Llevamos una semanita borrascosa. Y todo por culpa de la feria anual de maternidad subrogada que se celebrará en Madrid a principios de Mayo. Como cada año, dicho evento levanta ampollas, y no sin razón.
Pero este artículo no está destinado a argumentar en contra de esta práctica. Eso ya lo hice en su momento aquí, aquí y aquí. Y más recientemente, este mismo año, entre la multitud de artículos que se han descrito os puedo destacar estos dos:
Este año ya no voy a escribir más sobre este tema. Yo ya he dicho todo lo que tenía que decir. El motivo de este escrito es bien distinto y lo encontraréis en esta petición de Change.org,
que espero que mucha gente firme, como yo misma he hecho, pero en cuyo penúltimo párrafo podemos leer:
Por todo lo anteriormente expuesto y porque la adopción, así como el acogimiento, son opciones muy viables, infinitamente más generosas y altruistas, y éticamente mucho menos cuestionables para ser madres y padres para todas aquellas personas que deseen serlo, independientemente de la capacidad biológica o la carencia de ella, os invitamos a firmar esta petición dirigida a todos los cargos públicos e instituciones que pueden tener parte en este asunto, tanto en lo que atañe a la concesión de permisos para la celebración del acto, como a los visos de ilegalidad y posible vulneración de los derechos fundamentales que creemos encierra de fondo el contenido del acto.
Parece obligatorio, en todos los artículos que se escriben en contra de la maternidad subrogada, hacer mención de la adopción. Pero yo lo siento mucho: en este contexto me rechina profundamente. Se ha llegado a decir que los que luchan por legalizar los vientres de alquiler deberían hacerlo por agilizar las adopciones. Eso todavía me rechina mucho más.
¿Por qué?
Pues porque la adopción, y ya no digamos el acogimiento, no tienen como objetivo que unos adultos puedan ser padres. Por el contrario, el objetivo principal de la adopción es dar unos padres a un niño que no los tiene, y el del acogimiento dar un entorno familiar a un niño que ya tiene unos padres pero, por lo que sea, no se pueden encargar de él. Y esto que parece tan obvio es fundamental para entender que la adopción no es una acción destinada a satisfacer los deseos de los adultos, sino un derecho de los niños. Como efecto secundario, y felizmente, en el caso de la adopción unos adultos que lo desean se convierten en padres. Pero no es el objetivo principal.
Y los complicados trámites necesarios para realizar una adopción están ahí para PROTEGER AL MENOR. Proteger su derecho a que no se trafique con él, a no ser una mercancía que se compra y vende, a no ser separado de una madre o una familia que le quiere, o a caer en manos de unas personas preparadas emocional e intelectualmente para cuidar de él. Estos trámites serán mejores o peores y seguro que tienen muchos puntos oscuros que deberían mejorar. Pero la lucha no debería ser "para agilizarlos" con el fin de que cueste menos que unos adultos sean padres, sino para mejorarlos y garantizar así el bienestar del menor. Si ello conlleva agilizarlos, mejor para todos. Pero no podemos perder de vista el objetivo principar de la adopción: darle a un menor en desamparo unos padres protegiendo, ante todo, su bienestar y sus derechos.
En el caso del acogimiento ni siquiera se pretende que esos niños pasen a ser hijos de los adultos que los acogen, porque esos niños YA son hijos, legalmente, de otros adultos que siguen siendo sus padres. Por eso estos niños suelen necesitar ser acogidos sólo temporalmente, mientras sus padres se recuperan de algún percance, aunque también exista el acogimiento permanente. Pero el caso es que nunca perderán sus apellidos ni su filiación, son hijos de otros, no de los adultos acogedores, con todo lo que esto conlleva para todas las partes, y muy poca gente está dispuesta y preparada para afrontar esta situación. Por eso, a pesar de las enormes colas de espera para adoptar, hay una enorme carencia de familias para acoger.
