viernes, 23 de octubre de 2015

LAS SIETE FASES DE MI MATERNIDAD

1ª FASE: FASE ALELADA


Todavía no he sido madre y creo que:

  • Los especialistas son los que más saben (y yo no sé nada). Haré lo que diga mi ginecóloga, por supuesto. Y luego, sin rechistar, lo que diga el pediatra.
  • ¿Qué es exactamente una comadrona?
  • Daré el pecho "si puedo". Pero probablemente no pueda porque a mi alrededor casi nadie ha podido. Sobre esa amiga que me dijeron que le daba teta a su hija de 3 años: Dios mío, que exagerada es. Eso no es normal.
  • Con biberón se crían igual o casi igual. No es para tanto
  • Ante la llegada del bebé hay que preparar (por orden de importancia)
    • La habitación. Con capazo para los 3 primeros meses y cuna para el resto.
    • El cochecito
    • La bañera
    • El cambiador
    • Los bibes, el esterilizador, los chupetes. etc...
    • Bomba para sacarme leche
    • ¿Sistema de porteo? No sé... pongamos opcional.
    • Imprescindible el móvil de la cuna con un audio de Mozart y latidos del corazón.
  • Un cachete a tiempo es imprescindible en cualquier crianza... Si es que hay gente que es muy exagerada. A mí me dieron y aquí estoy, tan bien educada. 
  • La letra con sangre entra
  • La maternidad es sacrificio.


2ª FASE: FASE DE CRISIS AGUDA

Ha nacido mi primer hijo. Nada del apartado anterior me sirve. Nada funciona. Esto es un caos.
  • Hice lo que me dijeron en el parto pero acabé con epidural y pariendo tumbada. Dicen que ha sido un parto ejemplar. Yo me siento extenuada y con la sensación de que aquí ha fallado algo importante. 
  • El bebé no puede ni ver su capazo (debe de tener pinchos, o chinchetas... o tal vez queme). Sólo quiere estar en mis brazos, pero yo tengo cosas que hacer y no puedo con él encima.
  • El bebé no valora la música de Mozart ni los latidos del corazón del móvil sobre su cuna (¡desagradecido!).
  • Mi gran objetivo del día es que el bebé se duerma para yo dejarlo y poder hacer cosas. Me paso el día con expectativas que no se cumplen. Estoy desesperada.
  • No consigo darle de mamar según lo que me han recomendado en la clínica (no antes de dos horas, x minutos en cada pecho). Me congestiono. El bebé llora... ¿de hambre? ¿Si yo estoy congestionada por qué llora mi bebé de hambre?
  • Llegan consejos de todas partes, todos contradictorios. Nada de lo que hago parece satisfacer a mi hijo. Es una lucha continua entre lo que yo quiero y lo que él quiere. 
  • La maternidad no puede ser esto. Me hundo. Nos hundimos.


3ª FASE: FASE DE ILUMINACIÓN

Leo. Leo mucho. Empiezo por Carlos González y Rosa Jové. Sigo con Michel Odent y Laura Gutman. Me atrevo con Casilda Rodrigañez. Voy complementando con Meredith Small, Jean Liedloff, Margot Sunderland, etc... Poco a poco abandono la literatura divulgativa y me sumerjo en los artículos originales de las revistas científicas (Narvaez, Panksepp, Schore, Olza, McKenna, Ball, Bergman, etc...).

Ahora lo veo claro. Nuestra cultura es incompatible con nuestra biología. Lo hacemos todo mal. Maternar debería ser un enorme placer y no lo es porque la cultura no nos deja.

Todo es culpa del patriarcado.


4ª FASE: FASE MESIÁNICA

Ahora que ya sé como ser la madre perfecta quiero compartirlo con el mundo. Quiero que todas las madres sepan también ser así de perfectas. Así salvaremos la humanidad.

Las que se niegan a abrir los ojos a esta aplastante revelación son unas malas madres. Lo hacen por puro egoísmo.

Pero no importa, voy a abrirles los ojos aunque sea a la fuerza. Yo estoy de parte de los bebés. Siempre de parte de los bebés.



5ª FASE: FASE DEL DARME DE NARICES CON LA REALIDAD

Tengo toda la teoría en la cabeza pero la práctica, en el día a día, no me sale:
  • La lactancia es más dolorosa que plancentera a pesar de "cumplir" con todas las normas de una lactancia placentera (a demanda, sin límites, día y noche, etc...). Las mastitis recurrentes no ayudan, precisamente.
  • Me muero por estar con mis hijos, y me muero por separarme de ellos. Me siento culpable.
  • Colechamos y dormimos mejor. Pero sigue siendo duro porque yo estaba "programada" para dormir en solitario. Una no cambia un condicionante así de la noche a la mañana
  • Quiero que coman sano y que solo tomen mi leche. Pero acabo dando potitos de vez en cuando, papillas porque es más fácil, galletas y bollería porque ¿Quién consigue no dárselos nunca? La leche de vaca también es muy socorrida, aunque seguro que sería mucho más sano darles a los tres de la mía durante el resto de su niñez. Pero es que no doy más de mí. 
  • No se pega, pero se me escaparon dos cachetes. Nunca más. No se grita, pero estoy afónica de tanto hacerlo. No se cría mediante el "ordeno y mando", pero el sargento O´neil se moriría de envidia si me viera ejerciendo mi "ejemplar" maternidad en los momentos culminantes del día.
  • Mis hijos pasan parte del día frente a la tele o con el ordenador. Y cuando esto ocurre yo no siempre estoy trabajando, no... a veces lo hago para poder ver mi serie favorita en mi ordenador (shhhhhhhhh).
  • Soy una madre, no mala, malísima.
Pero lo peor es que en medio de mi fracaso:
  • Aquellas "madres esclavas de la cultura" que tengo entre mis conocidas, de  biberón (voluntario, se entiende), sueño en solitario y guardería, son mucho mejores que yo con sus hijos en otras mil facetas en las que yo fracaso estrepitosamente: algunas son más pacientes y no gritan nunca, otras más dedicadas y no pierden tiempo de estar con sus hijos viendo series de televisión, y la mayoría cocinan mejor. 

6ª FASE: FASE DE "PERO... ¿QUE ESTOY HACIENDO?"

Vale, no soy la madre perfecta que pretendía ser. Imposible cumplir con todas las expectativas que me había autoimpuesto. Y este estado de frustración continua no ayuda nada. Es totalmente destructivo. 

¿Qué está fallando? ¿Por qué cuando intento practicar una maternidad que en teoría está más en armonía con nuestra naturaleza humana que la tradicional de nuestra cultura,  me cuesta tanto?

Pues porque he cambiado los determinantes culturales por los científicos. No me he liberado, sólo he cambiado de "autoridad". Porque el ejercicio de la maternidad no se puede dominar a base de normas externas, vengan de dónde vengan. Cuando hacemos algo -ya sea dar el pecho o dejar al bebé en una guardería para ir a trabajar, aplicar el método Estivill o darle de mamar 10 veces por la noche a los 3 años- y lo hacemos porque desde fuera una presunta autoridad (científica o cultural) nos dice que es lo que DEBEMOS hacer, y nosotros acallamos nuestro deseo íntimo y personal (que es en realidad la única voz que deberíamos escuchar) para adaptarnos a esa normativa externa, fracasamos y, lo que es peor, sufrimos. 

He cometido una enorme incongruencia tratando de liberar mi maternidad de las normas culturales atándola con las normas "naturales".

Y encima estoy pretendiendo cambiar el comportamiento de otras madres ¡A LA FUERZA! con un discurso de "si no haces esto le estás haciendo daño". El mismo que utilizan "los otros", los malos, los pro-Estivill y Supernani. Me he convertido en una pseudo-Estivill o en una pseudo-Supernany que en vez hacer sentir culpables a los padres por no enseñar a dormir a sus hijos en solitario del tirón o no disciplinar a sus hijos con la silla de pensar les hace sentir culpables por hacerlo. 

Dice mi amiga Mónica que eso es VIOLENCIA. Quiero mucho a Mónica y tengo mucho respeto por su criterio. No me ha hecho falta reflexionar demasiado sobre sus palabras para llegar a la conclusión de que tiene más razón que un santo. Y además añade: 

" ....no podemos "salvar"  a los niños hiriendo a sus madres y padres"

Por supuesto que no. Parece obvio, pero creo que estas palabras son muy necesarias en nuestro círculo de presunta crianza respetuosa, natural, o como la queráis llamar. Las repito:

....no podemos "salvar"  a los niños hiriendo a sus madres y padres"

Es que no podemos, ni debemos, salvar a nadie.

