miércoles, 27 de abril de 2016

CUANDO LAS PALABRAS SOBRAN

El caso es que nos dijeron que:

  • Había que alimentarlos cada x horas
  • Mejor con biberón que con teta. 
  • Luego que teta dos meses, no más.
  • Que había que suplementar a los tres meses... Más tarde se corrigieron: que a los 6 meses. Ahí quedó la cosa. Ya veremos hasta cuando
  • Que mejor que durmieran boca abajo. 
  • Que necesitaban dormir en su cuna y cuanto antes a su habitación. 
  • Que dejarles venir a nuestra cama era malo
  • Que había que empezar con papilla de plátano (x gramos) de desayuno, papilla de verduras (y gramos) en la comida y papilla de cereales (z gramos) en la cena. O no, porque el pediatra de la consulta de al lado de daba unas recomendaciones totalmente distintas. Y con los años cambiaron todavía más. Unos decían que tal alimento a los 4 meses y que tal otro a los 12. Y otros te decían que el primer alimento mejor a los 8 y el segundo podía ya a los 6. 
  • Que había que forzarles a dejar el pañal
  • Que había que forzarles a andar
  • Que había que forzarles a ser independientes
  • Que había que forzarlo todo, porque la letra con sangre entra y quién bien te quiere te hará llorar.
Y así todo

Y un día los biólogos evolutivos, los antropólogos,los etólogos y los etnólogos nos dijeron que todo eso era muy raro. Que ninguna especie mamífera o primate tenía comportamientos tan extraños con sus crías, y que en las culturas humanas había tantísima variabilidad que era imposible determinar "lo correcto" de manera universal. También nos descubrieron que las culturas más pacíficas y sanas eran esas que respetaban más la naturaleza del bebé, tanto en el parto como en los meses y años siguientes. La ciencia basada en evidencia empezó a demostrar que todas esas normas, arbitrarias y absurdas en su gran mayoría, estaban matando y enfermando niños. Eran estresantes y nocivas. Dificultaban la crianza, volvían locas a la madres y, en pocas palabras, se cargaban todo el placer asociado a la maternidad. 

Vamos, que se equivocaron de cabo a rabo. Lo estábamos haciendo todo mal. 

En su momento todo este conocimiento fue un soplo de aire fresco en una dinámica aberrante y claustrofóbica, y cuando los primeros pediatras y expertos de la salud infantil empezaron a llevar estas ideas a los padres en sus obras divulgativas fueron liberadores, beneficiosos y muy necesarios para contrarrestar y debilitar el paradigma imperante, favoreciendo la entrada a una nueva manera de vivir la maternidad y la paternidad, más acorde con lo que nos pide realmente el cuerpo. 

Y entonces fue el boom de la "crianza natural". La madre mamífera abrió los ojos. Reclamó parir a sus bebés y no separarse de ellos ni para dormir. Sacó las tetas de los sujetadores de aros y se sentó en el banco del parque con su hijo de tres años a darle de mamar. Le dejó los pañales hasta que el propio niño pidió quitárselos y corrió a cogerle en brazos cada vez que sintió que su hijo lo necesitaba.

Pero estas ideas y este tipo de crianza no tardó en levantar ampollas "sociales", como no puede ser de otra manera, porque la libertad da miedo, y el miedo nos obliga a encerrar cuanto antes todos los deseos, sentimientos y emociones en palabras racionales que nos clasifiquen adecuadamente la realidad. Y por eso desde hace ya unos años corren ríos de tinta intentando clarificar lo que es natural, respetuoso o con apego, como si hacer lo que nos sale de las entrañas necesitara un nombre y una guía para su ejercicio. Y cuando digo ríos de tinta, digo ríos de tinta, porque si toda la tinta que se ha utilizado para escribir los libros que hablan sobre el tema se echara al mar, seguro que subiría el nivel un par de metros. Todos tenemos algo que decir, nuevas normas que explicar y buenos y beneficiosos consejos que dar. Yo la primera, que conste. 

Y como a los humanos nos encanta sentirnos seguros dentro de las confortable jaula de las normativas, nos ha faltado tiempo para convertir una liberación en una nueva forma esclavitud. Y así necesitamos que nos digan, otra vez desde afuera, lo que hay que hacer y como hay que hacerlo siguiendo la "moda" de esta "nueva" crianza. Y ya estamos discutiendo si esto es natural, o respetuoso, o con apego o conductista. Si debes hacer esto para que sea respetuosos o aquello para que sea natural. Si está científicamente demostrado que los chimpancés lo hacen así, los yekuanas asá, y los sapiens del paleolítico totalmente diferente. 

