viernes, 19 de julio de 2019

VIOLENTA FELICIDAD

La foto en cuestión corre por Facebook y también la podéis ver en este enlace:

https://www.facebook.com/sarahjefford/photos/a.1646172388979357/2120429381553653/?type=3&theater

Analicemos esta foto.

Ella acaba de parir. Tras nueve meses gestando ese bebé su cuerpo está preparado para su función vital más importante: asegurar la continuidad de la especie mediante la maternidad. Así que ella a todos los efectos es una madre y, como tal, está programada para enarmorarse loca y absolutamente de su criatura y asegurar así su supervivencia.

La clave está en su cuerpo, que ha trabajado intensamente para convertirse en la madre que su hijo necesita. ¿Cómo lo ha hecho? Básicamente liberando las hormonas necesarias para que diversos órganos estén preparados para esta importante función. Dos son los principales: el cerebro y las glándulas mamarias. 

El cerebro sufre tantos cambios en el embarazo que algunos especialistas ya hablan de madrescencia, término paralelo a "adolescencia" que pretende ser un nuevo marco conceptual donde integrarlos. Un objetivo de la madrescencia está muy claro: asegurar la completa atención de la madre sobre su bebé haciendo que ella desee y necesite intensamente estar con él durante las veinticuatro horas del día. Así se asegura un contacto casi continuo entre ambos, especialmente los primeros meses tras el parto, capaz de proporcionar al bebé el hábitat en el que puede prosperar y crecer saludablemente. Por lo tanto, la separación del bebé tras el nacimiento es realmente traumático para la madre. Un trauma que ella puede negar y relegar a lo inconsciente bajo el mandato implacable de su racional neocortex, pero que no por eso es menos real o tiene menos consecuencias.

Las glándulas mamarias también han sufrido cambios espectaculares durante el embarazo con una única finalidad: producir el mejor alimento para ese bebé. Ni la leche de otra mujer, ni mucho menos las leches artificiales, alcanzarán nunca el grado de idoneidad de la leche producida por la propia madre biológica, al menos si no hay una patología que lo impida. 

Cuando tras el nacimiento a una madre se le arrebata su bebé su cuerpo interpretará que éste murió, con todo lo que eso conlleva. La pérdida produce duelo, y el duelo ignorado depresión. Las glándulas mamarias también habrán cambiado para nada, lo que no va a tener muy buenos efectos en su salud, hasta el punto de aumentar significativamente su riesgo de cáncer en el futuro. 

Y ahora el Bebé. En este caso parece que se llama Sarah, y acaba de nacer como lo hacen todas las criaturas humanas: varios meses antes de lo que le correspondería. Por lo tanto viene al mundo extremadamente inmadura. El cuerpo de la madre está preparado para este fenómeno y por eso Sarah está programada para sobrevivir sobre él. El hábitat del recién nacido es el cuerpo de su madre. Todo lo que la bebé puede o no puede hacer sólo se puede entender en referencia al cuerpo de su madre. Si el bebé es separado de éste, su hábitat, se desregula. Esta desregulación genera estrés, o el estrés de la separación provoca una desregulación. Lo mismo da. El caso es que lo peor que le puede pasar a un recién nacido es ser separado de su madre. Si esta separación es definitiva, todavía peor. La separación, incluso aunque sea temporal, determinará su desarrollo neurológico. Sarah no será la misma mujer que tendría que haber sido de haber respetado el continumm y el rol de su madre en su vida. Esto es una evidencia científica.

La separación de su madre hace tanto daño a Sarah que le produce un efecto permanente. Hoy en día diversos especialistas lo llaman Herida Primal. La Herida Primal duele, y mucho. Y no durante unas horas o unos días. La Herida Primal puede llegar a doler toda la vida. Igual que el trauma que la madre sufre por al separación, si esta herida primal es, además, ignorada y despreciada, será el abono perfecto para futuras patologías. Y así en el cuerpo (y el alma) de Sarah se planta la semilla para futuras enfermedades físicas y mentales, que posiblemente nunca se relacionen con el suceso más traumático ocurrido en su etapa primal: la separación de su madre. 

