sábado, 19 de octubre de 2013

UNA HISTORIA DE LACTANCIA


Hoy quiero traeros una historia de lactancia intensa, de amor y de lucha: la historia de mi querida Irene, madre de dos niñas, la segunda de las cuales nació prematura. Creo que es un testimonio valiosísimo para todas aquellas mujeres que un día puedan enfrentarse a una situación semejante y tal vez no cuenten con las herramientas que ella tuvo en su lucha.

Doce horas después de nacer con 1100 gramos de peso, la pequeña Lara encontró la teta de su madre y se enganchó. Y esto ocurrió porque Irene tuvo la inmensa suerte de ser atendida por Ana, una enfermera a la que se le ocurrió "probar una cosa" y que consideró "un montón" de "oro líquido" los míseros 20 mililitros de calostro que Irene logró en su primera extracción con el sacaleches; y por Concha, una sabia asesora de lactancia; y por Isabel, que se preocupó de comentarle al médico que Irene andaba deprimida; y por todo un equipo médico - el del Doce de Octubre - dispuesto a apoyar y respaldar a la madre de una prematura en su lucha por establecer una exitosa lactancia materna.

Pero, sobretodo, ocurrió por esta enorme capacidad de lucha y amor de Irene. Porque se le metió entre ceja en ceja y no paró hasta conseguirlo. Porque es un ser humano capaz de enfrentarse a  lo que le venga con verdadero fuego en las entrañas

Para todas esas madres que os enfrentáis a esta situación aquí os dejo este testimonio para que os recuerde que se puede. Cueste lo que cueste, se puede.

Lara nació prematura y con muy bajo peso. Del 1,100 kg pasó a los 960 gramos en un par de días y permaneció ingresada 50 días en la Unidad de Neonatología del 12 de octubre, 27 de ellos en cuidados intensivos.

Unas doce horas después de que Lara naciera por cesárea, en cuando que me dejaron levantarme bajé a neonatos. Serían las diez o las once de la noche, el pasillo estaba oscuro, desierto y en silencio. La auxiliar del turno de noche me entregó un kit para usar los sacaleches hospitalarios y me enseñó a usar aquellos cacharros milagrosos. 10 mL de calostro saqué en el primer intento. “Qué miseria, dios mío”, pensé yo. “¡Madre mía, 10 mL! ¡Es un montón! Esto es oro líquido” me dijo la auxiliar y me lo quitó de las manos para enchufarselo a mi hija por sonda.

La enfermera, se llamaba Ana, me puso a la niña en vertical en el pecho y susurró “espera, que quiero probar una cosa”. Unas doce horas después de haber nacido, doce horas alejada de mamá y con un montón de vías y pinchazos por todo su diminuto cuerpo, Lara empezó a moverse hasta que encontró la teta. El primer agarre siempre es bueno.

27 días en los que Lara pasó de ser alimentada por sonda (en continuo primero, a razón de 1 mL a la hora los primeros días, 3 mL por hora después, más tarde de forma intermitente) a estar constantemente enganchada a la teta. Recuerdo las primeras veces, cuando la asesora de lactancia, Concha, decía “Ay, que está tragando, que nos van a regañar, yo hago como que no miro”. Y se reía.

Me recuerdo también llorando por los pasillos, recuerdo haberle dicho a Concha “es que no voy a poder” y su respuesta “¿por qué?”. Aquel “no es tan diferente” y todo el apoyo. “Me ha dicho Isabel la enfermera que estás un poco desanimada” me decía el médico un día. “Lo estás haciendo muy bien” me decía la MIR algún sábado. Y la niña en la teta. Todo el tiempo posible.

Tras una sepsis y mes y medio en el que nos quedamos sin ropa limpia y sin papel higiénico, Lara llegó a casa con 1,850 kg de peso – medio bebé – y una madre muerta de miedo que pensaba conseguir ayuda de los libros. La enfermera que acudía a las revisiones domiciliarias llegaba provista de biberones de vidrio, porque yo, enganchada al sacaleches día y noche, doné, no sé, unos 40 litros al banco de leche humana del hospital. Lo estás haciendo muy bien. Puedes. Puedes. Se puede. Día y noche, es la única garantía.

Mantener la lactancia no fue fácil. Después de darle el alta Lara estuvo ingresada otras tres veces. Una sepsis tardía, una fiebre sin foco y una insuficiencia respiratoria nos confinaron en el servicio de lactantes del 12 de octubre otro mes y medio más durante el primer año. En un box de dos por dos, sin baño, Lara y yo dormíamos en una colchoneta del IKEA que me compré para la ocasión. Teta día y noche, porque es la única garantía.

Después otro ingreso, el mío. Si no preguntas nadie te dice que no. “No tengo donde dejarla”, Lara siguió tomando teta mientras yo soltaba piedras de calcio de la vesícula biliar. Día y noche, día y noche.

Cuatro años después Lara todavía toma teta de vez en cuando, para dormir, cuando tiene pupa…aunque ya lo hace muy poco y lo agradezco, la veo saltar y moverse y sé que es lo mejor que he hecho en la vida. Lara le debe la teta al personal del 12 de octubre, pero también a su hermana. Sin experiencia y apoyo yo no lo hubiera logrado.
El 22 de noviembre, si Lara no se desteta completamente antes, se cumplirán ocho años de lactancia materna ininterrumpida. No necesito más éxitos, no quiero que me den las gracias.

Tan sólo servir de ejemplo.

Se puede. Claro que sí.

3 comentarios:

  1. Que hermosa historia!!, en verdad mi hijo tiene 3 años sigue tomando su tete a la hora de dormir, todos me dicen quitale ya , eso lo pone engreido y bla bla, gracias por este relato :)

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  2. SOLO UNA PALABRA MUY SENTIDA MI MAS SINCERA ENORABUENA AVEIS SIDO MUY GRANDES SE ME A ESCAPADO UNA LAGRIMA LEYENDOLO

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  3. Gracias por compartir esta historia Maria, porque es la muestra de tantas y tantas que suceden a diario en los hospitales. En esta ocasión hay un comienzo y un final feliz, y ojalá que todos los comienzos difíciles contaran con personal cualificado para aportar esa escucha, esa paciencia y esa confianza a la madre que tanto lo necesita en esa situación.
    Historias como estas que me animan a seguir en mi voluntariado.
    Un abrazo.

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