viernes, 14 de diciembre de 2012

CONFLICTOS Y HUMILDAD


En el mundo hay gente que parece que tenga una capacidad innata para vivir en paz, para mediar en los conflictos y apaciguarlos, para crear una atmósfera relajada y agradable a su alrededor donde todos tienden a sacar lo mejor de sí mismos.

Pero también estamos los que, a la mínima llamita de discordia, estallamos como bombas atómicas, rezumamos agresividad por los cuatro costados, tiramos como toros enfurecidos, de frente y con los cuernos por delante, sin pensar en todo lo que arrollamos cuando nos lanzamos por el que, suponemos, es el camino de nuestra victoria.

Yo espero que pertenecer a un grupo u otro de personas no sea una cuestión innata - genética - sino más bien el resultado de un proceso de maduración y crecimiento que todos podemos culminar con éxito, sean los que sean nuestros antecedentes.

Porque a mí, desde luego, me queda mucho camino por recorrer para convertirme en una persona perteneciente al primer grupo, al de los pacificadores. Y es que ser una persona racional, tranquila y pacífica en los momentos tranquilos, sabemos más o menos todos. El problema es seguir siéndolo cuando estalla el conflicto. Entonces, muchos tendemos a sacar lo peor de nosotros mismos e, independientemente de tengamos o no la razón de nuestra parte, acabamos perdiéndola por el camino al defenderla; precisamente por la manera de defenderla.

En mi último  artículo los comentarios de uno o dos anónimos, no sé si son el mismo o son diferentes, han llamado mi atención sobre mi tendencia al ataque en mis últimos tiempos. Por una parte todos los artículos en contra de Estivill y, por la otra, el ataque frontal contra la revisora que tan desafortunadamente intentó mediar en el conflicto creado por aquel individuo que no soportaba a los niños. En su último comentario, anónimo me recordaba que tal vez esta señora sólo era una mujer, posiblemente madre, que intentaba hacer lo mejor posible su trabajo para poder llegar a fin de mes y que no tenía porqué ser la que pagara los platos rotos. Si yo escribo la carta a las SBB ¿podría estar poniendo en peligro su puesto de trabajo? Yo personalmente no lo creo, pero es cierto que me es difícil saber las consecuencias finales que tendría la carta para su vida profesional. Por lo tanto, reconozco que en este caso no vale la pena hacer hincapié en la revisora en sí. Aunque sí creo que debo denunciar los hechos, no tengo porqué identificar a esta mujer, arriesgándome a ponerla en un aprieto sin saber absolutamente nada de sus circunstancias personales. Tal vez sólo tuvo una mala idea en un mal día y ahora lo siente en el alma. Puedo defender mi posición, puedo llamar la atención de las SBB sobre la situación que yo quiero, pero sin perjudicar a nadie. En este caso con no especificar en que tren ocurrió o cuando ocurrió ya es suficiente para denunciar el hecho pero no dañar a la revisora.

Estos dos ejemplos de conflictos y los comentarios de anónimo me han traído a la memoria una anécdota que viví hace ya bastantes años, cuando era becaria predoctoral de investigación en el Hospital de Sant Pau en Barcelona. En aquella ocasión había ido a comer con un grupo de compañeros al comedor del personal. Como siempre, nos habíamos quitado las batas blancas con las que trabajábamos en el laboratorio, ya que no nos parecía higiénico comer con ellas. En aquella época el comedor estaba dividido en dos secciones: la de fumadores, siempre llena a rebosar; y la de no fumadores: casi siempre medio vacía. Aquel día la situación era la de siempre y cuando nos sentamos en la sección de no fumadores no tardamos en ser acompañados en la misma mesa por un grupo de médicos, de los cuales uno se puso a fumar. Yo, que tengo una intolerancia extrema frente al tabaco, no tardé ni dos segundos en saltar al ring, recordando al fumador, de no muy buenas maneras, que aquella era la sección libre de humo. Él, lejos de acobardarse, me dijo que aquel comedor era para el personal del hospital y que nosotros no debíamos comer allí, a lo que yo le respondí que éramos tan personal del hospital como él, sólo que comer con bata nos parecía una auténtica cochinada. La guerra ya estaba declarada y los ataques de uno al otro se sucedieron en un tono de voz cada vez más alto, hasta que el médico hizo referencia al hecho de que él nos estaba molestando. No recuerdo exactamente como, pero aquel comentario dio pié a la intervención de una de mis compañeras, Berta, becaria predoctoral como yo, que con un tono de voz suave pero firme, seria pero no agresiva dijo: "no nos molesta usted, nos molesta el humo de su tabaco".