¿Quién coño(1) nos creemos que somos?


7ª FASE: FASE DE ACEPTACIÓN

Soy una madre imperfecta que quiere a sus hijos con locura. A veces consigo hacer lo que creo que es mejor para ellos y otras no. A veces me doy cuenta de que me he equivocado y que lo que creía mejor en realidad no lo es. A veces cambio sobre la marcha y me equivoco todavía más. A veces el cambio repara los daños anteriores. A veces hasta hago bien las cosas. 

A veces me siento muy culpable y entonces me doy cuenta de que así tampoco arreglo nada. Así que me saco de encima la culpabilidad e intento hacerlo mejor a partir de entonces. A veces consigo hacerlo mejor. Otras veces no. 

Ahora sé que muchas normas de crianza tradicionales no tienen bases sólidas, nacieron en condiciones que ya no existen y ahora dañan más que benefician. Ahora puedo librarme de ellas. Pero eso no significa que tenga que atarme a normas nuevas. Ahora, simplemente, puedo barajar más posibilidades para solucionar problemas. Pero mi solución no tiene por qué ser tu solución.

Ahora sé que, a pesar de todo lo que he leído y de mi formación académica, no soy nadie para decirte a ti como debes criar a tu hijo. Perdóname, porque un día pensé que sí lo era. 

Lo que sí puedo hacer es ofrecerte mis conocimientos sobre el tema, pero no como nuevas normas a las que debas someterte. Yo te los pongo sobre la mesa. Tu coges lo que a ti te va bien. Si me preguntas si el biberón es igual que la lactancia materna te diré que no; si me preguntas si me parece que el método Estivill es bueno, también te diré que no. Pero espero que tu no des de mamar porque lo que yo he dicho te OBLIGA a dar de mamar o que coleches porque te sientes obligada a colechar. Piensa que lo que yo he dicho es una variable más de todas las que necesitas considerar a la hora de decidir si das de mamar o no, si enseñas a tu bebé a dormir solo o no. Incluso si practicas mi odiado método Estivill o no

Yo no "calzo tus zapatos" así que ¿quien soy yo para juzgarte? o ¿tú para juzgarme a mí?

Yo no puedo cargar con la responsabilidad de tus decisiones. Ni Estivill, ni Supernany, ni Carlos Gonzalez ni Rosa Jové, ni ningún experto, lo pretenda o no lo pretenda (que algunos lo pretenden). La decisión final es, siempre, responsabilidad tuya. Como respecto a mis hijos es mía y de su padre. 

Ahora solo aspiro a que mi trabajo, que consiste en informarte de lo que la ciencia dice sobre la biología de la crianza mediante la divulgación científica, te ayude a escucharte y a liberarte de aquellos que pretendían atarte con una supuesta autoridad que en realidad no tienen.  Espero que cada vez que me leas o me escuches mi mensaje te aporte algo positivo, te ayude a reflexionar sobre eso que tenías en la cabeza y te abra nuevas posibilidades de actuación. 

Pero, por favor, no tomes mis palabras como nuevas cadenas. Aunque, en realidad, gran parte de la responsabilidad para que eso no suceda es mía, lo sé. Tengo que conseguir trasmitir esta información de manera que no te haga sentir culpable y que no te obligue a hacer nada que realmente no sientas que quieres hacer. 

No es fácil, te lo aseguro, pero estoy trabajando duramente en ello. 


(1) Con perdón. No me gusta utilizar palabras malsonantes en mis escritos, pero a veces salen del alma y son imprescindibles para darle a la frase el sentimiento que tengo. 







domingo, 18 de octubre de 2015

CARTA ABIERTA A ISABEL GEMIO



Estimada Isabel:

Hace un par de días recibí la llamada de una colaboradora de vuestro programa Te doy mi Palabra, lo que consideré un verdadero honor, dada tu reputación como periodista y el alcance de tu programa. Como honor ha sido, como no, tener la ocasión de enfrentar mis palabras a las del doctor Estivill como representante de una posición contraria a la suya. 

Hoy he tenido el gusto de escuchar el programa y debo reconocer que me he sentido extremadamente decepcionada por su enfoque y contenido. No me ha sorprendido la intervención del doctor Estivill el cual de nuevo, como en tantas ocasiones, me ha puesto "de los nervios" porque no entiendo como alguien con su preparación académica y experiencia profesional puede permitirse semejante falta de rigor al dirigirse al gran público. El resumen escogido por vuestro equipo de mi charla telefónica con la periodista lo considero correcto, aunque yo hubiera resaltado otros aspectos de mi discurso, como por ejemplo el concepto de Bondad de Ajuste, que considero maravilloso para conceptualizar el objetivo final a la hora de enfrentarnos a los problemas del sueño infantil-familiar, y que fue introducido en el contexto del sueño por el pediatra suizo Oscar Jenni ya en 2005. Este concepto hubiera sido imprescindible si el objetivo final de tu programa hubiera sido informar al gran público sobre la globalidad del la problemática del sueño infantil y sus soluciones. Me dio lástima que lo desaprovecharais. 

Pero lo cierto es que ese no ha sido vuestro objetivo en absoluto ¿verdad? En realidad solo pretendías ridiculizar y desautorizar lo que tú consideras una opción de crianza contraria a la tuya. Y para ello no has dudado en lanzar afirmaciones que no son ciertas, espero que más como fruto de la ignorancia que de la maldad. Querida Isabel, textualmente la OMS recomienda "Seguir con la lactancia materna a demanda, con tomas frecuentes, hasta los 2 años o más." No máximo dos años como tú te empeñabas en trasmitir, sino MÍNIMO dos años, como afirmaba Laura Perales. Y esto es porque no hay ninguna razón objetiva ni científicamente validada para decir lo contrario.  

Que por cierto, la entrevista se ha desarrollado con una animosidad impresionante contra la psicóloga invitada Laura Perales, la cual ha mantenido el tipo con una sensatez y solidez admirables, dadas las circunstancias. Yo creo que me hubiera enfadado, y mucho, si me veo sometida a semejante encerrona.

Podemos seguir con el hecho de que todos tus argumentos en contra del colecho y la lactancia son de índole personal, y de hecho los expones con una gran emocionalidad. Muy respetables pero poco útiles a la hora de demostrar nada. Perfectos para compartir experiencias entre amigas o utilizar en un programa dónde se compartan experiencias personales entre tertulianos, pero inútiles para sentar cátedra o dar información objetiva y científica sobre estos dos aspectos tan importantes en la crianza de nuestros hijos. Como inútiles son todas esas afirmaciones, de nuevo nacidas más de la percepción personal de la realidad que de los hechos científicamente demostrados, de María Jesús Álava Reyes asegurando que colechar es malo y ¡¿Está desaconsejado por la UNESCO?! ¿De verdad? Porque yo no he conseguido encontrar recomendaciones de la UNESCO respecto a este tema, pero sí de diversas academias de pediatría, UNICEF o la propia OMS, las cuales recomiendan compartir habitación con el bebé (lo que llaman co-sleeping), aunque algunas desaconsejan compartir la superficie dónde está acostado durante los tres primeros meses de vida (el llamado bedsharing) y otras lo aceptan siempre que se haga de manera segura. Pero lo que es el colecho, entendido como dormir con el bebé en la misma habitación (cosleeping), lo recomiendan TODAS. 

Porque, Isabel, dormir con  nuestros hijos, especialmente con nuestros bebés, es un derecho que ningún profesional de la salud infantil, realmente informado y formado, nos puede negar jamás. Ciertamente hay posturas encontradas respecto a compartir cama los tres primeros meses, pero no porque vayas a rodar sobre tu bebé y lo vayas a ahogar (como tú tanto temes) así a grosso modo. Simplemente practicado en ciertas condiciones aumenta el riesgo de muerte infantil (tanto SIDS como SUDI). Hubiera sido muy útil que en tu programa hablaras de las condiciones de colecho seguro, pero desgraciadamente estabas demasiado ocupada en atacar desde la subjetividad una forma de criar que tu no has practicado. Como si el resto del mundo no tuviera el derecho a mirar más allá, ya que tú no lo hiciste. 

