viernes, 3 de abril de 2015

El trauma sufrido en la infancia condiciona la salud en la vida adulta

Las personas expuestas a un estrés tóxico durante su infancia tienen más posibilidades de desarrollar enfermedades graves cuando son adultos.

Existe un factor de riesgo capaz de provocar siete de las diez principales causas de muerte en Estados Unidos. Este factor de riesgo no es otro que el trauma infantil. Así lo expresó la doctora Nadine Burke Harris en la conferencia TEDex del pasado mes de Septiembre. Según el Estudio sobre experiencias Adversas en la Infancia (ACE), los traumas infantiles ―abusos físicos, emocionales o sexuales, abandono, violencia doméstica o padres que sufren una enfermedad mental, son drogodependientes, alcohólicos, han sido encarcelados o se han divorciado― tiene una repercusión significativa en la salud futura del niño, hasta el punto de triplicar el riesgo de enfermedad cardiaca o cáncer pulmonar, y reducir la esperanza de vida en 20 años.



El citado estudio fue llevado a cabo por los doctores Vince Felitti at Kaiser y Bob Anda en el Center for disease control and prevention (CDC) de Estado Unidos, y en él participaron 17500 adultos a los que se les valoró las experiencias traumáticas de su niñez mediante un formulario de diez preguntas. Por cada respuesta afirmativa el participante obtenía un punto, de manera que cuanto más puntos acumulaba más trauma había sufrido en su niñez. Así comprobaron que un 60% de la población tiene al menos 1 punto y un 12.6% ― o sea, uno de cada ocho― tiene 4 o más. Al relacionar el número de puntos con diversas enfermedades los resultados fueron preocupantes: las personas con 4 puntos o más tenían un riesgo 2.5 veces mayor de sufrir enfermedad pulmonar obstructiva crónica o hepatitis que las personas con cero puntos.  Para la depresión el aumento del riesgo fue de 4.5 veces. El riesgo de suicidio aumentaba 12 veces. Una persona con 7 puntos o más tiene el triple riesgo de sufrir cáncer de pulmón y 3.5 veces más de sufrir una enfermedad isquémica cardiaca.

Pero ¿Cómo y por qué se producen estos efectos? Una de las posibles explicaciones es que el niño que está sufriendo una infancia traumática desarrollará de adulto hábitos de comportamiento no saludables como consumo de tabaco, alcohol o drogas. A día de hoy tenemos evidencias científicas de que el estrés sufrido en la niñez afecta el desarrollo de áreas cerebrales involucradas en el placer, la recompensa, el control de impulsos, la capacidad de aprendizaje y la respuesta al peligro. Estas áreas están relacionadas con el desarrollo de drogodependencias y de comportamientos de riesgo para la salud. Pero el efecto del estrés parece ir más allá y no siempre está mediado por este fenómeno. Aunque la persona no desarrolle hábitos insanos, todavía estará en peligro.

La razón es que una exposición crónica y continua al estrés durante la infancia influye en el desarrollo del llamado eje hipotalámico-hipofisario-adrenal. Esta es una cadena de reacciones diseñada para activarse ante un peligro inminente,  produciendo una respuesta adaptativa del tipo huida o ataque que puede salvarnos la vida. Como explica la doctora Nadine Burke Harris, si un día en el bosque ves un oso, la explosión hormonal causada por la activación del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal provocará una serie de efectos en tu cuerpo, como dilatación de las pupilas o aumento de la frecuencia cardiaca, que hará que estés preparado para defenderte o huir. Esta es una reacción fisiológica perfectamente saludable cuyo objetivo es salvarte la vida.

El problema es cuando un niño crece con este mecanismo continuamente activado; por ejemplo, cuando el oso vuelve a casa cada noche. Entonces, la liberación frecuente de hormonas del estrés durante su crecimiento, una etapa especialmente sensible a este fenómeno,  produce una serie de efectos no sólo en su estructura y función cerebrales, sino también en su sistemas inmune y hormonal e, incluso, en la manera en la que se lee y transcribe su ADN. Efectos que, con el paso de los años, se traducirán en enfermedades y graves y muerte temprana.

Todos estos descubrimientos sobre las implicaciones del trauma infantil en la salud futura y los mecanismos involucrados en esta relación llevaron a la doctora Nadine Burke Harris a la creación del Center for Youth Wellness (Centro del bienestar infantil) en San Francisco. El objetivo es prevenir los efectos de una infancia traumática mediante la evaluación del estrés y el tratamiento de los niños por equipos multidisciplinares en los que se trabaja con toda la familia.

Desgraciadamente, los poderes públicos no parecen interesados en generalizar iniciativas como ésta y reconocer que el trauma infantil es una cuestión de salud pública. El problema es que piensan que la presencia de este fenómeno se limita a ciertos barrios o minorías. Pero la situación real es que está mucho más generalizado. En el estudio ACE un 70% de los participantes eran caucásicos (raza blanca) y un 70% tenían educación universitaria. Así que éste no es un problema de minorías sociales, sino de toda la sociedad. Tal y como dijo el que fue presidente de la Asociación americana de pediatría (AAP), el doctor Robert Block: “Las experiencias adversas en la niñez son la mayor amenaza no resuelta de salud pública a la que se enfrenta nuestra nación en la actualidad”.

Por estas razones la doctora Nadine Burke Harris nos exhorta hacia cambio de actitud. Ahora que la ciencia ya tiene las herramientas necesarias para enfrentarse a este problema y evitar que el trauma infantil se traduzca en la vida adulta en enfermedad grave o muerte temprana, debemos ponerlo sobre la mesa, reconocerlo y concienciarnos de su importancia. Porque  es tratable y combatible y, por lo tanto, tratarlo y combatirlo debería ser uno de nuestros principales objetivos.






1 comentario:

  1. Excelente ! Por favor difundan esta información Protejamos la Niñez por una vida mas sana

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