Cuando me convertí en madre vi claramente que no estaba preparada para ejercer esta "profesión". Me di cuenta de lo poco que sabía, y de todos los errores en los que caía debido a mi ignorancia. Después de pasarme toda una vida "hincando los codos" (escolarizada a los 4 años ya no paré hasta los 35, cuando por fin dejé el mundo de la investigación biomédica en aras de la salud de mi primer embarazo), pensé que la información que yo necesitaba tenía que estar ahí: en los libros, en las revistas científicas y en la red. Sólo tenía que encontrarla y estudiarla. Me lancé a buscar, encontré y empecé a leer.
Comencé con lecturas sencillas, muy divulgativas, que me llevaron hasta una bibliografía más especializada, profunda y difícil que requería más concentración y preparación previa. Con el tiempo, acabé enganchada de nuevo al Medline, como en mi época de investigadora pre y post doctoral (aunque ahora ya no tengo acceso automático a todas las revistas importantes ya que no accedo desde una universidad, y suelo tener que contentarme con leer los resúmenes de los artículo cuando estos no tienen acceso gratuito al texto completo), y comprar libros se han convertido en mi capricho principal. Para Navidad, cumpleaños o cada vez que me quiero obsequiar a mi misma con un capricho, entro en una librería. Libros sobre crianza, sobre antropología, sobre lactancia, sobre la feminidad, incluso sobre inmunología o evolución... Libros de Carlos Gonzalez, Rosa Jové, Michel Odent, David Chamberlain, Casilda Rodrigañez, Laura Gutman, Sue Gerhard, Nancy Verrier, Christiane Northrup, la gran Alice Miller; y ahora acabo de empezar a sumergirme en el polémico Wilheim Reich (que con su concepto del "orgón" me produce bastante escepticismo). Tengo pendientes todavía autores de la importancia de John Bowlby y su teoría del apego o el (para mí) misterioso Osho del que supe por primera vez en los artículos publicados por Ileana Hernandez Medina en Tenemos tetas.
Pero leer y leer y leer no es suficiente. Una requisito muy importante para aprovechar realmente los conocimientos adquiridos mediante la lectura, es poder compartir esa nueva información con otras personas, contrastar interpretaciones y puntos de vista, discutir, argumentar...... en fin, todo lo que conlleva poner en común todo lo aprendido con un grupo de gente que comparte dichos conocimientos y puede enriquecerte con otros muchos, desconocidos todavía para ti. Y yo, esa oportunidad, (aparte de en las reuniones de la liga de la leche) la encontré en internet. En la red descubrí páginas y páginas donde encontrar información actualizada y muy bien documentada. Mis inmersiones en ella me llevaron a los blogs de maternidad y crianza, entre lo cuales descubrí el que marcaría un antes y un después en mi "carrera maternal": Tenemos tetas.
Un día empecé a utilizar mi olvidada cuenta de facebook y a escribir notas con algunas de las conclusiones a las que me llevaban mis lecturas. Sacar fuera de mi mente todos esos nuevos pensamientos y compartirlos, aunque fuera con mi exiguo grupo de "amigos", se convirtió en casi una necesidad. Así escribí mi primera nota de conclusiones: Sobre feminismo y bebés. Mientras la escríbia pensaba que era la única persona del mundo en opinar que el feminismo de la igualdad se nos había quedado corto y que, de hecho, se estaba limitando a masculinizarnos. Estaba convencida de que, al menos en mi entorno, nadie compartiría mi visión. ¿Llevarse los bebés al trabajo? ¿Llamar "abandono" al hecho de dejarlos en la guardería? ¿Extrapolar la "herida primal" que sufren los bebés dados en adopción, al resto de bebés que nacen en las condiciones establecidas en esta sociedad? ¿Decir que el feminismo de la igualdad nos masculiniza? Lo dicho, locuras de una mamá lectora empedernida.
