viernes, 28 de febrero de 2014

MIRANDO(NOS), ESCUCHANDO(NOS), SINTIENDO(NOS).........SIMPLEMENTE.

Es impresionante.

De verdad, es realmente impresionante.

No sé si nunca os habéis parado a analizar hasta que punto es impresionante el volumen de literatura para padres que existe en el mundo. Desde como engendrarlos hasta como gestarlos, parirlos, dormirlos, alimentarlos, disciplinarlos, educarlos, entretenerlos......... parece que necesitamos leer al menos unos 50 libros para criar decentemente a nuestros hijos. 

Yo, que soy muy de ciencias mal que me pese, me puse a ello con el entusiasmo de una predoctoral preparando su gran tesis. En serio. Creía que en los libros iba a encontrar el camino para ser la madre perfecta. 

¡Ay! Pero el asunto resultó ser mucho más complicado de lo que yo había imaginado. Unos te decían que nada de jamón en el embarazo y otros que comieras sin miedo. Unos que parieras en el hospital y otros en casa. Unos que teta solo y otros que el biberón es igual. Unos que a dormir a su cuarto y otros que a colechar. Unos que una papilla de cinco cereales más calabacín y patata a los 6 meses (ni un día antes ni otro después) o a los cuatro (ni otro día antes ni otro después) y otros que lo que quisiera, cuando quisiera y como quisiera. Unos que una bofetada no importa y es necesaria y otros que es maltrato. Unos que la letra con sangre entra y otros que aprender debe ser un placer. 

De locos. 

Así que al principio, con mi primer hijo, fui un poco a salto de mata, por así decirlo. No comía (casi) jamón durante el embarazo (solo el de Jabugo comprado en la carnicería de unas amigas de la infancia, porque hay jamones y jamones y ese es irresistible). Parí en el hospital, pero con la orden de que me intervinieran lo menos posible. Así acabé con el set-premium "primeriza con suerte", o sea, no termine en una cesárea pero no me libré de la oxitocina artificial. Me dejaron desgarrame solita, eso sí, porque tampoco quería episiotomía. 

El pecho lo di a demanda, pero no antes de dos horas e intentando alargar las tomas por la noche, tal y como me aconsejó la enfermera de turno. Y quizá fue eso, más que ninguna otra cosa, lo que empezó a desmoronarme el montaje de maternidad ejercida desde la madre perfecta que vive en la perfecta sociedad que lo sabe todo sobre la crianza de los hijos. Eso y la manía de colocar al bebé en cualquier artefacto que no fuera ni remotamente parecido a los brazos de su madre. Porque se malacotumbra, como todos bien sabemos. 

Mi bebé lloraba, mi cuerpo se quejaba, mi estrategia no funcionaba. Algo iba fundamentalmente mal.

Así que decidí ir más allá de la literatura "popular" y empecé a rebuscar en la literatura científica. Ingenua de mí que, acostumbrada al sencillo mundo de la biología cardiovascular, estaba convencida de que la parte de la literatura popular que se basara en la literatura científica era la que tendría la respuesta verdadera sobre como ser la madre perfecta para criar perfectamente a mis hijos. 

Pero tampoco.

Si algo hay realmente difícil de encontrar en la literatura científica son verdades absolutas. Todo son hipótesis y teorías, experimentos concretos con resultados solo aplicables a sus reducidas condiciones y conclusiones solo deducibles de unos resultados obtenidos en unas condiciones tan concretas que no sirven absolutamente para nada más que para ser publicadas en una revista científica. Desde luego no sirven para decirle a nadie como criar a su hijo, aunque enseguida me di cuenta de que algunos autores de la literatura popular izaban la bandera de la ciencia con tanta convicción que hasta se habían convertido en los bestsellers más vendidos en su especialidad, convenciendo a millones de padres para aplicar unas supuestas técnicas supuestamente respaldadas por la ciencia. Una ciencia que no respaldaba absolutamente nada. 

Y también vi algo que no había visto antes, o tal vez nunca me había fijado porque en el mundo de la biología cardiovascular sus implicaciones no eran en absoluto las que tenían ahora, en el mundo de la crianza. Vi una absoluta invasión de la ciencia por la cultura. Fui consciente por primera vez de hasta que punto el científico investiga desde su cultura y de las tremendas repercusiones que eso tenia en el diseño de sus experimentos, la interpretación de sus resultados y el desarrollo de sus conclusiones. En el tema en concreto de la crianza el resultado es devastador. 

Mi primera incursión en la literatura científica relacionada con la crianza de mis hijos fue la lactancia y sus últimas publicaciones. Había bastante consenso y el tema estaba bastante bien definido. Lo que me escandalizó fue la (tremenda) distancia entre lo que publicaban los investigadores en los últimos años y lo que recomendaba el personal sanitario. 

Me senti perdida. Me entró pánico. Perdí la seguridad que ofrece la posibilidad de tener una figura de autoridad en la que confiar ciegamente. ¿Como confiar en unos profesionales que ni siquiera eran capaces de darme soluciones científicamente demostradas a la hora de ayudarme a superar mis problemas de lactancia? Si en un tema que había profundizado encontraba semejante situación ¿Que sería de los demás? ¿Y cuando empezara la alimentación complementaria? ¿Y el sueño? ¿Y la educación? ¿Iba a tener que profundizar en cada uno de los temas implicados en la crianza de mis hijos hasta quemarme las pestañas estudiando y leyendo como para escribir diez tesis doctorales y hacer la carrera de psicología, pedagogía, antropología y pediatría juntas?

Y entonces ya solo quedó una solución antes del colapso definitivo: 

Miré a mi bebé. Sentí a mi bebé. Escuché a mi bebé.

Y entonces me di cuenta de que también era necesario aprender a escucharme y a sentirme a mí misma.

Y ahora sí. Ahí precisamente estaban todas las respuestas. 

Mi bebé quería estar conmigo, sentirme en contacto con él, mamar de mi pecho siempre que quisiera y dormirse en contacto conmigo. Simplemente.

Mi cuerpo quería estar con él, sentir su contacto, darle de mamar a demanda y permanecer a su lado durante el sueño. También muy simple. 

Todo lo demás eran complicaciones absolutamente innecesarias. Las teorías conductistas, feministas, humanistas y todo el resto de "istas" e "istos" varios sobraban. Las ciencias y los científicos podían seguir divagando todo lo que les diera la gana, que yo ya había encontrado el filtro que necesitaba para aprovechar la guía que podían ofrecerme.

Era una cuestión de alineación. A partir de ese momento seguí leyendo y estudiando pero buscando y seleccionando esa información que entraba en concordancia - o sea, que se alineaba - con mi deseo interno. Con lo que, tras la lectura de Casilda Rodrigañez,  identifico como Deseo Maternal. Lo que desentona con mi deseo no lo aplico, diga quién lo diga y tenga las evidencias que tenga.

Por eso, hoy en día, escuchar al doctor Estivill diciendo a un padre que deje a su hijo llorando en su habitación mientras le dice que le quiere mucho y que le está enseñando a dormir, o a Supernnany dando instrucciones de uso de los niños como si fueran un electrodoméstico más, ya no me engaña y me revuelven las entrañas. Sus técnicas se basan en un puñado de teorías desarrolladas en un momento concreto de una cultura concreta por cuatro científicos cuyas bases teóricas han sido superadas hace décadas y que ignoraban absolutamente toda la información científica que actualmente disponemos y que es absolutamente imprescindible para valorar el alcance de sus "tratamientos". Científicos que pertenecían, además, a una sociedad patriarcal, machista, en uno de sus momentos más misógenos (entendido como rechazo a lo femenino) y adultrocéntrica hasta el extremo, absolutamente desconectada de sus necesidades primales y terriblemente limitada por su reduccionismo. Sé que sus evidencias son parciales, que sus bases son culturales pero, sobretodo, sé que sus consejos van en contra de mi deseo y el de mi hijo. Y con esto último ya me basta.

Me resulta escandaloso que a estas alturas haya todavía profesionales aconsejando a las madres en nombre de la ciencia que se separen de sus bebés, que no les tengan en brazos, que les acostumbren a un horario, que les enseñen a dormir en solitario,que les den biberón para "liberarse" de la esclavitud de la teta o para que el padre participe. Todos comportamientos absolutamente opuestos a nuestro deseo primal y al de nuestros hijos pero supuestamente validados por la ciencia. Pero no. La ciencia, señores, de momento es absolutamente incapaz de decir nada categórico sobre estos asuntos, así que en su nombre lo único que pueden hacer es cerrar la boca. 

