Ante el interés de las componentes de los grupos nacional e internacional de la causa de Habiba sobre si madre e hija iban a seguir con la lactancia, la doctora Ibone Olza escribía lo siguiente:
"Sobre la lactancia de Alma. Lo están intentando. Alma lo ha debido pasar muy mal, y tal vez le enseñaron a evitar el pecho, esa es mi impresión. Habiba es una madre estupenda, todo corazón, pero el trauma de la separación está ahí. Las dos tienen mucha ayuda, pero llevará tiempo. Hay que confiar y volver a confiar y seguir confiando...al fin y al cabo eso es la lactancia, confiar y amar."
Estas palabras me recordaron otras que oí hace ya casi seis años, cuando le expresaba mis dudas a mi comadrona sobre mi capacidad para alimentar a mi primer bebé sólo con mi pecho. Ella sólo me dijo: "la lactancia es una cuestión de confianza. Si confías en que puedes podrás y lo harás bien".
Pero como me costó creerla. Yo estaba ahí, sobrepasada por las circunstancias, convencida de mi incapacidad para hacer todo bien. No confié. No pude. Me dejé engañar por la accesibilidad de la leche de fórmula y di a mi hijo un refuerzo de biberón aquellas primeras noches en casa, a esa hora en la que TODOS los bebés se ponen un poquitín más nerviosos y parece que piden teta continuamente. Me dijeron que se quedaba con hambre, que no debía tener suficiente leche (a pesar de mis pechos congestionados y "goteantes"), que necesitaba este refuerzo, que todos necesitaban un refuerzo, que la leche del pecho nunca era suficiente.
Y yo me lo creí todo y no confié en mí, en mi deseo maternal, en esa sabiduría que me decía que era un error darle a mi hijo nada que no saliera de mi pecho. Y ese sólo fue el primer paso para interrumpir todo un flujo de deseo entre mi hijo y yo y que tuvo unas repercusiones que sólo hoy en día, tras haber criado 2 bebés más y haber aprendido a confiar ciegamente en mí, en mi deseo y en mi cuerpo, soy capaz de vislumbrar.
Cuando una mujer tiene toda la información sobre los inconvenientes de la leche de fórmula en sus manos - o sea, está debidamente informada - en condiciones normales y saludables ya sólo necesitará Amor y Confianza para que su lactancia sea un éxito.
Entonces ¿Por qué fracasan tantas lactancias? Evidentemente no es por falta de Amor así que sólo nos queda la falta de confianza. Por eso desde aquí quiero repetiros el mensaje que me mandó aquella primera comadrona:
¡Confiad!
Confiad en vuestro deseo maternal que os grita claramente que lo único que necesita vuestro bebé es vuestro pecho, vuestro calor, vuestros brazos, vuestra presencia y todo ello absolutamente a demanda. Sin horarios, sin normas, sin protocolos.
Confiad en vuestros pechos que saben producir lo que necesita vuestro hijo en la calidad y en la cantidad necesarias en cada momento. No os creáis a quien os diga que el calostro "no es importante y no alimenta". El calostro es fundamental, aunque sólo sean unos ridículos mililitros que parecen que son nada. Es lo que necesita vuestro recién nacido: calostro a demanda. Ni suero glucosado ni mucho menos leche de fórmula. Sólo acceso ilimitado a vuestro pecho, contacto físico permanente con la teta al alcance y ya está. Él tomará lo que necesite.
No os preocupéis si el bebé está continuamente enganchado al principio, es normal. Veréis que si le dejáis acceso libre al pecho desde el primer momento la bajada (o subida) de la leche no os producirá ni una congestión excesiva, ni esas tan aceptadas décimas de fiebre. De nuevo confiad más en vuestro cuerpo que en los mitos populares.
Y confiad en el dolor. Ese dolor punzante que algunas sentimos al principio al dar de mamar y que nos indica que algo no está bien. La lactancia debe de ser placentera. Si es dolorosa, sobretodo si es tan dolorosa que os hace temer las tomas o dar el pecho mordiendo una toalla para no llorar, confíad en vuestro cuerpo, en sus mensajes: Algo no está funcionando bien. Es hora de buscar la ayuda necesaria para solucionar el problema. Existe solución, y esta no es dar de mamar como una mártir, ni sufrir estoicamente las grietas o, lo que es peor, las mastitis. A veces la solución es tan sencilla como aprender a ponerte el niño correctamente, otras puede requerir una pequeña intervención, como cortar un frenillo lingual excesivamente corto. Pero no os quedéis paradas, sufriendo y soñando con que se acabe esa toma y todas las demás. Actuad, buscad una asociación de ayuda a la lactancia donde os ayudarán a encontrar vuestra solución.