En cuanto a la afirmación de María Jesús Álava Reyes de que "una cosa es la teoría y otra la realidad" lanzada, supongo, para desautorizar toda la literatura científica que apoya esa crianza que tanto os repele (la llamada crianza con apego o, como a mí más me gusta, crianza corporal) me gustaría preguntarle exactamente a qué realidad se refiere: ¿La que ella percibe? ¿La que ella experimenta? ¿La que engloba la percepción y la experiencia de otras personas? ¿La que perciben y experimentan personas nacidas en otras culturas con otros valores y modos de vida? ¿La que pasa los filtros del método científico? ... Porque hablar de "realidad" así, a palo seco, no da demasiada información... Extrapolar su experiencia y percepción personal con unos cuantos miles de colegiales a la totalidad de la humanidad me parece, cuanto menos, atrevido. Sobre todo si es para desautorizar a los que perciben, experimentan y demuestran realidades diferentes a la "suya".

En resumen, un programa muy decepcionante. Personalmente esperaba un enfoque más informativo, neutral y liberador. Esperaba un programa respetuoso y sobre todo, riguroso. Pero resulta que os habéis limitado a repetir toda esa sarta de estupideces que nace solo Dios sabe de que parte oscura de nuestra cultura, pero desde luego no del venerado método científico: que si la lactancia es esclava, que si así sólo podemos ser madres y no "mujeres", ni trabajar, ni hacer el amor con nuestras parejas... Si no fuera por lo dañinas que son, esas afirmaciones harían hasta gracia. Pero lo cierto es que a mí no me hacen ninguna. De hecho me producen una profunda tristeza porque he vivido en carne propia el daño que hacen estos "expertos" que desde su pedestal naturalizan comportamientos nacidos de determinantes culturales que ni la evolución ni el método científico han validado nunca. Incluso he tenido que oír el ya manido "no podemos volver a las pautas de vida de nuestros antepasados pensando que todo lo que hacían era bueno y maravilloso..." ¿De verdad que pensáis que se trata de eso? ¿De verdad toda una psicóloga como María Jesús Álava Reyes está a ese nivel cuando se dirige a millones de radioyentes de toda España? Por favor. Un poco más de respeto por la población. Un poco más de rigurosidad y de seriedad. Un poco más de conocimientos sobre los temas que vais a tratar en los medios de comunicación en calidad de "expertos". 

Y por último, no puedo pasar por alto tu mención a "la culpa". Gran tema el de la culpa de las madres. Hay artículos impresionantes sobre el tema en la blogosfera maternal (1 y 2). Pero Isabel, no se trata de culpar a nadie: ni a las que colechan ni a las que no, ni a las que dan el biberón ni a las que dan la teta. Se trata de liberar. Liberar mediante la información. Se trata de que todos tengamos acceso a toda la información que nos interesa, sin manipulaciones ni intereses personales, económicos o comerciales. Se trata de devolvernos nuestra responsabilidad en la crianza de nuestros hijos. Esa que algunos profesionales pretenden arrebatarnos asegurándonos que saben cómo, cuándo, cuánto y dónde deben dormir nuestros retoños, en nombre de la diosa ciencia.

Porque te diré mi gran conclusión tras la lectura de unos 700 artículos sobre el tema: Isabel, no tienen ni idea. No saben ni cómo, ni cuándo, ni cuánto, ni dónde deben dormir nuestros hijos para "dormir bien", así que no tienen ni un poquito de autoridad para hacerte hacer nada que vaya en contra de tus valores y de tu amor por ellos. La máxima autoridad eres tú. Tú con los tuyos. Yo con los míos. Y no hay más. 

El mensaje final es así de simple. 




lunes, 12 de octubre de 2015

¿SABES POR QUÉ QUIERES QUE TU HIJO DUERMA SOLO?

¿Te has planteado alguna vez por qué quieres que tu hijo duerma solo? ¿Has pensado en ello esas noches terribles en las que haces veinte viajes entre su habitación y la tuya? ¿O mientras esperas los 5 minutos que el método Estivill te obliga a esperar "por su bien"?

Estás ahí, luchando contra viento y marea, que no son otros que los instintos más básicos de tu hijo y tus propias emociones. Emperrado, obstinado, obcecado en que para que duerma bien, para que todos durmáis bien, tu  hijo a su cama y vosotros a la vuestra.

Pero... ¡Espera! Para un momento. Mira a tu hijo. Mírale a los ojos. Pero de verdad. Céntrate absolutamente en él. Escúchalo. Siéntelo. Olvidaté de que mañana te tienes que levantar pronto. Olvídate de todos tus planes para el jueves que viene y de todos tus problemas del martes pasado. Olvídate de todo menos de él. Mira el enorme esfuerzo que está haciendo para mantanerte a su lado. 

¿Lo ves? ¿Lo oyes (¿Lo escuchas)? ¿lo sientes?




¡Venga ya! ¿De verdad te crees esa patraña de que no llora por verdadero "dolor" sino sólo para manipularte? ¿De verdad crees que un niño solloza de esa manera, hasta vomitar, sin sentir "dolor" y por puro capricho? ¿De verdad te tragas que todo eso es NORMAL?

¡Pues sí que estás desconectado tío! desconectado de tu hijo pero, sobre todo, desconectado de ti mismo.

Así que ponte las pilas y ¡Reconéctate! Déjate sentir lo que tu naturaleza quiere que sientas. ¡Atrévete a enfrentarte a tus verdaderos sentimientos! 

Te dijeron que estaba científicamente demostrado, ya lo sé. Te dijeron que era por su bien, ya lo sé. Te dijeron que no le hacías ningún daño. Bueno, pues te estaban mintiendo. La realidad es que no pueden garantizarte ninguna de esas afirmaciones. Y eso, si lo piensas con cuidado, es algo que tú ya sabes o, al menos, sospechas. Porque en la crianza de tu hijo no sólo interviene tu parte más racional, no. En realidad trabaja muy duro tu cerebro emocional. Y está muy bien que así sea. La evolución tenía que asegurarse de que amáramos a nuestros hijos hasta la mismísima locura para asegurar su supervivencia. Y por eso cuando le oyes llorar detrás de la puerta cerrada de su habitación SABES perfectamente que lo estás haciendo mal. Que lo estás haciendo fatal. Y una parte de tu cerebro debe bloquear a la otra a base de mentiras para evitar que entres corriendo y corras a cogerlo en brazos, abrazarlo, protegerlo y jurarle que nunca, nunca, nunca más le dejarás así de solo.

Bueno, pues siento quitarte esa defensa. Resulta que ahora la ciencia, ¡oh! ¡sorpresa!, ya no lo ve tan claro. Ya no ve tan claro que no sea malo. Ya no ve tan claro que sea efectivo. Ya no ve tan claro que sea necesario.

Porque, volviendo a la pregunta inicial, ¿Sabes por qué quieres que duerma solo? ¿Te lo has planteado alguna vez? 

Pues yo te lo voy a a decir: por razones que ya no existen. Existieron, tal vez, pero ya no existen. Al menos la gran mayoría de ellas. Te voy a poner algunos ejemplo basándome en la tabla que publicó James McKenna en una revisión publicada en el año 2007 y de la que puedes ver a continuación una copia extraída de la web El debate Científico Sobre la realidad del Sueño Infantil (capítulo 3).


