Mucho ruido y pocas nueces. Eso es lo que ha ocurrido esta semana con el polémico (y mediocre) artículo de Paul et al. que pretendía cuestionar las recomendaciones de compartir habitación lanzadas a la sociedad por la academia de pediatría más poderosa del mundo: la American Academy of Pediatrics (AAP).
Finalmente yo sigo sin entender como Pediatrics (la revista de dicha academia) ha aceptado un artículo tan limitado y mal diseñado, pero al menos la reacción de la Task Force on Sudden Infant Death Syndrome (el grupo de trabajo contra la muerte súbita del lactante) de dicha academia sí es digna de resaltar porque deja en evidencia la lenta pero continua consolidación de lo que yo considero como la nueva corriente multidisciplinar de la ciencia del sueño infantil dentro de sus filas.
Lo que quiero decir con esto es que si hasta ahora todas las recomendaciones de la AAP sobre el sueño infantil se basaban en la "pediatría tradicional del sueño", para la cual el sueño del bebé durmiendo en solitario y sin lactancia materna es el modelo de sueño saludable, poco a poco empiezan a consolidarse los trabajos de autores que investigan desde otra perspectiva, más abierta a los conocimientos de disciplinas como la antropología y la biología evolutiva, y que nos enseñan que la manera natural de dormir del bebé humano es en íntimo contacto con su madre y, por lo tanto, ese es el modelo de sueño saludable en el que se deberían basar todas las investigaciones. Y lo mejor es que estas nuevas investigaciones empiezan a influir en el criterio de los que realizan las recomendaciones.
Hasta ahora siempre he pensado que los miembros de la Task Force on Sudden Infant Death Syndrome eran el ejemplo perfecto de expertos de la "vieja escuela", más que nada por su rechazo unilateral al bedsharing, o colecho con el bebé compartiendo cama. Pero he aquí que en la respuesta de dos miembros del grupo, Moon y Hauck, al artículo de Paul et al, puede leerse un avance importante hacia mi esperado cambio de paradigma. En primer lugar, se esfuerzan mucho en defender el Roomsharing, algo que me sorprende ya que utilizan argumentos antes utilizados por los que más critican su aversión al Bedsharing, como la importancia de la lactancia materna (que se ve beneficiada con la cercanía entre madre y bebé por la noche), y la incertidumbre sobre si realmente es seguro y apropiado que un bebé de 4 meses tenga un sueño consolidado, teniendo en cuenta de que las evidencias apuntan a que no lo es.
Pero la guinda del pastel es que ya por segunda vez (la primera fue en la actualización de sus recomendaciones oficiales, pero muy sutilmente) abren la puerta a la posibilidad de que realizar bedsharing sea, en ciertas circunstancias, la posibilidad más segura para el bebé.
Ante la advertencia de Paul et al. de que los padres que comparten habitación con su bebé tienen más posibilidades de meterlo en su cama en algún momento de la noche, en contra de las recomendaciones de la Task Force on Sudden Infant Death Syndrome, y que esa es una razón de peso para sacar al bebé de la habitación lo antes posible, Moon y Hauck responden:
Esto es realmente preocupante y refuerza la necesidad de que los profesionales de la salud hablen con los padres sobre la importancia de preparar la cama de los adultos proactivamente ante la posibilidad de que se practique el Bedsharing en medio de la noche. En las recomendaciones para un sueño seguro del año 2016 se reconoce que los padres pueden llegar a dormirse con sus bebés mientras los alimentan, por lo que se recomienda que se quiten almohadas, mantas y otros equipamientos de la cama adulta si existe la posibilidad de que esto ocurra.
Esto viene de decir que ante el riesgo de que los padres por compartir habitación aumenten la probabilidad de meterse al bebé en su cama, es más recomendable para la seguridad del bebé preparar la cama para que se coleche con seguridad que sacarlo de la habitación.
Y esto, conociendo el desarrollo histórico de la investigación sobre muerte súbita del lactante y las diferentes recomendaciones realizadas a lo largo del siglo XX, es un gran paso hacia el cambio de paradigma, esto es, el ejercicio de una pediatría del sueño más independiente de los prejuicios culturales, morales, religiosos y económicos y mejor informada sobre la naturaleza humana y, concretamente, la diada madre/bebé.
Os podrá parecer un avance pequeño, pero llevo tantos años leyendo artículos diseñados por y para la vieja escuela, que este paso en lo que yo considero la dirección correcta me llenan de esperanza. Así que a pesar de que Pediatrics ha aceptado esta vergüenza de artículo y, encima, la AAP le está dando bombo; a pesar de que los medios están divulgando con la falta de rigurosidad y honestidad que les caracteriza; a pesar de los pesares, que Moon y Hauck no aprovechen este trabajo para echarse directamente para atrás recomendando que el bebé duerma en otra habitación, y en lugar de ello defiendan el compartir habitación con él usando argumentos de los defensores del colecho, es una noticia estupenda.
Mi agradecimiento y admiración por todos estos investigadores como McKenna, Ball, Gettler, Blair, Bergman, Olza, etc., que hacen ciencia en contra del sistema establecido y, poquito a poquito, están consiguiendo el cambio.
Cuando cada noche mis hijos se quedan dormidos cada uno en un flanco, y siento el amor nutricio que circula... me convenzo cada día de que buena parte de esa inseguridad crónica, sistémica, incorporada, que llevamos los humanos encima, proviene de dormir solos durante la infancia.
ResponderEliminarY de más cosas, claro. De mil pequeños y grandes abusos y desamores que sufrimos a lo largo de infancias de "obediencia" de las que luego, a duras penas, podemos recuperarnos.
Pero 9-10 horas diarias de soledad en la oscuridad durante los primeros y principales años de vida... aterrorizan y acorazan de por vida.