Y ahora ya no solo tenemos pediatras que nos dicen que el niño a las 6 h reciba 10 minutos de una teta seguido de la papilla de cereales. Ahora podemos elegir leer o escuchar también al que nos "da permiso" para darle teta a demanda y dejarle dormir en nuestra cama, o incluso al más moderno de todos, nuevo producto de la realidad virtual de los blogs y los foros de crianza, que nos permite seguir excusándonos con las exigencias culturales por no poder atender las necesidades primales de nuestras criaturas, le encanta la idea de que nos sentimos "esclavizadas" por nuestra maternidad, culpables hasta la saciedad, y se siente con la responsabilidad de liberarnos de los determinantes "naturales" con los que la cruel madre naturaleza pretende mantenernos en nuestro inferior rol de sacrificadas madres cuidadoras. Y, por supuesto, está convencido de que es posible hacer frente al conflicto entre la naturaleza del hijo y las necesidades culturales de la madre de una manera absolutamente respetuosa para todos. Un verdadero malabarista. 


Y entre todo este guirigay parece que hemos perdido de nuevo la esencia de nuestra liberación -que no es otra que ejercer la maternidad como más placer nos dé a nuestro hijo y a nosotras, ya que maternar no es otra cosa que satisfacer deseos primales- y un cambio de paradigma absolutamente femenino ha vuelto a masculinizarse por esta maldita necesidad de racionalizarlo todo, perdiendo así toda su esencia, porque en las palabras de estos pediatras y expertos (hombres y mujeres, que conste, que la masculinidad no entiende de géneros) sigue estando la misma capacidad de desconectarnos de nuestros deseos que en las de aquellos expertos"convencionales" del siglo pasado. 

Porque en la verdadera nueva crianza del cambio de paradigma las normas no salen de fuera, sino de dentro -de dentro del cuerpo de cada madre y cada bebé- y es la sociedad humana la que debería respetar y adaptarse a estos deseos primales de las madres y de los hijos. Esta es la única norma escrita que debería existir sobre ella. 

Porque es una crianza que enfrenta, reta y cuestiona las mismísimas bases del patriarcado: la desconexión entre cuerpo y mente.  Una maternidad que va mucho más allá de teorías científicas o determinantes culturales y/o naturales, y que está muy por encima de todas esas cuestiones por las que nos encanta enzarzarnos en estériles e interminables debates, o rellenar páginas y páginas de libros con instrucciones de como ejercerla correctamente. 

Es la crianza del placer. 

Es puro sentimiento.

Es pura libertad. 

Es puro deseo

Es puro Amor.

Y bajo mi punto de vista el resto de palabras sobran y su nombre es lo de menos. Que cada uno le llame como mejor le parezca y sienta que la representa, si es que necesita ponerle un nombre. 





3 comentarios:

  1. Estoy completamente de acuerdo. Pero ciertamente entiendo el por qué se habla ahora de una nueva esclavitud. Creo que efectivamente hemos pasado de las normas, a "otras normas", que si te sales de ahí, ya no eres tal o cual. Se demoniza a muchas madres por sus opciones. Se opina y se critica todo, sea en el sentido que sea.

    Yo creo que ese sentimiento de culpa que tienen hoy en día un porcentaje no despreciable de madres, no viene de la nada, creo que viene de la sociedad. Culpa por dar teta, por dar biberón, por dormir de una u otra manera, por dar papillas o comida en trozos, por llevarlos a la guarde o no, por trabajar o dejar de trabajar...al final muuuuuuuuuchas madres se sienten presionadas o culpables por algo. Y creo que eso es algo muy malo que hemos conseguido entre todos, y me atrevería a decir, entre TODAS. Hay que dejar de dar a las madres el mensaje de que algo de lo que hacen está mal, o no es lo correcto, obviamente dentro de los parámetros normales de bienestar.

    Demos verdadera libertad para que cada madre ejerza la maternidad como le salga del cuerpo, pero de verdad, sin juzgar ni siquiera veladamente, sin criticar, sin decir "haz lo que quieras, pero que sepas que esto es lo mejor". ¿Quién dice qué es lo mejor? Como tú bien dices en el artículo, ¿no es asombroso lo rápido que va cambiando lo que es "lo mejor"? ¿Es lo mejor lo mismo para todos y cada uno de los niños, acaso no importan y mucho las circunstancias de cada uno? Sintámonos felices porque el resto sea feliz de la manera que sea.


    ResponderEliminar
  2. Guuuaaauuuuu, me ha encantado! Gracias!

    ResponderEliminar
  3. El instinto y lo mejor para cada familia!! Esa es la solución!!

    Te sigo y te invito a mi blog:)

    Saludos

    ResponderEliminar