  1. Noción de pecado original, necesidad de imponer autodisciplina y miedo a malcriar. Bueno, pues no te preocupes. Hace siglos no se habían hecho los experimentos que se han hecho hoy en día demostrando que los niños que duermen con sus padres ni son más malcriados ni tienen menos autodisciplina que los que duermen solos. Lo de "pecado original" supongo que no vale la pena ni comentarlo ¿verdad? Creo que en ese aspecto la religión católica ha avanzado bastante, también. En cualquier caso no creo que el pecado original tenga ninguna relación con el colecho.
  2. Miedo a que los bebés o niños fueran testigos de las actividades sexuales de los adultos. Miedo al afecto y al contacto físico. Eterno tabú es el sexo.  Lo es la sexualidad coital, pero ya ni te cuento la sexualidad maternal. Esa de la que habla Casilda Rodrigañez y que el blog Tenemos Tetas refleja tan bien en su post Crianza Corporal. Por lo demás, hoy en día se ha estudiado el desarrollo de la sexualidad de los niños que colechan y son perfectamente saludables. Vamos, que dormir con sus progenitores no supone ningún trauma en ningún aspecto (1,2).
  3. Valores que favorecen el individualismo, la independencia, la autonomía, la autodisciplina y la autosuficiencia. De nuevo, los estudios no ven que los niños que colechan sean menos independientes que los que no lo hacen. De hecho es más bien todo lo contrario (3). 
  4. Un desplazamiento del poder de decisión de los padres hacia figuras externas como expertos en crianza o pediatras. Los conocimientos de la  “autoridad médica” desplazan a los conocimientos que los padres tienen de sus hijos. Afortunadamente vivimos en la sociedad de la información. Ya pocos quedan que crean que el médico es un Dios con la verdad absoluta en su mano y soluciones para todo. Ahora somos dolorosamente conscientes, años de experiencias nos lo han demostrado, que el médico, su ciencia y su método científico son tan vulnerables e inexactos como cualquier hijo de vecino. Sí. Ya hemos bajado a la ciencia de su pedestal. Ahora sabemos, o deberíamos saber, que los mayores expertos en la crianza de nuestros hijos somos nosotros, porque nosotros somos los que más los amamos. Es hora de que reconozcamos esa responsabilidad con todas sus consecuencias.
  5. Énfasis sobre la naturaleza “romántica” de la diada “marido-mujer”, relación conyugal que excluye a los hijos. Venga ¿de verdad no se os ocurren otros espacios y momentos para disfrutar de vuestra relación sexual? ¿Que no es tan cómodo como en la cama sin tener que planear dónde o cuándo hacerlo o moverse a otra estancia para ello? Ya ¿Y? Por esa mínima incomodidad vas a despreciar toda la magia familiar que despierta el colecho. Bueno, pues tú verás, pero es una pena. Ellos crecen muy rápido, te lo garantizo, y no estarán ni en tu cama ni en tu casa por mucho tiempo. Cómo hoy en día se hacen estudios de todo tipo, me alegro mucho de poder afirmar que hay estudios que demuestran que el colecho no influye en la vida marital (4,5)
  6. Énfasis sobre la superioridad de la tecnología sobre el cuerpo de la madre y lo que proviene del mismo (leche de vaca adaptada en lugar de leche materna), utilización de objetos y columpios como estímulos, sustituyendo el contacto con el cuerpo de la madre. Cambio de la lactancia materna por lactancia artificial. Estas dos razones las pongo juntas porque una es consecuencia de la otra. ¿Recordáis aquellos tiempos, en nuestra propia infancia, cuándo el pediatra hizo que nuestra madre nos diera leche de fórmula porque era "mejor"? No, evidentemente no lo recordáis, pero sabéis que ocurrió así. Pues supongo que ya sabéis que ahora la pediatría es plenamente consciente de la superioridad de la leche materna. Han hecho falta unos cuantos dólares y euros invertidos en investigación, pero así es. A lo mejor también habéis oído que algunos neonatólogos han observado que el cuerpo de la madre es más eficaz que la incubadora para mantener estable al bebé prematuro. Y para mantener estable al no prematuro también. De repente la ciencia del sueño infantil se ha hecho consciente de una realidad muy incómoda: ningún método científico ha demostrado que el sueño en solitario sea mejor que el colecho y ¡Ay! (que esto pica), a lo mejor es peor y estamos aquí obligando a los padres a "enseñar" a sus hijos a dormir solos pensando que así duermen "bien" y no tenemos ni puñetera idea de si realmente así duermen "bien"
Si tu eras uno de estos padres que, como yo, estaba emperrado en que su hijo durmiera solo sin plantearse el porqué, aquí te dejo tus razones. Como ves, ya no existen. Ahora, si te apetece, ya puedes juntar un par de camas grandes en un dormitorio de la casa y poneros a dormir allí todos juntos sin el menor remordimiento. 

Si, por el contrario, eres uno de esos que tiene sus propias razones basadas en profundas convicciones y valores personales, enhorabuena. Nunca te sentirás tan borrego como yo me sentí el día en el que me di cuenta de que nuestro hijo y nosotros estábamos sufriendo en vano porque en realidad no existía ninguna razón para no permitirle hacer lo que necesitaba: dormir con nosotros.


Otros artículos sobre el tema:

Por qué el Método Estivill Tiene Adeptos de Ileana Medina Hernandez.
¿Por qué Tengo que Dormir Solito? de María Berrozpe

viernes, 2 de octubre de 2015

CUIDADO CON EL COLECHO....


Sí, cuidado con el colecho ...

Porque no es que nunca te los sacarás de la cama, no. Resulta que Estivill y todos aquellos viejos "maestros" del sueño infantil tenían sus razones para advertirnos contra el colecho, pero nos engañaron y no es que el colecho sea malo, porque así nunca serán independientes o nunca te los sacarás de encima y todo eso...

Que va...

En realidad es todo lo contrario. En realidad lo malo del colecho es que un día se acaba y sí, aunque tu recuperas tu intimidad y tu espacio, la cama se queda muy vacía... Y eso, sorprendentemente, duele. 

Un día deciden que prefieren su espacio y su intimidad. Y tú te alegras porque así te permiten recuperar los tuyos. Pero luego, en la noche, los echas de menos. Vaya si los echas de menos. Y recuerdas ese olor infantil, esos cuerpecillos cálidos buscando tu regazo. Y te das cuenta de que ha pasado otra etapa más y de que comienza una nueva. Primero se acabó la teta y luego se acabó el colecho. Paso a paso, hacia la independencia.

Todavía hay que nutrirlos mucho, pero ellos ya vuelan con sus alas. Ya no necesitan tu leche y ya no te necesitan de noche. Quieren volar solos y sus saltos cada vez son más grandes. Y está bien. Está muy bien. Han llegado a este punto de manera natural y saludable, sin llantos ni métodos ridículos para enseñarles a dormir solos. El único esfuerzo ha sido la ruptura de ridículas normas culturales. Pero preferimos eso a romper con su naturaleza y sus necesidades primales. Y ahora nos alegramos infinitamente por la decisión tomada. Ahora duermen "toda la noche" con un saludable sueño consolidado y no temen a la oscuridad, ni a dormir solos. Tampoco se despiertan al mínimo ruido ni necesitan una oscuridad completa. En definitiva, son personas de sueño fácil y saludable que amanecen descansados y felices. 

Vamos, que tienen lo que Estivill consideraría "buenos hábitos de sueño". Aunque lo han conseguido por un camino absolutamente opuesto al que él propone. No ha hecho falta forzar nada ni hacer llorar a nadie. Simplemente nos dejamos llevar y llegamos a dónde quisimos. Debe de ser que la naturaleza es muy sabia y, como dormir es muy importante, pone las cosas fáciles. Tampoco hace falta romperse la cabeza ni ser especialista en biología evolutiva o antropología para verlo. Eso sí, hace falta mirar más allá de la limitada pediatría del sueño y pasar olímpicamente de ella y sus destructivos métodos. 

Aunque ahora duele, claro. Después de 9 años durmiendo con ellos ver la cama vacía da penita. Ver que ya no te necesitan por la noche, que ya no buscan tu contacto para dormirse y que prefieren su espacio y su intimidad. La pena de acabar una etapa junto con la satisfacción de comenzar una nueva. Como siempre, sentimientos encontrados. 

¿Sería, en realidad, de este dolor del que Estivill y los suyos quería protegernos?

Así, que sí: cuidado con el colecho. Porque un día ellos prefieren su propia cama y entonces tú tienes el peligro de sufrir "Insomnio por síndrome del nido vacío". Pero vamos, que no es para tanto porque dura poco. Un par de noches. Luego se te pasa y empiezas a disfrutar el lujo de tener una cama de casi cuatro metros y de dormir más estirado que una estrella de mar. Por no hablar de la intimidad de pareja que sí, les daré el gusto a los tradicionalistas recalcitrantes y diré que también se agradece recuperarla (1). De hecho se recupera fresca y renovada después de este paréntesis dedicado a la paternidad intensiva. 

Empieza una nueva etapa para toda la familia y estamos dispuestos a disfrutar de todas sus nuevas ventajas, aunque no podamos evitar que un poquito duela porque, por fin, se nos acabó el colecho. 

C'est la vie.