Aquella frase cayó como un manto de nieve blanca sobre un bosque ardiendo, apaciguando los ánimos y dejando en evidencia la inutilidad de la actitud de los dos contrincantes. Él se sentó, apagó su cigarro y no volvió a fumar, y yo me quedé avergonzada por haber llevado tan mal aquel asunto, convirtiéndolo en un ataque personal y generando un conflicto que no llevaba a ninguna parte.

"No me molesta usted, me molesta el humo de su tabaco"

¿Cuantas veces nos olvidamos de la situación en si misma para atacar a la persona que, según creemos, está generando la situación? Yo continuamente. De esta manera no se acaba con el problema, sino que nos limitamos a herir a otro ser humano, al margen de todas las circunstancias que le habían puesto en esa posición. Y, de paso, el problema original que provocó el enfrentamiento suele quedar sin solución.

No se trata de dejar pasar todo en nombre de una falsa paz y cordialidad. No. Se trata de enfrentar las situaciones conflictivas centrando el ataque en la situación conflictiva, no en la persona que lo genera. De esta manera se da una oportunidad al otro de cambiar de actitud para cambiar la situación, colaborando activamente en generar unas nuevas condiciones aceptables para ambas partes. Por el contrario, cuando identificas la situación con la persona, parece que la única manera de acabar con el conflicto es "eliminando" a la persona que lo genera: o él/ella, o yo. Se crea así un conflicto paralelo, independiente del original, muy difícil de resolver ya que conlleva la derrota y humillación de una de las partes, en lugar de ofrecer una oportunidad para que ambos implicados se involucren en buscar una solución satisfactoria para todos, sin perder por ello "el honor" o la dignidad.

Estivill no es su método. Ni siquiera es sus libros. A mí me molestan su método y sus libros sobre el sueño infantil y es lo que ataco. Y lo hago desde la ciencia y la racionalidad, desde las emociones y los sentimientos. Estoy en mi derecho. No estoy de acuerdo ni con su método ni con su forma de presentarlo y defenderlo, y tengo razones muy bien fundamentadas para no estarlo. Pero no es el hombre Eduard Estivill al que estoy atacando, sino una teoría: uno de los puntos de vista de la pediatría del sueño infantil que él defiende. Si un día Estivill llega a la conclusión de que está equivocado, de que su posición no es la que más se ajusta a la realidad del sueño infantil y su actos se adaptan a su nueva percepción, no significa que ha retrocedido, se ha humillado o ha perdido. Significa que ha evolucionado. Por graves que puedan ser los errores que cometamos o cometan, siempre debemos tener y dar la oportunidad para que el cambio de actitud o de opinión  no se convierta en una humillante derrota, sino en una muestra de crecimiento y evolución. 

Porque todos sabemos lo difícil que es corregir una posición, incluso cuando somos conscientes de que no tenemos la razón de nuestra parte, sólo por la humillación que conlleva. Si sabemos que, tras corregir, en lugar de reconocimiento y comprensión, recibiremos el desprecio y la sorna de los demás, nos agarraremos a ella con uñas y dientes, sin ni siquiera plantearnos cambiarla, por muy justificada que esté la otra parte y por muy convencidos de nuestro error que, en el fondo, estemos nosotros.

A veces parece que nunca cometamos errores, especialmente cuando nos dedicamos a denunciar los errores de los demás.

Y todas estas reflexiones me han llevado a considerar la definición de humildad. Creo que acabo de darme cuenta de lo que realmente es:

Humildad es reconocernos en nuestro contrincante.

