martes, 28 de diciembre de 2010

¿LLEGAREMOS A TIEMPO?




Hoy, como cada mañana desde que soy madre, me he despertado prontito. O más bien me han despertado prontito. Mi pequeño M está con fiebre. Un fastidio, pero por suerte sólo un refriado. Me he levantado para desayunar sola, tranquila, mirando las últimas entradas de vuestros blogs. Pero no, tampoco a estas horas me dura demasiado mi ratito de soledad. El mayor ha aparecido con su "quiero estar contigo" que ahora -sólo a veces- fastidia un poco, y que dentro de unos años añoraré con locura. Se ha sentado sobre mí y me ha pedido un video. Le he puesto este video de Rosana. No se porqué, pero me ha apetecido verlo. Y ha sido empezar la canción y echarme yo a llorar.

"Si te arrancan el niño
que llevamos  por dentro
si te quitan la teta
y te cambian de cuento....."

".... llegarás cuando vayas
más allá del intento..."

"tengo miedo que se rompa la esperanza
que la libertad se quede sin alas
tengo miedo de que haya un dìa sin mañana
tengo miedo de que el miedo
eche un pulso y pueda más
no te rindas,
no te sientes a esperar....."

"...solo pueden contigo
si te acabas rindiendo
si disparan por fuera
y te matan por dentro...."

.....LLEGAREMOS A TIEMPO.....

A las puertas del nuevo año, ya el  2011,  yo quiero creer que de verdad llegaremos a tiempo. Que nuestros hijos y sus hijos y todos los hijos que vendrán tendrán un MAÑANA, un FUTURO. Quiero creer que los seres humanos tenemos la capacidad innata para la vida y el amor y que la vamos a recuperar en su totalidad. Aunque ahora parezca que no la tenemos. Aunque parezca que somos monstruos. Aunque la hayamos "jodido" durante miles de años.............

LLEGAREMOS A TIEMPO

martes, 14 de diciembre de 2010

EL MÉTODO MÁS SENCILLO



En el último siglo han aparecido diversos métodos para que los niños duerman toda la noche o, más concretamente, para que no molesten a sus padres en toda la noche. No voy a hablaros de los inconvenientes y peligros asociados a la  aplicación estos métodos conductistas. Otros, con muchísimos más conocimientos que yo sobre este tema, ya lo han hecho. Para los papás primerizos que pudierais estar leyendo este post, os recomiendo visitar la estupenda página web Dormir sin llorar donde, entre otra interesantísima información, encontrareis una serie de lecturas muy recomendables.
Lo que yo quiero contaros es nuestra experiencia: como hemos vivido nosotros – y estamos viviendo –las “noches con hijos”, tan diferentes de las “noches sin hijos” del pasado. Como en todas las cosas relacionadas con la crianza tengo la misma sensación: ojalá hubiéramos sabido hace cinco años lo que sabemos ahora. Por suerte no empezamos demasiado mal. Al menos ya desde la llegada de nuestro primer bebé, teníamos la certeza de que no le íbamos a dejar llorar y de que le daríamos de mamar a demanda. Pero nos faltaron algunos detalles para que todo funcionara correctamente. Os explico:
1.      Desconocía el verdadero funcionamiento de la lactancia a demanda. Me habían vendido eso de “no dar antes de dos horas” porque no era bueno para la digestión del  niño. La consecuencia fue que, cuando a última hora de la tarde mi bebé reclamaba pecho cada diez minutos, yo no le daba.
1.      Resultado: un bebé llorando.
2.      Interpretación: tiene esos misteriosos y comunes cólicos del lactante.
3.      Solución: paseos alrededor de la mesa del salón con el bebé en  brazos. Vueltas, y vueltas y más vueltas……… desesperada por que se durmiera de una vez. Yo agotada y mi marido también. 
Al final sucumbí a uno de los mitos “antilactancia” más extendidos: darle un biberón de fórmula antes de dormir. El crío sí, se callaba y se dormía un buen rato. Pero yo me iba a la cama y a la media hora ya estaba rebosando leche, así que tampoco podía dormir. Además el pobre, a falta de la teta de mami, se acostumbró a dormirse en brazos dando vueltas a la mesa del salón, con lo que se hizo imposible meterle en la cama despierto, aunque nos metiéramos con él en nuestra cama. Total, que nos pasamos muchos meses durmiendo a V en brazos mientras nos paseábamos por la casa. Una ridiculez bastante incómoda.      
 2-  Creía que si dormía con el bebé corría el peligro de ahogarlo. Así que el chiquitín dormía en su capazo, al lado de la cama. Pero cada vez que me pedía tenía que levantarme, y no me atrevía a echarme en mi cama con él por si me dormía.  Así que le daba el pecho sentada en la cama o en una silla. Hacer eso unas cinco o seis veces cada noche todas las noches de la semana durante varios meses es bastante agotador.
Al menos, con mi primer hijo, yo podía dormir durante el día cuando el dormía. Gracias a eso no estaba absolutamente destrozada. Pero con el segundo, y no digamos ya con el tercero, la situación cambia muchísimo. Ya sabéis la atención que requieren los niños de dos o tres años. Imposible dormirse si ellos están despiertos. Y hacer coincidir las siestas de los tres hermanos ha sido imposible. Creo que me ha ocurrido una vez, y me quedé tan alucinada de tener a los tres durmiendo en plena tarde que me bloqueé, y no me acordaba de las centenares de cosas que tenía planeadas para hacer si se daba la ocasión. 
Pero, por suerte, leí muchísimo en los años siguientes a mi primer parto. Gracias a estas lecturas, a páginas web como la que os he citado anteriormente de Dormir sin llorar, a La liga de la leche y a todos vuestros blogs de maternidad corporal, conseguí la seguridad suficiente para hacer lo que me pedía el cuerpo y, sobretodo, el corazón. Así que hemos acabado aplicando el método más sencillo para que toda la familia duerma lo mejor posible: Libertad total.
En esta casa sabes donde te acuestas pero no donde te levantas. No hay normas. Generalmente, los niños empiezan durmiendo en la cama de matrimonio conmigo: O abrazado a mi espalda, M enganchado al pecho por delante y V abrazado a M. Ni que decir tiene que no cambiaría estos momentos por todas las copas de vino en el salón del mundo. Mi marido, cuando viene a acostarse, los lleva a sus respectivas camas. El pequeño duerme en su cuna adosada a nuestra cama como un sidecar. Eso me facilita las (muchas veces múltiples) tomas nocturnas. Los mayores tienen dos literas en su habitación. En general les encanta dormir en ellas pero muchas veces, en medio de la noche, se despiertan y vienen a nuestra cama. No hay problema. Nuestra cama siempre está abierta para todos y nunca los obligamos a dormir fuera (ni dentro) de ella. Si el papi no descansa bien con todos los peques alrededor, se traslada a la cama vacía de uno de ellos y tan felices todos. El no tiene inconveniente.
Esta metodología familiar ha suscitado no pocos comentarios prediciendo terribles efectos para la familia: desde que los niños nunca van a dormir solos, hasta que se resentirá nuestra relación de pareja. Al principio, cuando V no había empezado el preescolar y la hora de acostarse era bastante caótica, yo también tenía miedo de que los niños nunca se habituaran a un horario razonable. Pero eso no ha sido así. A la que hemos empezado la rutina de levantarnos pronto para ir a nuestras respectivas obligaciones matutinas, la hora de irse a dormir se ha normalizado bastante por si sola. Eso sí, los fines de semana siguen siendo un poco caóticos, y este punto es el único que realmente ha provocado discusiones de pareja: a A le gustaría que los niños se acostaran a la misma hora también viernes y sábados. Pero a mí me parece que romper la rutina no tiene nada de malo. El domingo vuelven a la cama a su hora y todos contentos. Así, si se acuestan un poco más tarde viernes y sábados, se despiertan un poco más tarde a la mañana siguiente, y eso a mí me encanta: ¡yo también quiero poder quedarme un rato pegada a las sábanas los sábados y domingos por la mañana!
No voy a negar que a veces pasamos malas noches: A veces M sale varias veces, y me despierta cada vez que consigo entrar en un sueño profundo, por lo que me levanto realmente cansada. De todas formas, el hecho de que me lo pueda acercar y poner al pecho con poco esfuerzo y que, ahora por fin, me sienta libre para dormirme con mi bebé lactando sin miedo a ahogarlo, aligera extraordinariamente la situación. Si la alternativa a mi cansancio es que mi pequeño se despierte con ganas de mí o de mi teta, y no me llame porque le he acostumbrado a que no voy a ir, acepto encantada este cansancio. Al fin y al cabo no va a durar tanto tiempo. Lo sé porque los otros dos ya no nos despiertan más que muy de tarde en tarde, cuando tienen alguna pesadilla o están malitos. Ahora cuando se despiertan por la noche, si les apetece se vienen ellos solitos a nuestra cama, se acomodan entre sus papis y siguen durmiendo sin molestar a nadie. Me he acostumbrado a dormir con ellos, sus dinosaurios, sus peluches y sus ruiditos. De hecho, cuando se quedan en su cama (lo que cada vez, poco a poco, va siendo más frecuente), a veces me despierto y les echo de menos. Me encanta sentirlos al lado, abrazarlos y acariciarlos. Sentir como se apretujan contra mí sin ni siquiera despertarse. En fin, que esto no va a durar toda la vida así que, que caray, vamos a disfrutar de ello.
Estoy muy feliz porque los convencionalismos sociales, con sus métodos conductistas ridículos y dañinos, no han conseguido robarnos estos maravillosos momentos que vivimos colechando. Y sí, mis hijos tal vez nos estén robando un poco de intimidad a mi marido y a mí ¿Es eso tan importante? Volveremos a tenerla toda para nosotros cuando ellos crezcan, y no falta tanto para eso. Ahora estamos viviendo un momento único en nuestra historia familiar  y es una pena no saborearlo por temor a lo que, por otro lado, no nos deja disfrutar. Él y yo recuperaremos nuestro espacio en unos años. Este es el momento del espacio común familiar donde nuestros hijos encuentren el nutriente para crecer y convertirse en hombres buenos. El amor, la protección, el calor y la confianza que “mamán” estas noches familiares les acompañarán toda su vida dándoles seguridad, fuerza, confianza en sí mismos y, sobretodo, capacidad de entregase y de amar.

