lunes, 9 de febrero de 2015

GRACIAS DOCTOR GONZALEZ CANO. Ahora, Empecemos a Debatir.

Él sabía que le íbamos a dar publicidad, que muchas de nosotras seríamos radicales, irracionales, emocionales y alocadas. Sabía que también hay gente con muchas ganas de ponerse de su lado en contra de esas "talibanas de la teta" y que muchos profesionales - esos que a la chita callando, desde sus consultas, se cargan tantas lactancias maternas día a día - le darían golpecitos en el hombro y le compadecerían por el brutal ataque de las extremistas del que estaba siendo víctima. También sabía que muchas madres se sentirían a gusto con su discurso, como no. Y es que hay dimensiones en la lactancia materna a las que no llega la ciencia basada en evidencia.

Sabía, por supuesto, que los organismos oficiales se desmarcarían de sus declaraciones y consejos, de manera tibia algunos, más tajante otros. Con eso ya contaba y ni le asusta ni molesta. Ahí están todos esos libros anti- vacuna, por ejemplo, mucho peores que el suyo y mucho más en contra de la evidencia, según su criterio. Así que, si le echan en cara el pequeño detalle de que sus palabras van en contra de todas recomendaciones sobre lactancia materna, con recordar toda la literatura de divulgación  que contiene declaraciones en contra de las recomendaciones oficiales, ya tiene suficiente. Muchos de los gurús de esas "talibanas" tienen declaraciones polémicas, como que dejar llorar a los niños produce efectos indeseables, cuando las sociedades del sueño recomiendan las técnicas de adiestramiento basadas en dejar llorar para la educación del sueño infantil. Otros incluso animan a colechar con bebés, a pesar de que las sociedades de pediatría recomiendan que estos duerman en sus cuna  por seguridad. Así que, ¡que coño! Que sean consecuentes y respeten todo o no respeten nada. 

Y luego no olvidemos la sagrada libertad de expresión. Precisamente ahora es una buen momento para recordar esa libertad de expresión que no debe ser amenazada bajo ningún concepto. No olvidemos que por defender nuestro derecho a la libertad de expresión hay gente que ha perdido la vida. Recientemente hemos vivido un triste ejemplo de ello. En este contexto, el hecho de que la presentación de su libro "tuviera" que ser cancelada por "presiones y amenazas", ha sido perfecto para recordar  los más oscuros tiempos de la dictadura. Ya se sabe que las madres lactantes somos tan amenazadoras como  la Brigada Político-Social. O tal vez más. Fíjate que podemos castigar a los insurrectos con un chorro de leche materna en plena cara. Realmente aterrador. 

Así que al final todo le salió a pedir de boca y, hoy por hoy, tal vez sea uno de los pediatras más citados en las redes sociales e, incluso, tuvo sus cinco minutos de gloria en televisión. ¿Qué más se puede pedir? Probablemente ya esté planeando un próximo libro. Tal vez sea bueno colaborar con alguna estrella muy mediática, de esas que no tienen nada que contar pero venden mucho. En este país eso puede resultar de lo más rentable. Y luego están algunos médicos con mucha experiencia en eso de escribir bestsellers con normas de adiestramiento para padres. Una colaboración con ellos tampoco sería mala idea. Esto tiene futuro. 

Yo al principio no quería sumarme a las reacciones en contra de este señor para no darle el gusto de tener más publicidad gratuita. Pero luego leí artículos fascinantes, como los escritos por blogueras como Nohemí Hervada (leed toda la serie, es altamente recomendable), Irene García Perulero (1, 2, 3), Mónica de FelipeTeresa Escudero, Pilar Martínez, u organizaciones médicas como APILAM y la AEP, y pensé que tal vez valiera la pena mirar esta situación desde otra perspectiva. 