Por lo tanto, humildad no es bajar la cabeza ante las situaciones injustas o las posiciones erróneas, no, sino ser conscientes de que todos podemos cometer errores, ser injustos o no tener la verdad ni la razón de nuestro lado en un momento dado y, por lo tanto, debemos tratar de defender nuestra postura siempre desde el respeto a la persona que defiende la postura contraria porque, por mucho que sintamos y sepamos que tenemos la razón de nuestra parte, mañana o pasado, en otro conflicto, podemos no tenerla, y entonces querremos que el otro nos trate con ese mismo respeto, dándonos la oportunidad de corregir dignamente, sin humillarnos ni hacer "leña del árbol caído".


11 comentarios:

  1. El hecho de que recuerdes episodios como el de la cafeteria y seas capaz de re-analizarlo y aprender de lo que pasó, ya dice mucho de ti.
    Cada uno es como es, y creo que hay que mejorarse sin que por eso cada uno perdamos nuestra esencia
    Besos 'colega' ;)

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  2. ¡Chapeu! ¡Me ha dejado sin palabras! ¡Seguiré leyendo este blog con muchísimo interés!!

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  3. A mi me gusta aquello de "errar es de sabios, de necios permanecer en el error! Tienes toda la razón, María. Falta humildad. En muchos sitios. En muchos ámbitos.
    Un abrazo.

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  4. Creo que tienes muchísima razón en tu planteamiento, pero llevarlo a la práctica es bastante utópico, o por lo menos así me parece (¡será que también pertenezco al segundo grupo!)
    Para aprovechar el ejemplo de Estivill que ofreces al final de la entrada, estoy de acuerdo a medias: es cierto que deberíamos aceptar o rechazar las ideas y no la persona que las defiende si lo analizo con la cabeza, pero a nivel de vísceras y entrañas lo veo de otro modo, puesto que nuestra forma de actuar dice mucho acerca de nuestra calidad humana, hablemos de Estivill o del vecino de enfrente. Y sí, lo deseable sería defender nuestra postura sin descalificar a quién opina de forma diferente, pero a mi entender el discurso del respeto, tal y como se entiende comúnmente, es muy políticamente correcto pero bastante insincero.
    Respetar no significa callarse la boca ante las injusticias por miedo a ofender a quien las comete; a este respecto, no comparto la mentalidad dominante según la cual cada padre es libre de educar a sus hijos como prefiere, ni me parece igual de respetable que se atienda a un bebé o se le deje llorar en una habitación a oscuras, no creo que tanto los padres que crían con apego como los que aplican el "metodito" lo hagan buscando el bien del niño y un largo etcétera.
    A lo mejor se trata de apuntar mejor o elegir las armas adecuadas, pero no de enterrar el hacha de guerra ;-)
    (No por darme autobombo, pero si te interesa, la última entrada de mi blog trata un tema parecido al que expones aquí).
    Besos.

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    1. Es que uno de los grandes problemas en cuanto decidimos que 'alguien es malo' por no seguir nuestros ideales es cuando lo deshumanizamos y nos permitimos hacer cosas que de otro modo encontraríamos claramente inmorales. De hecho, ¿cuántas salvajadas se han hecho en la historia contra los 'infieles', los 'incivilizados' y un largo etc.?
      Creo y sé que hay muchos padres que, buscando el bien del hijo, han aplicado alguna vez el metodito o similares. No por comodidad, sino por convencimiento de que, si no, su hijo 'va a tener problemas' (de atención, de crecimiento, de 'nervios', etc.)... Nuestro entorno cultural es el que es, y somos hijos/as de este tiempo, en el que hay que educar a los niños 'desde el primer día', no sea que 'se tuerzan' o peor: 'se malcríen', lo cual va a ser terriblemente negativo para ellos.
      Creo que lo positivo es mostrar un tipo de vida alternativo. Es poder decir: 'pues mi hijo pequeño practicó el colecho durante años y sigue aquí, muy feliz, y el mayor me hace caso' (¡esto último cuesta mucho de creer!, no olvidemos que los padres de adolescentes hemos de ser duros, nada de ser 'colegas' de los hijos'). Pero el cambio que hacemos en cada una de nuestras casas se extiende como una onda... y poco a poco cambia el mundo. Saludos!