Y al fondo, ellos. Esa pareja de hombres —pero podrían haber sido dos mujeres o un hombre y una mujer, lo mismo me da— que están ahí, llorando de emoción, cuando deberían llorar de culpabilidad y pena. Han prostituido el cuerpo de una mujer y han destrozado los derechos más fundamentales de su bebé, ese bebé tan deseado y en teoría tan amado, pero no parecen conscientes en absoluto. Si, además, pretenden criar a Sarah con "dos padres" ya es la guinda del este pastel de mierda. 

Y no me malinterpretéis. No digo que uno de ellos no pueda incorporarse al rol de madre, tan fundamental para el desarrollo saludable de Sarah. Cada día muchos bebés abandonados tienen la oportunidad de crecer saludable y felizmente porque una madre sustituta ocupa el lugar de la madre biológica. Y esta madre en ocasiones es un hombre (trans o cis). Pero esta madre sustituta, y el resto de la familia adoptiva, suele ser muy consciente de la herida primal, lo que abre la puerta a intervenciones que ayuden a sanarla. También la madre adoptiva suele ser consciente de sus limitaciones fisiológicas, ya que no ha pasado por un embarazo, pero su cuerpo trabaja duro para adaptarse, hasta el punto de que las más comprometidas y mejor informadas llegan a intentar inducirse la producción de leche, o utilizan su pecho como lo haría la propia madre biológica, ofreciendo al bebé un nuevo cuerpo donde habitar. Pero todo ello supone un esfuerzo enorme de sanación, y no sólo por parte de la madre adoptiva, sino, sobre todo, por parte del bebé. Por eso es tremendo que una criatura sea concebida con la finalidad de ser separada de su madre, la mujer que le ha gestado, y es inconcebible justificar la maternidad subrogada con el hecho de que los bebés abandonados pueden llegar a crecer saludablemente cuando son criados en familias amorosas.  

Ellos, los dos emocionados llorones de la foto, parecen no saber todo lo explicado hasta ahora, porque si lo saben, y a pesar de eso han hecho lo que han hecho, es que son muy mala gente. También es posible que se limiten a no creerlo. Los humanos llegamos muy lejos a la hora de justificar las malas acciones. Ellos ya tienen lo que tanto desean, y a quién se han llevado por delante en el camino es irrelevante. Así que lloran de felicidad, no de pena o culpabilidad. 

Existe una felicidad cargada de violencia, y eso es lo que ha inmortalizado el fotógrafo de esta imagen. Felicidad para unos gracias al ejercicio de la violencia sobre otros. No es excepcional en nuestra especie, desafortunadamente, pero mientras que en otros contextos nadie lo cuestiona, en este pretenden esconderlo pintándolo de color rosa Disney, más que nada porque el deseo de ser madres/padres ciega a unos, y la avaricia y el afán de enriquecerse ciega a otros.  

Y no. El rosa chicle aquí no consigue esconder la evidencia. Lo que es violencia es violencia, por mucha felicidad que regale. 


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viernes, 5 de julio de 2019

NO ME QUITÉIS LA PALABRA MADRE


Hace cosa de cinco días, a eso de las dos de la madrugada, estaba yo inmersa en mis ciclos de sueño, cuando una señal ambiental me subió en cuestión de segundos al estado de vigilia. Era la tos de mi hijo pequeño, que duerme en una habitación compartida con sus hermanos al otro lado de la casa. 

Otro segundo más y ya estaba yo, tambaleante y mareada por despertar tan abruptamente (por el estado en que me encontraba yo juraría que salía del sueño profundo), al lado del desastre. Mi niño había vomitado en el suelo del dormitorio, del pasillo y del baño. Al lado de la habitación de mis hijos está el despacho de la familia. En el despacho estaba mi marido, mirando la pantalla del ordenador con unos auriculares puestos. El bendito padre no había movido un dedo mientras su retoño vomitaba por media casa. No se había enterado. 

Esta anécdota solo es un copito de nieve en la punta del iceberg que muestra que una cosa es ser madre y otra es ser padre. La conexión que tenemos las madres con nuestros hijos es única y a veces parece cosa de magia. ¿Quién de nosotras no se ha despertado en medio de la noche unos segundos antes de que el bebé comenzara a reclamar? ¿O que me decís de esas madres que han salvado la vida de sus bebés al despertar de repente porque la criatura había dejado de respirar? 

