En este momento me duele y me cuesta mucho reconocerlo pero sí, yo he pegado a mis hijos ese tan mayoritariamente aceptado “cachete a tiempo”. Por eso se me hace tan duro reconocer que es una barbaridad, un error de fundamento. Por eso se me hace tan difícil no dejarme llevar por la corriente mayoritaria que esgrime el argumento de que "evita males mayores". Una vez aplicado en las personas que más quieres en este mundo, duele mucho, muchísimo, reconocer que es un error. Y no un error pequeñito, no, sino un error FUNDAMENTAL. Un error en los cimientos del sistema de crianza.
Y sí, a mí me han pegado ese tan mayoritariamente aceptado "cachete a tiempo". Y cuesta mucho aceptar que la persona que más te quiere en el mundo ha cometido ese error contigo. Mi madre, maravillosa como pocas madres, tenía una mano “ligera” que, si bien nunca me hizo daño físico, si me hizo sentir herida, humillada y a merced de una fuerza superior de la que no me podía defender. Y ella sólo hizo lo que le hicieron (y en mucho menor grado en el que recibió ella, eso seguro); y los que se lo hicieron, sus padres, lo que les hicieron a ellos.
¡YA BASTA! ¿no? Ya basta de protegernos con la ignorancia.
Nuca olvidaré la cara de mi hijo mayor el día en que, fuera de mí, le di su primer “cachete”. Una mirada de absoluta incredulidad. Una mirada herida y humillada. Supe, como nunca había sabido antes, que por ahí no iba bien. En algún lugar profundo y remoto de mi “ser humano” algo se rompió, se removió, se reveló. Supe inmediatamente que estaba mal lo que había hecho. Que estaba muy mal. Pero tardé todavía un tiempo en creerme lo que mi naturaleza me gritaba desde dentro.
Por suerte, varios expertos vinieron a liberar mi sabiduría natural y ahora ya me creo lo que me dice “mi alma humana”. El último cachete se lo di a mi hijo mediano en un momento de absoluta histeria en el avión. No es excusa. Me disculpé con él. El me perdonó. Saben que mamá no es perfecta, pero al menos, cuando hace algo mal lo acepta, se disculpa y se esfuerza por enmendarlo y no repetirlo más. Y lucha, lucha mucho con su propio condicionamiento para no repetir los errores con los que se han criado (y desgraciadamente se crían) cientos de generaciones.
Al menos espero que, a pesar de mis errores, ellos aprendan que tan malo como el propio error es el hecho de, no sólo no admitirlo, sino también repetirlo, ahorrándose así el mal trago del reconocimiento.
A todas esas personas a favor del “cachete a tiempo” lean por favor el excelente artículo de Ileana en Tenemos tetas: ¿Desde arriba o desde abajo?. No les llevará mucho tiempo y tal vez entiendan el porqué ese “cachete a tiempo” es un error de fundamento tan importante como para provocar una revolución en la blogosfera maternal. Y si todavía no están convencidos, vean la película “La cinta blanca” del director Michael Haneke y reflexionen….
Pero, por favor, reflexionen con el corazón en la mano…… y sin miedo.
Muy buen post Maria, y muy valiente tu actitud de aceptar tus errores y luchar por superarlos en favor de tus hijos. Ojalá todo el mundo fuera tan autocrítico consigo mismo y tuviera esa capacidad de asumir y aprender de sus errores..
ResponderEliminarUn abrazo.
Un abrazo muy fuerte, he estado en el mismo lugar que tu, y es tan doloroso, pero si es importante reconocer y evitar caer de nuevo. un saludo
ResponderEliminarGracias por esta reflexión. Mis hijas también saben que su madre no es perfecta, pero que sabe pedir perdón y que se esfuerza por hacer las cosas cada vez mejor. A eso me enseñan ellas
ResponderEliminarMaría, hay 3 clases de padres:
ResponderEliminar-los que nunca han pegado a sus hijos (y con el tiempo se ha visto que sus hijos ni se han 'torcido', ni hacen de su capa un sayo)
-los que, además de pegarles, les dicen que 'se lo han tenido merecido', y les culpabilizan del estado de malestar que viene a continuación (¿Ves, ves cómo me llegas a poner?)
