martes, 28 de diciembre de 2010

¿LLEGAREMOS A TIEMPO?




Hoy, como cada mañana desde que soy madre, me he despertado prontito. O más bien me han despertado prontito. Mi pequeño M está con fiebre. Un fastidio, pero por suerte sólo un refriado. Me he levantado para desayunar sola, tranquila, mirando las últimas entradas de vuestros blogs. Pero no, tampoco a estas horas me dura demasiado mi ratito de soledad. El mayor ha aparecido con su "quiero estar contigo" que ahora -sólo a veces- fastidia un poco, y que dentro de unos años añoraré con locura. Se ha sentado sobre mí y me ha pedido un video. Le he puesto este video de Rosana. No se porqué, pero me ha apetecido verlo. Y ha sido empezar la canción y echarme yo a llorar.

"Si te arrancan el niño
que llevamos  por dentro
si te quitan la teta
y te cambian de cuento....."

".... llegarás cuando vayas
más allá del intento..."

"tengo miedo que se rompa la esperanza
que la libertad se quede sin alas
tengo miedo de que haya un dìa sin mañana
tengo miedo de que el miedo
eche un pulso y pueda más
no te rindas,
no te sientes a esperar....."

"...solo pueden contigo
si te acabas rindiendo
si disparan por fuera
y te matan por dentro...."

.....LLEGAREMOS A TIEMPO.....

A las puertas del nuevo año, ya el  2011,  yo quiero creer que de verdad llegaremos a tiempo. Que nuestros hijos y sus hijos y todos los hijos que vendrán tendrán un MAÑANA, un FUTURO. Quiero creer que los seres humanos tenemos la capacidad innata para la vida y el amor y que la vamos a recuperar en su totalidad. Aunque ahora parezca que no la tenemos. Aunque parezca que somos monstruos. Aunque la hayamos "jodido" durante miles de años.............