Por eso, señores y señoras de ciencia, cuando vean a una madre sufriendo mientras su hijo llora en la oscuridad de su cuarto solitario tengan un mínimo de decencia y humildad y no la manipulen con mentiras para conseguir que desoiga su sabiduría y neutralice su deseo mediante la fe ciega en una ciencia que supuestamente ustedes representan pero que, en realidad, no existe. Sean humanos y liberen a esa mujer de su mentiras. Sean honestos y bajen la cabeza con humildad ante la sabiduría del deseo maternal. 

Asumo que todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos, ya que somos los que más los amamos. También sé que todos enfrentamos su crianza desde nuestras propias heridas y, a pesar de todo, nos esforzamos en hacerlo lo mejor posible. Por eso me duele tanto que existan estos profesionales que, lejos de ayudarnos, todavía nos hunden más en la miseria de nuestras carencias en nombre de esa supuesta ciencia que en realidad no dice nada ni concreto ni aplicable.  

Así que, queridos madres y padres primerizos, antes de pasaros por la librería a llenar vuestra mesilla de noche con los libros de Estivill o Jové, Gonzalez o Supernany, Ford o Sunderland. Antes de empezar a devorar blogs en internet y a comprar revistas de crianza en el kiosko más cercano, simplemente frenad, parad un momento y centraros en observar lo que quiere vuestro recién nacido. Lo que os está pidiendo. Ahora, en este momento, su deseo es único: quiere estar con su madre. Así de sencillo. Permitídselo y empezad a fluir en vuestro deseo. Hacerlo y empezar a disfrutar del placer de la maternidad es todo uno

Esa es la sabiduría de miles de años de evolución. Esa es la sabiduría de la vida. No la despreciéis en nombre de cuatro textos escritos en los últimos 20 años de historia.

Os lo digo por experiencia.

martes, 14 de enero de 2014

EL NIÑO ADOPTADO EN "¡A DORMIR!" DEL DOCTOR EDUARDO ESTIVILL

Como ya he comentado en el artículo anterior, hay un apartado en el libro ¡A Dormir! del doctor Estivill que quiero comentar en detalle por la importancia de sus repercusiones. Es un apartado cortito, titulado "Los Niños Adoptados", apenas tres párrafos que  se pueden resumir en una simple frase que a mí me puso los pelos de punta: 
"Debéis actuar como si hubiera nacido el día que llegó a vuestra casa, independientemente de la edad que tenga". 
Un frase que demuestra una ignorancia tan inmensa sobre el niño adoptado y sus necesidades que me parece necesario hacer una denuncia pública porque este libro - o su famoso predecesor "Duermete niño", para el caso lo mismo me da - dirige y condiciona el comportamiento de millones de padres respecto al sueño infantil en todo el mundo hispanohablante.

Dada la importancia de esta afirmación del doctor Estivill, he pensado que lo mejor sería recurrir a una profesional realmente especializada en el niño adoptado. Por eso Montse Lapastora, psicóloga clínica y directora del Centro de Psicología y Adopción Psicoveritas, ha tenido la amabilidad de escribir el texto que os muestro a continuación explicándonos por qué un niño adoptado NUNCA debe ser tratado como si hubiera nacido el día que llegó a nuestra casa, y por qué las técnicas cognitivo-conductuales basadas en  dejar llorar son especialmente dañinas para ellos

No es la primera vez que el doctor Estivill muestra públicamente su ignorancia en todo lo concerniente a los niños adoptados y el mundo de la adopción en general. Hace unos años la asociación CORA (Coordinadora de Asociaciones en Defensa de la Adopción y el Acogimiento) ya pidió en un comunicado de prensa que se retirara uno de sus libros, un cuento infantil titulado Lila tiene un hermanito, entre otras cosas debido a:
  • La presentación de la adopción como un acto de caridad por el que los niños deben estar agradecidos.
  • Una falta absoluta de empatía con los sentimientos del niño adoptado.
  • Afirmaciones del tipo: los hijos adoptados se comportarán como hijos "naturales" si como tales son tratados. 
Desgraciadamente el libro nunca fue retirado, y el doctor Estivill sigue dando consejos sobre un tema extremadamente delicado del que no sabe absolutamente nada.


Sin más preámbulo os dejos con las palabras de la psicóloga especializada en adopción Montse Lapastora. Espero de todo corazón que lleguen a todos los padres adoptivos que en este momento se estén cuestionando si aplicar o no aplicar el método Estivill a sus hijos. 

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La siguiente frase: "Hay que tratar al niño adoptado como si hubiera nacido el día que llegó a casa”, se encuentra en la página 74, capítulo 2, del libro ¡A dormir! Del doctor Estivill.

¡No podía creer lo que estaba leyendo!, he tenido que repasarla varias veces para convencerme de la autenticidad de la afirmación que tenía delante.

Los niños adoptados no pueden tratarse obviando su vida pasada, pues todas sus experiencias pre-adoptivas van a quedar  marcadas en su memoria implícita y muchos de sus comportamientos y estados psicológicos posteriores se verán influidos por aquellas experiencias.

Los niños adoptados han sufrido como mínimo una rotura vincular, la separación de su madre biológica, separación que será vivida por ellos como un trauma “el trauma del abandono”. Además hay que añadir que muchos de ellos han vivido otras situaciones traumáticas como el maltrato físico y psicológico, desnutrición, abusos y/o falta de afecto. 

Comparación entre el cerebro de un niño 
convenientemente cuidado y un niño que 
ha sufrido abandono extremo (Perry, 2004). 
Rosa Fernández(1) en su artículo “La adopción y el hipocampo en la escuela primaria” refiere lo siguiente:
“Investigaciones científicas recientes han demostrado que la falta de vinculación afectiva durante los primeros años/meses de vida supone un grave trauma para el desarrollo de  la personalidad, ocasionando cambios neurobiológicos que influyen en el desarrollo tanto a corto como a largo plazo. Entre las alteraciones estructurales del sistema nervioso que los malos tratos o las situaciones de estrés postraumático (y el abandono lo es) provocan en el niño, podemos destacar:
  • La disminución del volumen del hipocampo 
  • Alteraciones a nivel de amígdala
  • Alteraciones de las estructuras cerebelares, del cuerpo calloso y del córtex prefrontal
  • Funcionalmente, se observan secuelas cognitivas (bajo rendimiento escolar), altos niveles de estrés psicosocial, dificultades conductuales y problemas sociales, que en algunos casos recuerdan un comportamiento pseudo-autista.”
Daniel Siegel (2), S. Gerhardt (3) y otros autores (estudiosos del desarrollo humano y de las consecuencias del estrés en los bebés) también hablan de cómo las experiencias traumáticas y de estrés en el inmaduro cerebro de un bebé generan consecuencias a corto y largo plazo.

Vamos a ver cómo actúa el estrés en los bebés:

Para un bebé la sensación de estrés es percibida como una situación de desprotección y muerte, él no puede valerse por sí mismo y cualquier vivencia de malestar le deja a merced de otro, necesita a un tercero para sobrevivir. Ante una situación de peligro, nuestro sistema fisiológico de emergencia se pone en marcha para defendernos del ataque. El impacto emocional o la información traumática recibida quedará almacenada en la red neuronal, de forma que será la responsable de que ante una futura situación de amenaza, tanto física como emocional, se responda automáticamente. Este sistema de alarma es válido para las situaciones de amenaza, nos avisa ante el peligro y recupera la normalidad cuando este ha pasado. 

Cuando un bebé siente miedo (miedo que expresa a través del llanto cuando esa emoción no le deja dormir), él no sabe que lo que tiene es miedo, lo que percibe es una sensación de malestar que hace que su sistema fisiológico de alarma se active elevando el nivel de las hormonas implicadas en la respuesta al estrés, como son el cortisol y la noreprinefina. Cuando el bebé se calma el nivel de cortisol vuelve a su estado normal. Pero cuando en un bebé, y este es el caso de muchos niños criados en orfanatos o en condiciones de abandono, esta situación se repite una y otra vez, su nivel de cortisol no recuperará su estado normal. Cuando la información que recibe su cerebro es excesiva y no la puede codificar de forma adecuada, lo que hace es paralizarla, manteniéndole en un estado permanente de alerta inhibiendo la capacidad para recuperar su estado neurofisiológico normal.

Las repercusiones en el inmaduro sistema nervioso de un bebé pueden ser falta de empatía y excesiva reactividad al estrés. Son niños que tienen muy poca resistencia a la frustración, que pierden la capacidad para autoregularse emocionalmente, además de todo lo mencionado más arriba por Rosa Fernández.

No podemos negar la influencia de todo esto, un niño adoptado que ha pasado por las situaciones traumáticas que hemos mencionado, no puede ser tratado de la misma manera que un niño cuyo desarrollo ha estado bajo condiciones de afecto y satisfacción de sus necesidades básicas de forma adecuada.