Para un bebé la madre es absolutamente fundamental e irreemplazable. Cuando siente que le separan de ella siente un terror de muerte. "El hábitat del recién nacido es el cuerpo de su madre". Y punto. No hay nada más que argumentar por aquí.Y el cuerpo de la madre sigue siendo una parte muy importante del hábitat del bebé mayor y del niño en esta época en la que va cruzando el puente desde su madre hacia la sociedad, puente que en la mayoría de los casos es la relación con el padre. Las relaciones de los hijos con su madre y con su padre nunca serán iguales, tengan la edad que tengan. Cada una es única e irreemplazable.

MAMÁ es el puerto seguro. Es el lugar donde las tempestades de la vida dejan de dar miedo. El refugio de todos los refugios. Yo tengo cuarenta y nueve años y sigo sintiendo esa seguridad infinita entre los brazos de mi madre. A mi padre lo adoro, por supuesto. Pero mi madre es mi madre. Imposible igualar ambas funciones.

Por eso, ante el comunicado de la Liga de la Leche en apoyo a los hombres transexuales, que yo apoyo al 99% me gustaría hacerles llegar una puntualización por ese 1% con el que discrepo.

No me quitéis la palabra MADRE.

Porque un bebé necesita una madre y tiene derecho a una madre. Me da igual que esa madre tenga pene o barba, pero tiene que ser su madre. No su padre. El padre, el rol de padre, es otra cosa muy diferente y nunca puede sustituir a la madre. Una madre gesta, pare y amamanta. Un padre no. 

Desde el punto de vista del bebé, la persona que le pare, en la que habita tras el parto y de la que recibe su alimento, es su madre. Y la conexión fisiológica que se establece entre el cuerpo del bebé y su madre es única e incuestionable. Si el cuerpo de la madre es el de un hombre transexual, será una madre hombre transexual. Pero es una madre. No es un padre, porque ser padre es otra cosa. Y si ser madre es una función femenina, pues este hombre transexual está realizando una función femenina. Esta es la realidad, y yo no puedo comprender por qué esto puede ser un problema para las personas que no se identifican con el binarismo mayoritario. Lo cierto es que, en este contexto, que algo sea masculino o femenino no me parece lo más relevante. Lo importante aquí es el rol que ejerce esta persona respecto al bebé.

En el caso de la adopción, el bebé, que ha sufrido el terrible trauma de la pérdida de su madre biológica, lo que más necesita en este mundo es "Un pecho donde habitar". Me da igual que este pecho sea peludo o no, o pertenezca a un humano macho, hembra o hermafrodita, trans o cis. Pero tiene que ser el pecho de su nueva madre. Su madre, no su padre. 

El patriarcado se basa en la muerte de la madre. Somos la sociedad que somos porque hemos matado a LA MADRE. Desde que descubrí esta realidad trabajo duro para revertir esta situación y resucitar esta figura fundamental en la vida de nuestras criaturas. La evidencia de que lo que más necesita un bebé humano para prosperar y crecer de manera saludable es una madre me ha hecho querer centrar este debate, no en el género o identidad sexual de la persona que pare al bebé, sino en el rol que realmente tiene. Si miramos esta situación desde la perspectiva del bebé, nos damos cuenta de que la identidad de género de la persona que le ha parido es irrelevante. Para él es su madre porque la biología de ambos así lo determina. 

Por eso, nunca, bajo ningún concepto, pienso renunciar a la palabra MADRE.

La madre es sagrada, es imprescindible, es irreemplazable. Y así lo deberíamos entender todos los adultos que queremos tener hijos. 

Y por eso quisiera plantear esta situación desde esta reflexión: la gran mayoría de mujeres y muchos hombres transexuales podemos parir y podemos amamantar, esto es, podemos ser madres. Una vez que  un hombre trans ha gestado, parido y amamantado a su hijo ya es su madre, porque la conexión fisiológica entre ambos así lo determina. El papel de madre no desaparece y uno no se convierte en padre simplemente por su identificación con el género masculino en el resto de facetas de su vida, especialmente cuando su cuerpo ha ejercido de madre durante toda la etapa primal. 

Y en los caso de adopción, concretamente en los de una pareja sin mujer, uno de los hombres tendrá que asumir este papel maternal, con  todo lo que esto conlleva. Porque si no, el bebé será huérfano de madre, y esta carencia se cobra un precio muy alto.