Seguid confiando cuando a las pocas semanas vuestros pechos parezcan vacíos porque ya no los sentís terriblemente llenos y no gotean continuamente. No, no se os ha acabado la leche. Esto también es normal y, de hecho, es una prueba más de la gran sabiduría de la naturaleza ya que sólo indica que vuestros pechos y vuestro hijo se han sincronizado y ya sólo producís la leche que él necesita. Ni más ni menos. Así que ya veis, lo que, cuando falla la confianza, parece un síntoma de que algo no funciona, es en realidad una prueba de todo lo contrario: de que todo funciona correctamente.
Y no dejéis de confiar cuando alrededor de las dos, tres, seis semanas y tres meses de edad (más o menos, unos serán antes y otros después) vuestro bebé parece que se queda con hambre y sólo quiere teta continuamente. Es NORMAL y episodios como este tendréis varios mientras dure la lactancia. Son los llamados "etapas de crecimiento rápido" o "crisis de crecimiento", unos días en los que el bebé va a necesitar estimular mucho vuestros pechos para que aumentéis la producción porque está sufriendo un típico "estirón". Al menos esta es la interpretación más general de unos episodios que nos pasan a TODAS las madres lactantes.
Confiad en vuestro hijo. En su instinto, desarrollado durante los últimos 250 millones de años (desde la aparición de los primeros mamíferos a finales del triásico), que le dirá cuando y cuanto mamar. Confiad en sus ojos brillantes, su cuerpecito feliz e inquieto, su piel tersa e hidratada, su sueño tranquilo y su despertar feliz y alerta. Confiad en su capacidad para deciros lo que necesita con sus llantos, gorgoritos, miradas y expresiones; pero, sobretodo, confiad en vuestra capacidad para entenderle. Tal vez creáis que es imposible comprender este viejo idioma, sin palabras pero tan lleno de información. No os preocupéis, estáis "programadas" para entenderlo. Lo que ocurre es que esta comprensión no reside en la parte más racional de nuestro cerebro, sino en partes más antiguas donde se alojan los instintos y las emociones y que, a veces, están excesivamente controladas y silenciadas por nuestro neocortex racional (y el de los demás).
Y seguid confiando en vuestro hijo cuando alrededor de los cuatro meses, al intentar darle la primera papilla de zanahoria, patata o plátano - tal y como os ha indicado probablemente vuestro pediatra de la antigua escuela, o la vecina del tercero que os preguntó asombrada si "todavía sólo mamaba" - el crió la utilizó para decorar las paredes del salón, su pelo y vuestra cara sin permitir que una triste cucharadita llegara a su estómago. Y seguid confiando cuando a los 6, 8, 12 o más meses siga sin comer lo que esperaríais. Ni de milagro se mete la papilla de plátano-naranja-pera-quesito-galletasMaría de la merienda y la cena de patata-zanahoria-pechugadepollo-aceitedeoliva, sigue casi intacta en su plato porque él, feliz de la vida, prefiere mamar glotonamente el mejor alimento del mundo, vuestra leche, después de haber picoteado de vuestro plato de ensalada, carne a la brasa o cocido madrileño, mientras se le cierran los ojitos y cae en un profundo y reparador sueño. Confiad en su capacidad para saber cuanto comer e, incluso, que comer, siempre y cuando tu le ofrezcas alimentos naturales, sanos y lo menos procesados posibles.
Ya sé que en nuestra cultura actual es difícil pero, de verdad, confiad en vosotras mismas cuando sentís que el bebé come mejor lo que os ve comer a vosotras, incluso le gusta más picar de vuestro plato que tener el suyo propio (no sabéis como facilitó mi vida y la de mis hijos este descubrimiento), y sentís el impulso de ir dándole pedacitos de comida para que pruebe, sin obsesionaros por preparar papillas que, seamos sinceros, ningún adulto se comería por gusto. A esto se le llama Baby led weaning y ya se está demostrando que es la manera más sana y natural de introducir la alimentación complementaria, muy a pesar de abuelas, suegras, pediatras de la vieja escuela y vecinas varias. Aquello de 3 horas con el niño sentado en una trona llorando de impotencia y saciedad mientras su madre frustrada, enfadada y aterrada intenta meterle una comida que ni necesita ni le gusta, debería haber acabado ya con la generación anterior, dando paso a una madre feliz y confiada que ofrece pedacitos de comida sana y natural de su propio plato a su niño que, sentadito en su regazo, va probando nuevos sabores mientras que, de cuando en cuando, da una chupadita al pezón de su madre.