Un niño adoptado lo que necesita son unos padres con los que pueda construir un vínculo afectivo y reparar, en la medida de lo posible, todo el daño que sufrió en su vida preadoptiva. La construcción y reparación del vínculo puede hacerse tanto de día como de noche. La oxitocina es la hormona del apego, que se segrega con el contacto físico piel con piel. Pongámonos en el lugar de un niño que viene de un orfanato en el que nadie le hacía caso cuando lloraba, dejó de emitir el llanto porque nadie le calmaba, pero esa falta de atención básica le hizo generar  creencias sobre sí mismo del tipo: no importo, no valgo, no merezco que me quieran. Creencias que acompañan a los niños y adultos adoptados con las que trabajo todos los días en la consulta.

Si la familia que adopta al niño no atiende su llanto, estaría comportándose de la misma forma que lo hacían en el orfanato, y estaría reforzando el sentimiento de abandono y las creencias negativas que tiene el niño sobre sí mismo. 

¿Cómo nos sentiríamos nosotros si nos arrancan de nuestro entorno conocido, sea el que sea pero es el que conocemos, nos llevan a un sitio totalmente desconocido, con personas muy diferentes a nosotros a las que no entendemos y cuando nos sentimos asustados, nadie nos consuela ni acompaña, y además nos tratan como a todos los demás que están inmersos en esa cultura y totalmente adaptados a ella.  Si esta situación es terrible para un adulto, pretender que un niño la pase solo me parece, como mínimo, cruel.

Este niño lo que necesita es dormir con sus padres, necesita que le cojan cuando llora, necesita que le calmen y que le transmitan que ahora es importante, que sus necesidades ahora sí van a ser satisfechas, que ahora es escuchado y tenido en cuenta. Todo esto podrá minimizar el daño sufrido por ese llanto desatendido.

Yo recomiendo el Colecho a aquellas familias que me consultan. Creo que un niño cuando se incorpora a su nueva familia necesita elementos de seguridad, y dormir con sus padres es uno de los factores que fomenta la seguridad y la vinculación afectiva. Después de un tiempo de practicar el colecho los padres me confirman que tanto la seguridad como el comportamiento de sus hijos mejoran notablemente.





BIBLIOGRAFÍA
  1. Rosa Fernández: Dra en biología. Profesora titular en la Universidad de A Coruña
  2. Daniel Siegel:  Autor de “La mente en desarrollo”. El Dr. Daniel J. Siegel es médico y profesor clínico de psiquiatría en la Escuela de Medicina de la UCLA, dentro de la facultad del Center for Culture, Brain, and Development y es codirector del Mindful Awareness Research Center.
  3. Sue Gerhardt: Autora de “El amor maternal” especialista y estudiosa de el mundo afectivo del bebé. 


domingo, 12 de enero de 2014

¡A DORMIR! DEL DOCTOR EDUARDO ESTIVILL.

Han tenido que pasar dos años y 600 artículos científicos sobre el sueño infantil para que yo haya sido capaz, por fin,  de comprarme el libro  ¡A Dormir! del doctor Eduard Estivill. Han sido 15 euros gastados con mucho dolor, todo hay que decirlo, pero teniendo en cuenta que sale de las manos de la persona gracias a la cual me embarqué en la aventura de escribir un proyecto llamado El Debate Científico sobre la Realidad del Sueño Infantil, que menos que agradecer su empujoncito con unos cuantos euros de beneficio ¿no?

No voy a haceros aquí una crítica exhaustiva del libro porque otros antes que yo ya lo hicieron, tanto de sus libros como de su método. Así que, exceptuando un pequeño apartado del libro que ha sido pasado por alto en críticas anteriores y que desarrollaré en otro post a su debido tiempo, prefiero remitiros a las que a mí más me han gustado de las que se pueden encontrar en internet:

No puedo dejar de citar también la excelente crítica que han hecho profesionales de referencia en sus libros: El pediatra Carlos Gonzalez en Bésame Mucho,  la psicóloga Rosa Jové en Dormir sin Lágrimas y el pediatra Jose María Paricio en Tu eres la Mejor Madre. Y si hablamos de autores internacionales tenemos que citar  al matrimonio Sears (William y Martha, él pediatra y ella enfermera) con diversos libros, entre los que se encuentra Tu hijo dormirá y tú también, a Margot Sunderland con La Ciencia de ser Padres, y al profesor James McKenna con Dormir con tu bebé: una guía para padres sobre el colecho. Y ya que vivo en Suiza, no quiero olvidarme de un libro excelente de la asesora de lactancia materna y enfermera Sibylle Lüpold: Ich will bei euch schlafen! (Quiero dormir a vuestro lado), que desafortunadamente todavía no está traducido al español, pero espero que podamos contar con él en el futuro. 

Por lo tanto, y dada la cantidad inmensa de respuestas en contra del método Estivill y sus libros, poco podría yo añadir de nuevo tras echar una ojeada a ¡A Dormir! Ya que, sorprendentemente, esta nueva versión del antiguo "Duérmete Niño" tiene pocas novedades más allá del cambio de título, algo de información sobre el sueño fetal (tal vez porque en las críticas al primer libro se referían en varias ocasiones al hecho de que los fetos ya saben dormir) y no sé que aplicación para el iPad  que, francamente, me parece escandalosamente insultante. 

Y digo que me sorprende la ausencia de cambios sustanciales porque el doctor Estivill siempre dice que todo lo que escribe se basa en lo publicado en las revistas científicas. Pero resulta que desde que salió el Duérmete Niño hasta esta nueva versión, ¡A Dormir!, el mundo científico está sufriendo un cambio importante y sustancial que no se ve reflejado en absoluto en la obra de este autor. Y este hecho realmente me ha sorprendido (ingenua que es una).

Para explicaros esto que digo, de nuevo os remito a otros artículos. En este caso dos recientes colaboraciones mías en la página web de Pedagogía Blanca bajo el título EL SUEÑO DE NUESTROS HIJOS ¿REALMENTE QUEREMOS QUE DUERMAN COMO NOS DICEN QUE DEBEN DORMIR?

Pero si queréis profundizar más sobre este tema os animo a leer completamente  El Debate Científico sobre la Realidad del Sueño Infantil. Vale mucho la pena porque así tendréis una visión completa de lo que se está cociendo entre los investigadores internacionales más prestigiosos sobre el sueño infantil . 

El profesor Avi Sadeh
Sólo como ejemplo puntual de lo que estoy afirmando, que el método Estivill está obsoleto y la comunidad científica le está retirando (un poco disimuladamente, como mirando para otro lado, pero retirando) su apoyo, quiero poneros aquí unas palabras publicadas por Avi Sadeh. El profesor Avi Sadeh, psicólogo clínico, es una de las autoridades mundiales en este tema con cerca de 120 publicaciones en revistas revisadas por pares *, entre las que se encuentra al menos 8 artículos en Sleep, una de las revistas más prestigiosa en la especialidad del sueño, y 4 en Pediatrics, la revista más prestigiosa en pediatría a  nivel internacional (ya sé que comparar está feo, pero mirando en el PubMed - el mayor banco de datos de publicaciones científicas del mundo - Estivill tiene unos 25 artículos, ninguno en Sleep, y la mayoría en revistas españolas de muy bajo factor de impacto. Aunque sí tiene un artículo en Sleep Medical reviews, una revista de prestigio comparable a Sleep, pero este artículo nada tiene que ver con el sueño infantil ). 

En una respuesta escrita a cuenta de un artículo publicado por S Blunden en el que criticaba la aplicación de técnicas cognitivo conductuales para enseñar a los niños a dormir (Blunden SL, Thompson KR, Dawson D. Behavioural sleep treatments and night time crying in infants: challenging the status quo. Sleep Med Rev 2011; 15: 327-334) Sadeh contesta lo siguiente (Sadeh A, Mindell JA, Owens JWhy care about sleep of infants and their parents? Sleep Medicine Reviews 2011; 15: 335-337.):
"However, it should be emphasized that the vast majority of modern behavioral interventions are based on somedegree of continued caregiver response to the infant throughout the sleep initiation or resumption process. Some methods recommend continuous presence of the parents next to the infant crib during the process or throughout the night."

"En cualquier caso, debería enfatizarse que la vasta mayoría de intervenciones conductuales modernas se basan hasta cierto punto en la respuesta continua del cuidador, tanto durante el inicio del sueño como durante su reanudación. Algunos métodos recomiendan la presencia continua del padre/madre al lado de la cuna durante el proceso o durante la noche"

O sea, que en la actualidad la "vasta mayoría de técnicas" ya no consisten en dejar llorar al niño y atenderle a intervalos crecientes de tiempo, tal y como indica el método Estivill, sino que se basan en una atención continuada, tal y como explican el propio Sadeh y otros autores al publicar técnicas alternativas, como la llamada "de retirada" o el "Huggie Puppie" (Para más información ver el capítulo 2 de la revisión).