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(1) Dados los comentarios escritos a este post me parece necesario aclarar que, evidentemente, no llevamos 9 años sin relaciones sexuales. Éstas  -explicaré para aquellos que tienen tan poquita imaginación que ni se lo plantean-  pueden sacarse sin demasiada problemática de la cama familiar con niños (porque la cama familiar no siempre tiene a los niños dentro, se entiende ¿no?, y cuando los tiene, no hay más que trasladar la intimidad a otra estancia de la casa, mientras los peques duermen como benditos).

¿De verdad hay gente tan limitada por su propia cultura que ni eso es capaz de deducir? ¿Gente tan cerrada a la realidad global de la especie humana que se cree que una pareja que duerme con sus hijos en una gran cama familiar no tiene en absoluto "intimidad"?

Pobres. Ni os dais cuenta de todo lo que os estáis perdiendo. 

domingo, 23 de agosto de 2015

AQUELLOS OTROS BENEFICIOS DEL COLECHO


"Te quiero mil veces mil millones"

Esas han sido hoy las primeras palabras matutinas de mi hijo pequeño, tras abrir los ojos y verme tumbada y medio dormida a su lado. Después se ha acurrucado entre mis brazos. Yo estaba acostada de lado y, detrás de mí, todavía dormía el mayor. A los pocos minutos se ha despertado y ha buscado mi contacto. Todavía medio dormido  ha alargado el brazo por encima de mi cuerpo para acariciar la mejilla del pequeño, acurrucado frente a mí. Luego me ha pedido que me volviera para apoyar su cabeza en mi pecho. Nos hemos quedado así un ratito hasta que ambos han decidido que les apetecía levantarse. Hoy es Domingo, y eso hay que aprovecharlo.

De repente he recordado que en medio de la noche el mayor, entre sueños, ha soltado "¿A dónde me llevas? ¿A dónde me llevas?" Por alguna razón eso me ha inquietado ¿Qué estará soñando? ¿Tendrá miedo de que alguien lo lleve a alguna parte? Tengo que preguntarle a ver si recuerda....... No es raro que en medio de la noche alguno hable dormido. A veces son muy divertidos. Mezclan idiomas y se inventan nuevos e incomprensibles. No deja de tener algo de misterio. Muchas veces sus preocupaciones y miedos se intuyen en esos discursos nocturnos. 

Hace algunas noches tuvimos trifulca con el mediano, que se acostó llorando. Estaba muy enfadado. Cómo el enfado era conmigo se acurrucó entre los brazos de su padre para dormirse. A los pocos minutos me buscó en la penumbra y - todavía enfadado, eso seguro- se agarró a uno de mis brazos. El mensaje es claro: no importa hasta que punto llegue nuestro disgusto. Nuestro amor siempre es más grande. 

Desde que colechamos toda la familia hay un detalle que me llama poderosamente la atención: la necesidad de contacto de mis hijos. Incluso en pleno verano, con la habitación a casi 30 grados, ellos buscan el contacto para dormirse. Y yo, acostumbrada a dormir sola, en completa oscuridad y silencio, he tenido que sufrir años de "re-programación" para descansar adecuadamente en una cama de 4 metros con tres niños y un adulto más. Y, no lo voy a negar, no ha sido fácil. Tal vez os preguntéis entonces que qué necesidad de pasar por ello. Cómo bien dice el famoso doctor Estivill, la familia solo duerme junta cuando no tiene posibilidades de dormir separada. Al menos los hijos de los padres. Las parejas sí que duermen juntas, tengan o no posibilidades de lo contrario. Es la norma en nuestra cultura y no hacerlo se ve raro y es generalmente criticado.

Pero el caso es que, para mí, la necesidad de re-programación empezó ya con el matrimonio, antes de los niños. Dormir con mi marido ya me supuso una enorme adaptación porque cualquier ruidito ya me molestaba. Pero lo hice, porque quería dormir con él y además era el comportamiento socialmente aceptado. Nadie me aconsejó que durmiera en otra cama, más bien todo lo contrario. Mi madre lleva 60 años durmiendo con mi padre, un hombre cuyos ronquidos se oyen desde la calle (con las ventanas cerradas). Cuándo hace años le aconsejábamos que se fuera a dormir a otra habitación, que así no podía seguir ya que los ronquidos de mi padre parecían incurables, ella decía que nunca haría tal cosa. Que dormir juntos le daba al matrimonio ese espacio diario de intimidad y reconciliación imprescindible para el amor. Con los años mi madre se ha ido quedando sorda, y yo creo que ha sido pura adaptación de supervivencia: sin oír se puede vivir, sin dormir no.

El caso es que, cuando llegaron los niños y empezaron las excursiones nocturnas entre su habitación y la nuestra, decidimos que mantener esa ridícula situación de habitaciones separadas no era nada práctico, así que nos pusimos todos en una. Y sí, de aguantar los ruiditos, ronquidos y pataditas de mi marido pasé a aguantar los de mi marido y uno, dos o tres niños, depende de la época, además de las continuas demandas de teta de alguno de ellos (de los niños, quiero decir). Lo curioso es que si comentaba entonces mis problemas de sueño todos me aconsejaban sacar a los niños, pero nadie sacar al marido. 

¿Y por qué? Entonces venían los argumentos sobre la necesidad de este espacio de intimidad y reconciliación de la pareja. Y es cierto. La pareja pierde espacio. Mucho. Aunque puedas practicar el sexo en el resto de la casa y escaparte de la cama familiar en cuanto los peques se duermen, en el día a día la cama familiar ya no es compatible con la cama matrimonial y todo lo que supone, más allá incluso de las sagradas relaciones sexuales.

Pero de lo que nadie habla es de un espacio para la intimidad y reconciliación familiar. Y eso es lo que nosotros hemos descubierto en nuestro colecho. Porque durante el día hay muchos roces, riñas, tensiones, estrés, etc... poco tiempo para abrazos, caricias y palabras a media voz. Ese momento llega al anochecer, entre la suavidad de las sábanas de nuestra megacama de casi 4 metros. Y cuando llega la hora de acostarse, con los peques bañados y "empijamados", tras los últimos saltos acrobáticos entre almohadas nos tumbamos juntos, con un libro de Sams (en alemán) o de Harry Potter (en español) entre las manos. Con un niño a cada lado, mientras el tercero se queja de que no tiene sitio y el padre se queja de que ninguno quiere con él. Y tras apagar la luz viene el acurrucamiento colectivo, la suavidad de su olor infantil, el abandono a la seguridad de su presencia. Es el momento en el que sientes que están bien, están seguros ahí, a tu lado. Que no los quieres en ninguna otra parte. El que se acostó enfadado recibe un "arrascamiento" de espalda extra. El mayor rodea al pequeño con su brazo para reconfortarlo. Allí, a tres niños de distancia, el padre de las criaturas. Muy cansados ambos y con pocas ganas de escarqueos sexuales. Posiblemente  él con la testoterona por los suelos de tanto colechar y yo con la prolactina por las nubes de tanta lactancia. No importa, es el momento de mater/paternar. No durará mucho más porque ellos crecen rápido y el día menos pensado los tendremos fuera de nuestra enorme cama, y de nuestra casa, viviendo su propia vida. 

Es el colecho familiar el que me ha mostrado una gran realidad: para dormir bien lo único que necesitas realmente es sentirte seguro. Todo lo demás son programaciones culturales. No ciencia, ni siquiera ciencia médica. Esta afirmación tiene un enorme sentido desde el punto de vista de la biología y conllevaría un cambio radical en el abordaje de la medicina del sueño. Pero como dudo que esos doctos especialistas estén interesados en nada que no esté "metodocientíficamente" demostrado, seguirán intentando curar el insomnio de la soledad y la inseguridad a base  pastillas o técnicas conductistas. 

Y yo lo siento en el alma por todos esos niños que serán programados para dormirse solos, en completa oscuridad y silencio, como lo fui yo, y que en el futuro, ante la necesidad de seguridad y proximidad de sus propios hijos, no tendrán más opción que elegir entre una dolorosa re-programación (para ser capaces de descansar en compañía de ruidos, patadas y lactancia) o repetir un patrón impuesto por determinantes culturales cambiantes y caducos que difícilmente cubre las necesidades afectivas más profundas del ser humano.    




viernes, 3 de julio de 2015

LACTANCIA MATERNA: ESA GRAN DESCONOCIDA

Ella aparta los ojos de la pantalla y me mira sonriente.