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  5. Gracias a todos por vuestros comentarios :o) Esther, estoy de acuerdo. Cada uno somos como somos pero siempre se puede crecer, evolucionar, mejorar...... Es "ser" no es tan absoluto y estático.

    Anónimo, gracias por tu interés. No te garantizo que siempre te guste lo que escribo, pero sí que me encanta debatir porque es muy enriquecedor para todos. Ayuda a no cerrase en un punto de vista único y personal y siempre se aprende algo importante.

    Concha, pues a sembrar humildad por el mundo :o). Falta respeto, humildad, abertura, honestidad..... faltan tantas cosas que todos tenemos que ir pasito a pasito sembrando lo que podamos con nuestras vidas... poquito a poco.

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  6. Kim, yo no estoy haciendo el discurso "políticamente correcto" de que todas las posturas hay que respetarlas. Yo digo que SIEMPRE hay que respetar a las personas, tenga la postura que tengan. Yo tampoco creo que todos los padres que aplican los métodos basados en el "dejar llorar" lo hagan pensando que es lo mejor para sus hijos. Aunque haberlos, "haylos", y a estos les viene muy bien que se les abra los ojos a base de información para darles la oportunidad de rectificar. Para muchos de estos esta información es una LIBERACIÓN, como lo fue para mi misma mucha de la que me llegó de la mano de Sue Gehard, Michel Odent, Carlos Gonzalez, Rosa Jové, Margot Sunderland....... Autores que publican libros para padres que a mí me sirvieron para hacer lo que realmente quería, porque de alguna manera me autorizaron, ya que el discurso que me llegaba de la sociedad y el mundo médico no era el que me pedía el cuerpo.

    En cuanto a los padres que aplican estos métodos porque es lo mejor para ellos, poco se puede hacer, porque nunca harán nada para informarse más allá. Desgraciadamente esto existe. Me da mucha rabia que se les de "armas" desde la pediatría del sueño para actuar así, y por eso escribí la revisión. Pero incluso en este caso no podemos centrar el ataque en los padres, sino en su acción. Esto conlleva ponerles la información delante de las narices y, si siguen en sus trece con argumentos falaces y carentes de credibilidad, enfrentarlos con los nuestros, con firmeza pero sin agresividad. El respeto no conlleva callarse ni resignarse sino defender tu postura pero sin atacar a la persona, sólo su postura. Decir: "esto es mentira" no es lo mismo que decir "eres un mentiroso", aunque parezca que sí y de hecho mucha gente se lo tome así. También puedes ahorrarte incluso el "esto es mentira" limitándote a decir la verdad desnuda y punto.

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  7. Vamos a poner un ejemplo:

    Estás con un grupo de amigos y hay una madre primeriza con un recién nacido que está indecisa sobre si debe o no aplicar métodos de adiestramiento. Otra madre le dice hablando de su hija de 6 meses: "desde que le apliqué el método duerme como una bendita toda la noche, y nosotros también".

    Muchos callaríamos para no ofender a esta madre ni llamarla mala madre delante de todo el grupo, pero por otra parte está en peligro el bienestar de otra familia.

    Lo que yo haría es, en lugar de contestar a esta madre cosas como: "en realidad sólo ha aprendido a que aunque te llame tú no estarás, o sea, a resignarse, y esto puede afectarle a muchos niveles negativamente.....etc" me centraría en la madre primeriza y le diría: "hoy en día muchos de los profesionales de la pediatría, incluso los que anteriormente defendían estas técnicas, se están decantando por métodos más suaves, como el establecimiento de rutinas positivas, e incluso respetan totalmente el colecho como opción ya que se han demostrado muchísimos efectos positivos ¿Sabes que al colechar con tu bebé consigues esto, esto y esto........? Yo me resistía con mi primer hijo, dada la tendencia de nuestra sociedad, pero ya con el tercero ni me lo he planteado y dormimos como lirones toda la familia..... ojalá hubiera sabido entonces lo que sé ahora!!!!!"