Otro ejemplo de la falta de coherencia entre el método Estivill y la tendencia científica más actual: en la página 50 del libro, Estivill dice que el llanto del niño que reclama no es de "sufrimiento" sino de "comunicación". Increíble pero cierto. Esto me ha recordado que Sadeh diseñó su método Huggie-Puppy para tratar el terror que sentían los niños que vivían en zonas de guerra. Después se le ocurrió aplicar el método a los niños "normales" que no querían dormir solos. Creo que nadie duda del sufrimiento y el miedo que quiere trasmitir con su llanto un niño que vive aterrorizado por las bombas, los ataques y las muertes en un país en guerra. Con este método Sadeh les ayuda a superarlo. El hecho de que también funcione con los niños "normales" no expuestos a amenazas reales ¿ No nos está demostrando muy claramente que el origen del llanto es el mismo? El niño se siente aterrorizado, haya o no una amenaza real. Porque es un niño y su realidad no es la misma que la de un adulto. Así que, ¿A que viene eso de llanto de comunicación y no de sufrimiento???????? 

Cuando un niño llora solo en la oscuridad de su habitación es un llanto de terror, de dolor, de soledad, y eso es precisamente lo que nos está tratando de comunicar. ¿Funcionaría el Huggie Puppy con los niños "normales"  si solo lloran por capricho? Lo dudo. Si el niño es tan inteligente y maduro que es capaz de llorar para manipularnos, dudo mucho que se dejara manipular por un simple peluche desamparado.

Así que, estimado doctor Estivill, le informo, por si no lo sabe, de que los investigadores más prestigiosos y punteros en el campo del sueño infantil se están bajando del burro de las técnicas basadas en dejar llorar. Francamente, esperaba encontrar al menos una mención de las técnicas alternativas recientemente diseñadas en su libro, pero me he quedado con las ganas. A lo mejor es que si lo hacía se le complicaba el diseño de la aplicación para el iPad. 

Me parece a mí que va a tener que actualizarse. No se preocupe que yo le echo una mano: lea El Debate Científico sobre la Realidad del Sueño Infantil antes de publicar su próximo libro y verá como estará mucho más en concordancia con las más recientes novedades científicas. 







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* Las revistas revisadas por pares, o peer review journals en inglés, son revistas científicas de las más diversas disciplinas, a las cuales los grupos de investigación mandan los artículos que han escrito y que son producto de su trabajo e investigación. Los artículos mandados a estas revistas sólo serán publicados si previamente han sido aceptados por 3 o 4 revisores que valoran su calidad. Estos revisores son científicos especializados en el mismo tema que trata el artículo, generalmente de un alto prestigio internacional. Así cualquier científico importante es a la vez revisado, cuando manda sus trabajos, y revisor, cuando valora y decide si son publicables o no los trabajos de sus colegas. Para que unos resultados sean validados y reconocidos por la comunidad científica tienen que haber sido publicados en una de estas revistas. Lo que no sale en ellas, no existe, aunque ya haya sido presentado en un congreso. La categoría de estas revistas se mide, entre otros parámetros, por el factor de impacto. Cuanto más factor de impacto tiene, más categoría, y por lo tanto más credibilidad. Al menos en teoría porque ya son muchos los científicos que alzan la voz en contra de este método de valoración, dadas sus importantes limitaciones. Pero, de momento, esto es lo que hay. La calidad del trabajo de un científico se mide según su factor de impacto personal, esto es, el número de artículos que ha publicado y el factor de impacto de las revistas donde ha publicado. No es lo mismo publicar en Pediatrics (factor de impacto: 5.1) o Sleep (factor de impacto: 5.1), que en New Englan Journal of Medicine ( la reina, con un factor de impacto de 50) o, por el contrario, en el Anales de Pediatría (factor de impacto 0.8)  o la Revista de Neurología (factor de impacto 1.8). Los factores de impacto van variando cada año. 









jueves, 9 de enero de 2014

SEPARACIÓN MADRE-BEBÉ: ¿COMO LLEGÓ A NORMALIZARSE EL NIDO?

Estoy leyendo un interesantísimo libro, Evolution, early experience and human development, editado por cuatro grandes investigadores en el campo de la neurología: Darcia Narvaez, Jaak Panksepp, Allan N Schore y Tracy R Gleason. Como cada capítulo es independiente de los demás, lo que hace que no sea necesario leerlo en orden, tras leer el primero, escrito por los cuatro editores, he saltado al noveno porque el tema me interesa muchísimo para la revisión científica sobre el sueño infantil. Este capítulo habla sobre el cuidado nocturno del bebé y está escrito por la conocida investigadora en sueño infantil y lactancia materna, Helen Ball, en colaboración con Charlotte K Russell

Prof. Helen Ball
Ni que decir que este capítulo, en el que Ball y Russell hablan de lactancia nocturna desde una perspectiva evolutiva muy interesante, no tiene desperdicio. De hecho el libro entero no lo tiene y me encantaría tener el tiempo necesario para devorarlo de una tirada, en lugar de ir robándole minutos al día para sumergirme en él. Pero el caso es que no lo tengo, así que me he levantado a las 4:30 de la mañana con la intención de leerme el capítulo entero antes de que se despertara la tropa a las 7:30, pero me he quedado en el segundo apartado ya que no he podido evitar la tentación de traducirlo para escribir este post y así compartirlo con todos vosotros. 

El apartado en cuestión se titula: La medicalización del nacimiento, y explica cómo llegó a normalizarse la separación del bebé de su madre tras el nacimiento. Yo encuentro interesantísimo saber el origen de nuestras costumbres. De hecho me parece fundamental tener este conocimiento para poder decidir si seguimos o no una determina tradición, y no limitarnos a hacer las cosas porque "se hacen así desde siempre" o "las hace así todo el mundo". 

Os dejo las palabras de Ball y Russell explicando lo que parecen algunas de las razones principales por las cuales se normalizó la presencia del nido en nuestros hospitales, con la consiguiente separación de la madre y el bebé cuando mas juntos deberían mantenerse.


"Una consecuencia del aumento del tamaño del cerebro seguido de una disminución de la pelvis, fue que el nacimiento se volvió una actividad peligrosa asociada a altos índices de mortalidad entre las madres y los bebés a lo largo de la historia de la humanidad (Loudon, 1993). (Comentario personal: yo creo que las causas de la alta mortalidad asociada al parto son otras, pero ya hablaremos de esto en otra ocasión. Para compartir estas palabras no necesito estar al 100% de acuerdo con sus autores.) 



Durante la era victoriana, las intervenciones dirigidas a disminuir el miedo al dolor y a la muerte durante el parto se volvieron populares (Loudon, 1993; Tew, 1995). El uso del cloroformo, el anestésico de aquella época, estaba restringido al uso hospitalario; las mujeres cada vez con más frecuencia decidían parir en los hospitales para que se les pudiera administrar este anestésico, incluso aunque las madres a las que se había anestesiado eran incapaces de atender a sus bebés mientras se recuperaban de los efectos del gas. Debido a esta incapacidad temporal de la madre, se establecieron los nidos en los hospitales, donde las enfermeras cuidarían de los bebés (Tew, 1995). Estos esfuerzos para mejorar la experiencia del parto en las mujeres tuvieron repercusiones serias e inesperadas en el cuidado temprano del bebe y la relación madre-bebé. La subsiguiente aparición de anestésicos como el sueño crepuscular o los barbitúricos intravenosos (Pitcock & Clark, 1992; Tew 1995) también incapacitaban a la mujer durante y tras el parto: la recuperación era un proceso largo y mientras tanto el cuidado del bebé era imposible. 

