A través de
SINA (Asociación de Apoyo a la Lactancia Materna y Crianza consciente en Valencia) me llegó esta viñeta que representa (más o menos acertadamente: yo quitaría el comentario de las sandalias) uno de mis sueños: la maternidad integrada en la vida social y laboral de las mujeres.
Pero reconozco que, de todas las ideas que suelo exponer en mis artículos sobre conciliación (como
Sobre feminismo y bebes, o
Eunucas de la maternidad ) esta es la que más incredulidad y controversia crea. ¿De verdad puede una mujer moderna ejercer su profesión con el niño a cuestas? y ¿De verdad vale tanto la pena hacer el esfuerzo que eso conllevaría?
Es bien sabido que si nos trasladamos unos cuantos miles de años para atrás, o echamos un vistazo a otras culturas contemporáneas de las consideradas "primitivas", vemos que las mujeres integraban e integran su maternidad en su día a día con naturalidad. Es una cuestión de supervivencia. Si hay que recolectar, cultivar, pastorear o procesar los alimentos para comer cada día, las mujeres no se pueden permitir ninguna "baja maternal", ni de 4 meses ni de dos años, y desempeñarán su tarea con el niño a cuestas, adaptando su dinámica a la presencia del pequeño.
También en estas culturas, tal y como explica Jean Liedloff en su libro
El concepto del Continumm,
el bebé se integra automáticamente en la rutina de su madre sin convertirse en el centro alrededor del cual gira toda la vida de ella. Esto no significa que la criatura no sea importante para ella, o que la quiera menos de lo que nosotras queremos a nuestros hijos, todo lo contrario. Tanto es así, que siempre está presente. Pero ella sigue realizando sus actividades, aunque con el niño SIEMPRE a su lado, en su regazo y con el pecho a su alcance los primeros meses y, más tarde, cuando el niño empieza a gatear y explorar por su cuenta, siempre accesible y a la vista, para que pueda volver a ella cuando lo necesite, en busca de teta, consuelo o mimos.
¿Podemos considerar esta manera de actuar de las madres "primitivas" como la más conveniente para nuestros bebés? En palabras de la misma Jean Liedloff:
"...
El nacimiento no puede considerarse un acontecimiento indicador de la terminación del bebé, como si fuera el final de una cadena de montaje, ya que algunos complementos ya han nacido
en el útero y otros no funcionarán hasta más tarde. El recién nacido que llega al mundo con la placentera experiencia de haber tenido una serie de expectativas que han sido colmadas en el útero, esperará o, con más exactitud, tendrá la certeza de que sus nuevas expectativas también serán satisfechas.
¿Que ocurre a continuación? A lo largo de decenas de millones de generaciones, lo que ha ido ocurriendo es el trascendental cambio de abandonar el entorno totalmente vivo del interior del cuerpo de la madre para ir a otro entorno exterior sólo parcialmente vivo. Aunque el cuerpo de la madre, que se lo ha dado todo, siga estando ahí, así como sus acogedores brazos - desde que el ser humano tiene las manos libres al andar erguido - el bebé siente el contacto del extraño e inánime aire en su cuerpo. Pero también está preparado para esta sensación; estar en brazos de su madre es para él el lugar esperado, en lo más recóndito de su ser sabe que es su lugar, y lo que experimenta mientras está en brazos es aceptable para su continumm, satisface sus necesidades actuales y contribuye adecuadamente a su desarrollo."
(El resaltado en negrita es mío)
O sea, el habitat natural del cachorro humano es el cuerpo de su madre. Esto parece más esencial cuanto más no acercamos al momento del nacimiento, tal y como nos revela el prestigioso pediatra Nils Bergman en sus estudios sobre
la reacción de los bebés prematuros según se les coloque o se les separe del pecho de su madre, o los estudios sobre
la herida primal de la psicoterapeuta Nancy Verrier.