    Si así se acaba la discusión, genial, pero es posible que ante este discurso la madre "estivilizadora" se sienta obligada a defenderse y defender su método, incluso de no muy buenas maneras. A mí en estos casos me cuesta mucho seguir con una actitud respetuosa, especialmente cuando ya me faltan a mí al respeto, pero yo creo que si informo de todos los argumentos que sostienen mi postura van a perder la batalla. Sé que tengo la razón de mi lado. En este caso no tengo ninguna duda :o)Incluso si me dice algo como "Bueno, esa fue tu opción pero la mía es tan respetable como la tuya" le contestaría sin tapujos "no considero que no atender el llanto de un bebé de 6 meses sea tan respetable como atenderlo, y perdona porque se me hace muy duro decirte esto. Creo que deberías considerar la posibilidad de leer este o este autor para que tengas otra visión diferente al "duérmete niño". Y déjame decirte que todos hemos sufrido cuando hemos descubierto los errores cometidos con nuestros hijos, yo soy la primera en haber cometido un montón, es parte de nuestro aprendizaje. Pero desde luego mantenerse ciego para no sufrir es imperdonable ¿no crees?. A mí esta actitud no me parece respetable en absoluto"

    No sé, ¿Que opináis? ¿Es un abordaje firme pero respetuoso????? No puedo dejar que la madre primeriza se vaya con la idea de que las técnicas de adiestramiento basadas en dejar llorar son "respetables" pero creo que le doy a la madre estivilizadora suficientes oportunidades para no seguir la discusión y si ella la sigue tendrá que atenerse a las consecuencias porque argumentos a mí me sobran y puedo estar todo el día enumerándolos.....

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    1. Ante todo, cuando hablé de lo políticamente correcto no me refería a ti, sino a una corriente mayoritaria que percibo a mi alrededor y que desde luego no será aplicable a todos los entornos, si te has dado por aludida lo siento, no era mi intención ;-)
      En cuanto a tu ejemplo, me parece bastante acertado cargar las tintas en que existen otras corrientes más que en señalar las posibles secuelas (que haberlas haylas, pero te suelen salir con lo de que al hijo del vecino se lo aplicaron y está perfectamente).
      Cuando digo que muchos confunden respeto con callarse ante las injusticias, quiero decir que si cambias el ejemplo de la madre indecisa en si estivilizar o no por una que ha estivilizado (y a lo mejor alardea de ello), es bastante probable que se sienta ofendida, por muy educado, contenido y sosegado que sea tu argumento.

      La verdad es que igual personalizo demasiado, pero estoy un poco escocida con el tema, parece que yo me tengo que morder la lengua en según qué ocasiones y en cambio, hay gente que se considera con derecho a entregarse a predicciones agoreras e infundadas acerca de lo mal que salen los niños criados con apego.

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    2. Bueno, pues yo me he encontrado con situaciones de este tipo o similares. No voy a montar un número, claro, así que he optado por tomarla de banda y decirle algo así como 'no te agobies con lo que te digan, sigue tu instinto', y recomendarle leer 'Bésame mucho', de Carlos González. Saludos!

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  8. Querída María, llevaba algún tiempo sion leerte, y hoy me he encontrado con este post, yo que soy del "grupo 1", la pacifica, la pacificadora, tanto que hasta me he convertido en mediadora profesional, la que no discute así se caiga el mundo, porque ya sabes que dos no discuten si uno no quiere, en el fondo siento cierta envidia de las personas que como tú sois del "grupo 2" capaces de argumentar aun a costa de perder parte o toda la razón por la forma de defender una postura u opinión.
    A mi me sobran los sentimientos y los argumentos para no entrar en un enfrentamiento, me parece que es un desgaste muchas veces innecesario y perjudicial, pero otras muchas veces me faltan las palabras adecuadas para plantear y defender lo que pienso y lo que siento, sobre todo en el momento adecuado, después a veces vienen solas, pero ya es tarde.
    Así que te pido que ya que te vas conociendo cada vez mejor, que vas evolucionando, te esfuerces sólo en controlar el impulso y el discurso, para que no te perjudique, pero por favor, sigue así que me encanta!!....y de la envidia que me da a ver si yo también aprendo.

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