jueves, 9 de diciembre de 2010

LA GUERRA DE LOS DINOSAURIOS


Creo que debemos de tener un centenar de dinosaurios en casa. Ni el más completo de los museos puede tener una exposición semejante a la nuestra. Hay de todos los tipos, colores y tamaños. Y lo más sorprendente: los niños se los conocen TODOS y cada uno.

Cada dinosaurio tiene una inicial que indica quien es su dueño. Así que están los dinosaurios con una V, los que tienen una O y los que tienen una M. Mis dos hijos mayores (V y O, de cinco y cuatro años respectivamente) ya saben distinguir perfectamente entre las tres letras y no les cuesta respetar la propiedad de cada uno. El pequeño (de 20 meses y dueño de los dinosaurios con una M) ni sabe, ni quiere saber. El sólo tiene una obsesión, o mejor dicho, dos:

-         un triceratops lila
-         un stegosaurus verde

Que haya 5 ó 6 triceratops y stegosauros más no tiene la mínima importancia. Que el triceratops lila y el stegosaurus verde lleven un V, tampoco. Pero para V si que es importante. El sabe exactamente cuales son sus dinosaurios y tiene un lugar determinado (con una postura determinada) para cada uno de ellos. Que en un momento dado no esté jugando con ellos no significa nada. Lo importante es que sus animales tienen su caja y su orden y que ahí es donde deben de estar, y no en ningún otro sitio. Y “ningún otro sitio” también se refiere a las manitas de M.

Supongo que os imagináis la causa de la guerra. ¡Estoy hasta las “narices” del triceratops y del stegosaurus! Parece increíble, pero si algo  ha puesto contra las cuerdas mi intención de aplicar la crianza respetuosa son estos dos dinosaurios.  Hemos pasado una época con cinco o seis berrinches diarios por los dichosos juguetitos.

La escena suele ir más o menos así: M mira la caja de dinosaurios de V durante un ratito. Después viene y me coge un dedo, como siempre que quiere que le acompañe a algún sitio. Me lleva a la caja y la señala. Como V está jugando a otra cosa le digo que coja lo que quiere (tal vez este sea el primero de mis fallos, pero nunca he conseguido distraerlo de su objetivo. Eso ya lo he intentado muchas veces). Feliz de la vida coge los dos animales de su corazón. Al cabo de más o menos tiempo V siempre acaba viendo los dinosaurios en poder de M.

-         Maaaaaaaamaaaaaaaaaaaa, NNNNOOOOOOOOOOOOOO
-         Pero mira V tu no jugabas con ellos. Luego te los pondrá en su sitio
-         PEROOOO SOOON MÍOOOOOOS
-         Pero es tu hermano pequeño y el todavía no entiende de propiedades y tú no los usas ahora…..
-         PEEEROOOO SON MÍOOOOOOS
-         Si, V son tuyos pero el te deja los suyos y….……
-         QUEEE NOOO QUIEROOOO, QUE SOON MÍOOOOOS

En este punto sólo hay dos soluciones:

1-     Cogerle los dinosaurios a M, que con sólo 20 meses  no entiende que son de V y que este no se los deja. El sólo sabe que cuando V se los ve la arma bien gorda. Por eso, el muy pillín, suele esconderse de V cuando los tiene y si V se los descubre viene a refugiarse en mí. A mí me rompe el alma ver llorar a M, tan pequeño y que no entiende nada. He de deciros que el berrinche le dura un buen rato porque él no se deja distraer con facilidad. Las estrategias de darle otros dinosaurios, u otros juguetes, u ofrecerle algo para comer, ¡o incluso ponerle la tele con dibujos! Nunca funcionan durante los siguientes veinte minutos. Ni la socorrida teta, tan útil en otras ocasiones, sirve de nada en estos momentos.

2-     Imponerme a V (sí, lo se, ya le he adjudicado el papel del “malo” de la película), y ya a base de gritos: “LE DEJAS LOS DINOSAURIOS SÍ O SÍ Y SE A-CA-BÓ.  Te los va a devolver en unos minutos y te los dejaremos donde los tenías y como los tenías ¡ Habrase visto niño más posesivo y egoísta, por Dios!!!! Y si lloras así TE TIRO LOS P.T.S DINOSAURIOS A LA BASURAAAAA”.

Como veis ya he perdido los papeles totalmente y “mamá conductista” me posee desde la cabeza a los pies. Soy plenamente consciente de que no soy justa con V. Sólo tiene cinco años y, que caray, son sus dinosaurios. Yo tampoco reacciono muy generosamente si veo a M jugando con mi portátil, por ejemplo. Es posible que le deje un ratito en mi presencia para que no llore y satisfaga su curiosidad, pero si intenta hacer según que cosas (como probar a ver si el ordenador vuela, por poner un ejemplo) se lo quitaré, llore lo que llore.

Podría dejarle muy claro a M que esos dinosaurios no son suyos. Costaría unas cuantas sesiones de no dárselos o quitárselos y llorar pero al final se daría por vencido (creo, no estoy segura porque este niño es muy persistente). Pero me repatea que V no sea capaz de negociar minimamente con su hermano (tú ahora le dejas tus dinosaurios como  él, o mamá, o papá te dejan tal o cual cosa. O razonamientos del tipo: tienes que compartir con tus hermanos para que ellos también compartan contigo).

Todo esto que os he contado me lleva al corazón del problema: V es exageradamente posesivo. No se atiene ni a razones ni a negociaciones. Le importa bien poco estar toda una tarde aburrido y sólo agarrando una de sus posesiones, con tal de que no se la coja alguno de sus amigos o hermanos. Intento explicarle que el placer de compartir juegos con ellos es mucho mayor que el de tener esa cosa, pero no hay manera. Y eso me duele. ¿Sabéis porqué? Pues por que me reconozco en él.