Y es que, no lo vamos a negar, - y como muy bien apuntaba el otro día mi querida Ximena Silva (Doula en Suiza) - el doctor González Cano acaba de sacar de debajo de la alfombra todos esos prejuicios, tabúes culturales y creencias casposas, patriarcales y machistas que empañan el ejercicio de la pediatría en nuestro país y, posiblemente, en toda la cultura occidental. José María González Cano más claro no ha podido ser, y sus palabras reflejan a la perfección la imagen de la mujer sucia, imperfecta, pecaminosa, empeñada en dañar a su hijo con la leche que mana de sus pechos, poniendo en peligro la integridad física y moral de la criatura. Todo su discurso ofrece una visión de la lactancia y la maternidad como una relación incestuosa, sucia, dañina y pecaminosa.   

Y esto es lo mejor que podía pasar. Ya es hora de que se ponga toda esta porquería encima de la mesa, delante de los padres y de los profesionales, para que pueda ser convenientemente limpiada y destruida de una vez. Porque tal y como comprobamos cada día las asesoras de lactancia de todo el mundo, los pediatras que todavía van diciendo a las madres todas esas incongruencias y falacias que el doctor Gonzalez Cano expone tan abierta y claramente en su libro, son inaceptablemente numerosos, hasta el punto de que las madres realmente interesadas en defender su lactancia tienen verdaderas dificultades para encontrar un profesional coherente, bien formado e informado en el que confiar plenamente para el cuidado de la salud de su hijo. 

Y esta situación es inaceptable y debe ser cambiada ya. Y ¿Qué mejor oportunidad para cambiarla que exponerla abiertamente? Porque en teoría todos los profesionales de la pediatría deberían ceñirse a las recomendaciones de su sociedad (en este caso la AEP) en cuanto a la promoción y defensa de la lactancia materna. Es evidente que deben existir razones importante para que esto no se consiga. Difícilmente vamos a encontrar estas razones y solventarlas si no encaramos la situación abiertamente y entre todos los actores implicados: pediatras, familias, y profesionales de la lactancia materna y la nutrición infantil, todos y de todas las tendencias. 

La lactancia materna es algo más que una cuestión de salud. En nuestra cultura, por motivos históricos de sobra ya conocidos, es un tema extremadamente complejo con múltiples dimensiones - políticas, sociales, económicas, culturales, emocionales, etc... - que deben ser convenientemente consideradas a la hora de diseñar estrategias que la resguarden y defiendan. Difícilmente conseguiremos hacerlo sin poner toda la situación al descubierto, y el doctor García Cano acaba de exponer la parte escondida y extraoficial, de todo este asunto. Acaba de poner cara a toda esa multitud de pediatras que se salta a la torera la evidencia científica, y eso es bueno. De hecho es muy bueno. Es genial.

Ahora es el momento del debate. Es el momento de que los profesionales de la ciencia le recuerden los consensos a los que han llegado y el porqué de sus recomendaciones. Es el momento de que las mujeres le informemos de por qué amamantamos, de lo que sentimos al amamantar, de por qué sentimos lo que sentimos al amamantar, de por qué tenemos derecho a sentir lo que sentimos, de por qué sentir lo que sentimos es bueno, saludable, conveniente y natural, mientras que lo que el supone correcto, es en realidad enfermizo, antinatural, aberrante y producto de una cultura concreta que ha dado lugar a una sociedad sexualmente mutilada y enferma. 

Es hora de que se hable abiertamente y entre todos de sexualidad, cultura, prejuicios, salud, biología, filosofía, sociología, política, etc... Es hora de poner todas las dimensiones de la lactancia encima de la mesa: las oficiales y las extraoficiales, las claras y las oscuras, las aceptadas y las rechazadas, las conocidas y las ignoradas. 

Para alcanzar la situación que todos queremos alcanzar, que no es otra que conseguir que cada mujer madre se sienta absolutamente libre, apoyada y respaldada en su lactancia, todos los actores implicados deben ser reconocidos e invitados al debate y, que duda cabe, el doctor Gonzalez Cano es el representante de un grupo importante que no puede, ni debe, ser ignorado. 

Así que, aunque acabe con la cara llena de leche (que no de leches, porque nosotras nunca nos defendemos a leches), gracias por dar la cara doctor, y bienvenido al debate. 

Ya estamos todos presentes y preparados. Comencemos a debatir de verdad. 



















miércoles, 4 de febrero de 2015

ÉRASE UNA VEZ................