LLEGAREMOS A TIEMPO

martes, 14 de diciembre de 2010

EL MÉTODO MÁS SENCILLO



En el último siglo han aparecido diversos métodos para que los niños duerman toda la noche o, más concretamente, para que no molesten a sus padres en toda la noche. No voy a hablaros de los inconvenientes y peligros asociados a la  aplicación estos métodos conductistas. Otros, con muchísimos más conocimientos que yo sobre este tema, ya lo han hecho. Para los papás primerizos que pudierais estar leyendo este post, os recomiendo visitar la estupenda página web Dormir sin llorar donde, entre otra interesantísima información, encontrareis una serie de lecturas muy recomendables.
Lo que yo quiero contaros es nuestra experiencia: como hemos vivido nosotros – y estamos viviendo –las “noches con hijos”, tan diferentes de las “noches sin hijos” del pasado. Como en todas las cosas relacionadas con la crianza tengo la misma sensación: ojalá hubiéramos sabido hace cinco años lo que sabemos ahora. Por suerte no empezamos demasiado mal. Al menos ya desde la llegada de nuestro primer bebé, teníamos la certeza de que no le íbamos a dejar llorar y de que le daríamos de mamar a demanda. Pero nos faltaron algunos detalles para que todo funcionara correctamente. Os explico:
1.      Desconocía el verdadero funcionamiento de la lactancia a demanda. Me habían vendido eso de “no dar antes de dos horas” porque no era bueno para la digestión del  niño. La consecuencia fue que, cuando a última hora de la tarde mi bebé reclamaba pecho cada diez minutos, yo no le daba.
1.      Resultado: un bebé llorando.
2.      Interpretación: tiene esos misteriosos y comunes cólicos del lactante.
3.      Solución: paseos alrededor de la mesa del salón con el bebé en  brazos. Vueltas, y vueltas y más vueltas……… desesperada por que se durmiera de una vez. Yo agotada y mi marido también. 
Al final sucumbí a uno de los mitos “antilactancia” más extendidos: darle un biberón de fórmula antes de dormir. El crío sí, se callaba y se dormía un buen rato. Pero yo me iba a la cama y a la media hora ya estaba rebosando leche, así que tampoco podía dormir. Además el pobre, a falta de la teta de mami, se acostumbró a dormirse en brazos dando vueltas a la mesa del salón, con lo que se hizo imposible meterle en la cama despierto, aunque nos metiéramos con él en nuestra cama. Total, que nos pasamos muchos meses durmiendo a V en brazos mientras nos paseábamos por la casa. Una ridiculez bastante incómoda.      
 2-  Creía que si dormía con el bebé corría el peligro de ahogarlo. Así que el chiquitín dormía en su capazo, al lado de la cama. Pero cada vez que me pedía tenía que levantarme, y no me atrevía a echarme en mi cama con él por si me dormía.  Así que le daba el pecho sentada en la cama o en una silla. Hacer eso unas cinco o seis veces cada noche todas las noches de la semana durante varios meses es bastante agotador.
Al menos, con mi primer hijo, yo podía dormir durante el día cuando el dormía. Gracias a eso no estaba absolutamente destrozada. Pero con el segundo, y no digamos ya con el tercero, la situación cambia muchísimo. Ya sabéis la atención que requieren los niños de dos o tres años. Imposible dormirse si ellos están despiertos. Y hacer coincidir las siestas de los tres hermanos ha sido imposible. Creo que me ha ocurrido una vez, y me quedé tan alucinada de tener a los tres durmiendo en plena tarde que me bloqueé, y no me acordaba de las centenares de cosas que tenía planeadas para hacer si se daba la ocasión. 
Pero, por suerte, leí muchísimo en los años siguientes a mi primer parto. Gracias a estas lecturas, a páginas web como la que os he citado anteriormente de Dormir sin llorar, a La liga de la leche y a todos vuestros blogs de maternidad corporal, conseguí la seguridad suficiente para hacer lo que me pedía el cuerpo y, sobretodo, el corazón. Así que hemos acabado aplicando el método más sencillo para que toda la familia duerma lo mejor posible: Libertad total.
En esta casa sabes donde te acuestas pero no donde te levantas. No hay normas. Generalmente, los niños empiezan durmiendo en la cama de matrimonio conmigo: O abrazado a mi espalda, M enganchado al pecho por delante y V abrazado a M. Ni que decir tiene que no cambiaría estos momentos por todas las copas de vino en el salón del mundo. Mi marido, cuando viene a acostarse, los lleva a sus respectivas camas. El pequeño duerme en su cuna adosada a nuestra cama como un sidecar. Eso me facilita las (muchas veces múltiples) tomas nocturnas. Los mayores tienen dos literas en su habitación. En general les encanta dormir en ellas pero muchas veces, en medio de la noche, se despiertan y vienen a nuestra cama. No hay problema. Nuestra cama siempre está abierta para todos y nunca los obligamos a dormir fuera (ni dentro) de ella. Si el papi no descansa bien con todos los peques alrededor, se traslada a la cama vacía de uno de ellos y tan felices todos. El no tiene inconveniente.
Esta metodología familiar ha suscitado no pocos comentarios prediciendo terribles efectos para la familia: desde que los niños nunca van a dormir solos, hasta que se resentirá nuestra relación de pareja. Al principio, cuando V no había empezado el preescolar y la hora de acostarse era bastante caótica, yo también tenía miedo de que los niños nunca se habituaran a un horario razonable. Pero eso no ha sido así. A la que hemos empezado la rutina de levantarnos pronto para ir a nuestras respectivas obligaciones matutinas, la hora de irse a dormir se ha normalizado bastante por si sola. Eso sí, los fines de semana siguen siendo un poco caóticos, y este punto es el único que realmente ha provocado discusiones de pareja: a A le gustaría que los niños se acostaran a la misma hora también viernes y sábados. Pero a mí me parece que romper la rutina no tiene nada de malo. El domingo vuelven a la cama a su hora y todos contentos. Así, si se acuestan un poco más tarde viernes y sábados, se despiertan un poco más tarde a la mañana siguiente, y eso a mí me encanta: ¡yo también quiero poder quedarme un rato pegada a las sábanas los sábados y domingos por la mañana!
No voy a negar que a veces pasamos malas noches: A veces M sale varias veces, y me despierta cada vez que consigo entrar en un sueño profundo, por lo que me levanto realmente cansada. De todas formas, el hecho de que me lo pueda acercar y poner al pecho con poco esfuerzo y que, ahora por fin, me sienta libre para dormirme con mi bebé lactando sin miedo a ahogarlo, aligera extraordinariamente la situación. Si la alternativa a mi cansancio es que mi pequeño se despierte con ganas de mí o de mi teta, y no me llame porque le he acostumbrado a que no voy a ir, acepto encantada este cansancio. Al fin y al cabo no va a durar tanto tiempo. Lo sé porque los otros dos ya no nos despiertan más que muy de tarde en tarde, cuando tienen alguna pesadilla o están malitos. Ahora cuando se despiertan por la noche, si les apetece se vienen ellos solitos a nuestra cama, se acomodan entre sus papis y siguen durmiendo sin molestar a nadie. Me he acostumbrado a dormir con ellos, sus dinosaurios, sus peluches y sus ruiditos. De hecho, cuando se quedan en su cama (lo que cada vez, poco a poco, va siendo más frecuente), a veces me despierto y les echo de menos. Me encanta sentirlos al lado, abrazarlos y acariciarlos. Sentir como se apretujan contra mí sin ni siquiera despertarse. En fin, que esto no va a durar toda la vida así que, que caray, vamos a disfrutar de ello.
Estoy muy feliz porque los convencionalismos sociales, con sus métodos conductistas ridículos y dañinos, no han conseguido robarnos estos maravillosos momentos que vivimos colechando. Y sí, mis hijos tal vez nos estén robando un poco de intimidad a mi marido y a mí ¿Es eso tan importante? Volveremos a tenerla toda para nosotros cuando ellos crezcan, y no falta tanto para eso. Ahora estamos viviendo un momento único en nuestra historia familiar  y es una pena no saborearlo por temor a lo que, por otro lado, no nos deja disfrutar. Él y yo recuperaremos nuestro espacio en unos años. Este es el momento del espacio común familiar donde nuestros hijos encuentren el nutriente para crecer y convertirse en hombres buenos. El amor, la protección, el calor y la confianza que “mamán” estas noches familiares les acompañarán toda su vida dándoles seguridad, fuerza, confianza en sí mismos y, sobretodo, capacidad de entregase y de amar.