Pero también es cierto que tanto en las diferentes culturas actuales, como en muchos mas momentos a lo largo de la historia, está y ha estado ampliamente aceptado que la figura maternal no tiene por que ser obligatoriamente la madre biológica el 100% del tiempo. La propia Jean Liedloff escribió:
"
Evidentemente, no es necesario que sea la madre biológica la que desempeñe el papel maternal de satisfacer las necesidades del bebé, ni tampoco que la madre sustitutiva sea una mujer o un adulto, excepto en el momento de alimentar al bebé..."
Según Meredith Small en su libro
Nuestros hijos y nosotros:
" Los estudios interculturales muestran también la idea de que el vínculo monotrópico (es decir, un progenitor a la vez vinculado con un bebé a la vez) es una visión limitada de las relaciones humanas. Edward Tronick y otros colegas investigadores han demostrado que un bebé pigmeo efé es atendido por varios adultos ; esta relación niño- adulto puede ser más comunitaria. Durante los primeros cuatro meses de vida estos bebés pasan la mitad de su tiempo con un adulto que no es su madre; además, los amamantan varias mujeres que estén en perido de lactancia. El bebé sabe con claridad quienes son su padres, pero tiene varios adultos de quienes depender. En un sistema social que valora la comunidad por sobre todas las cosas, este vínculo multifacético produce una estrecha red de relaciones sociales: los bebés se apegan a varios adultos y los adultos a varios bebés. "
Parece evidente que existen muchas soluciones a la hora de criar a un ser humano pero ¿Son todas igualmente convenientes? El bebé es una criatura excepcionalmente adaptable, lo que no quita que determinadas condiciones de crianza puedan producir daños irreparables. Un ejemplo extremo serían los casos documentados de bebés criados por animales y que Jean Liedloff describe en su libro:
"
La capacidad que tienen los niños que se han criado entre animales de adaptarse a unas condiciones inadecuadas es mucho mayor que la capacidad de cualquier animal de adaptarse al estilo de vida de los humanos. Pero la muerte prematura de la mayoría de estos niños, el sufrimiento padecido después de haberlos capturado y su incapacidad para superponer la cultura humana a la cultura animal ya establecida y desarrollada demuestra también la profundidad con la que la cultura, una vez aprendida, se convierte en parte de la naturaleza del individuo humano."
Por lo tanto, la supervivencia del bebé no garantiza que haya sobrevivido salvaguardando todo su potencial como ser humano. Hay condiciones de crianza extremas en las que el daño provocado puede ser irreparable, ya que lo vivido en el periodo primal determina el desarrollo posterior de esta persona.
Pero ¿Todas las condiciones que se desvíen de la condición teóricamente ideal pueden producir daños?
Como ya he comentado, la neurología, la pediatría y la antropología entre otras disciplinas, nos
están demostrando que las condiciones de crianza en el periodo primal determinan poderosamente la personalidad y salud del adulto. Podemos suponer que cada cultura criará a sus bebés para obtener seres humanos adultos con las características necesarias para que la mantengan a lo largo de las generaciones, tal y como vemos en el ejemplo citado por Meredith Small de los bebé efé, cuya prioridad es la generación de adultos que valoren su comunidad sobre todas las cosas. Y ya hace tiempo que Prescott descubrió que el contacto piel con piel de los bebés con sus cuidadores y el afecto con que son criados tienen una poderosa influencia en el grado de violencia que desarrolla esa sociedad.
¿Y nosotros, los dominantes y agresivos occidentales?