"¿Cómo es que vienes a visitarme?"

Estoy en el Brust-zentrum de Zürich, un centro sanitario dedicado exclusivamente a los pechos, (mayoritariamente femeninos, imagino, aunque sé que el cáncer de mama no es exclusivo de las mujeres). La doctora es una gran especialista en las mamas. Si ahí tengo algo, estoy en las mejores manos para identificarlo. Ya es mi tercera visita y en este caso vengo sólo a revisión.

"Fui a hacerme una revisión ginecológica rutinaria y mi médico me recomendó que, dada mi edad y que hace dos meses desteté definitivamente al pequeño, sería conveniente hacer una ecografía. En mi última visita usted también me comentó que volviera cuando hubiera destetado".

Levanta ligeramente una ceja y vuelve la mirada de nuevo a la pantalla. Noto que algo no le encaja y casi puedo leer sus pensamientos. Vuelve a mirarme sonriendo. Yo intento mantenerme seria, pero me estoy divirtiendo de lo lindo; tanto que hasta se me han ido los nervios hipocondriacos por lo que pueda ver en la eco.

"¿Cuantos hijos tienes?"

En mi ficha salen mis tres hijos con sus fechas de nacimiento y estoy segura de que ella la tiene abierta delante de sus ojos. Le confirmo:

"tres"

Ella lucha por controlar su expresión de perplejidad. Estoy segura de que si estuviera frente a una profesional española no estaríamos dando tantas vueltas, pero Suiza es el reino de la diplomacia.

"Pero, ¡¿El pequeño es del 2009?!"

"Exacto. Le he amamantado 6 años".

¡Ya está dicho! Ella suspira. No va a decir nada más, aunque su expresión, su sorpresa y esta redondeada conversación ya me lo han dicho todo. Me invita a pasar a la sala de ecografias y no volvemos a tratar el tema. 

En mi pecho todo bien, y yo me relajo, al menos hasta dentro de 3 años, cuando me recomienda volver para, esta vez sí, hacer también una mamografía. 

Pero de vuelta a casa no puedo dejar de pensar en esta conversación que me demuestra que las madres que damos el pecho hasta el destete espontáneo seguimos siendo excepcionales. Y mucho. Si una doctora especialista en la mama se sorprende cuando tiene delante a una mujer que ha amamantado 6 años a uno de sus hijos, es que somos MUY raras. 

Al moverme entre los círculos de madres de la Liga de la Leche posiblemente haya estado teniendo una visión un tanto distorsionada de la realidad, porque había llegado a creer que éramos un grupo ya significativo. Ahora lo dudo. Una de dos: o estas madres no se hacen ecografías preventivas en el Brust-Zentrum -algo que dudo porque es el centro especializado más importante de Zürich- o realmente somos como agujas en un pajar. 

Con todas estas reflexiones me quedé con las ganas de hacerle algunas preguntas sobre números: ¿A cuántas mujeres les examinas los pechos al año?, de éstas ¿Cuántas están amamantando?, y de éstas que están amamantando, ¿Cuántas llegan a los dos años (como recomienda la OMS)? y ¿Cuántas llegan al destete espontáneo?

A lo mejor a esta última pregunta me hubiera dicho : Una, tú.

Me siento un poco decepcionada. Siento un gran respeto por esta profesional y sé que es brillante pero, precisamente por eso, me duele su sorpresa, como hace cuatro años me dolió su consejo ante mis mastitis recurrentes: desteta. 

Al mirar la página web del Brust-Zentrum veo que la palabra "lactancia" (Stillen, en alemán) no aparece por ningún lado. Y es una clínica ESPECIALIZADA ÚNICAMENTE en las glándulas mamarias. 

Es evidente, la situación se describe a sí misma: La lactancia materna sigue siendo un tema marginal entre los profesionales encargados de tratar las patologías de las mamas. Una situación absolutamente surrealista que muestra hasta que punto nuestras mamas han perdido su verdadera y principal función en nuestra cultura occidental industrializada. 

Un fenómeno que están pagando nuestros hijos, nosotras mismas y la sociedad entera. Tal vez, el día en que la lactancia recupere el protagonismo que se merece, centros como el Brust-Zenter de Zürich observen un importante descenso en el número de cánceres que diagnostican. Y esa sólo sería la punta del iceberg. 














jueves, 11 de junio de 2015

SUEÑO INFANTIL Y LACTANCIA MATERNA

Fuente: asociacionsina.org
Que el lugar en dónde duerme el bebé, o mejor dicho, si duerme cerca o lejos de mamá, afecta a la lactancia materna es un hecho perfectamente comprobado. Numerosos estudios han demostrado ya que el colecho con la madre favorece la lactancia materna. 

Lo que parece que no está tan claro  según los investigadores del sueño Hauck y Moon, ambos miembros del comité de expertos encargado de hacer las recomendaciones de la American Academy of Pediatrics (AAP) sobre dónde y cómo deben dormir los bebés es si el colecho entendido como compartir cama afecta de manera diferente al colecho entendido como compartir habitación (pero no cama). A mí me parece evidente que va a afectar y, al igual que investigadores como Bartick y Smith, opino que las actuales recomendaciones de la American Academy of Pediatrics (AAP) (en las cuales se desaconseja el colecho entendido como compartir cama y se alienta a poner al bebé en su cuna y no en la cama de los padres aunque, eso sí, en la misma habitación que ellos)  interfieren con el establecimiento de la lactancia materna. Pero Hauck y Moon aluden a la falta de estudios comparando los dos tipos de colecho (compartiendo cama y compartiendo sólo habitación, pero no cama) para dudar del cuestionamiento a sus recomendaciones. 

Ante las afirmaciones de estos dos científicos a mí me ha picado el gusanillo de la curiosidad y dada la alucinantemente buena respuesta que obtuve con el primer cuestionario - estamos ya a menos de 100 respuestas para tener ¡3000! - me he animado a hacer otro mucho más cortito y sencillo con el fin de elucidar si compartir cama o no compartir cama afecta a la duración de la lactancia materna. 

Así que me animo a pasaros este pequeño cuestionario y a pediros, de nuevo, vuestra colaboración. En este caso necesito que seáis madres o padres de niños que ya hayan cumplido los 2 años. No hay límite superior de edad, de hecho me interesa los que ya tengáis niños que se han destetado de manera natural a los 5, 6, 7 o más años de edad. 

Muchísimas gracias de nuevo a todos. No veáis lo que estoy disfrutando con estas investigaciones. En cuanto haya trabajado con los datos os haré llegar los resultados. 





viernes, 22 de mayo de 2015

EL SUEÑO INFANTIL Y LOS LÍMITES DE LA CIENCIA.

En el año 2009 un grupo de investigadores sobre el sueño infantil publicaron un estudio titulado Sleep and sleep ecology in the first 3 years: a web-based study. (Sueño y ecología del sueño durante los primeros 3 años: un estudio basado en la web). Entre los autores se encuentran dos de los más prestigiosos en este campo: Avi Sadeh y Jodi Mindell, ambos defensores de las técnicas de adiestramiento para el sueño en solitario y con numerosos estudios a sus espaldas valorando su efectividad. Los dos son también consejeros sobre el sueño infantil en una conocida marca de productos infantiles y han participado en estudios financiados por esta empresa (1, 2) para valorar la efectividad de sus productos diseñados para favorecer el sueño de los bebés y niños. 

Pero a lo que vamos: el artículo citado se basaba en la distribución de un cuestionario diseñado por Sadeh (y perfectamente validado por la comunidad científica, tal y como debe hacerse con los cuestionarios) mediante la página web BabyCentre.com. Contestaron 5006 familias. Sus observaciones fueron que la lactancia, el compartir habitación, llevar al niño a la cama de los padres o las rutinas irregulares a la hora de ir a dormir se asociaban a mayores despertares nocturnos. Finalmente concluyeron que el comportamiento de los padres a la hora de dormir a los niños estaba profundamente relacionado con la consolidación del sueño de los mismos y, por lo tanto, era una buena diana para las intervenciones clínicas. O sea, los pediatras deben enseñar a los padres lo que deben o no deben hacer a la hora de dormir a sus hijos. 

