Estas provocadoras palabras de Haig han suscitado varias respuestas, entre las que se encuentra la de uno de los principales estudiosos del sueño infantil,
el antropólogo profesor James McKenna, el cual en una publicación titulada
Night Waking among Breastfeeding Mothers and Infants. Conflict, Congruence or Both?, agradece al autor su trabajo y admite que le ha llevado a reflexionar profundamente sobre el tema. Reflexión que ha dado como resultado una respuesta meticulosa y fulminante ya que McKenna tiene una amplia experiencia en la investigación del sueño de la madre y del bebé desde su laboratorio del sueño en la Universidad de Notredam (Indiana). Y es precisamente esta experiencia la que le lleva a afirmar que :
"Difícilmente la perspectiva de Haig puede pasar por encima de lo que la ciencia empírica ha demostrado que son factores críticos, funciones y procesos fisiológicos interdependientes, posiblemente gobernados por múltiples genes y que seguramente explican mucho mejor los despertares nocturnos de los bebés".
Además de McKenna, la doctora en antropología
Katie Hinde,
especialista en el estudio de la lactancia materna desde el punto de vista evolutivo, también responde en su artículo
Essential tensions in infant rearing con fuertes argumentos que cuestionan la hipótesis de Haig. Otras respuestas (
1 y
2) provienen del
biólogo evolucionista (y poeta) Jon F Wilkins y del neurólogo
Patrick McNamara pero, a diferencia de McKenna y Hinde, no cuestionan lo establecido por Haig sino que más bien se limitan a ofrecer y complementar la hipótesis de Haig con sus puntos de vista basados en sus propias especialidades. McNamara introduce los conceptos de apego seguro e inseguro y su influencia en el número de despertares nocturnos, así como en la arquitectura del sueño, y Wilkins profundiza un poco más en el concepto de conflicto intergeneracional y sus consecuencias. Como Haig, considera los despertares nocturnos como un efecto colateral innecesario y nocivo, absolutamente prescindibles en el momento en el que alargar el intervalo entre nacimientos ya no supone una ventaja evolutiva.
En este artículo me centraré principalmente en los argumentos de McKenna y Hinde ya que son los que abren debate sobre lo establecido por Haig. Un debate interesante e intenso en el que cada investigador expone su "parte del elefante" con la intención de profundizar un poco más en el conocimiento de todos estos temas tan complejos, y todavía llenos de misterios, como son el sueño, el desarrollo infantil y la evolución humana.
1- ¿Quién Despierta a Quién?
McKenna basa su respuesta en su larga carrera profesional, durante la cual ha realizado numerosas observaciones, directamente con vídeos infrarrojos y/o electroencefalograma, de las diversas circunstancias en las que los bebés se despiertan por la noche. Esta amplia experiencia obtenida con este tipo de metodología le ha permitido apreciar fenómenos que otros investigadores del sueño infantil ignoran, ya que por su sutileza pasan desapercibidos cuando se utilizan
técnicas más fáciles de manejar pero menos directas y sensibles, como la actigrafía, los diarios de sueño o las encuestas.
Una de sus observaciones que más cuestiona los argumentos de Haig es que, además del hecho de que el bebé no siempre se despierta para mamar (a veces un simple susurro o un toquecito son suficientes para que sigan durmiendo),
él no es el único responsable de los despertares nocturnos cuando colecha. En el 40% de los despertares observados la madre se despertaba 2 segundos antes que su hijo, por lo tanto, se puede suponer que fueron provocados por ella. Además, las causas que los motivan son diversas: desde la termoregulación (en ambientes cálidos se despiertan más) hasta los patrones de respiración (las apneas inducen despertares y son más frecuentes en unas fases del sueño que en otras). Y es que
existe una exquisita sincronía en el comportamiento, la arquitectura del sueño, los patrones respiratorios y la temperatura corporal del bebé con los eventos fisiológicos y comportamentales de la madre.