Como
dice Michel Odent, somos el
Homo sapiens superdepretator y hemos llegado a este punto a base de imprimir a fuego la herida primal en todos nuestros bebés. Pero el
Homo sapiens superdepredator debe evolucionar porque se está dirigiendo inexorablemente al trágico destino de la extinción. Es hora de dar paso al nuevo
Homo sapiens ecologicus, más empático, pacífico, respetuoso con sus semejantes y con la vida entera;
un ser humano capaz de desarrollar su capacidad de amar al máximo de sus posibilidades. ¿Y cual es el primer paso para llegar a desarrollarnos como
ecologicus y no como
superdepredator? ¿Tal vez el respeto por las necesidades primarias del bebé recién nacido, la principal de las cuales es estar en contacto continuo con el cuerpo de su madre?
En nuestra sociedad occidental patriarcal, competitiva, masificada, individulista y, en definitiva, depredadora, no es extraño que hayan triunfado los métodos de parto y crianza que fuerzan la separación entre madre y bebé, sumergiendo a la criatura en un estado de estrés crónico y obligándole a endurecerse y ser independiente cuanto antes, liberando así a su madre del ejercicio de la maternidad para poder masculinizarse lo suficiente y ser valorada social y laboralmente. Así se garantiza la formación de adultos llenos de carencias primales, con poca capacidad de empatía, inmaduros, que necesitarán depender del papá estado, que encontrarán en todas las ofertas comerciales - esas que sustentan nuestra economía de la abundancia y el exceso - unos sustitutos de lo que realmente echan de menos desde su periodo primal - la presencia, el cuerpo y el pecho de su madre - pero que ya han olvidado, dejando dentro de sí un vacío inmenso que se llenará a base de adicciones tan dispares como la comida basura o simplemente en exceso, el tabaco, el alcohol, las drogas ilegales, el trabajo a destajo, la ropa de marca, los coches deslumbrantes o la actividad sexual coital deshumanizada.
También se garantiza el desarrollo de mujeres castradas en su sexualidad maternal, incapaces de reconocer el deseo que sentimos por nuestro hijo recién nacido y capaces de ignorar sus necesidades hasta el extremo de dejarles llorar siguiendo manuales absurdos, o trabajar lejos de ellos durante más de 8 horas al día, por no hablar ya de la necesidad de "liberación" que sentimos ante la demanda constante de nuestra cría recién nacida que debería estar dentro de nuestro útero unos meses más, pero que la evolución ha obligado a salir antes de tiempo, cuando todavía no está preparada y necesita contacto continuo con el cuerpo de su madre durante el periodo de exterogestación.
Mujeres programadas para infligir la herida primal en nuestros hijos en el mismo momento de nacer.
La herida primal es nuestro pecado original. Por ella parimos con dolor. Por ella permitimos que interfieran entre nuestros hijos y nosotras. Por ella no es placentero amamantar. Por ella, necesitamos "liberarnos" de nuestros bebés para poder realizarnos como mujeres. Por ella, nuestros compañeros reclaman a la mujer coital eterna, nunca madre, siempre disponible.
La herida primal es la principal herramienta del patriarcado para someter tanto a hombres como a mujeres, y obligarles a jugar su juego y a la vez es la consecuencia del propio juego del patriarcado.
¿Cuando estaremos preparados para la primera generación libre de ella? Actualmente este momento parece lejos, pero ya se están dando los primeros pasos. Desde que en 1970 Michel Odent puso la primera piscina de partos en su maternidad, cada vez más y más profesionales de la obstetricia y la ginecología luchan y trabajan para que las condiciones necesarias para el desarrollo de los partos humanos fisiológicos, respetuosos y orgásmicos se den por defecto para todas las parturientas y sus bebés, a la vez que se garantiza la seguridad del proceso mediante la formación de los profesionales adecuados y el acceso a la tecnología necesaria para resolver una situación patológica. Y cada día más madres y padres reivindicamos todo esto para nuestros partos.