-los que alguna vez se nos ha escapado una ñalgada, y nos sentimos unos miserables. Y sabemos que es un error nuestro, que debemos por todos los medios controlarlo, y que cuando se nos va de las manos, hay que pedir perdón inmediatamente. Que no nos autojustificamos y por lo tanto tampoco consentimos a otros que nos quieran hacer comulgar 'con ruedas de molino'.
Eres muy muy VALIENTE, y por si eso no fuera poco, HONRADA. De veras que no te imaginas lo que me alegro de conocerte.
Muchas gracias a todas por vuestros comentarios, chicas. La verdad es que soy una mamá tan peleona y, gritona.... que a veces me parece mentira hasta a mi misma las convicciones reales que tengo..... menos mal que mis niños ya saben que a mamá se le va la fuerza por la boca y si les hago el "1, 2, 3" me dicen simplemente: cuatro... je,je,je y cada vez más acabamos riéndonos de nosotros mismos.....
ResponderEliminarCaro yo también me alegro mucho de haberte ciberconocido y espero que algún día lo hagamos cara a cara..... Un abrazo
Encantada Maria !!! Gracias a este revuelo, mira por donde he parado por aki...
ResponderEliminarNunca es tarde verdad ???
No me gusta la violencia y mucho menos kon mis niños, mis propios hijos. Aunk a veces me deskicien jejeje intento trankilizarme por k me biene a la cabeza recuerdos de niñez no muy buenos, en los k algún día juré yo no lo haré...
Pero nadie es perfecto, es simplemte pensar en no hacer lo k no nos gusta k nos hagan a nosotros...
Un saludo !!!
Todos nos equivocamos a veces, lo importante es reconocerlo y aprender de ello. Un besazo muy fuerte y gracias por el post
ResponderEliminarNnca he pegado a mis hijas, no concibo poder hacerlo. En momentos de sentirme superada, mi propia incapacidad me ha llevado a ser injusta, mostrar a veces un desden que no mostraba mi verdadero amor por ellas. Mi pareja tampoco lo concibe, menos mal. Mi entorno tampoco, y no consentiré jamás que nadie les ponga una mano encima. Y delante de mi a ningun niño, ni adulto, ni anciano... No puedo consentirlo. Y como bien dices, mis hijas, de 6 y 3 años, es verdad que aun pequeñas, son un auténtico modelo para mi de respeto, de autocontrol (la de 3 tiene sus pequeñas rabietas, pero nada no justificable a su edad). No son "consentidas", ni tiranas. Ejercen un poder democráticamente compartido. La única y última torta que pegue fue a mi hermano, cuando el tenia unos 4 años y yo 9. Aun recuerdo esa cara que describe Maria, en él. Aun no puedo perdonármela. ¿Cómo voy a provocarla en mis hijas? Desde esa declaración de principios, felicito a María. No por ser valiente y reconocerlo, sino por reconocer que esos momentos fueron fruto de su descontrol y no de una accion provocada por sus hijos. Es la base para entender que nada consigue de positivo un chachete más que la liberación de las fustraciones de quien lo ejerce. Tienes toda una vida por delante para demostrarles lo que les amas, lo responsable que te sientes de su felicidad, y enseñarles que alzar la mano a un semejante, y ellos son los más semejantes entre todos los semejantes del mundo, NUNCA tiene justificación ni sentido. No se puede enseñar a amar y a la vez justificar que el amor incluye violencia. Me alegro de tu autoreflexión, porque al final es la única posible para acabar con la "torta a tiempo". Lo que digan los demás no sirve de nada si no se interioriza y se vive como un momento de incapacidad para canalizar el estres, en el que el niño es un invitado pasivo que se lleva la peor parte. DIANA
ResponderEliminarPor supuesto que esos momentos son un desahogo del agresor, Diana. Decir lo contrario es el colmo de la hipocresía.
ResponderEliminarPues yo también soy de las que alguna vez le ha dado un toque a su hija en el pañal...y si, me siento mal por ello y le pido perdón....No quiero llegar a ser como mi madre ni mi abuela que tenían la mano muy floja y a la mínima te soltaban un tortazo...
ResponderEliminarCreo que es muy, muy, muy difícil desaprender todas esas conductas que hemos vivido de pequeñas, pero lo importante es saber reconocer los errores y rectificar a tiempo....