jueves, 9 de diciembre de 2010

LA GUERRA DE LOS DINOSAURIOS


Creo que debemos de tener un centenar de dinosaurios en casa. Ni el más completo de los museos puede tener una exposición semejante a la nuestra. Hay de todos los tipos, colores y tamaños. Y lo más sorprendente: los niños se los conocen TODOS y cada uno.

Cada dinosaurio tiene una inicial que indica quien es su dueño. Así que están los dinosaurios con una V, los que tienen una O y los que tienen una M. Mis dos hijos mayores (V y O, de cinco y cuatro años respectivamente) ya saben distinguir perfectamente entre las tres letras y no les cuesta respetar la propiedad de cada uno. El pequeño (de 20 meses y dueño de los dinosaurios con una M) ni sabe, ni quiere saber. El sólo tiene una obsesión, o mejor dicho, dos:

-         un triceratops lila
-         un stegosaurus verde

Que haya 5 ó 6 triceratops y stegosauros más no tiene la mínima importancia. Que el triceratops lila y el stegosaurus verde lleven un V, tampoco. Pero para V si que es importante. El sabe exactamente cuales son sus dinosaurios y tiene un lugar determinado (con una postura determinada) para cada uno de ellos. Que en un momento dado no esté jugando con ellos no significa nada. Lo importante es que sus animales tienen su caja y su orden y que ahí es donde deben de estar, y no en ningún otro sitio. Y “ningún otro sitio” también se refiere a las manitas de M.