Pero el parto sólo es el primer paso. La necesidad del bebé de estar en contacto continuo con su madre los primeros meses, el periodo de exterogestación, es una realidad demostrada desde diversas disciplinas. Y para que esto ocurra necesitamos madres sanas, libres y dispuestas a darle a su hijo lo que necesita. Para ello
la maternidad no puede convertirse en una cárcel que encierra a la mujer en casa, la despoja de todo su prestigio social a la vez que destruye todas sus aspiraciones laborales, convirtiéndola en una persona totalmente dependiente económica y socialmente de su compañero.No, la solución no es la que han sufrido cientos de generaciones de mujeres patriarcales, heridas, castradas, infantilizadas, infravaloradas, cosificadas y humilladas.
La solución pasa por el reconocimiento de la maternidad, su integración en la vida pública y laboral de la madre. Y para ello hace falta un cambio radical en la sociedad y el mundo laboral que hoy por hoy prefiere ignorar la maternidad y aparcar a las criaturas en guarderías para que no molesten, cerrándose en banda al reconocimiento de las necesidades de estos bebés y sus madres.
Pero ¿Como?
Uno de las cuestiones que salieron el otro día en
la presentación de nuestro libro en Zurich, fue el hecho de que si nunca hay mujeres en puestos de poder -porque se dedican a ser madres que crían a sus hijos - el sistema no va a cambiar. El problema que yo veo a este argumento es que estas mujeres, para llegar a donde están, primero han tenido que convertirse adecuadamente en la mujer patriarcal, castrada y masculinizada y, por lo tanto, cuando alcanzan este poder se limitan a jugar con las mismas reglas del juego sin tener la mínima intención de cambiar nada.
Ejemplos de esto nos sobran, desgraciadamente.
Hoy por hoy lo más políticamente correcto es volver al trabajo lo antes posible tras el parto, dejando el bebé en las manos de una cuidadora toda la jornada laboral desde los 4 meses o incluso antes. Conscientemente se desprestigian, o directamente se ignoran, todos los estudios que demuestran la importancia de la presencia constante de la madre y la lactancia materna para los bebés de tan corta edad, a la vez que se pregonan a los cuatro vientos los pocos estudios que parecen quitarle importancia a estos factores, independientemente de su calidad, muchas veces manipulando con los titulares las verdaderas conclusiones del trabajo.
Pero, a pesar de los pesares, también hay otras mujeres y hombres que de manera no tan vistosa, día a día y como hormiguitas, van cambiando las cosas poco a poco.
Porque es posible.
El otro día tuve el honor de leer el
artículo de una nueva mamá bloguera - Gemma, del blog
Como una manada e investigadora de profesión - en el que nos cuenta como se llevó a su bebé de tres meses a un congreso en el que ella formaba parte del comité científico. Gemma no ha salido en todos los medios de comunicación, como en su día
salio la eurodiputada italiana Licia Ronzulli, pero demuestra de una manera mucho más realista y sencilla como en muchas ocasiones el bebé puede disfrutar de lo que más necesita, su madre, mientras esta ejerce su profesión y cumple perfectamente con sus obligaciones profesionales.
Gemma ha demostrado que la verdadera conciliación sí es posible y, junto a ella, muchas madres cada día nos lo demuestran con su ejemplo. Sin ir mas lejos, la blogosfera está repleta de madres realmente conciliadoras. Os pongo otros ejemplos de los muchos que conozco y que yo personalmente admiro mucho por su valentía, entusiasmo y creatividad para combinar el cuidado de sus hijos con su vida profesional:
* Nohemí de
Mimos y Teta, a la que vemos en la foto de al lado porteando a su tercera hija mientras da una charla en la Gerencia de Atención Primaria en Las Palmas de Gran Canarias, en el marco del punto mensual de encuentro de enfermería.
* Louma, de
Amor Maternal (blog que ha ocupado el segundo puesto del ranking de wikio durante meses - yo juraría que lo he visto también el primero aunque su autora me dice que no - y sigue muy bien posicionado) que compagina el cuidado de su hijo a tiempo completo con su trabajo de escritora y diseñadora, además de la realización de
talleres virtuales y presenciales sobre crianza respetuosa y la salud bucal de los más pequeños (ella es odontóloga).
