Tal vez el titular os parezca exagerado pero no, lo cierto es que, según las últimas investigaciones científicas, dormir es peligroso para los bebés. El estudio más reciente publicado por Robert Carpenter, nos informa de que incluso los bebes con el riesgo más bajo de sufrir el síndrome de la muerte súbita del lactante (o SIDS por sus siglas en inglés) lo sufren con una frecuencia del 0.08/ 1000 habitantes. Esto significa que en una población con 1 000 000 de habitantes 80 niños sin ninguno de los factores de riesgo que estos autores consideran determinantes, morirán sin remedio.
Definitivamente dormir es peligroso para los bebés y estoy segura de que si no fuera por el pequeño detalle de que los seres humanos no podemos vivir sin dormir, las sociedades de pediatría del mundo entero recomendarían que no permitiéramos dormir a nuestros bebés. (Modo ironía on, se entiende ¿no?)
Es posible que la solución sea buscar una manera para que los bebés humanos puedan sobrevivir sin dormir, al menos hasta los tres meses. Sería una buena idea ¿no?
¡Ah!, ¿que no?
No claro, no lo es.
Y no lo es porque dormir es un comportamiento innato a nuestra naturaleza con un función importante e imprescindible para gozar de una vida saludable. A ninguna persona con dos dedos de frente se le ocurriría aconsejar a los padres que no dejen dormir a sus bebés menores de tres meses. Tampoco ningún científico ha tenido la genial idea de buscar un medicamento que ayude a que nuestros bebés puedan vivir sin dormir hasta que pase la época de riesgo.
Porque todos aceptan, y aceptamos, que dormir es importante e imprescindible y que lo que tenemos que conseguir para prevenir el SIDS es optimizar las condiciones en las que vive el bebé para que no se den una serie de factores de riesgo.
Pues ahora vamos a aplicar este razonamiento a otro comportamiento natural, innato e imprescindible para el correcto desarrollo de la criatura humana recién nacida: el contacto continuo con su madre.
Ya sabemos que los bebés humanos nacemos inmaduros y que pasamos una etapa de exterogestación tras el nacimiento durante la cual la criatura humana espera y necesita estar en contacto continuo con su madre y, si esto no es posible, con otra persona que la sustituya. En condiciones naturales la supervivencia del bebé depende de ello y por eso es un comportamiento imprimido a fuego en su mente más primitiva de manera que cuando se siente sola le inunda el terror y el estrés. Esto hace que, a pesar de que hoy en día un bebé solo en su cunita no está obligatoriamente en peligro de muerte (aunque si está fuera del alcance de sus padres sí está objetivamente en más peligro que un bebe acompañado, por muy segura que sea su habitación nueva de florecitas blancas), él viva esa situación como una verdadera amenaza contra su supervivencia.
Separar al bebe de su madre tiene consecuencias negativas en la fisiología del niño, sea esta separación por el día o por la noche. De la misma manera, este contacto tiene implicaciones importantes para ambos, tanto cuando están despiertos como cuando están dormidos. Estos son hechos perfectamente demostrado y que nadie pone en duda.
Por lo tanto, si a nadie se le ocurre aconsejar que los niños no duerman porque el SIDS ocurre mientras duermen ¿Por qué si es lícito aconsejar separarlos del cuerpo de su madre porque en ciertas condiciones el SIDS incrementa cuando la madre y el hijo duermen juntos?
Que el sueño en solitario de nuestros bebés es una imposición cultural en occidente y una excepción en la historia de la humanidad es algo que, creo yo, a estas alturas ya nadie cuestiona; de la misma manera que nadie cuestiona nuestra necesidad de dormir y nuestra necesidad de contacto con nuestra madre cuando somos bebés. Por lo tanto es, cuanto menos, sorprendente que todavía existan profesionales del sueño infantil realmente obsesionados por justificar científicamente que nuestros bebés duerman solos.
Pero ahí están, investigadores de prestigio internacional invirtiendo miles de euros/dólares/libras, y todas sus carreras profesionales, en estudios destinados a mantener un modelo del sueño infantil basado en una situación producto de un artefacto cultural e histórico: el bebé que duerme en solitario y es alimentado mediante lactancia artificial. Y a partir de ahí pretenden convencernos de que los que opinamos que donde mejor duermen los hijos (bebés y no tan bebés) es en compañía de sus padres, demostremos que su modelo es dañino y el nuestro saludable, cuando debería ser al revés: antes de poner a dormir a nuestros bebes en unas condiciones diferentes a las que la naturaleza ha considerado idóneas para la supervivencia - esto es, en compañía de su madre - deberían haber demostrado que no es dañino para ellos.
Pero evidentemente no lo ven así y por eso ha sido posible la realización de este trabajo, absolutamente dirigido a demostrar que colechar con el bebé, entendido como compartir cama, es peligroso y un riesgo por sí mismo para el SIDS.
Como era de esperar diversos profesionales ya han contestado denunciando las limitaciones del estudio y su imposibilidad para lanzar al mundo semejante afirmación. Os dejo un análisis detallado de todo esto realizado por Gemma y por mí para nuestra web del sueño infantil.
Evidentemente este análisis no tendrá la repercusión que están teniendo y van a tener los grandes medios de comunicación que se están haciendo eco de esta investigación sin cuestionarla, pero esperamos poner nuestro granito de arena para ofrecer la visión alternativa, acorde con la de todos esos otros profesionales que van más allá de la visión sesgada y limitada de esta parte de la pediatría del sueño occidental que cree que el mundo empezó hace 200 años en occidente y que nuestros hijos nunca han dormido acompañados y amamantados por su madres.