Yo hacía lo mismo. Siempre lo achaqué a ser hija única -por lo que antes de ir al preescolar no tuve que compartir mis cosas con nadie- y por esa actitud sufrí bastante. Pero él  -a pesar de sus hermanos- hace lo mismo, y no parece que esté cambiando demasiado a pesar de las experiencias repetidas de lloros de unos o de otros. Tengo la impresión de que yo le he pasado este defecto, más que por los genes, por mi propio comportamiento. Pero no sé exactamente como. Mi mas preciada posesión, mi portátil, está a su disposición, aunque siempre bajo mi supervisión, por supuesto. No creo que nunca le haya prohibido coger nada con el argumento de que “es mío”. Si algo no puede tocar suele ser porque “es peligroso para ti” o porque “puedes romperlo”. En este último caso somos más permisivos siempre y cuando lo haga bajo la supervisión mía o de su padre.

Supongo que es este sentimiento de culpabilidad el que me hace ser tan dura e injusta con él. Y no es manera, lo sé. Obligarle a dejar sus cosas no sólo es una falta de respeto, sino que además no estoy consiguiendo lo que realmente necesita, esto es, valorar más el hecho de compartir sus cosas con la gente querida, que las cosas por sí mismas.

Yo recuerdo la sensación de frustración y vergüenza que me producían los reproches que recibía cuando tenía esa actitud posesiva tan semejante a la de mi hijo. Frases como “así nunca vas a tener amigos” me hundían en la miseria, pero tampoco me hacían reaccionar en la dirección correcto. Me acuerdo que siempre temía por el “bienestar” de mis posesiones cuando estaban en manos de otras personas. Era superior a mí. El miedo a perderlas me bloqueaba cualquier otro sentimiento. ¿Será lo mismo que siente V?

Creo que él ahora mismo es demasiado pequeño para explicarme el porqué de esta actitud. Y es evidente que no está preparado para compartir sus cosas, que le tengo que dar tiempo. Pero el pequeño M,  su otro hermano O, o sus amigos, tampoco se merecen que él les trate así, sobretodo cuando ellos sí que ofrecen sus juguetes a V, al menos la mayoría de las veces.

Cuando pasa la crisis y tengo a mi primogénito lloroso y abrazado a mí, me siento totalmente derrotada. He fallado estrepitosamente pero lo peor es que no sé como debo de actuar la próxima vez (que la habrá, a menos que tire realmente los dichosos dinosaurios. Pero entonces la tendremos con otra cosa, que más da). Porque los dinosaurios siguen en su caja y M sigue mirándolos un ratito antes de venir a cogerme el dedo.

domingo, 5 de diciembre de 2010

EL PORQUÉ DE ESTE BLOG

Hace alrededor de cinco años, tras parir a mi hijo mayor, me di cuenta que el método de “maternar” heredado de la sociedad a la que pertenecía no nos hacía felices: ni a mí ni a mi hijo. Normas como:

- El parto NECESITA ser intervenido para ser seguro
- Espera 2 horas como mínimo entre tetadas
- Dale un biberón de refuerzo a la noche porque se queda con hambre y para que te deje dormir
- Debe de dormir en su cunita
- Debe de estar la mayor parte del tiempo en su capazo/cochecito/cunita para que él este bien y tu puedas hacer algo
- Ya debería dormir toda la noche
- A partir de los 4 meses YA TIENE QUE comer algo más que tu leche, que no alimenta suficiente
- Tu marcas lo que come y la cantidad: deben de ser al menos x mgr de papillas de 20 cereales o 20 verduritas con varios tipos de carne y pescado y para desayunar, comer, merendar y cenar. Tu leche es secundaria.
- Debe de estar sentadito en su trona y comer antes que el resto de la familia.
- Debes de ser dura: enseñarle como son las cosas o te toreará
- Un cachete a tiempo nunca está de más

Me di cuenta de que así no íbamos bien y por eso empecé a leer. Leí primero a Carlos Gonzalez. Fue un buen comienzo porque esté estupendo pediatra siempre complementa sus afirmaciones con la bibliografía correspondiente. Eso me permitió abrir mis horizontes y tras él vinieron otras lecturas amenas y fáciles, como las de Rosa Jové o Isabel Fernandez del Castillo, y otras más "duritas" como las de  Laura Gutman, Alice Miller, Michel Odent, Sue Gerhard, Elsa Punset, David Chamberlain, Casilda Rodrigañez o Jean Liedloff.

En algún momento de todo este proceso, cuando todos mis cimientos estaban removiéndose y me sentía asustada, insegura, orgullosa y decidida, descubrí la blogosfera maternal. El primero fue el blog de Ileana: Tenemos tetas. Y de su mano llegaron el de Carolina (La mamá de Mateo), el de Irene (Ser mamás), el de Louma (Amor Maternal), el de Mireia (Las islas de la felicidad), el de Mónica (Grupo maternal), el de Vivian (Nace una mamá), el de Jordi (Revolución matriarcal) y otros muchos que me han enseñado que no estoy sola, que no estoy loca por buscar alternativas, que otros muchos ya han recorrido el mismo camino y que pertenezco a una curiosa y maravillosa “Tribu” de padres que creemos en el respeto por nuestra naturaleza como fundamento  de la crianza de nuestros hijos.

Os estoy muy agradecida. Estoy aprendiendo muchísimo de todos vosotros y por eso he abierto este blog. Porque quiero contar con todos en el día a día de mi maternidad. Aquí contaré mis claro/oscuros diarios, mis incongruencias, mis contradicciones, las recaídas en la crianza conductista y mis éxitos y superaciones. Todo ello porque necesito vuestras ideas, vuestro consuelo, o incluso vuestros consejos.

Cada día os leo a unos y otros, y parece que todo este modelo de crianza os sea tan sencillo de aplicar que lo intento yo misma, pero muchas veces NO ME SALE. Mis hijos se enrabietan, se ponen agresivos y cabezones y entonces sale la mamá conductista, adultocéntrica, que echa al garete todo el trabajo intelectual realizado. Y necesito contaros cuando me ocurre esto para leer que a vosotros os pasa igual y que lo superáis de esta o de aquella manera. A la vez creo que explicar así todos estos altibajos pueden ayudarnos a muchos padres en la misma situación: queremos cambiar el modelo de crianza, queremos criar a nuestros hijos de una manera diferente a como fuimos criados, pero no acabamos de saber como “saltar a la otra orilla” porque nos falla la confianza en nuestro conocimiento y capacidad.

Dicen que para criar un niño hace falta toda una tribu. Vosotros sois mi tribu ideológica y os pido ayuda para criar a mis hijos dentro de esta crianza re-denominada (muy acertadamente) por Ileana en Tenemos tetas como una Crianza desde abajo : Una Crianza Corporal.

jueves, 5 de agosto de 2010

REFLEXIONES SOBRE EL ABORTO VOLUNTARIO (II). SOBRE LAS SITUACIONES QUE LLEVAN A PLANTEARSE UN ABORTO.

Un aborto se puede plantear por causas muy diferentes. A veces una mujer adulta se ha quedado embarazada por “accidente” tras mantener una relación sexual voluntariamente y, aunque podría mantener al bebé, no le interesa. En este caso no hay ni discusión ni comprensión posible, lo siento. Aquí soy tajante en mi oposición al aborto. Para este caso – una mujer embarazada que no quiere ser madre de ese niño – hay otra solución evidente: la entrega en adopción.

Pero luego hay otras situaciones en las que, bajo mi punto de vista, resulta mucho más comprensible que la mujer embarazada se plantee abortar. Son los casos del aborto terapéutico, cuando la concepción se ha producido como fruto de una violación o cuando se ve incapaz de ofrecer al niño unas condiciones mínimas para que pueda crecer sano y feliz.