Pero estaba equivocada. El artículo Elisabeth Badinter. Las claves del debate de Ileana, me hizo ver, no sólo que yo no acaba de descubrir la pólvora, sino - lo más importante - que no estaba sola. Mis conclusiones no eran locuras descabelladas. Todo un movimiento neofeminista se basaba en ellas y mucho más. Emocionada, comenté a Ileana la existencia de mi nota, invitándole a leerla. Y allí empezó todo. Ileana la leyó, me dijo que era buena y, lo más impresionante para mí, me pidió publicarla en su blog.
Aquello fue como montarme en un barco que me llevaría en un viaje fascinante a través de la maternidad y sus implicaciones en filosofía, biología, psicología, sociología y política; y todo en compañía de un grupo de mujeres y hombres con los que se podía dialogar, discutir, contrastar y profundizar. Unos meses más tarde, la propia Ileana me invitó a la Tribu 2. Por primera vez en mi vida me vi involucrada en algo en lo que realmente creía: la escritura de un libro donde quince mujeres describiríamos y representaríamos de diferentes maneras nuestra visión de la maternidad. Contribuir con unos capítulos a este precioso proyecto me permitía cumplir uno de mis sueños: poner mi granito de arena para que nuestro mundo cambiara, haciendo una de las cosas más me gusta hacer: leer, estudiar y escribir sobre maternidad.
Estoy fascinada por como han ido las cosas y como el proyecto ha tirado hacia adelante desde su concepción, en el corazón y la mente de Enriq Boix y Raquel Tasa. Este libro reabre en mí la esperanzada de que una nueva sociedad más amorosa, justa y realmente humana no sólo es posible, sino que el cambio puede producirse sin recurrir a la violencia, como tantas veces hemos hecho a lo largo de la historia. Un cambio cuyos fundamentos serán el conocimiento y los sentimientos. Un cambio que echará raíces en cada embarazo consciente; en cada parto natural, fisiológico u orgásmico; en cada bebé recibido en el pecho de su madre; en cada hijo criado con respeto y amor, cubriendo todas sus necesidades reales.
Ver mi nombre entre las autoras de Una nueva maternidad me llena de orgullo. Me siento una privilegiada por haber tenido la oportunidad de participar en un proyecto concebido y gestado con tanto cerebro, tanta ilusión, tantos sentimientos y, sobretodo, tanto Amor.
Rosa Jové encontró perfectamente la esencia de esta pequeña gran obra: el Amor. El amor por nuestros hijos abrió en nosotras la puerta al Amor que todo lo incluye y nos impulsó a compartir nuestros nuevos conocimientos y sentimientos.
Cada día, en este mismo momento, muchas madres nos sentamos delante del ordenador a escribir. Escribimos lo que sabemos, lo que sentimos, lo que pensamos, lo que opinamos, lo que hemos leído, lo que nos ha sucedido, lo que tememos o lo que esperamos. Da igual lo que escribamos, si es serio o humorístico, si hablamos de política, educación o biología. A todas nos enciende el amor. Ese amor que nos invade desde el momento en que una personita nos convirtió en madres, y que nos obliga a intentar ser la mejor mujer y la mejor madre que podemos llegar a ser. Y nos obliga a intentar que el mundo que les dejamos a ellos, nuestros hijos, sea el mejor que podemos conseguir.
Aquí os dejo la lista del resto las autoras, mujeres maravillosas a las que todavía no tengo el honor de conocer en persona, pero con las que ya siento que comparto tantas cosas, que me han hecho un hueco en su tribu, haciéndome sentir parte de una comunidad sostenedora, protectora y amorosa:
- Azucena Alfonsín, de Aprendiz de Madre
- Mónica de Felipe, de Grupo Maternal
- Irene García, de Ser Mamás
- María José García, de Sant Feliu Lactancia Materna
- Carolina Garcinuño, de La Mamá de Mateo
- Nohemí Hervada, de Mimos y Teta
- Erika Irusta, de Alma de Doula
- María del Mar Jiménez, de El Blog Alternativo
- Mireia Long, de Mamás y Bebés
- Ileana Medina, de Tenemos Tetas
- Cristina Romero, de Despertar en la Luz
- Louma Sader, de Amor Maternal
- Raquel Tasa, de Madre Tierra
- Vivian Watson, de Nace una Mamá
Y por supuesto, sin olvidar a Enric Boix, de Buscando trazos.