que, con dos destinos opuestos, varios años después - ya adultos - opinan que han tenido “suerte”. También existe lo contrario, claro. Están los que opinan que lo peor que les ocurrió fue ser separados de su madre para ser dados en adopción (o vendidos, según la versión que prefieran creer) y los que opinan que lo peor que les ha ocurrido fue no haberlos separado de su madre o progenitores. Es evidente que, se haga lo que se haga, siempre habrá niños con “suerte” y niños sin “suerte”, lo que es realmente dramático porque eso a lo que aquí estamos llamando “suerte” no es más que su derecho de ser criado por una madre y una familia que le quiera. O sea, que siempre habrá niños a los que no se les ha respetado este derecho fundamental.

Mientras haya un solo niño que se haya criado o se críe en esta situación de desamparo, ¿Cómo podemos esperar formar una sociedad sana y justa? Y si no somos una sociedad sana y justa  ¿Cómo podremos garantizar a nuestros niños el cumplimiento de todos sus derechos para crecer felices, libres, sostenidos y amados?

viernes, 4 de febrero de 2011

¿NO ES TAN GRAVE?


En este momento me duele y me cuesta mucho reconocerlo pero sí, yo he pegado a mis hijos ese tan mayoritariamente aceptado “cachete a tiempo”. Por eso se me hace tan duro reconocer que es una barbaridad, un error de fundamento. Por eso se me hace tan difícil no dejarme llevar por la corriente mayoritaria que esgrime el argumento de que "evita males mayores". Una vez aplicado en las personas que más quieres en este mundo, duele mucho, muchísimo, reconocer que es un error. Y no un error pequeñito, no, sino un error FUNDAMENTAL. Un error en los cimientos del sistema de crianza.  

Y sí, a mí me han pegado ese tan mayoritariamente aceptado "cachete a tiempo". Y cuesta mucho aceptar que la persona que más te quiere en el mundo ha cometido ese error contigo. Mi madre, maravillosa como pocas madres, tenía una mano “ligera” que, si bien nunca me hizo daño físico, si me hizo sentir herida, humillada y a merced de una fuerza superior de la que no me podía defender. Y ella sólo hizo lo que le hicieron (y en mucho menor grado en el que recibió ella, eso seguro); y los que se lo hicieron, sus padres, lo que les hicieron a ellos.

¡YA BASTA! ¿no? Ya basta de protegernos con la ignorancia.

Nuca olvidaré la cara de mi hijo mayor el día en que, fuera de mí, le di su primer “cachete”. Una mirada de absoluta incredulidad. Una mirada herida y humillada. Supe, como nunca había sabido antes, que por ahí no iba bien. En algún lugar profundo y remoto de mi “ser humano” algo se rompió, se removió, se reveló. Supe inmediatamente que estaba mal lo que había hecho. Que estaba muy mal. Pero tardé todavía un tiempo en creerme lo que mi naturaleza me gritaba desde dentro.

Por suerte, varios expertos vinieron a liberar mi sabiduría natural y ahora ya me creo lo que me dice “mi alma humana”. El último cachete se lo di a mi hijo mediano en un momento de absoluta histeria en el avión. No es excusa. Me disculpé con él. El me perdonó. Saben que mamá no es perfecta, pero al menos, cuando hace algo mal lo acepta, se disculpa y se esfuerza por enmendarlo y no repetirlo más. Y lucha, lucha mucho con su propio condicionamiento para no repetir los errores con los que se han criado (y desgraciadamente se crían) cientos de generaciones.

Al menos espero que, a pesar de mis errores, ellos aprendan que tan malo como el propio error es el hecho de, no sólo no admitirlo, sino también repetirlo, ahorrándose así el mal trago del reconocimiento.

A todas esas personas a favor del “cachete a tiempo” lean por favor el excelente artículo de Ileana en Tenemos tetas: ¿Desde arriba o desde abajo?. No les llevará mucho tiempo y tal vez entiendan el porqué ese “cachete a tiempo” es un error de fundamento tan importante como para provocar una revolución en la blogosfera maternal. Y si todavía no están convencidos, vean la película “La cinta blanca” del director Michael Haneke y reflexionen….

Pero, por favor, reflexionen con el corazón en la mano…… y sin miedo.