Desde el cuerpo de su madre el bebé recibe toda una serie de señales que le mantienen en un sueño que le permite despertarse con facilidad, y es interesante observar como, durante el colecho, el cuerpo del bebé se orienta hacia su madre durante un 100% de la noche. McKenna opina que gracias a esta gran sensibilidad por las señales que emanan del cuerpo de su madre el bebé es capaz de despertarse cuando es necesario, manteniéndose más tiempo en los estadios de sueño I y II y no en los más profundos, como hacemos los adultos, lo que será imprescindible para evitar la muerte si se encuentra en una situación potencialmente peligrosa para su vida en este periodo de inmadurez, como, por ejemplo, una apnea prolongada. Esta compleja interrelación entre la madre y el bebé mientras ambos duermen lleva a McKenna a afirmar que los despertares nocturnos cumplen lo que
Myron Hofer denominó efectos reguladores ocultos, piedra angular del trabajo de McKenna y que pueden conllevar también
beneficios ocultos.
Por lo tanto, McKenna especula con la posibilidad de que las madres hayan evolucionado para provocar también los despertares nocturnos, ya que así aumentan las posibilidades de supervivencia de sus bebés, además de que, gracias a las tomas frecuentes, su propia salud también se beneficia (recordemos que la lactancia protege a la mujer de enfermedades como el cáncer de mama y ovario). Esto le lleva a afirmar que uno de los grandes retos para la hipótesis de Haig va a ser encontrar en ella un lugar para todos esos otros beneficios demostrados de las tomas nocturnas, tanto para la madre como para el bebé.
La doctora Katie Hinde presenta otra posible explicación a los numerosos despertares nocturnos al resaltar el hecho de que se ha observado que aumentan hacia los 6 meses de vida, coincidiendo en el tiempo con la introducción de la alimentación complementaria. Esto le lleva a proponer que cambios en el aparato digestivo del bebé provoquen un estado de incomodidad y ansiedad que afecte la calidad de su sueño. Resalta, además, el hecho de que existen especies de primates en los que se observan también despertares y tomas nocturnas, pero en los que la lactancia no está relacionada con la inhibición de la ovulación. Todo ello le lleva a afirmar que la hipótesis de Haig de que el objetivo principal de las tomas nocturnas es inhibir la ovulación debe tomarse, cuanto menos, con precaución.
2- La Lactancia Materna: No solo Ocurre por la Noche.
Otro factor importante a tener en cuenta, según McKenna, es que la lactancia es una actividad que se da las 24 horas del día y que la frecuencia con la que maman los bebés por la noche sufre una enorme variabilidad y es dependiente de la dinámica diurna. No se puede analizar la lactancia nocturna sin considerar la diurna. Por lo tanto, los requerimientos metabólicos y de crecimiento de los bebés y la disposición y habilidad de su madre para cubrirlos deben ser analizados a lo largo de las 24 horas del día si se quiere comprender detalladamente el papel que tiene la lactancia materna nocturna en el incremento del intervalo entre nacimientos.
3- La Composicion de la Leche Humana No Solo Depende de la Madre y Sí es lo Mejor para Nuestros Bebés
La hipótesis presentada por Haig de que las propiedades soporíferas de la leche materna demuestran el interés de la madre por que el bebé consolide su sueño ya que su intervalo entre nacimientos óptimo es más corto que el del bebé - y que le lleva a cuestionar que la leche materna sea lo mejor para el bebé - también ha suscitado las respuestas de Hinde y McKenna.
Hinde cuestiona las palabras de Haig con el argumento de que la cantidad y composición de la leche materna no solo depende de la madre, sino también del bebé, el cual puede influir sobre ambas por medio de las tomas. De hecho, el bebé puede influir en la producción de leche futura ya desde la época prenatal mediante el envío de señales que traspasan la placenta.
Ante la afirmación de Haig de que la leche humana está diseñada para digerirse lentamente y producir así el sueño, McKenna señala que en realidad ésta es mucho mas rápidamente digerida por el bebé que la leche de vaca adaptada, la cual por sus propiedades no solo dificulta el tránsito intestinal sino que incluso produce una cierta inflamación en el intestino. Al final del artículo, McKenna resalta el hecho de que
cada año 720 bebés mueren en nuestra sociedad occidental por no ser amamantados. Esto nos demuestra que, a día de hoy e incluso en nuestra rica sociedad industrializada dotada de las mejores leches adaptadas, la leche humana sigue siendo lo mejor para garantizar la supervivencia de nuestros bebés, y además nos lleva a considerar que, dado que el efecto protector de la misma es del tipo dosis/respuesta (cuanto más continuas sean las tomas y más leche se consuma más protegidos están el bebé y su madre), ésta no es sino una evidencia más de los múltiples beneficios que suponen para madre e hijo despertarse a realizar tomas por la noche.