* Raquel y Enriq, él diseñador gráfico, ella escritora, puericultora y asesora de lactancia y porteo; ambos al frente de la revista
Madre Tierra y de varios blogs como
La casa de las Mamás, Madre Tierra, Buscando trazos y Buscando Chapas y todo combinado con la crianza de su hijo también a tiempo completo.
* Y
Jesusa, nuestra doula más guerrera y comprometida, que según nos anunció ayer en FB, ya ha vuelto de Brasil a donde fue por motivos profesionales y con su pequeña Anaís bien colgadita de su cuerpo, por supuesto.
Y la lista podría continuar y continuar porque hay muchos más, madres y padres que no han querido renunciar a la crianza de sus hijos y que han luchado por compatibilizar su vida laboral con las necesidades familiares. Pero claro, ellas y ellos lo hacen a la sombra, en trabajos que no salen en los grandes medios de comunicación cada tres por cuatro y que tampoco los meterán en las listas de las grandes fortunas mundiales o en los primeros puestos de poder de los partidos políticos. Pero a pesar de pasar desapercibidos para el resto de los mortales, a pesar de que su radio de acción no es muy grande, su influencia nos hace mucho más bien a todos de lo que somos realmente conscientes.
Porque todas estas mujeres y todos estos hombres, madres y padres, nos están demostrando que incluso en las nefestas condiciones actuales, la verdadera conciliación laboral es posible.
Claro que, tal cual está la situación, tampoco es fácil. Muchas de estas familias han tenido que dar un giro de 180 grados a su vida profesional para poder ejercer la maternidad /paternidad como ellas y ellos querían. La mayoría ha sacrificado mucho poder adquisitivo. Puedo imaginarme que si las cosas hubieran sido diferentes, muchas y muchos hubieran podido seguir con sus profesiones ganando mucho más dinero y sin verse obligados a encontrar alternativas.
¿De verdad es tan imposible ejercer de ejecutiva con tu bebé de meses colgado en un fular? ¿De verdad no puedes darle el pecho mientras sigues con tu reunión? ¿No puedes escribir tus informes mientras el duerme en tu regazo? ¿No puedes atender a tus clientes mientras tu recién nacido duerme plácidamente en su fular colgadito a tu espalda o a tu pecho?
Yo creo que sí es posible, sólo hace falta un cambio de mentalidad muy grande y no sólo por parte de la sociedad, sino también por parte de los propios padres.
Por un lado
la sociedad tiene que empezar a priorizar las necesidades de los más pequeños por delante de todo lo demás, considerando el cuidado y crianza de los hijos como la actividad más importante para garantizar el futuro y el bienestar de todos. Y tiene que dejar de autojustificarse, buscando argumentos por aquí y por allá para intentar justificar la institucionalización de las criaturas 10 horas al día, cinco días a la semana desde el primer día de vida.
Y por otra parte
los padres tenemos que dejar de paralizarnos cuando nos llega un bebé a nuestras vidas. Dejar de considerarlo un muñeco de cristal que mejor está en su cunita, a salvo, donde no se rompa, y empezar a reconocer en él la cría de mamífero que reclama cuerpo materno las 24 horas del día.
Este
cachorro humano que necesita formar parte desde el principio de la comunidad a la que pertenece, sin que le aíslen en una habitación pintada con florecitas rosas o angelitos azules, que necesita mirar el rostro de los adultos inmersos en sus actividades diarias, y no el móvil de jirafitas girando eternamente encima de su naricilla.
En definitiva, el cachorro humano que reivindica su lugar en su comunidad desde el primer día de su vida extrauterina, reclamando que sus necesidades sean cubiertas, como merece y tiene derecho, para desarrollarse íntegramente en todo su potencial.
Por supuesto que es posible y, sobre todo, vale la pena el esfuerzo.