Pero no sólo la lactancia. Todo un sistema de crianza basado en el respeto por las necesidades de los hijos y su evolución personal y que se cimienta en la llamada "crianza corporal", se pone en peligro por la falta de confianza. Y esta confianza tan necesaria es aniquilada por dos factores principales: la ignorancia propia de los padres sobre nuestro verdadero "YO", nuestra verdadera naturaleza y nuestras verdaderas necesidades, y la ignorancia de los que supuestamente más deberían saber y en los cuales los padres, a falta de confianza en nosotros mismos, necesitamos confiar.
Dado el número creciente de estudios cuyos resultados son perfectamente accesibles a todos las personas responsables de tratar, informar y formar a las nuevas madres y a los nuevos padres, parece increíble que todavía haya por ahí los más diversos profesionales médicos, psicólogos o pedagogos escribiendo libros, grabando programas televisivos o, lo que es peor, con la responsabilidad de "educar" a jóvenes madres en peligro de exclusión social, basando su trabajo en métodos conductistas y pautas de crianza, alimentación o sueño que no sólo nunca han demostrado a nadie ningún beneficio, y mucho menos a la comunidad científica, sino que en muchos casos se han manifestado como claramente dañinos. Es imprescindible cambiar esto cuanto antes, no sólo para que no se repitan casos tan trágicos como el de Habiba y Alma, sino para salvar la lactancia y la crianza corporal de miles de madres/padres e hijos a los que el trato con este tipo de "profesionales" les va minando la confianza a la vez que les hace suponerse demasiado estúpidos para cuestionarles y conseguir por sí mismos información más acorde con lo que actualmente recomiendan organismos oficiales como la OMS o las diferentes asociaciones de pediatría.
Sí amigos, en cuestión de crianza todo es una cuestión de confianza. Confianza en nosotros mismos y en nuestros deseos más profundos y verdaderos. Si dejáramos de buscar fuera las respuestas que ya tenemos dentro, la crianza de nuestros hijos se convertiría en algo mucho más placentero y feliz para todos. También empezaríamos a trabajar muy seriamente para conseguir una sociedad que, no sólo nos permita, sino que sobretodo nos sostenga a la hora de ejercer la maternidad/paternidad que realmente queremos y todos necesitamos. Sólo así podríamos ser los padres que realmente necesitan nuestros hijos.
Pero desgraciadamente, desde afuera, el sistema parece dedicado a destruir nuestra confianza, haciéndonos tan dependientes de sus normas y directrices que no nos deja espacio para profundizar en nuestro interior y buscar las verdaderas respuestas a todas las cuestiones que se nos plantean desde el momento en que nos enteramos de que está creciendo un nuevo ser humano en nuestro vientre.
Parece lógico porque este sistema, enfermo y corrompido, formado por adultos heridos y llenos de carencias, se pondría gravemente en peligro cuando lo invadiera una nueva generación de seres humanos satisfechos, equilibrados, libres y sanos. Seres humanos que desde pequeños han visto cubiertas todas sus necesidades físicas y espirituales por unos padres que, a pesar de los pesares y con un gran esfuerzo, han ido consiguiendo liberarse de esa pesada carga que el sistema intentaba imponerles con sus horarios y sus normas y que, disfrazada de "crianza moderna", se viste con miles de artefactos de "primera necesidad" como cunas que se balancean solas, cochecitos superligeros, móviles multicolores y multimusicales, leches de veinte tipos diferentes y biberones con tetinas ergonómicas; intentando con todo ello acallar nuestra sabia voz interior que nos grita que nuestro hijo no necesita nada de esto, que sólo necesita nuestro pecho, nuestro regazo y nuestros brazos y que, si estos últimos faltan, nada de nada podrá nunca sustituirlos ni compensar la herida que su falta generará.
Si una amiga embarazada me preguntara ahora mismo que necesita preparar para su parto y la llegada de su bebé le diría: CONFIANZA PLENA EN TI MISMA. Y, a partir de ahí, empieza a buscar información............... Y tendría una buena lista de bibliografía para darle.