4- El Conflicto Intragenómico
En cuanto al conflicto intragenómico entre los genes maternos y paternos, McKenna señala que para sostener esta hipótesis sería de gran valor la existencia de evidencias empíricas de que, en estos niños que sufren los síndromes de Prader-Willis y Angelman, los genes paternos promueven los despertares y los maternos un sueño consolidado. Y es que existe una enorme variabilidad en la manifestación de síntomas de estas enfermedades en los individuos afectados, por lo que McKenna, tras leer diversas revisiones sobre este tema, se pregunta si hay suficientes evidencias como para asegurar que este patrón de comportamiento se cumple en el número de casos suficiente como para hacer una generalización. También cuestiona la posibilidad de deducir la función normal de unos genes a partir de unas patologías tan complicadas. Por lo tanto, considera que estos desórdenes genéticos son evidencias débiles de la función adaptativa del ADN, sobretodo cuando producen numerosos efectos y dan pocas pruebas sobre la función real de los genes implicados.
5- El Papel de la Cultura: ¿Qué es "Dormir Mal?
Otra de las críticas de McKenna va dirigida al hecho de que Haig ha descartado totalmente las influencias culturales. La percepción de lo que es o no es un sueño "problemático" o de los "costes" que tienen los despertares nocturnos para la madre tiene una evidente base cultural que no puede ser obviada. Por ejemplo, en nuestra cultura occidental las expectativas de los padres respecto al sueño de sus hijos son producto de una ideología social que nada tiene que ver con la naturaleza del bebé.
Este fenómeno, junto a la imposición cultural de poner a los bebés a dormir en solitario, determina nuestra visión del sueño infantil como difícil y problemático incluso antes de tener a nuestro hijo en nuestros brazos. Una visión que no es compartida por la mayoría de culturas en las cuales nunca se ha cuestionado ni debatido el dónde o cómo debe dormir un bebé. También hay que resaltar el hecho de que el sueño consolidado adulto de nuestra cultura no es una característica universal, tal y como apunta Hinde en su respuesta. La expectativa de que madre e hijo deben dormir toda la noche es, sin duda, un artefacto cultural.
Todo esto lleva a McKenna a afirmar que
en nuestra cultura muy probablemente el comportamiento infantil durante el sueño es mucho más problemático de lo que la evolución ha determinado y de lo que sería en otras condiciones.
6- Salud versus Idoneidad. Conflicto Intergeneracional.
En un punto importante McKenna si está de acuerdo con Haig:
la evolución no siempre va a maximizar la supervivencia del bebé ya que la supervivencia de cada hijo no siempre conlleva el mayor éxito reproductivo de los padres. De hecho McKenna opina que su punto de vista no excluye obligatoriamente el de Haig y admite que ambas partes tienen su parte de razón. Argumenta que mientras un comportamiento determinado no reduzca la idoneidad, puede tener funciones beneficiosas, o incluso oportunísticamente beneficiosas, que complementen el objetivo inicial o incluso lo reemplacen. De esta manera, si un bebé puede retrasar la llegada de un hermano, asegurándose los recursos para su supervivencia en exclusiva por más tiempo, los despertares nocturnos tendrán un valor añadido al resto de beneficios.
Por lo tanto McKenna no niega en absoluto la existencia de un conflicto intergeneracional entre madre e hijo y no está idealizando lo que Bowlby llamó
Ambiente de Adaptación Evolutiva (Environment of Evolutionary Adaptedness, o EEA), ni espera que toda la sociedad occidental vuelva a la vida del pleistoceno para vivir feliz y en armonía, tal y como le acusa Haig en su artículo. De hecho, el propio McKenna incorpora el concepto de
compensación y la
teoría de la historia de la vida en sus estudios sobre el sueño de las madres y los bebés.