Supongo que os imagináis la causa de la guerra. ¡Estoy hasta las “narices” del triceratops y del stegosaurus! Parece increíble, pero si algo  ha puesto contra las cuerdas mi intención de aplicar la crianza respetuosa son estos dos dinosaurios.  Hemos pasado una época con cinco o seis berrinches diarios por los dichosos juguetitos.

La escena suele ir más o menos así: M mira la caja de dinosaurios de V durante un ratito. Después viene y me coge un dedo, como siempre que quiere que le acompañe a algún sitio. Me lleva a la caja y la señala. Como V está jugando a otra cosa le digo que coja lo que quiere (tal vez este sea el primero de mis fallos, pero nunca he conseguido distraerlo de su objetivo. Eso ya lo he intentado muchas veces). Feliz de la vida coge los dos animales de su corazón. Al cabo de más o menos tiempo V siempre acaba viendo los dinosaurios en poder de M.

-         Maaaaaaaamaaaaaaaaaaaa, NNNNOOOOOOOOOOOOOO
-         Pero mira V tu no jugabas con ellos. Luego te los pondrá en su sitio
-         PEROOOO SOOON MÍOOOOOOS
-         Pero es tu hermano pequeño y el todavía no entiende de propiedades y tú no los usas ahora…..
-         PEEEROOOO SON MÍOOOOOOS
-         Si, V son tuyos pero el te deja los suyos y….……
-         QUEEE NOOO QUIEROOOO, QUE SOON MÍOOOOOS

En este punto sólo hay dos soluciones:

1-     Cogerle los dinosaurios a M, que con sólo 20 meses  no entiende que son de V y que este no se los deja. El sólo sabe que cuando V se los ve la arma bien gorda. Por eso, el muy pillín, suele esconderse de V cuando los tiene y si V se los descubre viene a refugiarse en mí. A mí me rompe el alma ver llorar a M, tan pequeño y que no entiende nada. He de deciros que el berrinche le dura un buen rato porque él no se deja distraer con facilidad. Las estrategias de darle otros dinosaurios, u otros juguetes, u ofrecerle algo para comer, ¡o incluso ponerle la tele con dibujos! Nunca funcionan durante los siguientes veinte minutos. Ni la socorrida teta, tan útil en otras ocasiones, sirve de nada en estos momentos.

2-     Imponerme a V (sí, lo se, ya le he adjudicado el papel del “malo” de la película), y ya a base de gritos: “LE DEJAS LOS DINOSAURIOS SÍ O SÍ Y SE A-CA-BÓ.  Te los va a devolver en unos minutos y te los dejaremos donde los tenías y como los tenías ¡ Habrase visto niño más posesivo y egoísta, por Dios!!!! Y si lloras así TE TIRO LOS P.T.S DINOSAURIOS A LA BASURAAAAA”.

Como veis ya he perdido los papeles totalmente y “mamá conductista” me posee desde la cabeza a los pies. Soy plenamente consciente de que no soy justa con V. Sólo tiene cinco años y, que caray, son sus dinosaurios. Yo tampoco reacciono muy generosamente si veo a M jugando con mi portátil, por ejemplo. Es posible que le deje un ratito en mi presencia para que no llore y satisfaga su curiosidad, pero si intenta hacer según que cosas (como probar a ver si el ordenador vuela, por poner un ejemplo) se lo quitaré, llore lo que llore.