Estos anestésicos también afectaban a los bebés, que nacían adormilados e incapaces de responder o mamar, siendo muchos alimentados a la fuerza durante sus primeros días de vida. Incluso la capacidad para respirar se podía ver comprometida, por lo que los bebés en los nidos tenían que ser cuidadosamente monitorizados (Feldhusen, 2006). A partir de la década de los cuarenta, cuando las prácticas higiénicas y los antibióticos se introdujeron en la práctica clínica y la mortalidad en el parto declinó, la proporción de partos hospitalarios aumento exponencialmente, llegando a su máximo en 1973,cuando un 99% de todos los nacimientos en EEUU tuvo lugar en hospitales bajo el control de un médico (Nusche, 2002). La separación de la madre y el bebé tras el parto era ya una rutina. Aunque las campañas dirigidas a reducir la medicalización de los nacimientos, como las encabezadas por Grantley Dick-Reed y Fernand lamaze, redujeron el uso de narcóticos durante el parto en las décadas de los cincuenta y sesenta ( Feldhusen, 2006; Nusche, 2002; Tew, 1995); el continuo traslado de los neonatos al nido se siguió justificando con la necesidad de controlar las infecciones. Las madres ya no estaban incapacitadas para cuidar de sus bebés, pero los bebés eran llevados a "un lugar seguro" para ser puestos en observación, y se animaba a las madres a descansar tras el parto, mientras miraban a sus bebés a través de una mampara de cristal y se reencontraban con ellos solo en los momentos programados para alimentarles (Hock, Mcbride & Gnezda, 1989)." 

Como ocurre frecuentemente en nuestra cultura, y seguro que en todas las demás también, numerosas tradiciones y costumbres están todavía vigentes, a pesar de que las razones por las que en su momento fueron implantadas han desaparecido. En este caso nos referimos a la separación de la madre y el bebé tras el parto. Hoy en día las madres ya no están adormiladas por los barbitúricos o el cloroformo. Tampoco existe un riesgo real de infecciones, más bien todo lo contrario, ya que está ampliamente demostrado que el lugar más seguro y saludable para un recién nacido es sobre el pecho de su madre. Pero, a pesar de ello, la gran mayoría de hospitales y clínicas siguen separando a las madres de sus hijos nada mas nacer. Por suerte es una costumbre que está cayendo en desuso, mas en unos países que en otros, aunque lo cierto es que encuentro que lo hace a una velocidad irritantemente lenta, sobretodo teniendo en cuenta las aplastantes evidencias que nos demuestran el peligro que tiene para la salud de nuestros hijos, el éxito de las lactancias y la relación entre madre e hijo. Yo misma tuve que sufrirlo cuando parí a mi segundo hijo en el Hospital de Barcelona hace casi 7 años. Espero que en estos años hayan tenido tiempo de cambiar el protocolo.

Así pues, si alguien necesita otra razón para convencer al personal sanitario del hospital donde vas a parir, o ya has parido, de que no le separen de su bebé tras el nacimiento, aquí la tiene: las razones por las que se impuso esta costumbre ya no existen. Y si todavía se muestran reticentes podéis explicarles el experimento de los monos (que en realidad nunca se hizo tal y como se explica en este vídeo y por la red, pero es bastante parecido a otro que sí llegó a hacerse y que debo tener citado en algún lugar... de cuyo nombre no llego a acordarme. Haz click sobre la imagen para ver el vídeo)





Bibliografía:
  • Feldhusen AE. The history of mildwifery and childbrith in America: A time line. Midwife Today 2006; Retrieve May. From www.midwiferytoday.com/Articles/Timeline.Asp
  • Hock E, McBride S, Gnezda MT. Maternal separation anxiety: Mother-infant separation from the maternal perspective. Child Development 1989; 60: 173.
  • Loudon I. An international study of maternal care and maternal mortality. 1800-1950. New York, NY; Oxford University Press. 1993.
  • Nusche J. Lying in. Canadian Mediacal Association Journal. 2002; 167: 675.
  • Pitcock CD, Clark RB. From fanny to Fernand: The development of consumerism in pain control during the birth process. Ameriacan Journal of Obstretrics and Gynecology 1992; 167: 581.
  • Tew M. Safer childbirth? A critical history of maternity care. London:Chapman and Hall. 1995


sábado, 19 de octubre de 2013

UNA HISTORIA DE LACTANCIA


Hoy quiero traeros una historia de lactancia intensa, de amor y de lucha: la historia de mi querida Irene, madre de dos niñas, la segunda de las cuales nació prematura. Creo que es un testimonio valiosísimo para todas aquellas mujeres que un día puedan enfrentarse a una situación semejante y tal vez no cuenten con las herramientas que ella tuvo en su lucha.

Doce horas después de nacer con 1100 gramos de peso, la pequeña Lara encontró la teta de su madre y se enganchó. Y esto ocurrió porque Irene tuvo la inmensa suerte de ser atendida por Ana, una enfermera a la que se le ocurrió "probar una cosa" y que consideró "un montón" de "oro líquido" los míseros 20 mililitros de calostro que Irene logró en su primera extracción con el sacaleches; y por Concha, una sabia asesora de lactancia; y por Isabel, que se preocupó de comentarle al médico que Irene andaba deprimida; y por todo un equipo médico - el del Doce de Octubre - dispuesto a apoyar y respaldar a la madre de una prematura en su lucha por establecer una exitosa lactancia materna.

Pero, sobretodo, ocurrió por esta enorme capacidad de lucha y amor de Irene. Porque se le metió entre ceja en ceja y no paró hasta conseguirlo. Porque es un ser humano capaz de enfrentarse a  lo que le venga con verdadero fuego en las entrañas

Para todas esas madres que os enfrentáis a esta situación aquí os dejo este testimonio para que os recuerde que se puede. Cueste lo que cueste, se puede.

Lara nació prematura y con muy bajo peso. Del 1,100 kg pasó a los 960 gramos en un par de días y permaneció ingresada 50 días en la Unidad de Neonatología del 12 de octubre, 27 de ellos en cuidados intensivos.

Unas doce horas después de que Lara naciera por cesárea, en cuando que me dejaron levantarme bajé a neonatos. Serían las diez o las once de la noche, el pasillo estaba oscuro, desierto y en silencio. La auxiliar del turno de noche me entregó un kit para usar los sacaleches hospitalarios y me enseñó a usar aquellos cacharros milagrosos. 10 mL de calostro saqué en el primer intento. “Qué miseria, dios mío”, pensé yo. “¡Madre mía, 10 mL! ¡Es un montón! Esto es oro líquido” me dijo la auxiliar y me lo quitó de las manos para enchufarselo a mi hija por sonda.

La enfermera, se llamaba Ana, me puso a la niña en vertical en el pecho y susurró “espera, que quiero probar una cosa”. Unas doce horas después de haber nacido, doce horas alejada de mamá y con un montón de vías y pinchazos por todo su diminuto cuerpo, Lara empezó a moverse hasta que encontró la teta. El primer agarre siempre es bueno.

27 días en los que Lara pasó de ser alimentada por sonda (en continuo primero, a razón de 1 mL a la hora los primeros días, 3 mL por hora después, más tarde de forma intermitente) a estar constantemente enganchada a la teta. Recuerdo las primeras veces, cuando la asesora de lactancia, Concha, decía “Ay, que está tragando, que nos van a regañar, yo hago como que no miro”. Y se reía.

Me recuerdo también llorando por los pasillos, recuerdo haberle dicho a Concha “es que no voy a poder” y su respuesta “¿por qué?”. Aquel “no es tan diferente” y todo el apoyo. “Me ha dicho Isabel la enfermera que estás un poco desanimada” me decía el médico un día. “Lo estás haciendo muy bien” me decía la MIR algún sábado. Y la niña en la teta. Todo el tiempo posible.

Tras una sepsis y mes y medio en el que nos quedamos sin ropa limpia y sin papel higiénico, Lara llegó a casa con 1,850 kg de peso – medio bebé – y una madre muerta de miedo que pensaba conseguir ayuda de los libros. La enfermera que acudía a las revisiones domiciliarias llegaba provista de biberones de vidrio, porque yo, enganchada al sacaleches día y noche, doné, no sé, unos 40 litros al banco de leche humana del hospital. Lo estás haciendo muy bien. Puedes. Puedes. Se puede. Día y noche, es la única garantía.

Mantener la lactancia no fue fácil. Después de darle el alta Lara estuvo ingresada otras tres veces. Una sepsis tardía, una fiebre sin foco y una insuficiencia respiratoria nos confinaron en el servicio de lactantes del 12 de octubre otro mes y medio más durante el primer año. En un box de dos por dos, sin baño, Lara y yo dormíamos en una colchoneta del IKEA que me compré para la ocasión. Teta día y noche, porque es la única garantía.

Después otro ingreso, el mío. Si no preguntas nadie te dice que no. “No tengo donde dejarla”, Lara siguió tomando teta mientras yo soltaba piedras de calcio de la vesícula biliar. Día y noche, día y noche.

Cuatro años después Lara todavía toma teta de vez en cuando, para dormir, cuando tiene pupa…aunque ya lo hace muy poco y lo agradezco, la veo saltar y moverse y sé que es lo mejor que he hecho en la vida. Lara le debe la teta al personal del 12 de octubre, pero también a su hermana. Sin experiencia y apoyo yo no lo hubiera logrado.
El 22 de noviembre, si Lara no se desteta completamente antes, se cumplirán ocho años de lactancia materna ininterrumpida. No necesito más éxitos, no quiero que me den las gracias.