Un año más tarde Mindell y Sadeh volvieron a publicar juntos un estudio en el que aplicaban el mismo cuestionario, de nuevo a través de la página web BabyCenter, a los padres de 29.287 bebés distribuidos por 17 países, los cuales dividieron en caucásicos (PC) y asiáticos (PS). Con este trabajo pretendían dar una visión intercultural del sueño infantil a la pediatría del sueño. En este caso concluyeron que en los países asiáticos se colechaba más, los padres acompañaban más y los niños dormían peor. 

Este mismo año los mismos dos autores publican otro artículo con la misma muestra internacional y el mismo cuestionario en el que vuelven a concluir que el acompañamiento de los padres a la hora de ir a dormir, así como el colecho, predicen un sueño de peor calidad en los niños. 

En el año 2011 ambos investigadores participan en un nuevo trabajo sobre la misma muestra con el mismo cuestionario. Vuelven a hacer hincapié en la nocividad del colecho y el acompañamiento de los padres a la hora de ir a dormir y la necesidad de educar a los padres para que enseñen a sus hijos a dormirse y dormir solos. 

¿Por qué os explico todo esto?

Pues porque estos trabajos han servido de argumentación a muchos defensores del sueño en solitario para asegurar que el colecho no es conveniente y que es necesario aplicar técnicas cognitivo conductuales (como el método Estivill, por ejemplo) para mentalizar a los padres de la necesidad de enseñar a los niños a dormirse solos. Así desde páginas webs, artículos de divulgación en periódicos y revistas, o desde la misma consulta del pediatra, los padres han recibido el mensaje de que no duerman con sus hijos, no los duerman o ayuden a dormir y les enseñen a dormir solos. Y lo peor es que reciben este mensaje como avalado por la ciencia. Esto es lo que la ciencia dice, por lo tanto esto es lo que hay que hacer. 

"Demostrado científicamente" es la nueva "Palabra de Dios".

Pero lo cierto es que estos artículos no demuestran en absoluto que los niños que colechan duermen peor, o que colechar con nuestros hijos sea malo para su sueño. Y esto es así debido a las limitaciones de estos estudios, las cuales no suelen tomarse en cuenta cuando se pregonan sus conclusiones a la sociedad, pero que tienen importantes implicaciones a la hora de interpretar correctamente la relevancia real de las mismas. 

La primera limitación importante es la propia naturaleza del cuestionario aplicado. Para empezar es un cuestionario diseñado por científicos occidentales que toman el sueño en solitario como referencia, por lo que adolece de un importante sesgo cultural (aunque posiblemente hayan tratado de evitarlo). Los padres que colechéis habitualmente con vuestros hijos, que tengáis como nosotros una enorme cama familiar, os daréis cuenta de que no es fácil contestar a algunas preguntas, porque si te preguntan si el niño duerme en su propia cama y tú ni te has planteado montar la cuna del bebé, puedes decir que sí, porque su "propia cama" es también vuestra cama y vuestra cama no es sólo la "cama de los padres" ¿no?  Así, mis hijos duermen en su "propia" cama que es la "cama de los padres" y también "con sus hermanos"................... por lo que me va a ser difícil elegir una sola opción en algunas preguntas. También es posible que, como a mí, no os sea fácil cuantificar las veces que se despierta por la noche o en que consisten el ritual a la hora de ir a dormir si no sueles tener uno establecido que repites cada noche o, al menos, la mayoría de las noches. Ayer mis hijos cenaron, se ducharon y se acostaron, pero antes de ayer se ducharon primero, cenaron, hicieron deberes o jugaron un poquito y se acostaron. Unos días ven la tele mientras cenan, y otros no lo hacen. Los días de buen tiempo de primavera y verano intento que salgan a la calle hasta la misma hora de acostarse, por lo que se duchan en el último momento y luego ¡rapidito a la cama! En nuestra familia tenemos todo menos un "ritual" porque aunque intento que se lea un poco siempre antes de dormir, dudo que lo consiga la mayoría de los días. 

La segunda limitación es el medio de distribución del cuestionario. La página web BabyCenter.com tiene un público determinado y no es una representación al azar de la población mundial. Este sesgo puede ser incluso mayor en los países asiáticos, dónde precisamente las familias que podrán dedicarse a visitar webs como la citada (por tener acceso a internet, por ejemplo, lo que ya supone un cierto nivel económico y cultural determinado que no es el mayoritario en muchos de ellos) son las más "occidentalizadas". 

Un rápido vistazo a la web en cuestión nos muestra una visión de la crianza y del sueño infantil con un enorme sesgo occidental, dónde lo normal es el sueño en solitario y la excepción el colecho, aunque en los últimos años la participación de profesionales como el antropólogo James McKenna en alguno de sus artículos ha dado espacio a comportamientos alternativos. 

Bajo mi punto de vista ésta es la limitación más importantes. Una prueba de su importancia, precisamente, la descubrí en uno de los artículos, el único que muestra los datos (en forma de gráfica)  sobre la percepción del sueño infantil como problema de cada país. En la gráfica 1 de dicho artículo se puede ver que los 3 únicos países asiáticos que no muestran una mayor percepción del sueño infantil como problema que los países caucásicos son Vietnam, Tailandia y Japón. Curiosamente en Vietnam y Tailandia -los que menos percepción tienen del sueño infantil como problema de todo el conjunto de países- ¡el cuestionario se distribuyó en mano y no a través de BabyCenter! Un dato que no incluyen en ese artículo pero sí en otro de la serie (¿Mala intención en la omisión? prefiero pensar que no). Que Japón sea también una excepción es muy representativo ya que es la única cultura no occidental pero tan rica e industrializada como occidente -por lo que la población con acceso a internet e interés en este tipo de webs no tiene que ser específicamente la más rica o con más influencia occidental- y que sigue teniendo el colecho como forma de dormir mayoritaria. 

Cuando estaba analizando estos trabajos para incluirlos en la revisión bibliográfica "El debate Científico sobre la Realidad del Sueño Infantil" se me ocurrió que sería interesante ver cuales serían los resultados si el cuestionario utilizado en estos estudios lo responden mis contactos de Facebook o los lectores de este blog. Al igual que lo que ocurre con BabyCenter.com, esta muestra tampoco es representativa de la población general y también está sesgada. Pero mi hipótesis es que el sesgo es diferente ya que la gran mayoría de la misma seremos padres con tendencia a pertenecer a la llamada crianza respetuosa y, por lo tanto, con más tendencia a colechar con nuestros hijos por voluntad propia (y no como reacción a los problemas de sueño) y rechazo a las técnicas de adiestramiento, especialmente las basadas en dejar llorar. 

¿Observaremos en nuestra muestra esta relación positiva entre los problemas del sueño y la intervención de los padres a la hora de dormir o el colecho? Mi hipótesis es que no. 

¿Queréis ayudarme a comprobarlo?

Para ello sólo tenéis que contestar el cuestionario traducido que encontraréis en el enlace que os adjunto. 

Os doy de antemano mil gracias por vuestra colaboración. Vamos a intentar demostrar que los artículos de Sadeh y Mindell tienen un sesgo cultural inaceptable que lleva a unas conclusiones no generalizables ni aplicables a la realidad del sueño de las familias, y mucho menos a nivel mundial. 









miércoles, 29 de abril de 2015

QUERIDA MADRE, TE EQUIVOCAS

"Es trágico que los padres peguen a sus hijos para 
evitar sentir lo que sus padres hacían con ellos".
Alice Miller. 




QUERIDA MADRE:

Te equivocas.

Y mira que si algo he aprendido estos diez últimos años es a no decir esas palabras a ninguna otra madre. En serio. 

Pero hay excepciones. Ésta es una de ellas y te escribo esta carta motivada por todos esos comentarios a tu vídeo que te convierten poco menos que en la madre del año.

Porque tu comportamiento, de madre del año, nada de nada. Incluso es evidente que no sólo te equivocas ahora. Te equivocaste hace años. Aunque eso me duele más decírtelo porque poco remedio tiene ya. Pero tal vez valga la pena sacarlo a la luz por todas esas madres que te alaban y tienen bebés y niños pequeños en su regazo.

Te equivocaste ya en la primera bofetada, porque evidentemente la del vídeo no lo es.

Te equivocaste cada vez que le gritaste, le faltaste al respeto, le humillaste, le insultaste, le ninguneaste y te ensañaste con él, como lo has hecho ahora. Me dirás que qué sé yo de tu vida y tu crianza, pero es que el vídeo dice muchas cosas, de verdad, demasiadas. Muchas cosas del pasado y muchas cosas del futuro, desgraciadamente. 