Por lo tanto, adopción y acogimiento ni son lo mismo ni deberían ser tratados de la misma manera en ningún texto (como generalmente lo son, ya que los usan prácticamente como sinónimos). No todo el mundo está capacitado (ni emocional, ni moral, ni intelectualmente) para adoptar. Pero todavía mucha menos gente lo está para acoger. Y mientras que el acogimiento sí creo que conlleva una buena dosis de altruismo y generosidad (recuerda: cuidas y amas a unos niños que no son tus hijos, siguen siendo hijos de sus padres a los que, en la gran mayoría de casos, ellos aman como tales, y con los que, generalmente, un día volverán), en la adopción la motivación no es ni mucho menos altruista. Por eso no todos los que están capacitados para adoptar lo están para acoger. Y es que no se adopta para salvar a nadie de nada ni hacer una obra de caridad, sino, de la misma manera que se tienen los hijos biológicos, se adopta por el más absoluto deseo de mater/paternidad y, sobre todo, la más absoluta capacidad de hacer hijo tuyo a un menor que no lleva tus genes y que ya tiene una historia de vida detrás que tú, como madre/padre, no has compartido con él.
Esta capacidad no la tiene todo el mundo y a los que no la tienen, por el bien de los niños, por favor, ¡que nadie les anime a adoptar! Porque su desbordante deseo de ser padres, junto con su ignorancia, podría convencerlos de hacerlo. Y yo me atrevería a afirmar que los que se lanzan a los vientres de alquiler no la tienen. Estos quieren un bebé de su sangre y, si esto es imposible, al menos engendrado para ellos y que puedan recibir recién parido. Además, tiene que ser sano y, ya puestos, de uno u otro sexo. Lo de que la adopción es tan difícil y cuesta tanto tiempo... bueno, la mayoría de las veces son excusas para acallar conciencias inquietas ¿o no?
Aunque es posible que algunos antes de lanzarse a la maternidad subrogada hayan intentado adoptar, no digo yo que no, pero no fueron considerados idóneos por una u otra razón. Una suerte para ese niño en desamparo que les hubiera caído en suerte, porque alguien que se lanza a la maternidad subrogada no tiene ni pajorera idea de lo que conlleva realizar una adopción y tener un hijo adoptado. Y si lo saben, y a pesar de todo alquilan un vientre para engendrar un hijo, es que son muy mala gente. Y si no leed las certeras palabras de la psiquiatra neonatal Ibone Olza en el artículo que antes os he enlazado:
Comparar adopción y subrogación me parece especialmente tramposo. El abandono o rechazo que precede a la adopción, es decir, que una madre (¡y un padre!) abandonen o no se hagan cargo de su bebé, es algo que, si eres el/la hijo-a “te pasa”. Que decidan gestarte en el vientre de una madre de la que te separarán nada más nacer es algo que “te hacen”. En el primer caso, adopción, tu familia adoptiva reparará ese daño aceptándote y queriéndote. En el segundo, subrogación, tu familia decide hacerte pasar por ese embarazo y parto con separación posterior causándote ese daño de la separación, poniendo por encima de todo su presunto derecho a ser padres. (1)
Por lo tanto, ni la adopción, y mucho menos el acogimiento, son sustitutos ni de la maternidad subrogada ni de la maternidad biológica. O no lo deberían ser. Y, precisamente, que exista la maternidad subrogada es prueba de ello. Otra cosa es que históricamente hayamos entendido muy mal lo que es la adopción, y por eso todavía se piense que puede ser un sustituto ideal de la aberrante maternidad subrogada. Pero no, no nos equivoquemos.
Ni lo es ni lo podrá ser nunca.
La maternidad subrogada es un sustituto de la maternidad biológica. La adopción tiene su propia categoría y es una alternativa a la maternidad biológica para ser padres. No un sustituto. Una alternativa, una variante, otro camino. Espero que se entienda la diferencia bien.
(1) Las negritas son mías.