1. El aborto terapéutico

En general el aborto terapéutico se plantea en dos casos: Malformaciones en el feto o existencia de peligro para la vida de la madre en caso de continuar con el embarazo.

- Cuando el bebé viene con graves malformaciones

Hay casos donde la malformación no pone en peligro la vida de la criatura pero si su supuesta calidad de vida. En otros, la criatura morirá al nacer o en un periodo de tiempo relativamente corto. Personalmente, me impone más el primer caso que el segundo. En el segundo caso yo llevaría el embarazo hasta donde llegara de manera natural. Si el bebé llega a término y nace le recibiría en mis brazos. Ahí es donde quiero que muera, si tiene que morir: en mis brazos. No descuartizado mientras yo, sedada, ni siquiera tengo la oportunidad de conocerle, de besarle y despedirme de él. Si su destino es vivir 9 meses en mi vientre lo respetaré. Al fin y al cabo: ¿Quién determina lo que debe durar la vida de una persona para ser respetada? Desde la concepción, la vida es un viaje con diferentes etapas: el nacimiento, el destete, los primeros pasos, la madurez sexual, la actividad sexual, la maternidad/paternidad……….. y finalmente terminar en la vejez con lo que llamamos “muerte natural”. No todos llegamos hasta el final ni, aunque lleguemos, nos paramos en todas las estaciones. ¿Es que una vida más corta tiene menos valor que una larga? ¿Es que los 9 meses de embarazo no son toda una vida también? Yo respetaría la capacidad de supervivencia de mi hijo: que llegara hasta donde tiene que llegar.

El primer supuesto, las malformaciones que no llegan a matar a la criatura pero condicionan su calidad de vida, para mí es el más terrible. Muchos padres deciden abortar más por no condenar a su criatura a una vida de limitaciones y sufrimientos, que por ellos mismos. Debo reconocer que en este supuesto es en el cual más me cuesta ser consecuente con mis convicciones. Evidentemente, hay malformaciones y malformaciones. Si mi hijo viene sin una pierna o con síndrome de Down, no tengo dudas…… se que podrá ser tan feliz como cualquiera, tal vez con un poquito más de esfuerzo y ayuda. En muchas páginas web contra el aborto suele haber testimonios de personas con diferentes discapacidades y muy felices de estar vivas. Me imagino que es más difícil superar la pérdida de una capacidad (por accidente o enfermedad) que adaptarte a ella desde que naces. Es increíble ver como personas sin brazos hacen de todo usando sus pies y otras partes de su cuerpo. Como ciegos o sordos de nacimiento son capaces de estudiar todo tipo de carreras, llevar grandes empresas, batir diferentes records. Es gratificante ver a personas con síndrome de Down con sus trabajos y su vida independiente. 

Pero ¿Y si está condenado a vivir como un vegetal, en la cama de un hospital, conectado a un montón de tubos y cables toda su vida (que hoy en día pueden ser bastantes años)? El problema aquí es que la medicina no sabe muy bien sobre la frontera que separa salvar una vida o prolongar una agonía. Algunos embarazos acabarían en abortos espontáneos si no se produjera una intervención médica. Muchas veces, cuando se ha hecho todo lo posible por detener un aborto natural y el embarazo está mucho más avanzado, se descubre que el feto tiene gravísimas malformaciones (que probablemente explicarían el aborto natural que se iba a producir). Algunos bebés nacen con malformaciones que les matarían en pocas horas, pero con la tecnología actual los puedes mantener vivos durante años pero ¿en que condiciones? Yo sinceramente creo que estos casos hay que vivirlos para saber que vas a hacer. Es terrible ver personas postradas en cama toda la vida, sin ver, ni oír, ni hablar. Sin saber si sufren, si sienten algo, si piensan……… yo he visto niños así cuando trabajé como voluntaria en “El Cotolengo del Padre Alegre” en Barcelona. Es muy duro….. muy, muy, muy, duro.

¿Pero tengo derecho a matar a un no nacido porque existe la posibilidad de que pueda vivir así? Y digo la posibilidad porque el diagnóstico prenatal nunca es fiable al cien por cien y, de hecho, he leído varios testimonios de fallos garrafales. ¿Qué haría yo? Supongo que esperar un milagro. No creo que me atreviera a abortar. Pero si tras el nacimiento se cumplen los peores pronósticos, tampoco intentaría prolongar la vida de la criatura simplemente por que sí. Pero soy consciente de que en este caso puede ser muy complicado establecer un límite a la intervención médica para mantener o no con vida al bebé.


- Cuando continuar con el embarazo supone un riesgo para la vida de la madre

Este es otro caso es extremadamente delicado pero, afortunadamente, muy infrecuente. Otra cosa es que el supuesto de “riesgo psicológico” para la madre haya sido utilizado como excusa para practicar abortos que de otra manera no tenían justificación. Pero si nos limitamos a los casos (poquísimos) en los que si es cierto que el embarazo supone un riesgo para la vida de la madre: ¿Quién tiene derecho a obligar a una persona a poner en riesgo su vida por otra? En este caso madre e hijo tienen el mismo derecho a la vida. La sociedad tiene el deber de proteger la vida de los dos. En este caso me es imposible definirme.


6- Cuando el embarazo es fruto de una violación

Supongo que es imposible ponerse en lugar de una mujer que ha sufrido semejante trauma. Pero, ¿Tiene derecho a matar a su hijo por algo en lo que la criatura es tan víctima como ella? La nueva vida humana no ha pedido venir en semejantes condiciones, pero ya está aquí. ¿Es realmente menos doloroso para la madre abortar? Supongo que esto dependerá de la posición de la madre frente al aborto. Yo no abortaría, pero no puedo garantizar que pudiera seguir siendo madre de ese bebé tras el nacimiento. 

7- Cuando la madre es una menor

Tampoco este supuesto me parece razón para el aborto. Incluso la inmadurez de la madre es suficiente razón para evitar esta medida tan drástica, dramática y definitiva. Evidentemente no es lo mismo una niña de 10 años que una (casi) mujer de 17. En este último caso no tengo ninguna duda: si es suficientemente mujer para tener relaciones sexuales consentidas, es suficientemente mujer para parir. Si no quiere ser madre tiene otra opción que respeta la vida de su hijo: la adopción. En el primer caso, cuando la madre es claramente una niña, esta situación puede llevar a otra cuestión: ¿Pone el embarazo en peligro su vida? Si no es así ¿Es realmente menos traumático un aborto que un parto? ¿Que pasa si en el futuro, cuando ya sea una mujer, no es capaz de asumir un aborto? Porque cuando esta niña sea una adulta puede llegar a la conclusión de que el aborto es un homicidio y por lo tanto no poder superar o perdonar lo que le hicieron hacer. En cambio, si parió a ese bebé y lo dio en adopción ¿Puede llegar a arrepentirse alguna vez de eso?


8- El mundo al que llega el bebé

Hay otra situación que no es menos dramática y que me planteé al leer un blog fantástico llamado “Revolución matriarcal". Cuando descubrí este blog, su contenido me gustaba tanto que me sentí decepcionada cuando leí que su autor estaba claramente a favor del aborto. He de reconocer que sus argumentos tienen sentido para mí. Por ejemplo, en este párrafo:

El/la posible futurx hijx no dispone de vista, oído y razón para juzgar si el mundo que le espera allí fuera está preparado para recibirle. La mujer es los ojos, los oídos y la reflexión de los que carece. Queda en manos de cada mujer tomar una decisión responsable. ¿Es un buen momento para que nazca una criatura aquí y ahora? ¿Podrá crecer en libertad, en un ambiente sin violencia, acogido por una familia responsable y cariñosa? ¿La figura paterna (individual o colectiva) con la que se encontrará estará a la altura? Cada mujer, como Guardiana de la Vida, vela porque la existencia que le espera a esx futurx niñx sea la más digna y tenga sentido. Así, el aborto nunca puede ser visto como un acto de egoísmo, puesto que la madre desea ante todo dar a luz un ser que pueda sentirse amado”.