Tan sólo servir de ejemplo.

Se puede. Claro que sí.

lunes, 30 de septiembre de 2013

AVANZANDO


Tengo mi querido blog totalmente abandonado.

Y lo siento en el alma.

La razón es que las horas que consigo arrancarle al día para sentarme delante del ordenador las dedico casi exclusivamente a terminar de revisar el centenar de artículos que todavía tengo en la carpeta "artículos para el blog de sueño infantil". Son los artículos que todavía me parecen importantes de años pasados y los publicados este año hasta Junio. Cuando acabe todo este trabajo actualizaré la búsqueda con los publicados hasta el día de hoy y espero que a partir de entonces sólo tenga que ir añadiendo los más recientemente publicados que serán 1 o 2 a la semana (como mucho), o tal vez ni eso. Y entonces retomaré este blog para seguir contándoos cosas interesantes sobre ciencia relacionadas con la crianza de nuestros hijos.

Porque la temática de este, mi blog personal, va avanzando y cambiando, como yo misma. He tenido épocas de escritos más intimos, épocas (estas fueron las más largas) reivindicadoras, guerreras, de salvadora de la humanidad. Épocas que no dejaba "títere con cabeza".

Pero estas ya han pasado. Tal vez sea solo un síntoma de madurez, o tal vez sea que en los últimos meses las acciones de los otros se han convertido en cierta forma en un espejo de mí misma en el que he visto reflejada una imagen que no me acababa de gustar vista desde enfrente. Ya no tengo ganas de luchar contra nadie porque me doy cuenta que una lucha basada en el ataque a "los otros" no sirve para mucho más que enemistarte con la mitad del mundo. Y eso, la verdad, es una pérdida de tiempo porque ni convence a nadie de tu opinión, ni haces nada constructivo con tu esfuerzo. 

Así que he pasado de mi etapa de apisonadora a mi etapa constructora. A partir de ahora quiero dedicar mi esfuerzo a algo positivo: mostrar lo que la ciencia va publicando de los temas más diversos sobre la infancia. Revisando la bibliografía para el blog del sueño he ido adquiriendo artículos interesantísimos que por irse un poco del tema no voy a integrar en dicho blog, pero que merecen ser analizados y mostrados a los padres. 

Y con el gusto que le he cogido a las búsquedas bibliográficas, en cuanto el blog del sueño me deje un poquito libre - eso será hacia principios del año que viene - me pondré a ello.

Así que mi nueva "reeducación" va a venir de la mano de la ciencia, principalmente, y de las más diversas lecturas que aporten riqueza y conocimientos a mi maternidad. Eso es lo que iré compartiendo con vosotros. 

Y ahora sigo con mi trabajo del sueño infantil, un poco pesado en ocasiones pero inmensamente interesante, sobretodo cuando, tras añadir al blog del sueño unos 350 artículos, la imagen del debate científico sobre el sueño infantil que tengo en mi cabeza va tomando por fin una forma consolidada. 

Volveré pronto, hasta entonces os suplico paciencia y os animo a ir visitando "El Debate Científico sobre la realidad del Sueño Infantil" porque en este momento va creciendo a pasos agigantados.


sábado, 29 de junio de 2013

NUEVO DÍA MUNDIAL DEL SUEÑO FELIZ: EL ORIGEN DE ESTIVILL

De nuevo es el Día Mundial del Sueño Feliz y, como no, desde Reeducando a Mamá quiero unirme por completo a esta iniciativa que tiene como objetivo denunciar la manipulación mediática a la que nos someten algunos profesionales (que todos conocemos y que ya estoy harta de nombrar), así como promocionar e informar sobre el trabajo y la investigación de esos otros que, desde las más diversas disciplinas, nos enseñan que nuestros hijos quieren dormir con nosotros no porque estén enfermos, sino porque es un deseo primal profundo, producto de miles de años de evolución como mamíferos y primates. 

Somos seres humanos y, como tales, hemos desarrollado culturas ricas y complicadas como ningún otro animal antes. Todos nos adaptamos en mayor o menos medida a vivir en ellas, casi siempre pagando un precio porque esta adaptación nunca está totalmente en armonía con nuestras necesidades más básicas y primitivas. Pero a cambio también obtenemos enormes beneficios, que duda cabe, sino no lo haríamos ¿Verdad?

Pero una cultura no es una entidad estática y universal impuesta desde los dioses del Olympo. No es el ser humano el que pertenece a la cultura, sino la cultura la que pertenece al ser humano. Al menos eso quiero creer yo. Por eso es imprescindible que nunca perdamos la perspectiva. Gran parte de nuestro comportamiento está dirigido por determinantes culturales. Esto significa que, si no nos hace felices, si nos enferma o nos produce dolor, podemos cambiarlo tranquilamente, porque no es una ley universal que existe para toda la humanidad por la "Gracia de Dios". No. Son normas que aparecieron en unos momentos determinados, por unas causas determinadas, muchas veces desaparecidas hace cientos de años, a pesar de lo cual el comportamiento se mantiene por pura inercia. Pero eso no significa que todavía sea necesario para la supervivencia o el bienestar de las personas. A veces es todo lo contrario: son comportamientos que sólo producen dolor, malestar y enfermedad. Pero ahí siguen y ahí seguirán si nadie los cuestiona. 

Prof James McKenna
El día que una revisión publicada en el año 2007 por el antropólogo James McKenna  llegó a mis manos se me abrieron los ojos porque, por fin, vi una explicación al porqué del sinsentido de la pediatría del sueño occidental (McKenna et al, 2007). Hasta ese momento no acababa de entender como tantos investigadores y tan importantes consideraban una enfermedad el deseo de los bebés de dormir con sus padres, y  la capacidad de dormirse y dormir durante toda la noche en solitario un requisito indispensable para un desarrollo saludable. 

McKenna me dió la respuesta: la investigación sobre el sueño infantil había nacido en la primera mitad del siglo pasado y en la cultura occidental. ¿Y como dormían los bebés y niños a mediados del siglo pasado en la cultura occidental? Recordemos, eran los tiempos del auge del conductismo y de la tecnología de las leches "maternizadas". Los valores imperantes en la crianza se podrían resumir como individualidad, independencia, obediencia y autocontrol:

"Nunca los abraces ni los beses, nunca les permitas sentarse en tu regazo. Si te sientes obligado, bésalos en la frente para dar las buenas noches. Dales la mano para darles los buenos días. Dales una palmada en la cabeza si han hecho extraordinariamente bien un trabajo o algo muy difícil" John Watson (1878-1958)

John Watson. Foto originaria de los archivos de la
Universidad de Johns Hopkins.
Estas palabras de John Watson, publicadas en 1928, son unas representantes perfectas de la crianza predominante en la época. ¿Cual fue la consecuencia? Que el bebé/niño que se tomó como modelo para definir lo que era sueño infantil saludable fue el que duerme en solitario, sin ningún contacto físico con su madre y que, además, es alimentado con biberón a unos horarios extraordinariamente rígidos. 

Pero en los últimos 30 años McKenna y otros profesionales nos están demostrado que este modelo es un simple artefacto cultural. La pediatría del sueño occidental había asentado sus bases en un modelo establecido culturalmente, sin razones ni científicas, ni fisiológicas. Las criaturas humanas no habían evolucionado para dormir así, sino de una manera totalmente diferente: en íntimo contacto con el cuerpo de su madre para mamar a demanda durante toda la noche, primero, y en compañía de sus cuidadores hasta convertirse en un ser lo suficientemente fuerte como para defenderse de las inclemencias ambientales, después. Los bebés y niños durmiendo en solitario sólo eran un producto de los determinantes culturales aparecidos en los últimos 200 años de la historia de la cultura occidental. De hecho, la gran mayoría de estos determinantes ya han desaparecido en la actualidad (Ver la tabla 3.1 del capitulo 3 del Debate Científico sobre la Realidad del Sueño Infantil).

Y esto es precisamente lo que quiero trasmitiros hoy, madres y padres del siglo XXI que, como yo, hemos experimentado este grave desajuste entre las necesidades de nuestros hijos a la hora de dormir y lo que la cultura nos empujaba a exigirles. Yo no soy quién para deciros como tenéis que dormir en vuestra familia: colechando o separados. Colechar ha sido nuestra solución, pero yo no puedo saber si es la vuestra. Sólo puedo ofreceros esta realidad para que, encontréis la solución que encontréis para vuestro sueño familiar, la tengáis muy en cuenta y NUNCA NUNCA NUNCA os puedan hacer creer que obligar a dormir a vuestro hijo en solitario es por su bien y porque le estáis curando de algo

Si vais a dejar a vuestro hijo llorando detrás de la puerta de su habitación, espero que al menos tengáis esto muy claro.

