El otro día mientras pensaba en el contenido del post sobre legalidad, me acordé de las múltiples veces que, casi siempre de manera involuntaria y por pura ignorancia, he quebrantado la inquebrantable ley suiza.
Y es que en este país tienes leyes que rigen hasta cuando puedes pasar el aspirador en tu casa, (absolutamente prohibido los domingos) o cuando puedes tirar la basura al contenedor (también absolutamente prohibido los domingos).
Y precisamente fue por la basura, o mejor dicho, las bolsas de basura, que tuve mi primer encontronazo con la legalidad de este país.
Recordando aquellos tiempos me entró la risa tonta, y pensé que me apetecía añadir un nuevo apartado a este blog donde pudiera contaros las múltiples anécdotas vividas como consecuencia de mi reeducación para vivir en un país donde las leyes sí se cumplen, o al menos se intenta que se cumplan bastante más en serio que en mi país natal.
Así que siguiendo el ejemplo de Mamá en Alemania con sus apartados de “alemanadas” y “antialemanadas” abro un apartado que llamaré: “chocolatadas”.
Y paso a contaros la primera "chocolatada" que me tragué nada más llegar a este montañoso, maravilloso y verdísimo país:
Todo empezó cuando llegué por primera vez a mi habitación en la residencia de estudiantes donde me alojaría un par de meses, hasta encontrar un pisito de alquiler. A un lado, debajo de un pequeño lavabo, había un cubito de basura con una bolsa y un letrero que decía algo que yo, evidentemente, no entendí (estaba en Alemán y yo casi no tenía ni idea). Cuando le pregunté al que en ese momento era mi novio, y que hoy en día es mi ex, que significaban esas palabras, me vino a decir algo así como que la bolsa era muy importante y que había que tirar la basura siempre en esa bolsa. No entendí nada, pero bastante tenía con deshacer el equipaje, buscar los baños y la cocina, y ver como podía empezar a sobrevivir en aquel ambiente extraño; así que me despreocupé del asunto.
Al cabo de unos días, la mañana indicada por un letrero en el portal de la residencia, hice un nudo a mi bolsa de basura, la bajé a la calle y la coloqué en línea con el resto de bolsas de mis compañeros.
Y me fui a la universidad feliz de la vida y de estar en ese país tan, tan, tan….. lluvioso…..
Por la noche, al volver a mi residencia ¡Oh Sorpresa! Mi bolsita estaba sola y desamparada en el mismo lugar donde la había dejado. Todas las demás habían desaparecido. No sabía muy bien que hacer, así que se me ocurrió buscar un contenedor y meterla dentro. Así seguro que se la llevaban. Cogí la bolsa y empecé a buscar.
Allí en la esquina había uno…. Perfecto!
Oh! Vaya…. Tiene un candado….
Tal vez aquel de allí…..
Tampoco. Otro candado.
Vi y corrí hacia 4 ó 5 contenedores más, siempre cargando con mi bolsa de basura, sólo para encontrarme que todos tenían candados de seguridad.
¡Pues sí que eran valiosas las basuras en este país, que tenían que cerrar los contenedores con candado!
Acabé por subir mi basura de vuelta a la habitación y cuando me crucé por el pasillo con otro residente, le pregunté en Inglés porque no me habían recogido la bolsa. Me dijo que la basura sólo se recogía en las bolsas que comprabas en el supermercado.
Y la que me pusieron en el contenedor de basura de la habitación ¿No servía?
Pues no.
Y entonces ¿Por qué me la pusieron?
Ni que decir que lo primero que hice al día siguiente al salir de la universidad fue ir al super a comprar bolsas de basura. Las encontré en una estantería, junto a los productos de limpieza. Todas negras con unos dibujos blancos. Cogí un rollo y me fui a la habitación a meter mi basura en esa bolsa.
