Como todas las experiencias de esta vida, la actual (supongo que ya podemos denominar) pandemia del nuevo coronavirus COVID-19 nos está revelando cosas muy interesantes. Vale la pena ir apuntándolas, para que no se nos olviden, porque en el futuro vamos a necesitar partir de ellas, y no empezar desde cero, si queremos evitar una masacre.
Y no me refiero a una masacre por COVID-19, en absoluto, sino por el que muy probablemente llegará un día, por simple selección natural, como en su momento llegó la peste, la cual mató a un tercio de la población europea, en un tiempo donde no habría ni antibióticos ni higiene, pero tampoco aviones con los que dar la vuelta al mundo en menos de 24 horas, ni unos cuantos cientos de millones de personas tomándolos cada día.
Como toda experiencia extraordinaria, sobre todo cuando nos produce un estrés fuera de lo normal, ésta nos trae enseñanazas interesantes y valiosas. A mí COVID-19 me ha revelado que:
- Toda la especie del planeta somos Uno solo. Lo que le pasa a una persona en el rincón más apartado puede llegar a afectar a todos y cada uno de los individuos de la humanidad. Ya no hay lugares inaccesibles. Ya no hay rincones donde esconderse. Las fronteras son solo políticas, y podemos intentar cerrarlas, pero los virus (o las bacterias, o los priones) no entienden de asuntos humanos y, antes o después, las van a atravesar.
- Somos una especie gregaria, nos necesitamos. No podemos vivir aislados. Necesitamos a nuestras familias, vecinos, amigos, conciudadanos. La idea de perderlos nos da más miedo que la idea de morir nosotros. En muchas ocasiones, incluso, la idea de morir nos atemoriza más por lo que dejamos aquí (especialmente nuestros niños) que por nosotros mismos.
- Cuando hace falta reaccionar, reaccionamos y cambiamos lo que haya que cambiar. Cerramos colegios y museos, cancelamos ferias multitudinarias y suspendemos lo que haya que suspender. Algo bueno de saber, porque necesitamos creernoslo si queremos parar el cambio climático. Una amenaza para nuestra supervivencia mucho más importante que este pequeño parásito, pero ante la cual parece que seamos absolutamente incapaces de reaccionar. Pues bien, ahora vemos que somos más que capaces de tomar medidas drásticas ante una amenaza aguda. Por lo tanto, también lo seremos ante una amenaza crónica. ¡Hagámoslo!
- Con miedo. Y, por lo tanto, división: nosotros los buenos, los otros los malos. Ellos nos traen la desgracia... por lo tanto hay que matarlos o nos tenemos que aislar de ellos, dejarlos fuera, expulsarlos.
- Con amor. Los fuertes cuidamos a los débiles y más vulnerables. Tomamos medidas que nos sacrifican a todos en mayor o menor medida para protegerlos y asegurar en lo posible su supervivencia. No hay culpa ni culpables. No hay nosotros y los otros. Hay aceptación de los hechos y reacción. No es que no haya miedo, pero el miedo se convierte en herramienta y no en arma. El amor, en forma de solidaridad y compasión, domina la toma de decisiones. Todos son "de los nuestros", sobre todo los que no pueden defenderse de la amenaza.
Una sociedad humana madura reaccionaría con amor. Pero no somos una sociedad madura, ¿Verdad que no? Generalmente parece que el miedo es nuestro impulsor más poderoso. Aunque lo cierto es que somos una mezcla. Personas que reaccionan con miedo y personas que reaccionan con amor. O, más bien, cada uno de nosotros reaccionamos con miedo o con amor, según nos pille o en qué situación.
Por eso, desde este blog, quiero animaros a todos a que frente a esta (pequeña) crisis de pandemia hagamos un esfuerzo por reaccionar desde el amor todo lo posible.
Que sigamos las normas de protección con responsabilidad y consciencia, aunque nos resulten una verdadera molestia. Y lo hagamos pensando en las personas más vulnerables al virus, las cuales dependen del comportamiento de la sociedad para no contagiarse.
Y que sintamos que somos todos una sola especie contra el virus. No hay ni chinos, ni europeos, ni americanos; ni hay blancos, ni negros, ni asiáticos. Este virus no entiende de razas. Ninguno lo hace. Cuando lo venzamos, lo haremos como especie o no lo haremos. Habrá una inmunidad general en la especie humana, y el virus dejará de ser algo especial para formar parte del pool de enfermedades sin importancia que pasan los críos y les inmuniza para toda la vida.
Todo esto nos servirá como un ejercicio de entrenamiento para lo que está por venir. Porque vendrán peores. Es un hecho. No es ni una premonición ni una revelación esotérica. Sólo una deducción racional a la que cualquiera puede llegar si estudia la historia de la vida sobre la tierra, y la historia de la propia humanidad.
COVID-19 nos hace un regalo: nos recuerda lo que somos, una especie en un pequeño planeta sin fronteras. Y nos da la oportunidad de ensayar qué hacer ante una amenaza global, como ordenaremos nuestras prioridades y desde dónde vamos a reaccionar: desde el miedo o desde el amor.
Nosotros decidimos.