Os remito a este post del blog Tenemos Tetas en el que se reproduce una ponencia del antropólogo James McKenna. Os animo a leerla porque no tiene desperdicio 

miércoles, 12 de junio de 2013

¡ A LA TETA NO!


La primera vez que leí las palabras de un pediatra instando a no dormir a nuestros hijos al pecho - hasta el punto de que, si esto ocurría, recomendaba despertarlo antes de ponerlo en su cuna - fue en una revista para padres de la pluma del doctor Pin, coautor junto al doctor Estivill de un libro de pediatría lleno de "sentido común" que ya comenté en otra ocasión. Ya en ese momento, creo recordar que mi primer hijo sólo tenía unos meses, me pareció una recomendación bastante poco práctica - sino directamente absurda - sobretodo teniendo en cuenta que me pasaba el día y la noche con el inalcanzable objetivo de que mi bebe se durmiera un ratito para yo poder hacer algo diferente a estar sentada con él en brazos sin moverme. 

Se entiende que todavía no había descubierto el porteo, que no tenía ni idea de como eran realmente los bebes, que realmente creía que iba a utilizar la cuna y la habitación tan preciosa preparada con tanto cariño y que además el bebé estaría encantado con ello. O sea, que era una perfecta analfabeta maternal, a pesar de lo cual esas palabras del doctor Pin me sorprendieron bastante, ya que si había alguna posibilidad de que mi hijo se durmiera esa era, precisamente, al pecho. Sólo de pensar en que tendría que despertarlo antes de ponerlo en la cuna me sumergía en la más absoluta desesperación. Evidentemente, nunca llegué a seguir este consejo.

Desde entonces he tenido la oportunidad de leerlo y escucharlo en diferentes ocasiones y de la mano de los más diversos profesionales. Siempre me ha parecido una recomendación absurda y sin sentido y, a día de hoy, incluso me parece claramente peligrosa para el bienestar y la felicidad de la diada madre/bebé.  De todas formas, en la actualidad, gracias a todo lo que he aprendido escribiendo la revisión El Debate Científico sobre la Realidad del Sueño Infantil, ya puedo ponerla en contexto, lo que me ha ayudado a hacerme una idea más o menos de su origen y su finalidad. 

Y dado que algunos profesionales del mundo infantil consideran que en internet no somos rigurosos y no hablamos de ciencia, voy a explicaros precisamente este contexto en el que nació el susodicho consejo, para que podáis juzgar por vosotros mismos si es un consejo con unas bases suficientemente sólidas y que valga, o no, la pena seguir.

Podríamos decir que su origen está a mediados del siglo pasado, cuando apareció la tecnología necesaria para estudiar el sueño, tanto de los adultos como de los niños. Como en ese momento el sueño en solitario de los bebés ya estaba establecido como objetivo prioritario a conseguir (costumbre que, como ya sabréis, había comenzado en nuestra cultura sólo unos 200 años antes), toda la investigación se basó en el bebé que duerme separado del cuerpo de su madre, en una cuna, o del niño que duerme en su propia habitación (McKenna et al 2007). Quedó así bien afianzado en la literatura científica un modelo de "sueño saludable" en unas condiciones en las que nuestros hijos no se sentían a gusto y ante las cuales, por lo tanto, se revelaban llorando. Un problema que estos profesionales resolvieron rápidamente: el niño que a partir de los 6 meses todavía seguía llorando y protestando tenía una enfermedad llamada Insomnio Infantil por Hábitos Incorrectos (Moore, 2012; Kotagal & Chopra, 2012; Owen & Mindel, 2011; Meltzer, 2010; AASM, 2005;  Estivill, 2000). Evidentemente estos hábitos incorrectos los habíamos establecido nosotros, los padres, a base de dormir a nuestros hijos con los métodos de toda la vida, concretamente acunándolos en nuestros brazos y amamantándolos.  

Pero hagamos un poco de historia ya que estamos analizando los orígenes de esta prohibición de dormir a nuestros hijos a la teta:

Creo que el primer estudio valorando la influencia de lactancia materna para dormir a los niños debe ser este que he encontrado investigando para el proyecto El Debate Científico sobre la realidad del Sueño Infantil: ya en el año 1957 Moore y Ucko publicaron una valoración de la cantidad de despertares nocturnos y los problemas a la hora de irse a dormir de 160 niños durante el primer año de vida, y los relacionaron con factores como el comportamiento de los padres, factores socio-demográficos, estímulos externos, condiciones temporales o las circunstancias del nacimiento (Moore & Ucko, 1957). Evidentemente todos estos niños dormían en una cuna, y no se vio ningún efecto en el hecho de que esta cuna estuviera en la habitación de los padres o en su propia habitación. En el apartado donde estudiaban la influencia del comportamiento de los padres analizaron el efecto de la lactancia cuando se utilizaba para dormir al niño, observando que sólo un 13% de los bebés que no eran alimentados para dormirlos no conseguían dormir toda la noche (entre 12 y 5 de la mañana) a las 13 semanas de vida, mientras que entre los alimentados regularmente y  los alimentados ocasionalmente (para dormirlos, se entiende) un 32% y un 40% respectivamente no lo conseguía. Las diferencias no eran significativas y cuando consideraban los despertares nocturnos de toda la muestra durante el primer año conjuntamente los grupos no alimentado y alimentados regularmente se igualaban, mientras que el grupo de los alimentados ocasionalmente mantenía un porcentaje significativamente mayor de bebés que se despertaban crónicamente. Por lo tanto parece que en realidad era la inconsistencia de la respuesta de los padres lo que producía esta incapacidad para autoconsolarse a lo largo del primer año del vida, mas que si amamantaban o no al bebé para dormirlo. En cualquier caso este parece ser de los primeros trabajos, sino el primero, relacionando el hecho de dormir al niño al pecho con que no sea capaz de desarrollar lo que con el tiempo se llamaría  capacidad de autoconsuelo. 

La capacidad de autoconsuelo. Ese es el quid de la cuestión. El problema no es que el niño se despierte por la noche, algo absolutamente normal dada la arquitectura de su sueño, sino que al hacerlo reclame la presencia de sus cuidadores. Este simple acto - un comportamiento instintivo y saludable tal y como ya ha quedado demostrado en la actualidad - en la sociedad donde el sueño en solitario de los niños es la norma, es extremadamente problemático porque evita que los padres puedan descansar, ya que les hace pasar la noche levantándose para ir a consolar a su hijo. 

Durante toda la mitad del siglo XX hasta nuestros días han ido apareciendo estudios que demuestran como la intervención de los padres a la hora de dormir a los niños se relaciona con un sueño más "problemático". Ya en 1993 dos de los más importantes autores en la pediatría del sueño infantil, Sadeh y Anders, proponen un modelo transacional de la regulación sueño/vigilia, en el que las características intrínsecas del niño interaccionan con los factores ambientales para regular el ciclo sueño/vigilia (Sadeh & Andres 1993). Entre estos factores ambientales se encuentra el comportamiento de los padres a la hora de dormir al niño, de manera que cualquier intervención de los mismos en ese momento concreto se relaciona con un mayor número de despertares nocturnos (despertares en los que el niño reclama a sus padres, se entiende). Evidentemente, entre estos comportamientos se encuentra el de dormir al bebé al pecho (o dándole biberón). Ese mismo año Blampied y France (Blamplied & France, 1993) presentan también un modelo conductual de los desórdenes del sueño infantil en el que destacan el papel fundamental de los padres que con sus conductas inapropiadas propiciarán la aparición y el mantenimiento del desorden. Opinan que cada vez que la madre o el padre atiende el llanto de su hijo tras el despertar nocturno refuerza ese comportamiento, haciendo que el niño llore la siguiente vez que se vuelva a despertar para conseguir la misma atención. Esta situación se retroalimenta haciéndose interminable: el niño llora, los padres le atienden porque deja de llorar, el niño vuelve a llorar para que los padres le atiendan. 

Según estos autores: 
"Las investigaciones han demostrado que los niños con problemas del sueño se diferencian de los que tienen un sueño normal en que utilizan mecanismos de autoconsuelo menos frecuentemente y continúan dependiendo de la presencia de los padres para consolarse". 
Y ahora atención a lo que sigue. Son unas palabras extraordinariamente esclarecedoras que dejan al descubierto la falta de perspectiva global y la terrible ignorancia de estos autores respecto a una cuestión fundamental: las necesidades primales de nuestros bebés, su instinto primal. El comentario que reproduzco a continuación a mí me puso los pelos de punta, por las enormes implicaciones que tiene el hecho de que esté escrito en una publicación científica: 
"Estos comportamientos de auto-consuelo incluyen muñecos blandos, o chupar las sábanas o el dedo gordo.
Los mecanismos exactos mediante los cuales estas vías de autoconsuelo facilitan el sueño no han sido definidos. Actividades como "chupar" pueden evocar comportamientos de respuesta que facilitan el sueño, mientras que otros pueden estimular el inicio del sueño ayudando a lograr un comportamiento calmado ....."