O sea, hay situaciones en las que la madre se ve obligada a abortar porqué se ve incapaz de dar a su hijo unas condiciones mínimas para crecer sano y feliz. Esta situación es muy real y terriblemente dramática. ¿Quién quiere traer un hijo a un mundo en guerra, desolado por el hambre, las enfermedades, el odio y la violencia? ¿Cómo traer un hijo al mundo cuando no eres capaz de darle lo mínimo para sobrevivir? Pero, en cualquier caso, en todo el artículo se ignora la humanidad del no nacido y su derecho a la vida como derecho  fundamental. Se ignora que ya está vivo y que para evitar que nazca hay que matarlo. Bajo mi punto de vista, todos estos argumentos son válidos si se aplican al derecho de la mujer a elegir si se produce o no embarazo, pero una vez producido, se ignora por sistema que le está dando derecho a la madre para matar un ser humano que ya está vivo. De nuevo argumentos que pasan por encima de algo que yo considero incuestionable: la humanidad de la criatura desde el momento de su concepción y, por lo tanto, su derecho a que se respete su vida ya iniciada.

Resumiendo:

¿Quién tiene derecho de robar a una criatura (ya viva) la oportunidad de vivir, de seguir viviendo? Repito: creo que en este tema nos olvidamos de que se trata de terminar una vida ya iniciada. Se trata de matar. Tomando prestadas las palabras del grupo musical Mecano en su canción “Otro Muerto” de J.M Cano:

yo no se ni quiero
de las razones que dan derecho a matar
pero deben serlo
porque el que muere
no vive más
no vive más


No es lo mismo no comenzar una vida que acabar con ella una vez que ya ha comenzado.


Artículos relacionados:

Reflexiones sobre el aborto (I). ¿Cuál es la verdadera cuestión?

Reflexiones sobre la adopción (III). La adopción como alternativa ante un embarazo no deseado

REFLEXIONES SOBRE EL ABORTO (I). ¿CUAL ES LA VERDADERA CUESTIÓN?



Llevo dándole vueltas a la cabeza desde hace varios meses. Cada vez que me ponía delante de la pantalla acababa cerrando el ordenador sin escribir nada. Luego escribí, borré, rescribí y hasta hoy no he podido por fin sentirme minimamente satisfecha de lo escrito. Es un tema terriblemente difícil, desagradable. No me gusta pensar en él. Levanta pasiones y las discusiones pocas veces acaban en buenos términos. Y es que no admite puntos medios. No admite grises, sólo blanco o negro. Estás en contra o a favor. Vida o muerte.

Empezaré dejando las cosas claras: 
estoy a favor de la vida, de luchar por ella, de dejar vivirla, de respetarla, de amarla. ¿Significa esto que estoy en contra del aborto? Es posible. Parecen la misma declaración una en positivo y otra en negativo. Pero lo cierto es que no son exactamente iguales. No significan exactamente lo mismo. Por eso cuando mi conclusión final era: “estoy en contra del aborto” no me acababa de encajar todo. En cambio, hace unos días y por chat, cuando Beatriz Beneitez me dijo que ella lo que está es a favor de la vida, me di cuenta de mi error. Planteándolo en positivo por fin tengo una conclusión con la que me siento cómoda, en la que me encaja todo. Gracias Beatriz porque me has dado la clave final. 
Al menos al final he conseguido llegar a una conclusión. Una conclusión que es producto de años de estudio, reflexión y maduración personal. Lo he pensado. Lo he pensado mucho. Por eso precisamente escribo sobre ello. Es la parte final de mi reflexión. Necesito verlo por escrito, leerlo y mirarlo “desde fuera”. Escribo aquí mis conclusiones para compartirlas con algunas personas con las que ya he hablado del tema. Si alguno más fuera de este círculo está interesado, adelante, puede continuar leyendo. Pero espero que nadie se sienta ofendido ni dolido: son mis reflexiones y mis conclusiones. No intento adoctrinar a nadie.


Cuando tenía doce años tuve mi primera discusión sobre el aborto. Estaba en París, en casa de mis primos. Mi primo –médico investigador que estaba haciendo en dicha ciudad una estancia de dos años – me retó con el tema. Recuerdo que fui incapaz de defender mis argumentos (argumentos, eso sí, sacados todos de lo que me habían enseñado las religiosas de mi colegio). Recuerdo la frustración y la desesperación ante la lógica aplastante de mi primo, frente a la cual razonamientos del tipo: “es una vida humana, Dios le ha dado la vida y no tenemos derecho a quitársela”, se hundieron. El hablaba de un conjunto de células que formaban parte del cuerpo de la madre (sin más importancia que cualquier órgano) y por lo tanto pertenecían a la madre, de la falta de racionalidad del embrión/feto, del derecho de la mujer a una atención de calidad, a no tener que recurrir al aborto ilegal que pusiera en peligro su vida. Fue tumbando mis argumentos uno por uno. Acabé llorando de frustración. Desde entonces y hasta ahora he pasado por etapas en las cuales llegué a defenderlo, a ignorarlo y a mostrarme indiferente.


Ahora ya no soy una cría de 12 años. Han pasado muchos años desde aquella discusión con mi primo, años en los que me he convertido en una mujer adulta, doctora en biología y madre. Durante la carrera tuve asignaturas como embriología, epigenética, genética del desarrollo, biología molecular o histología, en las que tuve la oportunidad de aprender sobre el desarrollo de un ser humano desde el momento de la concepción a diferentes niveles. A partir de mi maternidad empecé a recuperar esos conocimientos. Durante mi primer embarazo me encantaba leer semana a semana los cambios que iba sufriendo mi hijo. Lo sentí dentro de mí. Sentí los efectos que su presencia producía en mi cuerpo desde el principio de su existencia: los pechos doloridos, las nauseas matinales (de 24 horas al día y 8 meses de duración), el aumento de mi barriga (y trasero) y sus golpecitos desde dentro. A partir del nacimiento empezó un proceso de maduración y concienciación nacido de la necesidad de ser la madre que mi bebé necesitaba. Empecé a cuestionar las prácticas comunes de nuestra cultura (que, pronto me di cuenta, no me servían de mucho a la hora de criar un bebé feliz) y a buscar alternativas. Empecé a sumergirme en los escritos de médicos, psicólogos, pedagogos e incluso filósofos. A medida que iba abriendo mi mente a base de aprendizaje, también empecé a situarme, a identificarme, a definirme. Me empecé a enfrentar a sentimientos olvidados o escondidos,  y al hacerlo tuve que posicionarme o, más bien, reposicionarme. El aborto es uno de estos temas donde decidí tener las cosas claras. Mi conclusión es un SI enorme al respeto por la nueva vida. ¿Por qué? Intentaré enumerar mis razones:

1- La humanidad INCUESTIONABLE del no nacido desde el primer momento de su existencia como célula diploide

Biológicamente hablando, de la unión de un espermatozoide y un óvulo humano solo puede surgir uno o varios humanos. En ningún caso un ser de otra especie. Evidentemente, el periodo de organogénesis es especialmente delicado y vulnerable: en algunos casos el desarrollo de ese nuevo ser puede malograrse provocando su muerte, lo que no significa que, en el caso de un embrión viable, cada una de sus células sepa exactamente el camino a seguir (a pesar de su pluripotencialidad que le permite “reprogramarse” en caso necesario). Esto hace que el conjunto celular no tenga nada que ver con una masa de células indiferenciadas tumoral, como les gusta argumentar a los que defienden la teoría del “tumor” no humano que crece dentro del útero materno y que pasará a ser un ser humano en algún momento indefinido del desarrollo. Dado que un óvulo fecundado humano sólo puede seguir su desarrollo como humano (uno o más) es absolutamente ridículo e hipócrita cuestionar su humanidad. El nuevo ser humano (o los nuevos seres) empieza a existir en el momento mismo en el que los dos genomas dan lugar a una nueva célula diplóide con un genoma único. Y no me vale que digan que sólo es “potencialmente” humano. Entonces tendrían que definir un momento en el que dejamos de ser un ser humano en potencia para ser considerados realmente humanos. ¿Cuando es ese momento? ¿Cuando tenemos tubo neural o corazón? ¿Cuando se ven los esbozos de los ojos o de los brazos y piernas? ¿Cuando se expresa tal o cual proteína? ¿Cuando se conectan tal o cual conexión nerviosa? ¿Cuando tenemos x neuronas en el cerebro?