A la semana siguiente, el mismo día que la semana anterior y a la misma hora, puse mi basura – esta vez en su bolsa del supermercado – en la acera, en línea con las basuras de los demás. Reconozco que me llamó la atención que el resto de las bolsas eran blancas con dibujos y letras azules (bolsas que yo no había visto en el super a donde fuí), mientras que la mía era negra y con dibujos y letras blancas. Pero tenía cosas más importantes en la cabeza y no me lo pensé más.
Por la noche me encontré mi bolsa sola y desamparada en la acera, otra vez. Las demás bolsas habían desaparecido. No me molesté en buscar contenedores y me subí a mi habitación con la bolsa. Empezaba a preocuparme por la posibilidad de no ser nunca capaz de librarme de mi basura. Ya me veía volviendo a España con una maleta llena de mis bolsas de basura (¿Me dejarían facturar semejante porquería?)
No llegué a ese extremo porque tenía la suerte de tener un novio, mi actual ex, cuyos padres vivían en Alemania relativamente cerca de Zurich. Así que el Viernes siguiente mi ex, mi basura y yo nos fuimos a Alemania rumbo a la casa (unos) y al contenedor de basuras de la casa (la otra) de mis ex futuros suegros.
Lo cierto es que me sentía realmente estúpida por no saber ni tirar mi propia basura en Suiza. Después de dos semanas de vivir allí, me avergonzaba ir a preguntar a ningún compañero de trabajo, que cuernos estaba pasando; por qué los basureros no cogían mi bolsa. Me había pasado un buen rato analizando las bolsas de la estantería del supermercado para ver si había de diferentes tipos (bolsas diferentes para cada barrio, bolsas diferentes para hombres o mujeres, bolsas diferentes para Suizos o emigrantes….. ya no sabía que esperar). Pero no veía nada raro. Todas negras, con los mismos símbolos blancos. Ni sombra de las blancas con dibujos azules. Miré en otros supermercados y era exactamente igual. ¿Como conseguiría las misteriosas bolsas blancas?
Una mañana, estaba yo sentada en mi mesa en el laboratorio de la universidad, cuando entró por la puerta del despacho una recién llegada compañera italiana, Chiara, con cara de asombro, ojos como platos y…… su bolsa de basura. No os podéis ni imaginas el alivio que sentí: ¡mal de muchos, consuelo de tontos!
Resulta que aquella mañana Chiara bajó su bolsa (negra) con la intención de meterla en el contenedor de basuras de su edificio. Cuando estaba abriendo la tapa y se disponía a tirarla dentro, notó que un coche frenaba bruscamente y se detenía a su lado.
Si,si…. Frenaba BRUSCAMENTE, se detenía a su lado. Y encima quedaba ¡¡¡¡MAL APARCADO!!!
Del coche salio una señora de mediana edad, autóctona a todas luces. La mujer le gesticulaba y despotricaba en suizo-alemán, mientras le señalaba la bolsa de basura que Chiara todavía tenía en su mano. Mi compañera intentó decirle que no entendía nada, que si por favor podía hablarle italiano o inglés. Pero la mujer no atendía a razones y se limitaba a señalar la bolsa y el contenedor mientras soltaba palabras suizo-alemanas con evidente enfado.
Después de dejarle muy claro a base de NEIN-NEIN-NEINs y gestos que ni se le ocurriera meter esa bolsa en ese contenedor, la buena mujer se fue hacia su coche, se metió dentro y no arrancó hasta asegurarse de que la pobre Chiara se fuera del lugar con la bolsa de basura. Y eso que estaba ¡ MAL APARCADA! (Aquello debió de costarle a la mujer una reacción alérgica)
Así que allí apareció Chiara, con su cara de asombro, sus ojos como platos,….. y su bolsa de basura. Ella lo tenía peor que yo porque no se iba a Alemania con ningún ex los fines de semana, así que el problema requería una solución urgente. So pena que desarrolláramos las dos un galopante síndrome de Diógenes.
Decidimos preguntar a la técnico de laboratorio de nuestro grupo, que en ese momento estaba trabajando sola en uno de los laboratorios (lo que nos garantizaba una cierta discreción). Así que nos fuimos hacía ella:
- Nosotras: Buenos días Andrea, tenemos un problema. Tal vez tu puedas….