Ante estas palabras yo sólo pude pensar: Dios mío, ¡No lo ven! Lo tienen delante de los ojos y no lo ven. Se han perdido en su propia sabiduría llena de tecnicismos y teorías y ya no ven la realidad que tienen delante de las narices. Resulta que cuando chuparse el dedo se convierte en un comportamiento "saludable" que hará que el niño tenga un sueño "normal", ¡ Se preguntan por qué! ¡Se preguntan por qué funciona! Y mientras elucidan las razones de ese enorme misterio nos siguen recomendando que no durmamos a nuestros hijos a la teta. 

Por lo que parece, el mundo empezó hace 200 años, y  los niños siempre y en todas partes han dormido en solitario;  la naturaleza no tenía diseñado nada que ayudara a nuestros niños a dormir; mamar no es un acto que les relaja y la leche materna no es un alimento que propicia el sueño, especialmente por la noche. Tampoco existe una necesidad en nuestros bebés de estar en contacto continuo con el cuerpo de su madre porque no son mamíferos, no son primates, sino que sólo son humanos que aparecieron por generación espontánea hace 200 años y desde siempre han dormido en cunas, separados de su madre y sin molestarse en despertarse ni en despertar a su madre para mamar durante la noche partir de los 13 semanas. Por lo tanto es incomprensible, un fenómeno curiosísimo que requiere ser profundamente investigado, que chupándose el dedo nuestros bebés consigan dormir en solitario. 

Me dan ganas de llorar.

Y así - por este camino, de esta manera, y hasta el día de hoy - ha quedado firmemente establecido que,  como muy tarde a los 6 meses, el niño debe desarrollar la capacidad de dormirse sólo, tanto al inicio de la noche como en los posibles despertares nocturnos, que se consideran normales siempre y cuando el bebé/niño no necesite la intervención del cuidador para volverse a dormir. Y de ahí nace el consejo de que el bebé nunca se duerma al pecho porque es imprescindible que aprenda a encontrar consuelo en actividades (chupar) u objetos (su dedo o un trocito de sábana) que lo independicen de la presencia de sus padres. Incluso estas se clasifican oficialmente como "asociaciones positivas", mientras que las asociaciones que conllevan la participación de los padres se consideran "asociaciones negativas"(Ferber, 1985; Murray & Ramchandani, 2007; Karraker K, 2008; Tikotzky & Sadeh, 2009; Sadeh et al, 2009; Henderson  et al 2010; Mindell et al, 2010; Meltzer, 2010; Henderson et al 2011; Weinraub et al, 2012

Ahora ya sabéis el origen de este consejo. Por suerte, allá por los años 70 un gran investigador se convirtió en padre y, ante su propia experiencia a la hora de dormir a su hijo, la evidencia de la absurdidad de las normas sobre el sueño infantil de su cultura le hizo abandonar sus estudios en simios y centrarse en el de la evolución del comportamiento humano, convirtiéndose así en un experto reconocido mundialmente por sus investigaciones sobre colecho. Muchos ya sabréis de quién hablo: el profesor de antropología James McKenna, cuyo trabajo, con más de 140 publicaciones (revisadas, esto es, en revistas científicas) ha removido todos los cimientos de la pediatría del sueño infantil. 

Lo que McKenna y otros investigadores están poniendo en evidencia en la actualidad es algo tan simple como el hecho de que por nuestra naturaleza mamífera y primate nuestros bebés están diseñados para estar en contacto continuo con el cuerpo de su madre, por lo que el habitat de un bebé para dormir saludablemente no es en la cuna y en solitario, sino en estrecho contacto con su madre y con acceso no restringido a su pecho. Que los reclamos de nuestras criaturas al ser obligadas a dormir fuera de este hábitat no son síntoma de una enfermedad, sino un instinto primal, y como tal debe considerarse antes de iniciar cualquier acción dirigida a adaptar el comportamiento del bebé a los determinantes culturales. No estamos curando a nuestros hijos de nada sino que le estamos forzando a que acepte unas condiciones de sueño establecidas culturalmente y que no le suponen ningún beneficio más allá del meramente social (desde luego ningún beneficio fisiológico, más bien todo lo contrario). 

Por eso no podemos dormir a nuestros bebés al pecho: porque esto imposibilita que le forcemos a aceptar dormir en solitario sin llorar. Ni más ni menos. 

Hasta aquí os he explicado la razón fundamental de por qué no podemos dormir a nuestros hijos al pecho. Yo terminaría aquí el post pero el otro día, en un post de Bebés y Más en el que Armando también analizaba este desafortunado "consejo", una madre resaltó otra razón de peso que ha aparecido más recientemente: el fantasma de las caries

¿Existe relación entre la aparición de caries y dormir el niño al pecho? 

Este es un tema por sí mismo para otro artículo y requiere una profunda revisión bibliográfica en la que no me pienso meter. Gemma, colaboradora en El Debate Científico sobre la realidad del Sueño Infantil y autora del blog Como Una Manada, escribió un interesante post sobre el tema recopilando una serie de artículos científicos con los que pudo ilustrar que esta relación entre lactancia materna y caries no está en absoluto demostrada. Pero si os interesa profundizar de verdad en este tema nada como recurrir a los talleres informativos impartidos por Louma Sader Bujana autora de Amor Maternal y odontóloga especializada en niños. Existe mucho desconocimiento de este tema y los padres andamos bastante perdidos. La prueba de ello es que todos conocemos casos de caries en niños amamantados que en principio tienen buenos hábitos de higiene bucal. El propio Armando lo comenta al contestar el comentario de esta mamá. Al preguntar a Louma sobre esta realidad me ha comentado que es un tema muy complejo, difícil de resumir y que requiere tiempo para aprender y profundizar ya que una información demasiado resumida o parcial corre el riesgo de provocar errores importantes. 

Creo que en este aspecto pasa un poco como con la polémica sobre el colecho y muerte súbita del lactante: las investigaciones que parecen demostrar una relación positiva entre ambos ya parten desde un punto de partida erróneo, que no es otro que considerar que el comportamiento fisiológico normal es por sí mismo peligroso. Es evidente que hay pocas (o más bien ninguna) posibilidades de que esto sea así y lo importante es encontrar los factores realmente responsables de que estas patologías se produzcan asociados a unos comportamientos absolutamente naturales y fisiológicos. En el caso de la muerte súbita pueden ser las condiciones del sueño adulto en nuestra cultura, y en el de las caries el consumo de un cierto tipo de alimentos o la presencia de determinadas bacterias, a parte de la ausencia de una higiene correcta.

El caso es que es tan ridículo acusar al colecho de la muerte súbita o a la lactancia materna de producir caries como a la capacidad de caminar de rompernos un tobillo. 

Y para terminar, ya que he sacado el tema del colecho, un factor íntimamente ligado a la lactancia materna y a dormir al niño al pecho, y en la misma linea que mi recomendación de los talleres de Louma, os recomiendo también 3 conferencias que impartirán tres grandes profesionales del sueño infantil: James McKenna, Kathleen Kendall-Tackett, y Wendy Middlemiss, hablando precisamente de la manera de practicar colecho con seguridad. Es probable que esta iniciativa haya nacido como respuesta al polémico ultimo artículo de Carpenter, ya comentado en este blog, pero en cualquier caso seguro que vale la pena. Yo ya me he apuntado.   

En resumen, el consejo de nunca dormir a nuestro hijo a la teta va en contra de un comportamiento absolutamente fisiológico y saludable, diseñado por la madre naturaleza durante miles de años de evolución. Por lo tanto, antes de convertirlo en una norma de obligado cumplimiento como hacen actualmente algunos de nuestros profesionales del mundo del sueño infantil, deberían tener unas muy buenas y demostradas razones que a día de hoy, evidentemente, no tienen. 

Y os dejo ya porque mi pequeño, de cuatro años, acaba de dormirse a mi teta mientras escribía este post. Voy a acostarlo en nuestra cama familiar; pero tranquilos, a estas alturas prácticamente ya no me despierta ninguna noche y tiene, bajo todos los parámetros de la literatura del sueño infantil, un sueño saludablemente consolidado. 


Felices y acompañados sueño para todos