Si el óvulo recién fecundado, la mórula, la blástula (o sea, el pre-embrión) o el embrión son menos humanos que el feto – por que no han desarrollado todavía una serie de características - entonces el niño es menos humano que el adolescente porque tampoco ha desarrollado otra serie de características. Y este menos que el adulto. Así podemos limitar la definición de humano a la persona adulta en la cresta de su desarrollo. ¿Y cuando entramos en el natural declive que provoca la edad? ¿También perdemos humanidad? Seamos sinceros: No hay un momento objetivo a partir del cual el óvulo fecundado/pre-embrión/embrión/feto es humano, a excepción del inicio de su existencia como célula diploide con un genoma único y diferente al resto de organismos que existen en el planeta.

Por lo tanto, basar la discusión sobre el aborto en la humanidad o falta de ella del ser en desarrollo me parece absolutamente hipócrita. 
La verdadera discusión, por fuerte que suene, es la de si un ser humano tiene el derecho a matar otro ser humano debido a una circunstancia única y particular: la total dependencia de la vida de uno respecto a la otra.

2- La racionalidad como requisito imprescindible para que se respete la vida

Recuerdo que uno de los argumentos que esgrimió mi primo hace ya más de 28 años, fue el de la falta de racionalidad del feto ¿Alguien puede decir con absoluta certeza en que momento nos convertimos en seres racionales? ¿Es el recién nacido un ser racional? ¿Es el bebé de uno, dos, tres o cuatro meses un ser racional? ¿y el niño de dos años? ¿Y el anciano de 90? ¿Y si el cerebro de este anciano de 90 está devorado por el Alzheimer?

La racionalidad se va desarrollando en el individuo poco a poco pero es imposible decir a partir de que momento alguien es racional. ¿Y que pasa con los seres humanos que pierden la racionalidad antes de morir? Por accidente o por enfermedad mucha gente pierde parte de sus capacidades mentales, o al menos esas que les confieren lo que llamamos “racionalidad” ¿Tiene esta persona menos derecho a la vida? ¿Tenemos derecho a matarla porque ya no es “racional”?


3- 
La capacidad de sentir dolor como condicionante del derecho a matar

Al margen de si el embrión/feto siente o no dolor ¿Nos da eso derecho a matarlo? Evidentemente no. Al fin y al cabo la anestesia resolvería el problema de manera sencilla, así que el hecho de si la criatura es capaz de sentir dolor o no es irrelevante.

En cualquier caso, ¿Qué es el dolor? La RAE lo define como “Sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior” ¿Podemos decir que el embrión/feto que aún no tiene un sistema nervioso desarrollado no siente “dolor” al matarlo? Todos los seres vivos del planeta – desde los más sencillos unicelulares hasta los más complejos – luchan por su supervivencia. Incluso los que carecen de sistema nervioso, son capaces de detectar una situación amenazante y actuar en consecuencia, por lo que podemos deducir que la amenaza les produce algún tipo de “malestar”, si no el organismo no se molestaría en reaccionar para sobrevivir. Por lo tanto, la falta de un sistema nervioso desarrollado no es garantía de falta de sensibilidad a un ataque. 

En la actualidad existe una gran controversia sobre si el feto siente o no dolor y cuando comienza a sentirlo (1, 2, 3, 4 ). En cualquier caso, lo que sí está demostrado es la capacidad de reacción del feto frente a diferentes estímulos desde etapas muy tempranas. Si esta reacción demuestra que es capaz o no de sentir dolor me parece irrelevante. Lo que si me parece interesante es la capacidad de reacción frente a un estímulo o amenaza. De hecho esta sensibilidad y capacidad de reacción la tiene ya el pre-embrión, evidentemente a otro nivel, pero ya es capaz de cambiar parte de su programa para adaptarse a una nueva condición y seguir desarrollándose. Por ejemplo, cuando se sacan células de la mórula las demás son capaces de seguir adelante con el desarrollo completo del organismo ¿No significa esto que se ha producido una reprogramación? Por lo tanto, eso es una respuesta a un ataque a su supervivencia ya que si no lo hubiera no podría seguir desarrollándose como un organismo completo y moriría. Esto a mí me da a entender que la mórula ya es capaz de detectar la “amenaza”, aunque sea a un nivel diferente a como lo hará más adelante, cuando tenga un sistema nervioso capaz de hacerle sentir dolor y que pueda dar órdenes de movimiento a un sistema muscular.

Ya sé que estoy divagando demasiado, pero a lo que quiero llegar es a decir que desde el pre-embrión hasta el feto lo que se mata en un aborto no es una masa de células indiferenciadas que crecen sin control (como un tumor) sin ningún tipo de finalidad e incapaces de reaccionar ante nada. Desde el principio es un ser vivo (humano, evidentemente) que lucha por sobrevivir, con todas las herramientas que en cada momento tiene a su alcance.

4-
 El conflicto de derechos entre madre e hijo.

Parece evidente, entonces, que toda la polémica sobre el aborto no nace (o no debería nacer) de la duda ante la humanidad/no humanidad del no nacido, de su racionalidad o de su capacidad para sentir dolor. La polémica nace del hecho de que este depende totalmente del cuerpo de su madre para su supervivencia, y esta dependencia puede entrar en conflicto con los intereses de esta.

Las mujeres tenemos derecho a ser dueñas de nuestros cuerpos y disponer de ellos como nosotras queramos, sin que nadie nos imponga nada desde fuera. Hasta ahí todos de acuerdo. Pero, y aquí diferimos los “pro-aborto” de los “pro-vida”, el no nacido también tiene derecho a la vida (primer derecho de todos los seres humanos). Admitir la humanidad del no nacido en todos sus estadios hace que esta discusión sea extremadamente delicada y por eso es más fácil cuestionar su humanidad. Pero seamos valientes y llamemos a cada cosa por su nombre: ¿Qué derecho debe prevalecer? 

La monja benedictina Teresa Forcades da en este artículo  su opinión sobre el aborto, y en una frase resume perfectamente la situación:

No se pueda salvar el hijo en contra de la voluntad de la madre sin violar la libertad de ésta

Pero yo añadiría que no se puede matar al hijo sin violar su derecho a la vida y por lo tanto volvemos a la conclusión inicial: todo se reduce a un conflicto entre los derechos de dos seres humanos, uno totalmente dependiente del otro para sobrevivir. Es esta dependencia del uno frente a la otra lo que, según Teresa Forcadas, da singularidad a la situación y la hace incomparable con otras relaciones interhumanas:

“…
la vida del feto depende de la vida de la madre hasta que este no es viable fuera de ella. Esta es la base para decirlo así, tanto antropológicamente, como biológicamente, como legalmente y como moralmente, para decidir sobre considerar este caso sobre la vida del feto completamente diferente y por lo tanto no se puede comparar con otro caso ‘interhumano

Ciertamente la relación entre la madre y el hijo intrauterino no tiene comparación con otras relaciones interhumanas. Pero ¿Es esto suficiente como para dar libertad a la madre para matar a su hijo?

Una de las acusaciones que nos hacen los “pro-elección” a los “pro-vida” es nuestra intolerancia a las decisiones de los demás. Nos dicen que no abortemos si no queremos, pero dejemos en paz a los que sí quieren. El problema es que cuando has llegado a la conclusión de que el aborto es un homicidio (puesto que se está matando activamente a un ser humano) moralmente no puedes permitir que se produzca ¿O alguien permitiría que una persona matara a otra por el simple hecho de que la primera cree tener derecho a hacerlo? Evidentemente no. Por lo tanto, ¿Tenemos derecho, como sociedad, a obligar a la mujer a continuar su embarazo? ¿Qué derecho tenemos el deber de defender? ¿El de la madre, dándole libertad para abortar, o el del hijo prohibiendo el aborto? ¿Tenemos derecho a violar la libertad de la madre para defender la vida del hijo?