- Andrea: Tengo mucho trabajo. No puedo hacer nada para vosotras…
- Nosotras: No si no se trata de eso….. es que no sabemos porque los basureros no nos cogen nuestras bolsas de basura.
- Andrea (sin mirarnos ni dejar de trabajar): Porque tenéis que poner la basura en las bolsas que se compran en los supermercados.
- Nosotras (Yo con ganas de meterle la pipeta que en ese momento ella tenía en la mano, por un agujero de la nariz): Eso es lo que hacemos. Hemos comprado bolsas en el supermercado y en ellas hemos puesto nuestra basura
- Andrea: Bueno, es que hay dos tipos de bolsas. Vosotras tenéis que comprar el “Zuri-sack”
- Nosotras (emocionadas porque parecía que ¡por fin! Nos acercábamos a la solución del misterio): ¿Qué bolsas son el “Zuri-sack”? Las negras con letras blancas?
- Andrea: No, las blancas con letras azules
- Nosotras: pero esas no las hemos visto por ningún sitio
- Andrea: Es que las tenéis que pedir en caja
¡LAS TENÍAMOS QUE PEDIR EN CAJA!
Andrea nos dijo que como eran tan caras, porque llevaban añadido el impuesto de recogida de basuras (20.20 francos para 10 bolsas de 35 litros), eran un tesoro tan preciadísimo que se tenían que pedir en caja. ¡No estaban expuestas al público!
Reconozco que el sistema de cobrar el impuesto en las bolsas me parece de lo más acertado porque así, no sólo paga más el que más basura tira, sino que las bolsas son tan caras que te sientes terriblemente motivado para reciclarlo todo: papel, cartón, compost (la recogida de lo reciclable es gratis)…… todo con tal de no llenarla demasiado pronto.
Pero teniendo en cuenta que es un sistema tan particular ¿No podían hacer algo para informarnos a los recién llegados? ¿No podían poner en la estantería de las bolsas de basura del supermercado un cartelito diciendo: “No compre estas bolsas negras. No le van a servir para nada. Pida el Zuri-sack en caja, por favor”?
Pues no. Aquí a espabilarse. Ahora entendí lo que ni mi ex gemanoparlante había entendido cuando vimos el cartelito en el cubo de basura de mi habitación en la residencia: que tenía que meter la basura en el dichoso Zuri-sack; no en la bolsa que dejaban puesta las de la limpieza. Y yo me pregunto ¿Para que dejaban ninguna bolsa? Tan carísimo y dificil era dejar un zuri-sack puesto en el cubo (aunque luego te lo cobraran con la habitación).
Y además: ¿Para que vendían OTRAS bolsas (las negras con símbolos blancos) en los supermercados si no servían para nada?
Cuando le pregunté eso a Andrea, aprovechando que ya estaba lanzada a darnos toda la explicación y completamente mentalizada de que nos tenía que ayudar, nos contó que ese sistema no era igual en todos los edificios. En el suyo lo que hacían era poner una pegatina a las bolsas. Pero lo más popular era, a todas luces, el uso del Zuri-sack.
Desde entonces intento tener siempre al menos 5 paquetes de mi preciadísimo Zuri-sack en casa, aunque eso supone un desembolso considerable el día que los tienes que comprar. Pero no sabéis lo difícil que se me hace acordarme de pedir las dichosas bolsas cuando estoy en caja, con toda la compra sobre el mostrador, pagando y metiendo a toda velocidad mis cosas para dejar el sitio libre al siguiente. Casi siempre acabo saliendo por la puerta del supermercado cargada hasta las orejas (y ahora con tres niños colgados de aquí y de allá) sólo para pararme en el umbral, tirar todo al suelo y darme una palmada en la frente:
¡MIERDA (con perdón)….. LAS BOLSAS!!!!!!
Y vuelta para adentro……