Hoy hace un año que culminó el esfuerzo de preparación intelectual y física que había comenzado cinco años antes, tras el parto de mi primer hijo. Cuando me quedé embarazada de mi primer hijo no sabía nada de partos. Pensaba que lo que mi ginecóloga hiciera sería lo correcto y que lo normal era dejarlo todo en sus manos. Todavía no sé exactamente cuanto duró mi primer parto. Para mí fué eterno. A pesar de que en principio todo el mundo me decía que había sido un parto perfecto, a mí me quedaba como una espinita clavada...... algo faltaba y no sabía exactamente qué. Tal vez la oxitocina sintética porque "no dilataba", la obligada epidural como consecuencia del dolor insoportable de la hormona artificial, la sensación de estar totalmente extenuada - literalmente al borde de la muerte- en el expulsivo, el cansancio que evitó que reaccionara ante la presencia de mi hijo como yo pensaba que lo haría, la somnolencia del bebé que tardó en mamar más de un día.... en fin..... no podía creerme que eso fuera lo normal, lo correcto, incluso mejor que para la mayoría. Cuatro años más tardé ya estaba preparada. Ya sabía más. Había leído muchísimo. Había conocido a la gente indicada. Preparé mi parto como lo que era: un momento único en la vida de mi hijo y en la mía. Fue un parto maravilloso. Todavía recuerdo cada momento, casi cada contracción. No hubo epidural, ni oxitocina sintética. No hubo sufrimiento. Dilaté relajada, bailando al son de mi música favorita en la intimidad de una habitación donde nadie me estorbó ni me toco más de la cuenta. No dolió. Mi comadrona llegó en el momento justo. Un sólo tacto: 8 cm. Unas contracciones más. Diez minutos más tarde. De rodillas. Animada por las palabras justas. Arropada por la seguridad de una gran profesional y el amor de mi marido. Con toda la fuerza del universo concentrada en mi vientre. Así nació mi hijo. Ella lo recogió y lo dejó entre mis piernas. Nunca imaginé que una criatura pudiera ser tan magnificamente hermosa. Me levanté con él en brazos preguntándome por qué no estaba extenuada, por qué no había sentido esa sensación de "morir" de mis partos anteriores. Estaba de pie, con mi niño en mis brazos. El cordón todavía dentro. Ni siquiera me sentía cansada. Me tumbé para esperar a que saliera la placenta. Unos segundos más. Casi ni perdí sangre. Mi niño me miraba con un ojito abierto y el otro cerrado. Una intensidad impresionante. En algún momento se enganchó al pecho y allí se quedó hasta que ya no quedó mas remedio: había que pesarlo, vestirlo y subir a la habitación. Nunca, y digo NUNCA, me separaron de mi hijo. NUNCA.
Mi angel hoy cumple un año. Todavía hoy siento los efectos que su nacimiento tuvo en mí.
Para todas vosotras: amigas cercanas y lejanas. Sobretodo las que todavía estais por parir. Dadle una oportunidad a vuestro cuerpo. Sabemos parir. No os dejeis engañar. El parto es nuestro y de nuestros hijos. No dejeis que os lo roben. Que os lo violen. Las cosas tienen que cambiar. Ý el cambio lo tenemos que conseguir nosotras. Por nosotras mismas, pero sobretodo por ellos. Por nuestros hijos que tienen el derecho a venir a este mundo en un parto respetado donde no se los maltrate, ni se les haga sufrir, ni se les ponga en peligro. Y sin que se les separe de lo que para ellos es su mundo: SU MADRE. Desde aquí os digo: INFORMAROS. El saber no ocupa lugar. La verdad siempre se abre camino.
Que experiencia tan bonita, supongo que el parto es algo que no asusta tanto a las madres primerizas que no nos hacemos respetar lo suficiente. Muchas gracias por tu relato.
ResponderEliminarFeliz 2011 y que os traiga muchas cosas buenas. Un abrazo
Piel de gallina! Precioso! Gracias!
ResponderEliminarPiel de gallina, precioso post! Gracias!
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