ÉRASE UNA VEZ....... UNOS MÉDICOS ENGREÍDOS Y UNA CIENCIA NADA CIENTÍFICA

Érase una vez una sociedad que decidió separar a las criaturas de sus madres para obtener adultos sumisos al sistema. Convirtió a la mujer en sucia, impura, pecadora, defectuosa y débil, consiguiendo que se sintiera incapaz de parir, incapaz de criar o incluso incapaz de vivir sin una autoridad que le marcara el camino. Una autoridad masculina, por supuesto. 

Y es que mantener la autoridad del patriarca dentro del círculo familiar y la producción de herederos sumisos al sistema imperante pasaba por romper el vínculo más inmenso, sostenedor y protector que se puede formar entre seres humanos: el que se forma entre la madre y su hijo. Y así, las mujeres que ocupaban los puestos más altos en la escala social tenían prohibido criar a sus propios hijos, los cuales eran puestos en manos de nodrizas: mujeres de casta inferior destinadas al "nada valorado" y  vergonzoso (porque suponía fluidos, piel, tetas y pezones, o sea, cuerpo femenino) acto de amamantar y criar. El parto no lo pudieron transferir a las nodrizas, porque si lo hacían el bebé no llevaría la sangre "superior"  del patriarca y su mujer. Pero consiguieron interferir con el proceso del nacimiento lo suficiente como para poner en serio peligro la vida de madre e hijo (por lo tanto convirtieron el parto en un acto peligrosísimo que el médico debe controlar sí o sí) y conseguir que la madre no protestara cuando le separaran de su bebé y se lo dieran a otra mujer para su crianza. Ni que decir tiene que los bebés morían como moscas. 

Érase  otra vez que la misma sociedad, unos siglos más tarde, decidió que la mujer podía emanciparse de su padre/marido esclavizándose en el mundo laboral. Ahora ya no fueron sólo las aristócratas, tampoco la clase media ni la clase trabajadora tendría tiempo y derecho para criar a sus hijos, y la lactancia pasó a ser un estorbo inteligentemente solucionado por un sagaz empresario que descubrió un filón de oro adaptando la leche de vaca al consumo del bebé humano. Una adaptación defectuosa que costaría la vida y la salud a millones de criaturas ( y a sus madres). 

Érase una vez más que las madres, despojadas de sus atributos y habilidades naturales para la crianza de sus hijos durante tantos siglos, convencidas de que sus cuerpos eran sucios, defectuosos e inferiores a los productos del admirado y respetado intelecto humano (másculino, para ser más concretos) volvieron la mirada hacia los "expertos" en espera de recibir instrucciones de qué hacer y cómo hacerlo con sus retoños. Porque los bebés se morían, y ellas tenían miedo. 

Y ocurrió entonces que los "expertos", como eran tan sabios porque habían estudiado tanto y les llamaban "señor doctor", consideraron que eran mucho más inteligentes que miles de años de evolución y se otorgaron la autoridad de decirles a las madres cómo criar a sus hijos. Y así, mirando el mundo desde la estrecha ventana de su propia cultura, naturalizaron las costumbres culturales y - y aquí cometieron la más grande de sus aberraciones - normativizaron dichas costumbres en nombre de la respetable ciencia médica. Llenaron así la crianza de absurdas normas "racionales" nacidas de sus propios perjuicios personales y culturales, nunca convenientemente valoradas por el verdadero método científico y la ciencia basada en evidencia, la cual va mucho más allá de las fronteras del mundo de la medicina. 