Yo creo que debe prevalecer el derecho del hijo, no sólo porque se está cuestionando su derecho a la vida, sino también porque es el más débil. La madre un día parirá y ya no estará embarazada. Al menos tendrá la oportunidad de seguir con su vida y ni siquiera tiene la obligación de continuar siendo la madre de ese niño, ya que existe la posibilidad de ceder su maternidad a otra mujer: puede darlo en adopción. Pero si mata a su hijo, le quita lo único que tiene: su vida. Él ya no tendrá ninguna oportunidad más.



Artículos relacionados:


Reflexiones sobre el aborto (II). Sobre las situaciones que llevan a plantearse un aborto.


Reflexiones sobre la adopción (III). La adopción como alternativa ante un embarazo no deseado

lunes, 17 de mayo de 2010

LA SOLEDAD DE LAS MADRES

Cuando leí unas palabras de un chico, hijo adoptado, explicando que su madre biológica lo dejó a los pocos días de nacer, enfermo y desnutrido, en el hospital donde nació, me vinieron a la cabeza mis primeros días con mi hijo (el mayor) en casa. Fueron días intensos, muy intensos, donde sentimientos de felicidad, agotamiento, dolor y agradecimiento se mezclaron con una fuerza inusitada. Al menos en mi caso - y supongo que en la gran mayoría donde el hijo es muy, muy deseado- el sentimiento de felicidad es evidente y todo el mundo espera que predomine sobre todos los demás: por fin tienes a tu hijo sano y salvo en tus brazos. Pero si bien sabes que “eres” muy feliz, no siempre te “sientes” tan feliz, porque esos primeros días son terriblemente difíciles. El agotamiento y el dolor se hacen fácilmente dueños de la situación.

La falta de sueño puede ser determinante. Una persona que no duerme casi nada y encima lo poco que duerme no lo duerme bien, no puede funcionar. La nueva mamá no sólo suele dormir poco, lo peor es que le despiertan cada x horas (o minutos) de manera impredecible. Eso hace que no acabes nunca de dormir bien, siempre alerta para ver cuando suena esa sirenita que sale del capazo reclamando comida o brazos. Y el dolor… Ay el dolor! Y eso que lo mío fue un parto vaginal y sin episiotomía, con lo que me ahorré una gran parte de los dolores típicos del postparto. Pero uno si lo sentí con especial intensidad: el del bebé mal prendido al pecho. Cada vez que mi hijo se me enganchaba sentía como si me estuvieran clavando agujas en el pezón. Era terrible. Y cuando el asunto derivó en grietas se hizo casi insoportable. Todo ello, acompañado de un bebé que como no mamaba bien, no quedaba satisfecho y lloraba, mientras yo esperaba las -mal aconsejadas- dos horas entre mamadas, convirtieron la lactancia en un infierno que acabó, como no, en mi primera mastitis a los diez días de parir;: 40 de fiebre y un pecho como un tomate maduro hirviendo a fuego lento. Recuerdo las lagrimas de rabia, de impotencia y de desesperación. Cuando leí las palabras de ese muchacho vinieron a mi cabeza esos momentos en los que tumbada boca arriba en la cama, con la teta envuelta en paños fríos y oyendo a mi niño llorar de hambre, escondía la cara en la almohada y lloraba como hacía años que no había llorado. No era una buena madre, no era una buena madre y no era una buena madre. Nos hundíamos.

Pero no nos hundimos. Yo tenía toda una tripulación cuidando de mi hijo y de mí. Tenía a mis padres y a mi marido. Si bien los tres trabajaron como locos todos esos días intentando que no nos fuéramos a pique, hubo una persona que cargó con todo el peso de la situación y que con su experiencia y sobretodo su portentoso amor por nosotros, fue capaz de capear el temporal y sostener el barco hasta que calmaron las aguas. Ese Capitán fue mi madre. No se que hubiera hecho sin ella. Ella fue el regazo donde mi pequeño podía tranquilizarse cuando yo era incapaz de aguantarle llorando un minuto más. Y el regazo donde yo me cobijé y me sentí segura de nuevo, como de bebé, a pesar de todo lo que se me venía encima con la crianza de mi hijo. Ella fue también la que aguantó estoicamente las descargas de mi desesperación por no ser capaz de atender a mi hijo como él necesitaba. Le grité, le lloré, la abracé y le volví a gritar. Y allí siguió ella, con un bebé en un brazo, una escoba en el otro y mientras tanto vigilando el fuego de mi frente y de mi corazón. Mis dos hombres (mi marido y mi padre) se movían como grumetes obedeciendo sus órdenes: a hacer la compra, echar una mano en casa… y lo que hiciera falta. Pero vi como huían de mi sufrimiento. Eso preferían no verlo. En cambio ella se enfrentaba a él para calmarme, apoyarme y animarme. No se como hubiéramos sobrevivido mi pequeño y yo esos días sin ella.

Ante las palabras de aquel muchacho, al venirme a la mente estos recuerdos, pensé que lo que probablemente había ahí no era una madre desinteresada de su bebe (como las palabras “enfermo y desnutrido” dan a entender) sino una madre desesperada y SOLA. En soledad es casi imposible superar esos días. Si ella no tuvo a alguien en que apoyarse, alguien que le ayudara, entonces hizo lo único que podía hacer: dejar a su hijo donde pudieran hacerse cargo de él. Ella SOLA no podía.

Los seres humanos somos seres gregarios y necesitamos los unos de los otros para sobrevivir. Esto es especialmente importante en lo que concierne a la maternidad. La nueva madre necesita de la ayuda de los demás miembros de su familia para poder ocuparse de su bebé. Ante la maternidad, de repente, una mujer adulta e independiente se convierte en una persona dependiente. Y de que forma. De que alguien se ocupe de sostener a este binomio madre/hijo va a depender la capacidad de esta mujer de ser una buena madre y atender a su hijo como él lo necesita. En el pasado, y todavía en muchas culturas, la nueva madre tenía toda una red de madres, abuelas, tías y hermanas que le apoyaban, le ayudaban y le enseñaban (a dar de mamar, a atender al niño, a atenderse ella…).  Hoy en día, en nuestra sociedad de familias nucleares, muchas nuevas madres están demasiado solas. Incluso aunque tengan un compañero, no es suficiente. Y esto incluso en los casos más “normales”, donde el hijo es esperado y deseado y donde es una pareja la que ha tenido el bebé, y no una mujer sola. Si a esto añadimos que algunas nuevas madres viven esta situación ante el desprecio, el desinterés y la vergüenza de los que más deberían apoyarla, la situación se hace insostenible y desemboca en abandono.

Es terrible pensar en todas estas madres que han tenido que renunciar a sus hijos porque están SOLAS. Los padres de sus hijos se desentienden, sus familias las ignoran y la sociedad las desprecia. Es terrible que esta sociedad sea capaz de convertir un embarazo en una vergüenza. Un embarazo siempre debería ser motivo de orgullo, incluso el no deseado. Y si no, que se lo digan a todas esas mujeres que darían su vida por poder quedarse embarazadas. Una nueva madre siempre debería sentirse arropada y querida. Y la madre biológica que decide ceder a su bebé debería hacerlo siempre por motivos diferentes a la soledad y la falta de apoyo. Y por supuesto debería ser siempre respetada y valorada: Ha traído un hijo al mundo y sólo por eso se merece el respeto y no desprecio. Una pareja va a tener un hijo gracias a ella, gracias a su respeto por la vida de su hijo.