Podría dejarle muy claro a M que esos dinosaurios no son suyos. Costaría unas cuantas sesiones de no dárselos o quitárselos y llorar pero al final se daría por vencido (creo, no estoy segura porque este niño es muy persistente). Pero me repatea que V no sea capaz de negociar minimamente con su hermano (tú ahora le dejas tus dinosaurios como  él, o mamá, o papá te dejan tal o cual cosa. O razonamientos del tipo: tienes que compartir con tus hermanos para que ellos también compartan contigo).

Todo esto que os he contado me lleva al corazón del problema: V es exageradamente posesivo. No se atiene ni a razones ni a negociaciones. Le importa bien poco estar toda una tarde aburrido y sólo agarrando una de sus posesiones, con tal de que no se la coja alguno de sus amigos o hermanos. Intento explicarle que el placer de compartir juegos con ellos es mucho mayor que el de tener esa cosa, pero no hay manera. Y eso me duele. ¿Sabéis porqué? Pues por que me reconozco en él.

Yo hacía lo mismo. Siempre lo achaqué a ser hija única -por lo que antes de ir al preescolar no tuve que compartir mis cosas con nadie- y por esa actitud sufrí bastante. Pero él  -a pesar de sus hermanos- hace lo mismo, y no parece que esté cambiando demasiado a pesar de las experiencias repetidas de lloros de unos o de otros. Tengo la impresión de que yo le he pasado este defecto, más que por los genes, por mi propio comportamiento. Pero no sé exactamente como. Mi mas preciada posesión, mi portátil, está a su disposición, aunque siempre bajo mi supervisión, por supuesto. No creo que nunca le haya prohibido coger nada con el argumento de que “es mío”. Si algo no puede tocar suele ser porque “es peligroso para ti” o porque “puedes romperlo”. En este último caso somos más permisivos siempre y cuando lo haga bajo la supervisión mía o de su padre.

Supongo que es este sentimiento de culpabilidad el que me hace ser tan dura e injusta con él. Y no es manera, lo sé. Obligarle a dejar sus cosas no sólo es una falta de respeto, sino que además no estoy consiguiendo lo que realmente necesita, esto es, valorar más el hecho de compartir sus cosas con la gente querida, que las cosas por sí mismas.

Yo recuerdo la sensación de frustración y vergüenza que me producían los reproches que recibía cuando tenía esa actitud posesiva tan semejante a la de mi hijo. Frases como “así nunca vas a tener amigos” me hundían en la miseria, pero tampoco me hacían reaccionar en la dirección correcto. Me acuerdo que siempre temía por el “bienestar” de mis posesiones cuando estaban en manos de otras personas. Era superior a mí. El miedo a perderlas me bloqueaba cualquier otro sentimiento. ¿Será lo mismo que siente V?

Creo que él ahora mismo es demasiado pequeño para explicarme el porqué de esta actitud. Y es evidente que no está preparado para compartir sus cosas, que le tengo que dar tiempo. Pero el pequeño M,  su otro hermano O, o sus amigos, tampoco se merecen que él les trate así, sobretodo cuando ellos sí que ofrecen sus juguetes a V, al menos la mayoría de las veces.

Cuando pasa la crisis y tengo a mi primogénito lloroso y abrazado a mí, me siento totalmente derrotada. He fallado estrepitosamente pero lo peor es que no sé como debo de actuar la próxima vez (que la habrá, a menos que tire realmente los dichosos dinosaurios. Pero entonces la tendremos con otra cosa, que más da). Porque los dinosaurios siguen en su caja y M sigue mirándolos un ratito antes de venir a cogerme el dedo.

domingo, 5 de diciembre de 2010

EL PORQUÉ DE ESTE BLOG

Hace alrededor de cinco años, tras parir a mi hijo mayor, me di cuenta que el método de “maternar” heredado de la sociedad a la que pertenecía no nos hacía felices: ni a mí ni a mi hijo. Normas como:

- El parto NECESITA ser intervenido para ser seguro
- Espera 2 horas como mínimo entre tetadas
- Dale un biberón de refuerzo a la noche porque se queda con hambre y para que te deje dormir
- Debe de dormir en su cunita
- Debe de estar la mayor parte del tiempo en su capazo/cochecito/cunita para que él este bien y tu puedas hacer algo
- Ya debería dormir toda la noche
- A partir de los 4 meses YA TIENE QUE comer algo más que tu leche, que no alimenta suficiente
- Tu marcas lo que come y la cantidad: deben de ser al menos x mgr de papillas de 20 cereales o 20 verduritas con varios tipos de carne y pescado y para desayunar, comer, merendar y cenar. Tu leche es secundaria.
- Debe de estar sentadito en su trona y comer antes que el resto de la familia.
- Debes de ser dura: enseñarle como son las cosas o te toreará
- Un cachete a tiempo nunca está de más

Me di cuenta de que así no íbamos bien y por eso empecé a leer. Leí primero a Carlos Gonzalez. Fue un buen comienzo porque esté estupendo pediatra siempre complementa sus afirmaciones con la bibliografía correspondiente. Eso me permitió abrir mis horizontes y tras él vinieron otras lecturas amenas y fáciles, como las de Rosa Jové o Isabel Fernandez del Castillo, y otras más "duritas" como las de  Laura Gutman, Alice Miller, Michel Odent, Sue Gerhard, Elsa Punset, David Chamberlain, Casilda Rodrigañez o Jean Liedloff.

En algún momento de todo este proceso, cuando todos mis cimientos estaban removiéndose y me sentía asustada, insegura, orgullosa y decidida, descubrí la blogosfera maternal. El primero fue el blog de Ileana: Tenemos tetas. Y de su mano llegaron el de Carolina (La mamá de Mateo), el de Irene (Ser mamás), el de Louma (Amor Maternal), el de Mireia (Las islas de la felicidad), el de Mónica (Grupo maternal), el de Vivian (Nace una mamá), el de Jordi (Revolución matriarcal) y otros muchos que me han enseñado que no estoy sola, que no estoy loca por buscar alternativas, que otros muchos ya han recorrido el mismo camino y que pertenezco a una curiosa y maravillosa “Tribu” de padres que creemos en el respeto por nuestra naturaleza como fundamento  de la crianza de nuestros hijos.

Os estoy muy agradecida. Estoy aprendiendo muchísimo de todos vosotros y por eso he abierto este blog. Porque quiero contar con todos en el día a día de mi maternidad. Aquí contaré mis claro/oscuros diarios, mis incongruencias, mis contradicciones, las recaídas en la crianza conductista y mis éxitos y superaciones. Todo ello porque necesito vuestras ideas, vuestro consuelo, o incluso vuestros consejos.

Cada día os leo a unos y otros, y parece que todo este modelo de crianza os sea tan sencillo de aplicar que lo intento yo misma, pero muchas veces NO ME SALE. Mis hijos se enrabietan, se ponen agresivos y cabezones y entonces sale la mamá conductista, adultocéntrica, que echa al garete todo el trabajo intelectual realizado. Y necesito contaros cuando me ocurre esto para leer que a vosotros os pasa igual y que lo superáis de esta o de aquella manera. A la vez creo que explicar así todos estos altibajos pueden ayudarnos a muchos padres en la misma situación: queremos cambiar el modelo de crianza, queremos criar a nuestros hijos de una manera diferente a como fuimos criados, pero no acabamos de saber como “saltar a la otra orilla” porque nos falla la confianza en nuestro conocimiento y capacidad.

Dicen que para criar un niño hace falta toda una tribu. Vosotros sois mi tribu ideológica y os pido ayuda para criar a mis hijos dentro de esta crianza re-denominada (muy acertadamente) por Ileana en Tenemos tetas como una Crianza desde abajo : Una Crianza Corporal.