Y érase de nuevo que un tal doctor Holtz tuvo la genial idea de poner por escrito todas esas "brillanteces", dando comienzo a los que durante el siglo siguiente sería uno de los negocios más rentables del mundo editorial: la literatura de crianza para padres. Y así, las bibliotecas de todos los hogares se llenaron de reglas estrictas en cuanto a la alimentación, el sueño y la crianza en general de los niños. Normas que nadie osó poner en duda porque las escribían los expertos en nombre de la ciencia médica. Gracias a todos estos doctos volúmenes divulgativos, millones de madres en todo el mundo dejamos que nuestros pechos se hincharán hasta producirnos fiebre porque "por la noche mejor destetar cuanto antes"  o "no hay que dar antes de dos horas porque si no no hace bien la digestión", dejamos llorar a nuestros bebés en la oscuridad de sus habitaciones para que desarrollaran "buenos hábitos del sueño", millones de niños murieron porque había que "acostarlos boca abajo" y debían "dormir solos", preparamos interminables papillas que teníamos que ofrecer a los 4 o 6 meses porque nuestra leche "ya no alimentaba", y nos desesperábamos cuando nuestro bebé escupía la papilla y lloraba reclamando teta, que le negábamos en nombre de la ciencia (la de nuestro pediatra o su último bestseller). 



ÉRASE UNA VEZ................ LA REALIDAD DESCUBIERTA EN LAS POYATAS


Pero a medida que el método científico y la ciencia multidisciplinar basada en evidencia afianzaron su poder dentro de la medicina, empezó a tambalearse todo este engreído positivismo. Desde mediados del siglo XX, momento en el que cientos de grupos de investigación empezaron a poner sobre la poyata todas esas prácticas que los pediatras habían convertido en normas, fue afianzándose la idea de que la gran mayoría de ellas eran más nocivas que beneficiosas. 

Al final la verdadera ciencia desenmascaraba a la pseudociencia nacida de la miopía cultural y el engreimiento clasista, devolviendo al cuerpo maternal su lugar de honor en el nacimiento y la crianza de sus hijos: dónde mejor están los bebés es sobre el cuerpo de su madre, bebiendo de su pecho, en contacto con su piel,  o sea, siendo amados por ella

Evidentemente esta revelación provocó una verdadera crisis dentro de la sociedad en la que la crianza de los hijos había sido relegada al último rincón de lo no valorado socialmente, mientras se exigía a las mujeres una masculinización en toda regla si querían ser personajes mínimamente presentes y presentables en la comunidad. Así apareció el feminismo anti lactancia, anti-amor maternal, anti-deseo maternal y anti-cuidado de los hijos que se enfrentó, y se enfrenta, con uñas y dientes al feminismo que reclama la feminización de la sociedad, la revalorización de la crianza y del papel del cuidador y, en resumen, la priorización del cuidado y del amor por encima de la mera producción. 

Pero en esta confrontación no debería entrar el mundo de los profesionales de la ciencia, especialmente los de la ciencia de la pediatría, la psicología o la obstetricia. No a nivel profesional, se entiende. Personalmente pueden hacer, decir o escribir lo que quieran. Pero cuando actúan (escriben, hablan o tratan) como pediatras, obstetras o psicólogos deben ceñirse a las evidencias científicas aceptadas por las sociedades profesionales a las que pertenecen o por las organizaciones internacionales de mayor autoridad. 

Ciertamente, esto es más fácil de decir que de hacer, porque si algo caracteriza al mundo científico es el debate y la falta de unanimidad a la hora de considerar lo que es o no una evidencia.  Y siempre habrá temas más polémicos que otros. En algunas áreas es realmente complicado encontrar una postura mayoritaria o realmente bien fundamentada. Todavía queda mucho campo abierto por explorar y la propia ciencia reconoce que es hija de su tiempo y de la cultura que la ha creado, por lo que no se desarrolla ni libre ni por encima de los determinantes culturales. Todos sabemos que los intereses económicos y políticos también impregnan no solo la investigación científica, sino también las sociedades científicas y médicas de las diferentes disciplinas. 

Un ejemplo de un tema controvertido y polémico lo tenemos en el tema del sueño infantil, área que soporta un inmenso peso cultural y en la cual existe un enorme debate en cuanto a las recomendaciones oficiales de cómo, dónde, cuánto y cuándo deben dormir los bebés y niños. Mientras que las evidencias científicas obligan a que en ciertos temas exista ya prácticamente unanimidad de criterios, en muchos otros todavía no hay un consenso generalizado. Por ejemplo, existen tremendas controversias sobre la seguridad de colechar con los menores de 3 meses, a pesar de que hoy en día ningún profesional puede ya discutir con las evidencias en la mano el hecho de que el colecho entre padres e hijos (por encima de los tres meses de edad) es una  práctica perfectamente conveniente y saludable, teniendo que admitir que el rechazo mostrado a esta práctica por los profesionales de la pediatría del siglo pasado  tenía su origen en motivos meramente culturales. 