Te equivocaste, y él aprendió a gritar, atacar, faltar al respeto, ningunear, humillar, insultar y ensañarse con otros debajo de un pasamontañas. Ahora está convencido de que es una mierda que no vale nada fuera de  la autoridad de la pandilla de turno. Que el mundo está plagado de enemigos y que todo se consigue mediante la violencia.

Es así de sencillo. Lo demuestra la vida. Incluso lo demuestra la ciencia, por si no me quieres creer a mí, que parece que hoy en día lo que la ciencia demuestra es palabra de Dios.  Y es que Tracy Afifi, una investigadora con numerosas publicaciones dentro del campo de la salud y el trauma infantil, así lo afirmó en un estudio publicado en la prestigiosa Pediatrics en el año 2012. En este trabajo, Afifi y sus colaboradores concluyen que:
"El castigo físico, en ausencia de maltrato, está asociado con el desarrollo de desórdenes del estado de ánimo, trastorno de ansiedad, abusos de sustancias/drogodependencia y desórdenes de la personalidad en la población general. 

Ya ves todo lo que pueden ocasionar esas bofetadas. Tus bofetadas. A tu hijo. 

Y si bien es casi seguro que no vas a leer mi carta, espero que al menos la lean algunos de los que sólo tienen alabanzas para tu actuación. Por si les puedo hacer replantearse su juicio y mirar el vídeo desde otra perspectiva: la del niño criado bajo el yugo de la pedagogía negra

Te equivocas, querida madre, no eres digna de alabanza. Eres digan de compasión. Porque seguro que adoras a tu hijo, como todas adoramos a los nuestros, pero la vida no te ha debido de ofrecer ni los conocimientos ni las herramientas necesarios para salir de ese pozo negro de agresión y violencia. Y has hecho daño a tu hijo. Mucho daño. A la vista está.  

Como dice Alice Miller: 
" La tragedia de las personas bien educadas es que, al llegar a la edad adulta, no podrán darse cuenta de lo que les hicieron ni de lo que ellos mismos hacen, si de niños no les permitieron darse cuenta de nada"
Es evidente que tú debes de ser de esas personas bien educadas y todavía no te has dado cuenta de nada. Me pregunto si tu hijo tendrá la oportunidad de hacerlo. 

Deseo con todo el corazón que sí lo haga, que todavía no sea demasiado tarde y sea capaz de romper esa cadena trans-generacional de violencia en la que está sumergida tu familia, tu sociedad, como las mías propias.  

Por su bien. Por tu bien. Por mi bien. Por el bien de mis hijos. Por el bien de todos. 

viernes, 3 de abril de 2015

El trauma sufrido en la infancia condiciona la salud en la vida adulta

Las personas expuestas a un estrés tóxico durante su infancia tienen más posibilidades de desarrollar enfermedades graves cuando son adultos.

Existe un factor de riesgo capaz de provocar siete de las diez principales causas de muerte en Estados Unidos. Este factor de riesgo no es otro que el trauma infantil. Así lo expresó la doctora Nadine Burke Harris en la conferencia TEDex del pasado mes de Septiembre. Según el Estudio sobre experiencias Adversas en la Infancia (ACE), los traumas infantiles ―abusos físicos, emocionales o sexuales, abandono, violencia doméstica o padres que sufren una enfermedad mental, son drogodependientes, alcohólicos, han sido encarcelados o se han divorciado― tiene una repercusión significativa en la salud futura del niño, hasta el punto de triplicar el riesgo de enfermedad cardiaca o cáncer pulmonar, y reducir la esperanza de vida en 20 años.



El citado estudio fue llevado a cabo por los doctores Vince Felitti at Kaiser y Bob Anda en el Center for disease control and prevention (CDC) de Estado Unidos, y en él participaron 17500 adultos a los que se les valoró las experiencias traumáticas de su niñez mediante un formulario de diez preguntas. Por cada respuesta afirmativa el participante obtenía un punto, de manera que cuanto más puntos acumulaba más trauma había sufrido en su niñez. Así comprobaron que un 60% de la población tiene al menos 1 punto y un 12.6% ― o sea, uno de cada ocho― tiene 4 o más. Al relacionar el número de puntos con diversas enfermedades los resultados fueron preocupantes: las personas con 4 puntos o más tenían un riesgo 2.5 veces mayor de sufrir enfermedad pulmonar obstructiva crónica o hepatitis que las personas con cero puntos.  Para la depresión el aumento del riesgo fue de 4.5 veces. El riesgo de suicidio aumentaba 12 veces. Una persona con 7 puntos o más tiene el triple riesgo de sufrir cáncer de pulmón y 3.5 veces más de sufrir una enfermedad isquémica cardiaca.

Pero ¿Cómo y por qué se producen estos efectos? Una de las posibles explicaciones es que el niño que está sufriendo una infancia traumática desarrollará de adulto hábitos de comportamiento no saludables como consumo de tabaco, alcohol o drogas. A día de hoy tenemos evidencias científicas de que el estrés sufrido en la niñez afecta el desarrollo de áreas cerebrales involucradas en el placer, la recompensa, el control de impulsos, la capacidad de aprendizaje y la respuesta al peligro. Estas áreas están relacionadas con el desarrollo de drogodependencias y de comportamientos de riesgo para la salud. Pero el efecto del estrés parece ir más allá y no siempre está mediado por este fenómeno. Aunque la persona no desarrolle hábitos insanos, todavía estará en peligro.

La razón es que una exposición crónica y continua al estrés durante la infancia influye en el desarrollo del llamado eje hipotalámico-hipofisario-adrenal. Esta es una cadena de reacciones diseñada para activarse ante un peligro inminente,  produciendo una respuesta adaptativa del tipo huida o ataque que puede salvarnos la vida. Como explica la doctora Nadine Burke Harris, si un día en el bosque ves un oso, la explosión hormonal causada por la activación del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal provocará una serie de efectos en tu cuerpo, como dilatación de las pupilas o aumento de la frecuencia cardiaca, que hará que estés preparado para defenderte o huir. Esta es una reacción fisiológica perfectamente saludable cuyo objetivo es salvarte la vida.

El problema es cuando un niño crece con este mecanismo continuamente activado; por ejemplo, cuando el oso vuelve a casa cada noche. Entonces, la liberación frecuente de hormonas del estrés durante su crecimiento, una etapa especialmente sensible a este fenómeno,  produce una serie de efectos no sólo en su estructura y función cerebrales, sino también en su sistemas inmune y hormonal e, incluso, en la manera en la que se lee y transcribe su ADN. Efectos que, con el paso de los años, se traducirán en enfermedades y graves y muerte temprana.

Todos estos descubrimientos sobre las implicaciones del trauma infantil en la salud futura y los mecanismos involucrados en esta relación llevaron a la doctora Nadine Burke Harris a la creación del Center for Youth Wellness (Centro del bienestar infantil) en San Francisco. El objetivo es prevenir los efectos de una infancia traumática mediante la evaluación del estrés y el tratamiento de los niños por equipos multidisciplinares en los que se trabaja con toda la familia.

Desgraciadamente, los poderes públicos no parecen interesados en generalizar iniciativas como ésta y reconocer que el trauma infantil es una cuestión de salud pública. El problema es que piensan que la presencia de este fenómeno se limita a ciertos barrios o minorías. Pero la situación real es que está mucho más generalizado. En el estudio ACE un 70% de los participantes eran caucásicos (raza blanca) y un 70% tenían educación universitaria. Así que éste no es un problema de minorías sociales, sino de toda la sociedad. Tal y como dijo el que fue presidente de la Asociación americana de pediatría (AAP), el doctor Robert Block: “Las experiencias adversas en la niñez son la mayor amenaza no resuelta de salud pública a la que se enfrenta nuestra nación en la actualidad”.

Por estas razones la doctora Nadine Burke Harris nos exhorta hacia cambio de actitud. Ahora que la ciencia ya tiene las herramientas necesarias para enfrentarse a este problema y evitar que el trauma infantil se traduzca en la vida adulta en enfermedad grave o muerte temprana, debemos ponerlo sobre la mesa, reconocerlo y concienciarnos de su importancia. Porque  es tratable y combatible y, por lo tanto, tratarlo y combatirlo debería ser uno de nuestros principales objetivos.