Mi madre hizo de “red femenina de apoyo” a falta de hermanas, tías y abuelas. Ella solita cargó con todo. Es curioso, siempre le echo en cara que por su culpa (e ignorancia en asuntos sobre lactancia materna, como la gran mayoría de mujeres en estos últimos siglos) mi hijo tomara biberones de leche adaptada esos días (cosa que ahora, como monitora de la Liga de la Leche, siento muchísimo). Pero lo cierto es que, si no es por ella, yo hubiera sido incapaz de seguir dando el pecho y la lactancia se hubiera acabado ahí. Ella, con sus biberones y todo, fue la que hizo posible que al final la lactancia fuera un éxito, a pesar del terrible comienzo que tuvimos por la falta de un apoyo profesional adecuado.

Y como se calmaba mi hijo en sus brazos. Incluso llegué a echárselo en cara. Pero que alivio. Que serenidad ante el bebé nervioso y hambriento. Y que aguante: horas cargando al pequeño en brazos: andando alrededor de la mesa del salón o a lo largo del pasillo, o quieta - casi sin respirar- sentada con el bebé ¡Por fin! dormido.

Mi madre. Cuanto la echo de menos y que poco se lo digo. Ya está a punto de llegar otra vez, tres días faltan, y ya la primavera me parece más primavera, (a pesar de que no para de llover). Ojalá la tuviera más cerca. Pero es ley de vida, los hijos vuelan del nido y, sobretodo hoy en día en este mundo globalizado, podemos llegar a volar muy lejos. Y que solas las dejamos. Como nos dejarán a nosotros nuestros hijos. Ley de vida.

Como te quiero mamá, como te quiero……..

sábado, 15 de mayo de 2010

SI NO FUNCIONA BIEN..... DEJE DE USARLO

Os imagináis ir al nefrólogo: 

Paciente:  Doctor, mire, es que tengo infecciones de orina recurrentes

Él:  Pues verá, tendrá que pensar en dejar de hacer pipí

O tal vez:

Paciente: Ay doctor!, esta es la cuarta pulmonía de este invierno.

Él: Pues tendrá que considerar muy seriamente la posibilidad de dejar de respirar, mire usted. Si no lo hace, aténgase a las consecuencias"

Surrealista ¿Verdad?. Pero seguro que a la mayoría de vosotros no os parece rara la siguiente conversación que he mantenido yo esta mañana con una ginecóloga (Especialista en el pecho. Repito: sólo trata patologías del pecho):

Yo: Pues verá, doctora, tengo una tendencia terrible a tener mastitis. A la que paso un periodo de estrés o alguna crisis de algún tipo, o incluso cuando el crío se me pone malito, al cabo de unos días desarrollo una mastitis. Ya he tenido 5 desde que nació el pequeño.

Ella: Pues tendrías que destetar. Es LA SOLUCIÓN

Lo siento, pero no lo acepto. No es LA SOLUCIÓN. Es una solución, evidentemente, pero ni siquiera es la más fácil, ni la más oportuna, ni la única. Para aplicar esa gran y única SOLUCIÓN no voy a una ginecóloga: no hace falta ser profesional para saber que si desteto - evidentemente- dejaré de tener mastitis (y si dejo de respirar será automático: seguro que no me muero de pulmonía). Yo busco una solución que respete la función principal de mis glándulas mamarias, o sea, producir leche para dar de mamar a mi hijo. Sí, sí. Esa es la función de las llamadas vulgarmente "tetas". Resulta que eso de ser un fetiche sexual dispuesto a llenarse de silicona (imitando así los pechos llenos de leche) es un invento de nuestra cultura. Me atrevería a decir que incluso relativamente reciente.

Pero estoy harta, amigos. Hoy ha sido la gota que ha colmado el vaso. Que incluso los profesionales especializados, que solo tienen que tratar un par de patologías que puede sufrir el tejido mamario, me digan que TENGO que destetar, ha apretado el interruptor de mi "yo" reivindicativo. Es, simplemente, VERGONZOSO. Y la pena es que no es la única ginecóloga que no ha encontrado - ni realmente buscado- otra solución. Ya van cuatro especialistas que han reaccionado de manera semejante ante mi problema de mastitis recurrentes. La última me ha hecho "saltar" porque es especialista en el pecho. Sólo trabaja con las glándulas mamarias. Realmente esperaba de ella una solución eficaz. Pero ni con esas.

Lo dicho, un verdadera pena.

viernes, 16 de abril de 2010

HOY HACE UN AÑO



Hoy hace un año que culminó el esfuerzo de preparación intelectual y física que había comenzado cinco años antes, tras el parto de mi primer hijo. Cuando me quedé embarazada de mi primer hijo no sabía nada de partos. Pensaba que lo que mi ginecóloga hiciera sería lo correcto y que lo normal era dejarlo todo en sus manos. Todavía no sé exactamente cuanto duró mi primer parto. Para mí fué eterno. A pesar de que en principio todo el mundo me decía que había sido un parto perfecto, a mí me quedaba como una espinita clavada...... algo faltaba y no sabía exactamente qué. Tal vez la oxitocina sintética porque "no dilataba", la obligada epidural como consecuencia del dolor insoportable de la hormona artificial, la sensación de estar totalmente extenuada - literalmente al borde de la muerte- en el expulsivo, el cansancio que evitó que reaccionara ante la presencia de mi hijo como yo pensaba que lo haría, la somnolencia del bebé que tardó en mamar más de un día.... en fin..... no podía creerme que eso fuera lo normal, lo correcto, incluso mejor que para la mayoría. Cuatro años más tardé ya estaba preparada. Ya sabía más. Había leído muchísimo. Había conocido a la gente indicada. Preparé mi parto como lo que era: un momento único en la vida de mi hijo y en la mía. Fue un parto maravilloso. Todavía recuerdo cada momento, casi cada contracción. No hubo epidural, ni oxitocina sintética. No hubo sufrimiento. Dilaté relajada, bailando al son de mi música favorita en la intimidad de una habitación donde nadie me estorbó ni me toco más de la cuenta. No dolió. Mi comadrona llegó en el momento justo. Un sólo tacto: 8 cm. Unas contracciones más. Diez minutos más tarde. De rodillas. Animada por las palabras justas. Arropada por la seguridad de una gran profesional y el amor de mi marido. Con toda la fuerza del universo concentrada en mi vientre. Así nació mi hijo. Ella lo recogió y lo dejó entre mis piernas. Nunca imaginé que una criatura pudiera ser tan magnificamente hermosa. Me levanté con él en brazos preguntándome por qué no estaba extenuada, por qué no había sentido esa sensación de "morir" de mis partos anteriores. Estaba de pie, con mi niño en mis brazos. El cordón todavía dentro. Ni siquiera me sentía cansada. Me tumbé para esperar a que saliera la placenta. Unos segundos más. Casi ni perdí sangre. Mi niño me miraba con un ojito abierto y el otro cerrado. Una intensidad impresionante. En algún momento se enganchó al pecho y allí se quedó hasta que ya no quedó mas remedio: había que pesarlo, vestirlo y subir a la habitación. Nunca, y digo NUNCA, me separaron de mi hijo. NUNCA.

Mi angel hoy cumple un año. Todavía hoy siento los efectos que su nacimiento tuvo en mí.
Para todas vosotras: amigas cercanas y lejanas. Sobretodo las que todavía estais por parir. Dadle una oportunidad a vuestro cuerpo. Sabemos parir. No os dejeis engañar. El parto es nuestro y de nuestros hijos. No dejeis que os lo roben. Que os lo violen. Las cosas tienen que cambiar. Ý el cambio lo tenemos que conseguir nosotras. Por nosotras mismas, pero sobretodo por ellos. Por nuestros hijos que tienen el derecho a venir a este mundo en un parto respetado donde no se los maltrate, ni se les haga sufrir, ni se les ponga en peligro. Y sin que se les separe de lo que para ellos es su mundo: SU MADRE. Desde aquí os digo: INFORMAROS. El saber no ocupa lugar. La verdad siempre se abre camino.