Cuando un tema es tan polémico a nivel de los foros científicos, el experto se encuentra con una enorme dificultad a la hora de trasmitir información correcta y honestamente en los medios de comunicación dedicados a la divulgación sobre crianza para padres. A pesar de esta dificultad, cuando un profesional saca uno de estos temas de estos foros científicos para presentárselo a los padres con el fin de dar consejos y estrategias  de crianza, lo mínimo que debería hacer es comunicar el hecho de que existen posturas contrarias perfectamente fundamentadas. Así, en el tema del sueño infantil, de un discurso en el que sólo se hablaba de las maneras de conseguir el sueño en solitario a toda costa, dominante en el siglo XX, estamos pasando a una literatura mucho más abierta y moderada, en la que el experto (pediatra o psicólogo) admite la bondad de dormir con nuestros hijos, y cuando ofrece la posibilidad de estrategias para el sueño en solitario, la mayoría de las veces éstas ya no están basadas en dejar llorar al bebé en soledad. Esta forma de comunicación estaría en concordancia con la evolución observada en la literatura científica. Desgraciadamente todavía queda bastante literatura divulgativa, remanentes del siglo XX, con posturas rígidas y obsoletas de las manos de profesionales poco dispuestos actualizarse y progresar. Pero el cambio de tendencia es ya evidente y esperanzador. 

A pesar de que por su propia naturaleza la ciencia basada en evidencia invita más al debate que a la aceptación de verdades universales, existen áreas en el mundo de la pediatría dónde encontramos una sorprendente unanimidad. Un ejemplo representativo de ello sería la lactancia materna. Y es que todos los profesionales de la salud son conscientes, o deberían serlo, de hasta que punto los determinantes culturales han obstaculizado y puesto en peligro una de las principales funciones imprescindibles para la supervivencia de nuestros bebés: el amamantamiento. La lactancia materna ha sido una de las grandes víctimas de nuestra cultura, lo que ha supuesto un evidente peligro para la salud y el bienestar de nuestros hijos, no sólo a corto plazo, sino también a medio y largo plazo. Por eso, y a pesar de las enorme implicaciones políticas, sociales, culturales y hasta emocionales que supone una política de apoyo y defensa de la misma, las evidencias científicas son tan brutales y claras a favor de la leche materna y en detrimento de la leche adaptada, que desde la medicina sólo hay un mensaje ética y moralmente aceptable: La defensa a ultranza de la lactancia materna.  

Por eso, y a pesar de ir en evidente contracción con intereses económicos y hasta políticos, a día de hoy puedo asegurar que NINGUNA sociedad médica consideraría la lactancia materna inferior a la alimentación con leche de fórmula en ningún momento del desarrollo. De la misma manera NINGUNA sociedad médica propone un momento adecuado para destetar. TODAS hablan de un tiempo MÍNIMO de lactancia. Ninguna de un tiempo máximo de lactancia. TODAS aceptan que la lactancia materna supone enormes beneficios para la madre y el bebé, beneficios que aumentan con la duración de la lactancia. Esto es un hecho. Este hecho debería ser respetado por todos los profesionales de la pediatría que escriban, hablen o traten la lactancia materna con los padres. 



ÉRASE UNA VEZ.......................... LOS NUEVOS PROFESIONALES DEL SIGLO XXI


Si esto fuera así ya podríamos cerrar esta historia con un "colorín, colorado, este cuento se ha acabado" y ponernos a "comer perdices". Pero no. Todavía no se ha acabado el cuento. La libertad de las madres para saciar las necesidades primales de nuestros hijos sigue siendo coaccionada por los profesionales de la medicina o la psicología que nos ningunean, ridiculiza, humillan y mienten descaradamente, violando brutalmente las normas más básicas de su profesión. Profesionales que descubren en temas como el sueño infantil y la lactancia materna verdaderos filones de oro de los que sacar enormes beneficios a base de transmitir la información de manera sesgada y manipulada, cuando no mintiendo directamente,  y pasándose por "el ojete del culete" (con perdón) todas las evidencias científicas, junto con las recomendaciones oficiales de los organismos de más autoridad (a los que, por otra parte, pertenecen). Para estos profesionales yo exijo la destitución de sus funciones porque no hay derecho a que los tengamos que sufrir. Son un peligro, para nuestra salud y la de nuestros hijos. Algunos de ellos ocupan posiciones de poder en hospitales públicos. Me niego a pagar con mis impuestos el sueldo de semejantes peligros públicos