Por su parte Hinde introduce el concepto de
Ambiente Adaptativo Relevante (
Adaptively Relevant Enviroment, ARE),
definido por Irons en 1998, y que en este contexto se definiría como todo el conjunto de interacciones con su madre y su comunidad que permiten al bebé recibir lo necesario para su supervivencia, como la alimentación, la termoregulación y el apoyo socioemocional. Resalta que es precisamente de noche cuando las crías primates pueden maximizar este contacto debido a la ausencia de las actividades diurnas. A pesar de que los humanos nos movemos en un ambiente muy alejado de nuestro EEA, todos los bebés de todas las culturas necesitan desarrollarse en su ARE, pero en nuestra sociedad existen importantes divergencias con este último, como puede ser en el uso de leche adaptada o el sueño en solitario. Este hecho, sin duda, altera tanto la coordinación como el conflicto entre madre e hijo, aumentando la magnitud de los problemas en el sueño de la madre.
7- Del Dicho al Hecho
Finalmente, McKenna hace hincapié en la dificultad que supone dar el salto entre el mundo de la investigación y las recomendaciones dirigidas a toda la sociedad.
De hecho, se considera uno de los mayores críticos de la tendencia actual que presentan las autoridades médicas a simplificar lo complejo por medio de recomendaciones generales para todo el mundo, al estilo "one-size-fit-all". Según McKenna, esta costumbre ha puesto muchos bebés en peligro en el pasado y lo sigue haciendo en el presente, a pesar de que es innegable que la pediatría occidental también ha salvado muchas vidas, sobretodo en otros dominios.
Esto ha sido debido principalmente a que el bebé durmiendo en solitario y alimentado por biberón de leche adaptada es el sujeto modelo de sueño saludable que se estudia en los laboratorios del sueño de la sociedad occidental industrializada. Pero a día de hoy un 77% de las madres amamanta a su bebé, lo que por sí mismo invalida este modelo de desarrollo del sueño infantil basado en los bebés alimentados con biberón. Y no podemos olvidar que
los determinantes culturales forzaron al mundo de la pediatría a recomendar unos cambios en absoluto respaldados por el método científico, como son:
- Del colecho al sueño en solitario
- De la lactancia materna a la alimentación a base de leche adaptada
- De poner al bebé a dormir sobre su espalda a ponerle a dormir sobre su barriga
Cada uno de estos cambios está independientemente asociado con la muerte súbita e inesperada del infante (sudden unexpected death of an infant, SUDI), y McKenna estima que han provocado unas 400.000 muertes de bebés.
Por lo tanto, para McKenna, la confluencia de datos sobre evolución, interculturales e interespecíficos sirve como un poderoso punto de partida para hacernos preguntas nunca antes hechas sobre el sueño infantil y los arreglos para dormir en la sociedad occidental industrializada. Pero toda estas ideas y observaciones basadas en la evolución en ningún momento son el punto final que nos determine como usar lo aprendido. Lo más importante es que los padres deben ser empoderados y ellos, y únicamente de ellos, tienen el derecho a tomar decisiones basadas en una información completa y neutral, y no filtrada por unas instituciones médicas que deciden lo que deben o no deben saber.
McKenna termina su publicación haciendo referencia al "muy aislado" comité de 7 personas de la Academia Americana de Pediatría que publica las recomendaciones sobre como poner a dormir a los bebés, deseando que fueran más sensibles a las razones que llevan a los padres a decidir colechar con sus hijos, dado que dicho comité desaconsejo el colecho (entendido como compatir superficie para dormir, no solo habitación) sin ofrecer alternativas como el colecho seguro o la cuna sidecar.
En resumen: para McKenna o para Hinde, los despertares nocturnos son un comportamiento complejo que no puede ser estudiado fuera de su contexto cultural. Aunque es evidente que la frecuencia de las tomas, día y noche, influye en el intervalo entre nacimientos, los despertares nocturnos son un fenómeno mucho más complejo que el presentado por Haig, con múltiples propósitos y causas y que conllevan asociados numerosos
beneficios ocultos. Por lo tanto, cualquier recomendación sobre el sueño infantil basada en unas recomendaciones generales (del tipo "
one size must fit all") nacidas de la simplificación forzada de una realidad compleja, no solo será muy probablemente inapropiada, sino que puede llegar a ser incluso peligrosa.
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