Pero, gracias a Dios, también están todos estos profesionales, cada vez más numerosos, visibles y conocidos, que desde su afán de conocimiento y su amor por los pacientes luchan cada día en su consulta o desde sus libros, sus charlas y sus apariciones públicas para ofrecernos a los padres todas las alternativas, toda la información y toda su enorme experiencia. Para ellos va mi enorme agradecimiento. Y es con ellos con los que quiero terminar este post. 

José María Paricio Talayero (pediatra), Carlos Gonzalez (pediatra), Rosa Jové (Psicóloga), Leslie Power (psicóloga), Inma Marcos (matrona), Adolfo Gómez Papi (pediatra), Ibone Olza (psiquiatra infantil), Carmela Baeza (médico, IBCLC), María Jose García Robles (enfermera), Ramón Soler (psicólogo), Mónica Serrano (psicóloga), Carolina Iglesias (matrona), Montse Lapastora (psicóloga), Anna Badia (psicóloga),  Silvia Fernández Sánchez (Pediatra e IBCLC), Margarita Tomico, (pediatra e IBCLC), Marta Blanco Herranz (enfermera), Armando Bastida (enfermero), Maisa Martínez de Alegría (enfermera e IBCLC), Belén Abarca Sánchis (enfermera e IBCLC), Laura Lecumberri Esparza (matrona), Gema Sanchez Bermejo (enfermera), Jaime García Aguado (pediatra), Teresa Escudero (médico de familia), Anabel Carabantes (matrona), Clara Camacho (psicóloga), Maria Teresa Hernández Aguilar (pediatra), Antonio Oliver-Roig (matrona), Rosario Cantó García (matrona), Rocío Martín Gil (médico anestesista e IBCLC) y Choni Gómez (matrona), Maite Valera (pediatra e IBCLC), Javier Navarro (pediatra),  Rafael del Pozo (médico defamilia), Jesus Garrido García (pediatra),  José Luis Gonzalo (psicólogo), Iris Raga (psicóloga),  Katalina Legarra (matrona),  Adelina Garcia (enfermera, IBCLC),  María García Franco (enfermera),Juan José Lasarte Velillas (pediatra),  Encarnación Zapata Callejón (psicóloga), Louma Sade Bujana (odontóloga), Carolina Jiménez Yuste (odontóloga),  Irene Iglesias Rubio (odontóloga), M Jesús Pedreño García (matrona), ,Iratxe Serrano Avila (pedagoga), Mariela Cacciola (psicóloga), etc... 

Sois todos los que estáis pero no estáis todos los que sois. Afortunadamente el número de profesionales excelentes es tan numeroso que mis contactos de facebook y yo (ellos me han propuesto muchos de los nombres aquí citados) no podemos conoceros a todos. Pero quiero que sepáis que nosotros, los padres, valoramos enormemente vuestro esfuerzo, confiamos plenamente en vuestra sabiduría y nos sentimos extremadamente agradecidos de poder contar con vosotros, vuestros conocimientos y vuestra experiencia en el cuidado de la salud de nuestros hijos. Sabemos que no siempre estáis reconocidos como os merecéis. Que muchas veces habéis sido claramente maltratados por este sistema de salud con intereses más económicos y políticos que humanos. Pero nosotros os reconocemos porque ya no somos una población idiotizada y asustada que traga con todo lo que le dan. En esta sociedad de la información, una población cada vez mejor informada y formada valora vuestro esfuerzo y vuestra excelencia.

Seguimos contando con vosotros. Gracias por estar ahí.